viernes, 30 de agosto de 2013

Las leyes sobre prostitución y la muerte de las putas. Artículo Laura Agustín

No importa qué orientación política tengas: los temas de trabajo sexual, explotación sexual, prostitución y trata sexual parecen un nudo gordiano. Mientras escuchas a un grupo de activistas y te crees sus datos de buena fe, todo va bien. Pero al minuto escuchas a otro grupo de activistas con otros argumentos y datos diferentes y las cosas cambian. La forma como estos temas se entrecruzan lleva a contradicciones insostenibles que hacen que todo avance parezca imposible. Lo que predomina son los pulsos y las grescas.
Hace veinte años planteé por primera vez dos cuestiones que siguen inquietándome hoy. La primera se puede responder: ¿qué hace que una mujer que vende sexo sea tratada como descarriada, marginal, incapaz de hablar por sí misma, no merecedora de ser tenida en consideración si habla, invisible como miembro de la sociedad? La respuesta es que carga con un estigma. La segunda cuestión es un corolario de la anterior: ¿por qué la mayor parte de los debates públicos se centran en leyes y regulaciones destinadas a controlar a estas estigmatizadas mujeres en lugar de en reconocer su autonomía? La respuesta a esta segunda pregunta no es tan sencilla.
Me he visto movida a hacer estas consideraciones tras el asesinato de alguien a quien yo conocía, Eva-Maree Kullander Smith, también llamada Jasmine. Matada en Suecia por un ex-pareja enfurecido, Eva-Maree fue también víctima de la muerte social que cae sobre las trabajadoras sexuales, o como prefiráis llamarlas. Inmediatamente después de su muerte, los activistas en defensa de derechos culparon a la ley de prostitución sueca, ley que es promovida en todas partes como la mejor para las mujeres. Mi propia reacción fue un terrible sentimiento de abatimiento al darme cuenta de cómo el concepto de “industria del rescate”, acuñado durante mi investigación del “salvamento” de mujeres que venden sexo, era más adecuado de lo que nunca hubiera pensado.
Los asesinatos de trabajadoras sexuales son atrozmente frecuentes, incluyendo los asesinatos en serie. En Vancouver, Robert Pickton mató hasta 26 entre 1996 y 2001 antes de que la policía se preocupara lo suficiente para tomar cartas en el asunto. Gary Ridgway, convicto de matar a 49 mujeres en los ochentas y  los noventas en el estado de Washington, dijo: “escogía prostitutas porque pensé que podría matar tantas como quisiera sin ser detenido”. Infames declaraciones por parte de la policía y los fiscales  incluyen la del Fiscal General en el juicio de Peter Sutcliffe de 1981 por el asesinato de al menos 13 mujeres en el norte de Inglaterra: “Algunas eran prostitutas, pero quizás la parte más triste de este caso es que algunas no lo eran”. Pudo decir esto a causa de la ubicua creencia de que el estigma aplicado a las mujeres que venden sexo es real, esto es, que las prostitutas son realmente diferentes de las otras mujeres.
Me centro en las mujeres de forma deliberada. Todos los que hacen propuestas políticas en torno a la prostitución son conscientes de que hay hombres que venden sexo, pero no les interesan los hombres, que sencillamente no sufren la desgracia y la vergüenza que cae sobre las mujeres que lo hacen.

Estigma y descalificación

Muchas personas tienen sólo una vaga idea de lo que significa la palabra “estigma”. Puede ser una señal en el cuerpo de una persona  —una marca física o una letra escarlata. Puede ser el resultado de una enfermedad como la lepra,  en cuyo caso la persona afectada no pudo evitar el contagio. A propósito de su selección de víctimas, Sutcliffe dijo que podría decir por la forma como andaban las mujeres si eran o no sexualmente “inocentes”.
El estigma puede ser también la consecuencia de conductas que se considera que implican una decisión, como usar drogas. Para Erving Goffman, las identidades de los individuos se “echan a perder” cuando se revela el estigma. La sociedad procede a desacreditar al estigmatizado —llamándoles desviados o anormales, por ejemplo. Etiquetadas con el estigma, las personas pueden sufrir la muerte social —la inexistencia a los ojos de la sociedad— si no la muerte física en cámaras de gas o asesinatos en serie.
A finales de los noventa me pregunté por qué un grupo de migrantes que aparecía a menudo en los reportajes de los medios y que yo conocía bien personalmente, estaba ausente de la literatura académica sobre la migración. Llegué a entender que las mujeres migrantes que venden sexo eran descalificadas como sujetos de migración, mediante cierto proceso quizás inconsciente por parte de académicos y editores de periódicos. ¿Era tan grave el estigma inherente  a la venta de sexo que era mejor no mencionar en absoluto a estas migrantes? ¿O pensaba la gente que la venta de sexo debería llevar  cualquier cosa escrita en relación a ella a otro terreno, tal como el del feminismo? Cuando envié un artículo a un periódico de migración abordando esta descalificación, La desaparición de una categoría de migrantes: las mujeres que venden sexo, pasaron dos años y medio hasta que fue publicado, probablemente a causa de que el editor no pudo encontrar revisores que quisieran tratar con mis ideas.
De los muchos libros sobre prostitución que leí en aquel entonces, la mayor parte desechaban la posibilidad de que las mujeres que venden sexo pudieran ser racionales, normales, pragmáticas y autónomas. Las excusas seguían un patrón:
  • Las mujeres no entendían lo que estaban haciendo por falta de educación.
  • Padecían falsa conciencia, es decir, la incapacidad de reconocer su propia opresión.
  • Eran adictas a drogas que ofuscaban su cerebro.
  • Habían sido seducidas por chulos.
  • Estaban manipuladas por sus familias.
  • Tenían un daño psicológico, de forma que hacían juicios erróneos.
  • Si eran migrantes, pertenecían a culturas atrasadas que no les daban opciones.
  • Eran coaccionadas y/o forzadas a viajar por malas personas, de forma que no eran auténticas migrantes, y no había que tener en cuenta sus experiencias.
  • Como habían sufrido un lavado de cerebro por sus explotadores, no había que creerse nada de lo que dijeran. 
Esta serie de descalificaciones llevaba a una gran laguna en la literatura de ciencia social y en los medios más importantes, mostrando el poder de un estigma que tiene su propio nombre —el estigma de puta. Dado el deterioro de las identidades de estas mujeres, otros se sentían llamados a hablar por ellas.

 Industria del rescate, regímenes legales y estigma

De la persona que tiene una profesión o que hace una campaña destinada a ayudar a los demás se dice que encarna lo mejor de la humanidad —benevolencia, compasión, desinterés. Pero los auxiliadores asumen identidades positivas muy alejadas de aquellas otras identidades estropeadas por el estigma, y los beneficios se acumulan sobre ellos: prestigio e influencia para todos y empleo y seguridad para muchos. Muchos creen que los auxiliadores siempre saben cómo ayudar, incluso cuando carecen de experiencia personal de la cultura o la economía política en la que intervienen. Lo que yo puse de manifiesto fue cómo, a pesar del gran número de personas dedicadas a salvar prostitutas, la situación de las mujeres que venden sexo no mejora nunca. La Construcción de identidades benevolentes mediante la ayuda a las mujeres que venden sexo fue la clave que desbloqueó mi comprensión de la Industria del Rescate.
Los abolicionistas hablan continuamente de la prostitución como violencia contra las mujeres, establecen proyectos para rescatar a las trabajadoras sexuales e ignoran la disfuncionalidad de mucho de lo que se concibe como “rehabilitación”. El abolicionismo contemporáneo se centra en gran parte en el rescate de mujeres que se dice que son víctimas de trata, poniendo su objetivo en las mujeres transeúntes y migrantes que mencioné antes, mujeres que ahora han desaparecido por completo de los relatos de violencia contra las mujeres. Aunque mucho de esto se pone bajo la bandera del feminismo, es mejor descrito como maternalismo colonialista.
En el abolicionismo clásico, el estigma de puta es considerado consecuencia del patriarcado, un sistema en el que los hombres subyugan a las mujeres y las dividen en buenas, aptas para el matrimonio,  y malas, aquellas que son promiscuas o venden sexo. Si la prostitución fuera abolida, el estigma de puta desaparecería, se dice. Pero los movimientos contemporáneos contra el insulto de puta, la culpabilización de la víctima y la cultura de la violación muestran claramente cómo el estigma de puta es aplicado a mujeres que no venden sexo en absoluto, así que esa pretensión está poco fundada. En cambio, la aversión del abolicionismo hacia la prostitución probablemente refuerza el estigma, a pesar de la degradación de la prostituta al estatus de víctima desde el de transgresora que tuvo una vez.
Bajo el prohibicionismo, aquellos implicados en sexo comercial son penalizados, lo que directamente reproduce el estigma. Bajo este régimen, la mujer que vende sexo se pone deliberadamente al margen de la ley, lo que, curiosamente, le proporciona cierta autonomía.
Para los defensores de la despenalización de todas las actividades de sexo comercial, la desaparición del estigma de puta derivaría del reconocimiento y normalización de la venta de sexo como trabajo. Todavía no sabemos cuánto tiempo tardará en desaparecer el estigma en aquellos lugares donde algunas formas de trabajo sexual han sido despenalizadas y reguladas: Nueva Zelanda, Australia, Alemania, Holanda. Dada la potencia del estigma en todas las culturas, una esperaría que disminuyera de forma desigual y con una velocidad lenta aunque constante, como ha ocurrido y sigue ocurriendo con el estigma de la homosexualidad en todo el mundo.

Las leyes sobre la prostitución y las moralidades nacionales

Expliqué in extenso mi escepticismo acerca de las leyes sobre la prostitución en un artículo académico,  El sexo y los límites de la ilustración: la irracionalidad de los regímenes legales para controlar la prostitución. Todas las leyes sobre la prostitución están concebidas como métodos para controlar a las mujeres que, antes de que se implantaran las ideas de victimización, eran consideradas figuras poderosas y peligrosas asociadas con rebelión, revuelta, carnaval, subversión, poder espiritual e inmoralidad calculada. Los debates sobre las leyes acerca de la prostitución, en cualquier lugar en que tengan lugar, tratan acerca de cómo manejar a las mujeres: ¿es mejor permitirlas trabajar en la calle o limitarlas a espacios cerrados? ¿A cuántos locales de lap-dancing habría que conceder licencia y dónde deberían estar situados? ¿En los burdeles, con qué frecuencia deberían ser examinadas las mujeres para controlar las infecciones de transmisión sexual? La retórica de ayudar y salvar que rodea a estas leyes contrasta con los esfuerzos del Estado por controlar y castigar; la primera estación para las mujeres detenidas en redadas en burdeles o rescates de víctimas de trata es una comisaría de policía. Las leyes sobre prostitución generalizan los supuestos de peores casos, lo que lleva directamente al abuso de la policía en la mayoría de los casos, que no son tan graves.
En teoría, bajo el prohibicionismo las prostitutas son detenidas, multadas, encarceladas. Bajo el abolicionismo, que permite la venta de sexo, un fárrago de leyes, ordenanzas y regulaciones da a la policía una miríada de pretextos para hostigar a las trabajadoras sexuales. El regulacionismo, que quiere mitigar el conflicto social legalizando algunas formas de trabajo sexual, considera las formas no reguladas como ilegales (y raramente garantiza derechos laborales a las trabajadoras). Pero las excentricidades abundan por todas partes, convirtiéndose en una burla de esas leyes teóricas. Incluso la abierta y permisiva industria del sexo japonesa prohibe la “prostitución”, definida como sexo coital. Y en años recientes ha surgido una ley híbrida que hace ilegal pagar por sexo a la vez que permite venderlo. Sí, es ilógico. Pero la contradicción no carece de sentido; está ahí porque el objetivo de la ley es hacer desaparecer la prostitución debilitando el mercado mediante una absurda ignorancia de cómo funcionan los negocios del sexo.
La discusión de las leyes sobre la prostitución tiene lugar en contextos nacionales donde la retórica a menudo se remonta a las nociones esencialistas de moralidad, como si en este mundo ampliamente intercomunicado, de cultura híbrida, fuera todavía posible hablar de un auténtico carácter nacional, o como si los valores del “padre fundador” debieran definir a un país para siempre. Un interviniente en la reciente vista del Tribunal Supremo canadiense sobre la ley de prostitución argumentó que la despenalización desafiaría los valores fundacionales de “la comunidad canadiense”: “que las mujeres requerían protección frente a la actividad sexual inmoral en general y a la prostitución en particular” y “una fuerte desaprobación moral de la prostitución en sí misma, con vistas a promover la igualdad de géneros”. El enfoque nacional choca con las campañas antitrata, que no sólo dicen utilizar la ley internacional, sino que patrocinan intervenciones imperialistas de ONGs occidentales en otros países, sobre todo en Asia, con los Estados Unidos asumiendo un familiar papel de entrometidos con respecto del resto del mundo.

Igualdad de género, feminismo de Estado e intolerancia

En la actualidad se acepta de forma rutinaria que la igualdad de género es un principio valioso, pero el término es tan amplio y abstracto que tras él se oculta una hueste de ideas diversas, contradictorias e incluso autoritarias. La igualdad de género como objetivo social deriva de una tradición de valores feminista burguesa acerca de por qué hay que esforzarse y cómo hay que comportarse, en particular por lo que se refiere al sexo y la familia. En esta tradición, las parejas comprometidas por amor que viven con sus hijos en familias nucleares son los ciudadanos ideales de la sociedad, que deberían también endeudarse para comprar casas y conseguir educaciones universitarias, emprender “carreras” vitalicias y someterse a los gobiernos elegidos. Aunque muchos de estos valores coinciden con las medidas gubernamentales de larga duración encaminadas a controlar la sexualidad y la reproducción de las mujeres, cuestionarlos es visto con hostilidad. Lo que se supone es que los estatus quo gubernamentales nacionales serían aceptables sólo con que las mujeres tuvieran en ellos igualdad de poder.
La igualdad de género comenzó a ser medida por la ONU en 1995 sobre la base de indicadores en tres áreas: salud reproductiva, autonomía y mercado laboral. Hay infinidad de argumentos en torno a todos los conceptos implicados, siendo vistos por muchos como favorecedores de un concepto occidental de “desarrollo humano” ligado a los ingresos. (Cómo definir la igualdad es también una cuestión controvertida). Hasta hace un par de años, el índice se basaba en el ratio de mortalidad maternal y en la tasa de fertilidad de adolescentes (para la salud), reparto de escaños parlamentarios por sexos más nivel de educación secundaria/superior (para autonomía) y participación de las mujeres en la fuerza de trabajo (para las cuestiones laborales). Con estos indicadores, que se centran en una estrecha gama de experiencias vitales, los países del norte de Europa alcanzan la máxima puntuación, lo que lleva al mundo a mirar hacia ellos en busca de ideas progresivas acerca de la igualdad de género.
En estos países se manifiesta cierto grado de feminismo de Estado: la existencia de puestos en el gobierno con el cometido de promover la igualdad de género. No sé si es inevitable, pero es ciertamente general que la política promovida desde tales puestos termina siendo intolerante hacia diversos feminismos. Las feministas de Estado simplifican asuntos complejos mediante pronunciamientos presentados como el modo feminista definitivo y correcto de entender cualquier tema de que se trate. Aunque aquellas personas nombradas para tales puestos deben demostrar experiencia y formación, deben ser también conocidas de las redes sociales influyentes. No es de extrañar que muchas personas nombradas para tales puestos provengan de generaciones para las que el feminismo significó la creencia de que todas las mujeres de todas partes compartían una identidad y una visión del mundo esenciales. A veces esto se manifiesta como feminismo extremista, fundamentalista o autoritario. Suecia es un ejemplo.

Suecia y la prostitución

La población de tan sólo nueve millones y medio de personas está dispersa por una gran extensión de territorio, e incluso la mayor ciudad es pequeña. En la historia de Suecia se buscó pronto la eliminación de la desigualdad social (las diferencias de clase), y hoy día la mayor parte de la gente tiene el aspecto de clase media y actúa como tal. La corriente principal es muy amplia, mientras que las márgenes sociales son estrechas, estando casi todo el mundo empleado y/o apoyado por diversos programas gubernamentales. Aunque la utopía sueca del Folkhemmet —el “hogar del pueblo”— nunca se alcanzó, sobrevive como un símbolo poderoso y  un sueño de consenso y paz. Casi todas las personas creen que el Estado sueco es, si no realmente benevolente, al menos neutral, incluso reconociendo sus imperfecciones.
Tras el fin de la mayor parte de las diferencias de clase, se tomó como objetivo acabar con la desigualdad basada en el género (las diferencias raciales/étnicas eran un tema menor hasta el reciente aumento de la inmigración). La prostitución se convirtió en tema de investigación y publicaciones del gobierno a partir de los años setenta del pasado siglo. Durante los noventas, la erradicación de la prostitución llegó a ser vista como una condición necesaria para la conquista de la igualdad hombre-mujer y realizable en una sociedad pequeña y homogénea. La solución que se vio fue prohibir la compra de sexo, conceptualizada como un delito masculino, a la vez que se permitía la venta de sexo (ya que las mujeres, en tanto que víctimas, no deben ser penalizadas). El vehículo principal no consistiría en detenciones y encarcelaciones, sino en un sencillo mensaje: en Suecia no queremos prostitución. Si estás implicadx en la compra o venta de sexo, abandona esta conducta nociva y ven a unirte a nosotrxs en una sociedad igualitaria.
Dado que la idea de que la prostitución es nociva ha perfundido la vida política durante décadas, negarse a aceptar tal invitación puede parecer algo equivocado y perverso. Acabar con la prostitución no se ve como una imposición de dictadoras feministas sino, al igual que el objetivo de acabar con las violaciones, como una necesidad obvia. Para muchos, la prostitución aparece también como algo incomprensiblemente innecesario en un Estado en el que hay tan poca pobreza.
Estas son las actitudes cotidianas que probablemente compartían los trabajadores sociales que entraron en contacto con Eva-Maree. No conocemos los detalles de la batalla por la custodia de sus hijos que había llevado a cabo durante años contra su ex-pareja. No sabemos lo competentes que eran una y otro como progenitores. Ella contó que los trabajadores sociales le dijeron que no comprendía que se estaba haciendo daño a sí misma vendiendo sexo.  No existen protocolos escritos que decreten que las prostitutas no pueden tener la custodia de sus hijos, pero todos los padres son sometidos a evaluaciones, y el estigma de puta no pudo dejar de afectar a sus juicios. Para los trabajadores sociales, la identidad de Eva-Maree estaba estropeada, estaba desacreditada como madre en el terreno psico-social. Ella había insistido en tratar de obtener los derechos de madre y había logrado avances con las autoridades, pero su ex-pareja estaba furioso ante el hecho de que una escort pudiera obtener cualquier derecho e hizo todo lo que pudo para impedir que ella viera a sus hijos. El procedimiento de custodia establecido se infringió el día que ella murió, ya que los procedimientos establecidos no permiten que los padres en disputa se junten durante las visitas supervisadas con niños.
En un informe de 2010 evaluando la ley que penaliza la compra de sexo, se menciona el estigma en referencia a la respuesta que recibieron de algunas trabajadoras sexuales:
Las personas que están explotadas en prostitución refieren que la penalización ha reforzado el estigma de vender sexo. Explican que ellas han elegido prostituirse a sí mismas y no sienten que estén siendo expuestas involuntariamente a nada. Aunque no es ilegal vender sexo, se sienten perseguidas por la policía. Sienten que se les niega autonomía en la medida en que sus acciones son toleradas, pero su voluntad y su elección no son respetadas. 
El informe concluye que estos efectos negativos “deben ser vistos como positivos desde la perspectiva de que el propósito de la ley es ciertamente combatir la prostitución”. Para aquellos obsesionados por la muerte de Eva-Maree, estas palabra suenan crueles, pero fueron escritas para un documento que intentaba evaluar los efectos de la ley. Los evaluadores no habían conseguido pruebas fiables de que la ley hubiera tenido ningún efecto, así que un aumento del estigma era al menos una consecuencia.
¿Ha conseguido este estigma que algunas mujeres —que de no ser por él lo habrían hecho—hayan renunciado a vender sexo y algunos hombres a comprarlo? Tal vez, pero es un resultado que ninguna evaluación pudo demostrar. El informe, en su original en sueco de 295 páginas, se compone en cambio de antecedentes históricos, repetitivas descripciones del proyecto y pormenores administrativos. Las afirmaciones que se hicieron más tarde en el sentido de que la trata ha disminuido bajo esta ley son también imposibles de demostrar, ya que no existen estadísticas previas a la ley con las que hacer comparaciones.
La lección no es que la ley sueca ocasionó un asesinato o que cualquier otra ley lo habría evitado. El estigma de puta existe en todas partes y bajo todas las leyes de prostitución. Pero de la ley sueca se puede decir que ha dado al estigma de puta una nueva racionalidad para los trabajadores sociales y los jueces: el sello de la aprobación gubernamental de un prejuicio inveterado. La ira de la ex-pareja contra el hecho de que ella se hiciera escort puede derivar en parte de su origen ugandés, pero Suecia no le estimuló a ver a Eva-Maree de una forma más respetuosa.
Algunos dicen que su asesinato es tan sólo otro claro acto de violencia machista y de defensa de privilegios realizado por un hombre que quería que ella fuera descalificada para ver a sus hijos. De acuerdo con este punto de vista, la ley se considera progresista porque combate la hegemonía masculina y promueve la igualdad de género. Esto es lo que más irrita a lxs defensorxs de los derechos de las trabajadoras sexuales: que el “modelo sueco” sea presentado como una solución virtuosa a todos los viejos problemas de la prostitución, en ausencia de cualquier prueba. Pero para aquellxs que comparten la ideología antiprostitución, la presencia o ausencia de pruebas carece de importancia.
El tratamiento que los medios dieron a estos incidentes reproduce el estigma con variaciones según las condiciones locales. La prensa sueca más importante no mencionó que Eva-Maree era una escort, porque haberlo hecho habría parecido que era culparla y ensuciar su nombre. En el caso de los asesinatos en serie de Ipswich (Inglaterra) la continua mención a la condición de prostitutas de las víctimas llevó a los padres de éstas a pedir que se usara el término “trabajadoras sexuales”. De un grupo de mujeres muertas en Long Island (Nueva York) se habló como si fueran casi “intercambiables —almas perdidas que se habían ido, en cierto sentido, mucho antes de que desaparecieran de hecho” (Robert Kolker, New York Times, 29 de junio de 2013). Una mujer asesinada recientemente cerca de Melbourne (Australia) fue llamada “la prostituta de St Kilda”, en vez de “trabajadora sexual” o incluso, sencillamente, “mujer”, en un lugar donde el concepto de trabajo sexual está en un camino lleno de baches hacia la normalización. Estoy hablando aquí de los medios importantes, cuyos artículos online se reproducen una y otra vez en internet, martilleando los estereotipos.
Los editores que añaden fotos a los artículos que tratan de la industria del sexo usan arquetipos: mujeres inclinándose sobre las ventanillas de los coches, sentadas en sillas de bar, de pie en medio del tráfico —resaltando las piernas, las medias y los tacones altos. Los editores hacen eso no porque sean demasiado vagos para buscar otras fotos sino para mostrar, antes de que leas una sola palabra,  de qué tratan realmente los artículos: mujeres cuyo uniforme es el distintivo de una mancha interior. Igualmente, cuando los escritores y los editores usan el lenguaje estereotipado de un “mundo secreto”, “lado oscuro”, “infancias robadas”, “calles de mala muerte” y “fruto prohibido” no están tan sólo siendo sensacionalistas, sino apuntando al estigma: De esto es de lo que realmente trata esta noticia —del asqueroso y peligroso pero también eterno y emocionante mundo de las putas.

Cortar el nudo gordiano

No hace mucho fui invitada a hablar en la Feria de Libros Anarquista de Dublín sobre el tema del trabajo sexual como trabajo. El anuncio en Facebook provocó que algunxs despotricaran con violencia: traerme era antifeminista, contrario al socialismo y una traición al anarquismo. Yo escribí Hablar de trabajo sexual sin ismos para explicar por qué no discutiría los argumentos feministas en mi corta charla en Dublín. No estoy personalmente interesada en utopías y tras veinte años en la palestra la verdad es que sólo quiero discutir de cómo mejorar las cosas en el terreno práctico, aquí y ahora. Ninguna ley de prostitución puede abarcar la proliferación de negocios que existe en la industria del sexo de hoy en día o calcular los muchos grados de voluntariedad y satisfacción entre las trabajadoras. Las relaciones sexuales no pueden ser “determinadas” mediante una política de igualdad de género. Si yo fuera Alejandro delante del nudo lo cortaría así: a partir de este momento, todas las conversaciones comenzarán con la premisa de que no estaremos de acuerdo en todo. Buscaremos una diversidad de soluciones que se adapten a la diversidad de creencias, y no competiremos sobre qué posición ideológica es la mejor. Y lo más importante, daremos por supuesto que lo que todas las mujeres dicen es lo que quieren decir.

Fuente: http://elestantedelaciti.wordpress.com/2013/08/30/las-leyes-sobre-la-prostitucion-y-la-muerte-de-las-putas/

jueves, 22 de agosto de 2013

trabajadoras sexuales en la India luchan por sus derechos

http://articles.timesofindia.indiatimes.com/2013-08-21/delhi/41432565_1_smarajit-jana-ainsw-bharati-dey

NUEVA DELHI: Las trabajadoras del sexo en la India se han unido para lanzar una campaña nacional que aboga por la despenalización del trabajo sexual, además de reconocimiento social y los derechos legales para ayudar a eliminar la violencia y la explotación de sus vidas.
Profesionales del sexo representantes de 13 estados de toda afiliación Red India de Trabajadores Sexuales (AINSW) están en la ciudad para una consulta nacional de dos días reunirá sobre "Protección de la Dignidad y los Derechos de Trabajadoras del Sexo", que comenzó el miércoles.
"Nos damos cuenta de que la comunidad tendrá que hacer un montón de trabajo para asegurar que los derechos garantizados por los artículos 14 a 21 de la Constitución se convierten en una realidad para todos los trabajadores del sexo en el país", dijo Smarajit Jana, asesor de AINSW.
Jana dijo al final de su programa van a enviar un memorando al presidente Pranab Mukherjee.
Los participantes kickstart su caso mediante la vinculación rakhis a dignatarios como Barun Mukherjee, un Rajya Sabha MP, Basudev Acharia, un Lok Sabha MP y Avijit Mukherjee, MP y el hijo del presidente Mukherjee.
"Como nuevo diputado que he llegado a conocer hoy que la aplicación de la ley en la India es un problema y otro gran problema es la interpretación de la ley", dijo Avijit Mukherjee.
"No hay ninguna duda de que cualquier persona que da un servicio es un trabajador y cada trabajador tiene el derecho de demandar por sus derechos. Pero por desgracia, en nuestra sociedad el sexo es un tabú. Leyes tiene que ser aprobada por los profesionales del sexo y todo lo que se necesita para mí hacer como fabricante de la ley yo te ayudaré ", dijo.
Bharati Dey, presidente de AINSW, dijo: "Hemos venido a la capital con la esperanza de que los líderes políticos de diferentes afiliaciones serán reflexionar seriamente sobre nuestras preocupaciones. Tenemos ganas de reunirse con el presidente Pranab Mukherjee próximo mes con nuestras demandas. "

Aportación de la prostitución en la calle. Italia

Modelo suizo para ayudar a las prostitutas que captan sus clientes en la calle e integrarlas.




 Juntamente con Amberes, Suiza propone un modelo para que las prostitutas estén integradas en la ciudadanía.


En diversas ocasiones he escrito, desde este mismo espacio, sobre temas relacionados con Suiza, la Confederación Helvética, modelo de convivencia entre distintas culturas, en donde se hablan, sin problemas y civilizadamente, cuatro idiomas cooficiales: francés, alemán, italiano y romanche. Pero, no son los idiomas los que hoy me traen aquí, sino materia bien distinta y distante. En el mes de marzo de 2002, Suiza celebró un singular referéndum que trataba de dar respuesta a las constantes quejas de los vecinos del centro de las ciudades que ya no podían soportar, por más tiempo, la algarabía derivada de la actividad de la prostitución callejera y los restos de basura acumulados durante la noche, en las calles en las que tenía lugar tal actividad, que en Suiza se encuentra controlada y regulada legalmente.
Como resultado del indicado referéndum, ahora las autoridades municipales de la ciudad de Zurich, acaban de presentar el denominado servicio “sex box”, consistente en unos locales destinados a la prostitución, con los que se pretende controlar adecuadamente esta práctica. Los nuevos “sex box” entrarán en funcionamiento  el próximo 26 de agosto, con un horario entre las 19 y 05 horas y están situados en una zona industrial periférica, según informaciones del Departamento Municipal de Asuntos Sociales de la ciudad de Zurich.
Únicamente se podrá acceder en vehículo y cada automovilista deberá estar solo en su automóvil. Una vez franqueada la barrera, el conductor deberá seguir un circuito, bien señalizado, en el que esperarán las prostitutas. Y previa la oportuna negociación de rigor, una vez alcanzado el acuerdo, la pareja podrá dirigirse en el automóvil a una de las cabinas. De otra parte, habrán también unos recintos más pequeños, para los clientes que prefieran salir de su vehículo.
Cada “sex box”, similar a las cabinas de autolavado de coches, estará equipado con un timbre que posibilitará a las prostitutas avisar a la policía en todo momento en caso de alguna emergencia. Con este sistema, las autoridades locales pretenden aumentar la seguridad de las prostitutas y evitar posibles prácticas mafiosas de tráfico de seres humanos. Asimismo esperan que con este sistema denominado también “drive in del sexo”, que estará claramente señalizado con paneles indicadores y el símbolo de un paraguas rojo, símbolo habitual en los países del Este de Europa, la prostitución se desplace a las afueras de la ciudad, evitando las consiguientes molestias al vecindario.
El recinto no contará, a efectos de privacidad para los clientes, con cámaras de vigilancia mediante video, pero sí dispondrá de agentes de seguridad e incluso asistentes sociales. Zurich evaluaba desde hace tiempo el proyecto con el fin de encontrar espacios de privacidad para tener relaciones en la via pública y ha tenido un presupuesto de 2,1 millones de francos suizos (1,6 millones de euros) y, en su momento, fue aprobado por los habitantes de la ciudad de Zurich, mediante referéndum.      

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Michael Herzig, responsable del Departamento de Bienestar Social del Ayuntamiento de  Zurich, declaró a Swiss Radio, que la gran diferencia es que hasta ahora la prostitución estaba reservada al espacio público, mientras que a partir de ahora vamos a cambiar esto y definir nuevas reglas para la prostitución callejera. Este proyecto coincide con una reforma muy amplia y ambiciosa en la legislación que regula la actividad más antigua del mundo en toda Suiza. Según The Telegraph, está práctica sexual se prohibió, hace algunos años, en ciertas zonas de Zurich y el resultado fue nefasto. Comenzaron a acumularse las quejas de muchas mujeres que se sentían acosadas y aumentaron considerablemente las actividades de los proxenetas.
Aunque con anterioridad se han llevado a la práctica proyectos parecidos en las ciudades alemanas de Colonia y Essen, el proyecto suizo resulta mucho más ambicioso. Sin duda alguna, constituye un paso adelante para el control de la práctica de la prostitución, considerada en la Confederación Helvética como una actividad comercial, ejercida de manera legal y sometida a tributación. Las prostitutas para poder ejercer su actividad, tienen que ser mayores de edad, tener un permiso vigente de trabajo y estar dadas de alta en la seguridad social.
En mi opinión, una vez más, la Confederación Helvética, se sitúa en vanguardia, en la regulación de una actividad compleja, pero que mueve ingentes recursos. Quizá sea un ejemplo a seguir en otras latitudes, en las que predominan las mafias y en las que las autoridades miran, con excesiva tolerancia, gran permisividad y no poca hipocresía, hacia otro lado.     



 



   


domingo, 18 de agosto de 2013

Los clientes de los clubes de stripper desde la antropología.

 Os dejo la infromación de un trabajo de etnografía extrema, desde mi punto de vista el mejor metódo de investigación y el que mejor puede describir las diferentes realidades del comportamiento y actitudes del ser humano, ser observador y participante al mismo tempo, porque la condición humana no se puede objetivizar como en las ciencias exactas, son subjetividades, y la investigación es más cualitativa.
No he leido ni el libro ni la tesis, aunque solamente el hecho de que ella lo haya vivido en primera persona e smuy importante. De todas maneras en cinco años que estuvo en los clubs , 30 entrevistas me parecen muy pocas, para describir las diferentes realidades y extrapolarlas.
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 http://www.emol.com/tendenciasymujer/Noticias/2013/08/17/24550/Tras-trabajar-como-stripper-antropologa-descubre-que-los-clubes-nocturnos-si-son-utiles.aspx?error=access_denied&error_code=200&error_description=Permissions+error&error_reason=user_denied#_=_

Antropóloga cultural, con doctorado en la Universidad de Duke, investigadora de temas de sexualidad y escritora. Así se define Katherine Frank, autora de "G-Strings and Sympathy: Strip Club Regulars and Male Desire" ("Afinidad al colaless: Clientes habituales a los clubes de stripper y el deseo masculino"), libro en el que se adentra en el mundo de los locales nocturnos para hombres con el fin de explicar la relación que se establece entre bailarinas y clientes.

Pero las conclusiones a las que llega en el texto no sólo están basadas en la observación, ya que para escribir con mayor "conocimiento de causa", Katherine trabajó durante seis años como stripper en cinco clubes nocturnos, algunos de mucho prestigio y otros no tanto.

Según explica en su página web, durante su "investigación en terreno", la antropóloga pudo entrevistarse con más de 30 clientes habituales a estos locales, la mayoría de ellos de clase media y que estaban al final de sus 20 o en la mitad de sus 50.

Sin duda, la conclusión más importante a la que llegó con su estudio es que, contrario a lo que comúnmente se cree, los clubes nocturnos no afectan la capacidad que tienen los hombres para tener intimidad con sus esposas, sino que en realidad ayudan a mantener unidos muchos matrimonios.

"Para los hombres que decían estar enamorados de sus esposas y que deseaban permanecer casados, lo que ocurría en los clubs era transgresor y suficientemente real para ser excitante, pero seguía siendo una fantasía", relató a la revista "Salon", donde fue entrevistada hace algún tiempo.

En aquella oportunidad, Katherine también sostuvo que su experiencia como bailarina exótica, de alguna manera la ayudó a cambiar su opinión respecto a los hombres que visitan ese tipo de locales.

"Creo que me volví más empática. Antes de graduarme era una feminista anti-pornografía (…) Pero al hablar con los clientes en los clubes nocturnos, me di cuenta de que ellos también han sufrido daño por la cultura sexista. Sentían que sus esposas y novias nunca podrían aceptar sus deseos, y que nunca podrían pedir consejos sobre sexo, porque de alguna manera se suponía que ellos lo sabían todo", explicó.

La antropóloga, quien adaptó el libro de su tesis doctoral, reconoció que su investigación fue un proyecto bastante riesgoso y que incluso sus colegas le cuestionaban si alguna vez podría conseguir un empleo si trabajaba como bailarina. "Pero creo que el momento era el adecuado", señaló.

Un entretenimiento costoso

Katherine afirmó que tuvo varias experiencias positivas durante su desempeño como stripper, como descubrir que los gustos masculinos son diversos. "Aprendí que los hombres tienen una percepción mucho más variada respecto a qué tipo de cuerpos son hermosos o sexy, que la que tienen las mujeres", relató.

También reveló que las luces que se utilizan dentro de los locales, hacen que las bailarinas se vean bronceadas, con su piel perfecta, sin celulitis ni irritaciones debido a la depilación de su zona pública.

"En los vestidores ves realmente cómo son. Pero hay ciertos parámetros: la juventud es algo importante y las chicas que tienen el pelo corto rápidamente se dan cuenta de que tienen que ponerse pelucas largas para obtener propinas", confesó.

Respecto a cómo se comportan los hombres en sus visitas a los clubes nocturnos, la antropóloga indicó que los que van en grupo son diferentes a los que asisten solos. "Los hombres en grupo hablan más, comparan más descaradamente los cuerpos femeninos, son más críticos del físico de sus esposas o novias", dijo.

Pero, a pesar de que lo que vivió en los locales en que trabajó en general fue bueno, Katherine admitió que no le gustaría que su esposo fuera un cliente frecuente de ellos, principalmente por un asunto de dinero.

"El hombre puede pensar que le está dando dinero a la mujer que le 'robó el corazón', de manera que ella tiene el poder. Pero es dinero para entretenimiento. A veces, un hombre puede gastar 500 dólares en una bailarina", afirmó, y agregó: "Hice más de 1.000 dólares en una noche y sé de bailarinas que hacían más de 3.000".

 Based on her experiences as a stripper in a city she calls Laurelton—a southeastern city renowned for its strip clubs—anthropologist Katherine Frank provides a fascinating insider’s account of the personal and cultural fantasies motivating male heterosexual strip club "regulars." Given that all of the clubs where she worked prohibited physical contact between the exotic dancers and their customers, in G-Strings and Sympathy Frank asks what—if not sex or even touching—the repeat customers were purchasing from the clubs and from the dancers. She finds that the clubs provide an intermediate space—not work, not home—where men can enjoyably experience their bodies and selves through conversation, fantasy, and ritualized voyeurism. At the same time, she shows how the dynamics of male pleasure and privilege in strip clubs are intertwined with ideas about what it means to be a man in contemporary America.
Frank’s ethnography draws on her work as an exotic dancer in five clubs, as well as on her interviews with over thirty regular customers—middle-class men in their late-twenties to mid-fifties. Reflecting on the customers’ dual desires for intimacy and visibility, she explores their paradoxical longings for "authentic" interactions with the dancers, the ways these aspirations are expressed within the highly controlled and regulated strip clubs, and how they relate to beliefs and fantasies about social class and gender. She considers how regular visits to strip clubs are not necessarily antithetical to marriage or long-term heterosexual relationships, but are based on particular beliefs about marriage and monogamy that make these clubs desirable venues. Looking at the relative "classiness" of the clubs where she worked—ranging from the city’s most prestigious clubs to some of its dive bars—she reveals how the clubs are differentiated by reputations, dress codes, cover charges, locations, and clientele, and describes how these distinctions become meaningful and erotic for the customers. Interspersed throughout the book are three fictional interludes that provide an intimate look at Frank’s experiences as a stripper—from the outfits to the gestures, conversations, management, coworkers, and, of course, the customers.
Focusing on the experiences of the male clients, rather than those of the female sex workers, G-Strings and Sympathy provides a nuanced, lively, and tantalizing account of the stigmatized world of strip clubs.

jueves, 15 de agosto de 2013

Redadas en Barcelona.

 Como ya es habitual la prensa nos informa  de las diferentes inspecciones administrativas, comumente llamadas "redadas", en est caso en Barcelona, de lo que en realidad es el control de inmigrantes "ilegales". De las personas que se detienen lo que no dicen cuántas ya están en libertad. Por otro lado de las chicas identificadas han sido explusadas 204 aún diciendo que estaban en condiciones ejerciendo la prostitución en condiciones de hacinamiento e insalubres....



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La Policía Nacional ha detenido a 156 personas por delitos relativos a la prostitución y contra los derechos de los trabajadores y ha identificado a 544 prostitutas en las 138 inspecciones que ha llevado a cabo desde inicios del año 2012 a prostíbulos de mujeres asiáticas en Barcelona.
En las redadas policiales a estos locales, realizadas durante todo el año 2012 y los primeros siete meses de 2013, además de las detenciones de 156 personas, se han incoado expedientes de expulsión a otras 204 personas, aplicando la legislación de extranjería. En las inspecciones, se ha identificado en total a 544 mujeres que ejercían la prostitución en pisos e inmuebles regentados por ciudadanos de origen chino. La mayoría de estos locales, según la Policía, son prostíbulos encubiertos que se anuncian como saunas de relax o peluquerías.
Este tipo de prostíbulos acostumbran a estar regentados por miembros de grupos organizados de la comunidad china, que someten a las mujeres a un férreo control de sus horarios, ya que deben estar disponibles las 24 horas del día para realizar los servicios sexuales que les fueran requeridos, según la Policía. Las mujeres suelen residir en el mismo prostíbulo en condiciones de hacinamiento y de insalubridad, cercanas a la esclavitud, según la Policía.
Como norma general, este tipo de redes tienen una delimitación de funciones, de forma que los "alquiladores" se encargan de las infraestructuras, alquilando inmuebles que posteriormente serán habilitados como prostíbulos, los "controladores" vigilan permanentemente a las mujeres y su recaudación, y los "publicistas" se encargan de insertar anuncios en prensa, Internet y repartir folletos en la calle.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/08/12/catalunya/1376299774_538748.html
http://www.europapress.es/catalunya/noticia-detienen-156-proxenetas-138-inspecciones-prostibulos-asiaticos-barcelona-20130812121027.html

miércoles, 7 de agosto de 2013

UNA PROCLAMA DE LESBIANAS FEMINISTAS PROSEXO A FAVOR DE LAS TRABAJADORAS SEXUALES

http://profesionalesdelsexo.blogspot.com.ar/2013/08/una-proclama-de-lesbianas-feministas.html
 
Las lesbianas aprendimos en el proceso de politización de nuestra sexualidad y de nuestras vidas que el primer paso para el empoderamiento es el nombre. Muchas hicimos ese aprendizaje a través de las herramientas políticas y teóricas que nos aportaron los feminismos, en especial, aquellos que sostienen la autodeterminación sexual como fundamento de las luchas sexo-políticas. Sin embargo, también aprendimos que persiste al interior del movimiento feminista, no con exclusividad pero sí como un espacio más por el que transitamos, la lesbofobia y el imperio de las jerarquías por clase, identidad sexual, raza, ubicación geopolítica, edad, reconocimiento institucional, etc. Esto provoca que ciertas voces se amplifiquen, ciertos cuerpos se visibilicen, ciertas posiciones se erijan como representativas del movimiento y ciertas figuras monopolicen el discurso público, a costa de sumir en el silencio, la ignorancia y la invisibilidad, a otros cuerpos, otras voces, otros nombres.
En la Argentina del matrimonio igualitario y de la ley de identidad de género, hoy se está librando una batalla silenciosa pública y moral altamente efectiva contra las trabajadoras sexuales, que tiene como palanca bélica a las políticas implementadas en la lucha contra la trata y la explotación sexual. Una palanca que se acciona desde una serie de presupuestos del feminismo abolicionista que termina contraponiendo los derechos de las trabajadoras sexuales a los derechos de las víctimas de trata. La trata requiere que se la persiga, el trabajo sexual requiere que se lo reconozca, dos políticas diferentes aunque articuladas, porque sacar de la clandestinidad el trabajo sexual es una forma de luchar contra la esclavitud sexual y la trata de personas.
Este feminismo que sólo ve violencia en el sexo pago, víctimas o alienadas en quienes afirman ser trabajadoras sexuales, y sólo mujeres en el campo del trabajo sexual, cuando hay también varones, travestis y trans, termina siendo un feminismo antisexo, antiputa, victimista y mujerista. La equiparación e indiferenciación entre las personas que deciden ejercer el trabajo sexual con las que son esclavas sexuales porque son víctimas de las redes de trata, provoca el silenciamiento y el borramiento del espacio público de las trabajadoras sexuales así como la inercia policial y política para una búsqueda real de las víctimas de trata. Redimir y reinsertar a las prostitutas cual ejército de salvación, promoviendo la erradicación total de la prostitución, parece ser el objetivo central del feminismo abolicionista que, muy a su pesar, termina aliado con políticas criminalizadoras y persecutorias de las mujeres. ¿No sería más deseable que pusieran el mismo énfasis y vehemencia en la erradicación del matrimonio como institución hetero y homo-patriarcal que regula la sexualidad?
El cuerpo de las trabajadoras sexuales está atravesado por una paradójica metáfora espacial y, por lo tanto, visual. Por un lado, las medidas implementadas desde el estado nacional, como  el decreto que prohíbe la oferta de avisos sexuales, las borra de los medios de comunicación, de la visión pública, lo que implica una política de invisibilidad. Y por otro lado, las leyes contra la trata aprobadas en algunas provincias, que justifican allanamientos a prostíbulos y departamentos autogestionados por trabajadoras sexuales autónomas, las arrojan a la calle, a una extrema visibilidad que las expone a la policía cotidianamente, a la vigilancia moral de l*s vecin*s y al abuso de los fiolos. En ambas situaciones, la sistemática impugnación de sus voces mediante la resistencia a ser escuchadas o subestimadas y despreciadas en sus opiniones, las silencia como sujetos políticos.
Como lesbianas esta batalla nos involucra y nos convoca, como mínimo, por dos motivos: porque bien sabemos lo que significa la negación de la identidad autopercibida y el acallamiento de nuestras voces, y porque con estas políticas que se llevan adelante contra el trabajo sexual so pretexto de combatir la trata, imponen normas que regulan lo que podemos y no podemos hacer con nuestros cuerpos, lo admisible y lo inaceptable, lo legítimo y lo ilegítimo. Por lo tanto, es una batalla que nos involucra a tod*s, por más que pensemos que no nos afecta. El boicot al sexo reproductivo que implican el aborto y tener sexo por dinero son prácticas que continúan penalizadas para las mujeres, convertidas en delito (aunque la prostitución no lo sea en nuestro país, y sí lo es el proxenetismo) a través del código penal, los códigos contravencionales o la moral hegemónica.
Como lesbianas, sabemos que la identidad política sirve para identificarse en la lucha por el reconocimiento, la celebración de la existencia, la denuncia de agresiones, abusos y discriminaciones y la demanda de derechos.  Por la historia del activismo lésbico y por nuestras historias personales, sabemos muy bien la violencia que conlleva la negación de una identidad política y, por lo tanto, del empoderamiento que ella supone. ¿Qué posibilidad tienen las trabajadoras sexuales para empoderarse si desde el principio son tratadas como víctimas? ¿o como mujeres en situación de explotación?
Como activistas prosexo que cuestionamos el modo en que nuestra sociedad heteropatriarcal y racista asigna privilegios sobre la base de la adhesión a su código moral, regido por la norma monogámica heteronormativa, esta batalla nos implica porque estas medidas punitivas y de persecución representan una política sexual anti-sexo. Prosexo es una identificación política que emerge en las llamadas “guerras del sexo” en Estados Unidos en los años ´80, representando las disputas entre feministas antipornografía, antiprostitución y antisadomasoquismo y las feministas prosexo y anticensura, y aunque en nuestro contexto es un término que casi no circula habitualmente en el discurso feminista, nosotras nos reconocemos como tales porque significa sostener una política libertaria sobre los derechos sexuales, el trabajo sexual, la censura y la libertad de expresión, la industria del sexo, el material sexual para adult*s, la elección y la libertad sexual.  Significa reconocer las actitudes y políticas anti-sexo, la hipocresía y los pánicos sexuales que tiñen el modo en que la sexualidad es analizada en los medios, en las instituciones, en el estado, e incluso dentro de las comunidades lgtttbi y feminista.
Las celebradas narrativas de la democratización a través del reconocimiento de la “diversidad sexual”, señalan las formas públicamente legítimas de vivir la sexualidad,  los límites y jerarquías entre formas y  prácticas sexuales ideales, admisibles, o inaceptables. Así, las nuevas fórmulas  de regulación sexual que levantan la bandera de la “diversidad” están teñidas de una moral anti sexo.
Las trabajadoras sexuales están siendo criminalizadas y estigmatizadas, favoreciendo aun más la clandestinidad de su actividad, lo que acrecienta las condiciones para la trata. Estamos ante un momento histórico en el que es preciso defender los derechos de todas las personas vinculadas al mercado del sexo, que contribuya a ampliar sus márgenes de decisión, libertad y autonomía. Para las que deciden ejercer el trabajo sexual: reconocimiento de su actividad como trabajo, reconocimiento de derechos en tanto que trabajadoras, estímulo de la sindicalización; y para las que lo viven mal: posibilidades de formación para desarrollar otro trabajo. Para las que son víctimas de trata, que son obligadas y coaccionadas: protección y persecución del delito, y desmantelamiento de las redes de complicidad institucional, policial y política.
Como activistas lesbianas feministas prosexo no queremos el tutelaje del estado ni de las instituciones ni del feminismo abolicionista para decidir sobre nuestros cuerpos. L*s trabajador*s sexuales -mujeres, trans, travestis, gays- son nuestr*s aliad*s y no nuestr*s enemig*s en la lucha por la autodeterminación sexual. Por eso apoyamos su demanda de reconocimiento del trabajo sexual como trabajo y exigimos que su voz sea escuchada.
En esta batalla el silencio no es una opción, es una toma de postura a favor de quien detenta la hegemonía, de quien va ganando la lucha, que son las políticas de persecución moral, policial, estatal y feminista hacia las trabajadoras sexuales.
Agosto del 2013.-
Noe Gall  –integrante del Asentamiento Fernseh,  Red por el reconocimiento del trabajo sexual y la Coordinadora por la aparición con vida de Yamila Cuello - Córdoba
valeria flores – escritora, activista y maestra – Neuquén
Gabriela Adelstein – Traductora, Activista queer ­ – Buenos Aires
Macky Corbalán – poeta y lesbiana feminista cuir - Neuquén
Virginia Cano -docente, filósofa, activista- Buenos Aires
Norma Salica – Tucumán
Andrea Lacombe - Antropóloga, integrante de la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual
Gabriela Robledo Achaval – activista lesbiana feminista, abogada, investigadora (UNC)
Mariela Serra - Licenciada en teatro y profesora universitaria 
Sara Monsalve
Jorgelina Bocca

Celeste Biancotti

lunes, 5 de agosto de 2013

Tras un año de aplicación de la ley contra las prostitutas en las carreteras de Cataluña

Han cobrado 30 de las 1.000 denuncias impuestas, demasiado que han cobrado. Creo que es mucho pedir que los 60.000 euros que han recaudado; un promedio de 2.000 euros por sanción, sirva para ayudar a las mujeres que quieren dejar la prostitución, aunque mucho me temo que no es asíy que irá a parar justamente a quién menos lo necesite. Lo que si se ha conseguido es que ya no haya tantas mujeres en la carretera, en este sentido si que ha sido un éxito...

 Recauda unos 60.000 euros con las sanciones cobradas

   GIRONA, 4 Ago. (EUROPA PRESS) -
   El Servei Català de Trànsit (SCT) solo ha cobrado 30 multas de las 1.018 tramitadas a prostitutas y clientes en las carreteras de Catalunya tras un año de aplicación de la normativa que permite multar a las meretrices que estén en el arcén.
   Según datos de Trànsit a los que ha tenido acceso Europa Press, en este primer año se han cobrado 30 expedientes por un valor de 2.000 euros cada uno, con lo que se han recaudado en total 60.000 euros.
   Las citadas fuentes no han especificado si las multas se han cobrado a prostitutas o a clientes, y Interior no ha detallado del millar de multas cuántas corresponden a cada uno.
   Fuentes conocedoras consultadas por Europa Press sí que han explicado que se ha multado mucho más a meretrices que a clientes porque es más fácil dar con ellas en las carreteras y están más expuestas.
   A lo largo de este primer año de aplicación, los Mossos d'Esquadra de Tráfico han impuesto un total de 1.061 denuncias en las carreteras de titularidad de la Generalitat, de las que se han tramitado 1.018, además de que se han levantado 288 actas en vías estatales.
   Por provincias, en Barcelona se han puesto 613 denuncias, en Girona, 349, en Tarragona, 95, y en Lleida, 4, y el 59,5% de los multados son extranjeros, el 23,7% tienen permiso de residencia y el 13,6% son de nacionalidad española.
   Según asegura Interior, en todo el territorio se ha registrado un descenso de meretrices de entre el 40% y el 60% durante este año, aunque las mujeres que trabajan a pie de carretera manifiestan que no tienen intención de irse.
   En algunas carreteras, además, se ha detectado que las prostitutas se han desplazado a más de 50 metros de la línea del arcén.
   El conseller de Interior, Ramon Espadaler, confirmó tras ofrecer los datos del primer año de aplicación de la normativa que continuará aplicándose porque ha dado un resultado "razonable", aunque admitió que no es la solución a la problemática de la prostitución.
   La Operación Voral --'arcén' en castellano-- se puso en marcha el 13 de junio de 2012 y las sanciones a esta práctica las tramita el Servei Català de Trànsit (SCT), en base a la nueva Ley catalana de carreteras, que ya contempla prohibir esta práctica en las carreteras tras la aprobación de la Ley de Simplificación y Mejora de la Regulación, la primera del conjunto de leyes 'ómnibus' catalanas.
   Este tipo de práctica se considera una infracción grave y las multas pueden alcanzar hasta 30.000 euros.

domingo, 4 de agosto de 2013

El Colectivo Hetaira apoya a las trabajadoras sexuales en Londres

Hetaira con el Colectivo Inglés de Prostitutas y contra las condenas a trabajadoras del sexo

12 de Julio de 2013 a la(s) 9:23
El Colectivo Inglés de Prostitutas está pidiendo a través de su lista de contactos que se reenvíe en masa una carta que han escrito al Fiscal General del Estado, a los magistrados de la zona noreste de Londres y a una miembro del Parlamento Inglés (podéis ver sus nombres en la parte superior del email).
 
En esta carta se pide que no se ejecute la condena impuesta a una ex trabajadora sexual (Ms CH) por quebrantar la ordenanza cívica al ejercer en la calle (lo cual además es falso, ya que lleva años sin ejercer y la arrestaron cuando se disponía a coger un taxi cerca de su casa, la cual se encuentra en una zona donde hay muchas prostitutas ejerciendo). En Inglaterra, el quebrantamiento de estas ordenanzas suponen que el caso se lleve por lo penal y esta mujer se encuentra con que podría cumplir hasta 5 años de cárcel.

Su web: www.prostitutescollective.net

ACTION ALERT . . .

Stop the prosecution of a woman falsely accused of prostitution who faces prison for breaching an Anti-social Behaviour Order.
On Friday 12 July, 10am at Stratford Magistrates Court, Ms CH faces charges of breaching an Anti-social Behaviour Order (ASBO) which bans her from loitering throughout the whole borough of Tower Hamlets for 26 years. This offence carries a maximum sentence of five years in prison.
Please write urgently to protest this injustice to the addresses below. This prosecution is not in the public interest and should be dropped.  Model letter below.
To: Keir Starmer, Director of Public Prosecutions    privateoffice@cps.gsi.gov.uk
CPS, Rose Court, 2 Southwark Bridge, London SE1 9HS
Cc: CPS North East Case Progression Team   london.magistratesnortheast@cps.gsi.gov.uk
The Cooperage 8 Gainsford Street, Bermondsey, SE1 2NE.  (DX161230 Bermondsey 4).
Rushanara Ali MP    rushanara.ali.mp@parliament.uk  rushanara@rushanaraali.org
House of Commons, London, SW1A 0AA    020 7219 7200
347 Cambridge Heath Road, London, E2 9RA
And: English Collective of Prostitutes ecp@prostitutescollective.net  
Ms CH is not guilty of loitering. She lives in Tower Hamlets -- her home is in the red-light area!  Every time she leaves her house she risks being arrested for loitering regardless of what she is doing. On this occasion she was waiting for a taxi.
What is the evidence needed to prove loitering? “Standing on a street corner looking in the direction of several men” has been enough in some cases. So it isn’t what you do, it is who you are that seems to be the greatest proof of street prostitution. How is a woman who has worked in the past ever able to defend herself and be believed when the case relies on hearsay evidence from the police alone and is heard before magistrates who rubber stamp what the police say.
Ms CH was given the ASBO about four years ago when she was ill and not in a position to challenge it.  Some of the evidence used didn’t even relate to her but to another woman. Instead of providing support, Ms CH feels the police took advantage of her vulnerable state. The Metropolitan Police have acknowledged that pursuing sex workers for ASBOs undermines safety because it deters women from reporting rape and other violence.
There are other factors in this case that should be taken into account:
Ms Hughes is the devoted mother of a three-year-old boy.  She just got permanent housing near to where her son lives.  If she is convicted she may be imprisoned “causing long-term emotional, social, material and psychological damage” [Howard League, Voice of a Child, 2011] to both child and mother. Ms CH could also be made homeless again which she fears would drive her back onto the street.
Ms Hughes is also a victim of rape and other violence. She has been attacked countless times while working but only reported one attack to the police — she felt compelled to do so because her injuries were so severe and she feared that the man would attack other women.  She courageously gave evidence in court and the man was convicted. Now she feels she can’t go to the police because she’ll be arrested.
In the name of women’s safety, ASBOs must be abolished. They are used to unfairly target sex workers for arrest and imprisonment and shunt women around, often into more isolated areas, where they are more at risk of violence.  At a time of vicious cuts in public services and increased unemployment and poverty, women need money to feed themselves and their families, not criminalisation and imprisonment.
Protest outside Stratford Magistrates Court 9.30 – 10.30, Friday 12 July and then attend court to support Ms CH.

Model letter
Dear
I write [add something about your circumstances and why you are concerned/protesting] to ask that the prosecution of Ms CH for breaching an Anti-social Behaviour Order (ASBO) be dropped. The ASBO is draconian. It bans her from loitering throughout the whole borough of Tower Hamlets for 26 years. Breaching an ASBO carries a maximum sentence of five years in prison. 
Ms CH lives in Tower Hamlets -- her home is in the red-light area. Every time she leaves her house she risks being arrested for loitering regardless of what she is doing. On this occasion she was waiting for a taxi. ASBOs are deeply unfair. They are given out on the basis of hearsay evidence from the police. No-one needs to come to court to give evidence that a nuisance was caused to them. Magistrates nearly always rubber stamp the police evidence.
A conviction for breaching an ASBO could wreck Ms CH’s life.  She is the devoted mother of a three-year-old boy.  She just got permanent accommodation near to where her son lives.  If she is convicted she may be imprisoned. 17,000 children are already separated from their mother by imprisonment “causing long-term emotional, social, material and psychological damage” [Howard League, Voice of a Child, 2011].   Ms CH would be made homeless again which she fears would drive her back onto the street.
Pursuing ASBOs against sex workers undermines safety, shunts women around often into more isolated areas where they are more at risk of violence. The Metropolitan Police have acknowledged that it deters women from reporting violence. At a time when more women are going into prostitution to feed themselves and their families, why isn’t help being provided instead of criminalisation and imprisonment.
There is no public interest in pursuing this case and we urge you to drop the prosecution.
Sincerely,




sábado, 3 de agosto de 2013

La prostitución y sus metáforas, el caso de Tracy Connelly


http://bit.ly/18Ouj3Z


La trabajadora sexual de Melbourne Tracy Connelly fue brutalmente asesinada en su furgoneta la pasada semana. En lo que es una triste ironía, Connelly fue asesinada a pocos metros del lugar donde lxs trabajadorxs sexuales y sus aliadxs se manifestaron en apoyo de una campaña global organizada para llamar la atención sobre la violencia contra las trabajadoras sexuales tan sólo un día antes.
En comparación con la cobertura que dieron los medios  al asesinato de la compañera mujer de Melbourne Jill Meagher el año pasado, el silencio que los medios dedicaron a Tracy Connelly fue ensordecedor para aquellos interesados no sólo en la violencia contra las mujeres, sino también en la violencia contra las trabajadoras sexuales.
Tracy Connelly, la mujer que está tras los titulares, tenia el amor y el apoyo de su comunidad y de su compañero de hacía muchos años. Esto ha sido elocuentemente analizado y comparado con la cobertura que se dio a Jill Meagher por Jane Gilmore en The King’s Tribune. Otra cuestión necesita, sin embargo, ser respondida: ¿cuáles son los efectos y las razones de que una mujer sea descrita como “prostituta” cuando se informa del horrible fin de su vida?
El sexo, y por extensión el sexo por dinero, se fusiona con la noción de la propia identidad. Nuestra identidad sexual se convierte para los demás en un significante de quiénes somos, y en en el caso de Tracy Connelly, quien fue en su muerte. Los dos periódicos principales de Victoria, The Age y el Herald Sun, identificaron a Connelly como una prostituta en sus titulares. Ambos artículos hablaban del peligro inherente a su trabajo, incluyendo su comprensión de este peligro, y también su preferencia por no trabajar en el trabajo sexual.
Identificar a las víctimas de crímenes violentos como “prostitutas” tiene un efecto distanciador: hace que las mujeres “normales” se sientan seguras. Este binario chica buena/chica mala interactúa con el binario hombre normal/cliente para crear circunstancias “extraordinarias” en cuyo seno puede ocurrir esta violencia. Podría decirse que cuando las mujeres “buenas” son asesinadas por hombres se crea una amenaza contra todas las mujeres y ya no son relevantes el lugar donde trabaje una mujer o las actividades sexuales fuera de la norma que realice.
Referirse en los medios a las trabajadoras sexuales como “prostitutas” no es nuevo, pero es un aleccionador recordatorio de cuán generalizadas están las visiones negativas del trabajo sexual y de las trabajadoras sexuales. Estas visiones se originan en varias áreas “expertas” de conocimiento, incluyendo la psicología, la medicina, la sexología, la doctrina religiosa y diversos puntos de vista feministas, a través de las cuales las trabajadoras sexuales son catalogadas como sucias, enfermas, pecadoras, descarriadas y víctimas.
El término “prostitutx” no significa sólo una persona que vende su trabajo sexual (aunque raramente se usa para denominar a los hombres que hacen trabajo sexual), sino que lleva con él capas de “conocimiento” acerca de su valor, su relación con las drogas, su infancia, su integridad, su higiene personal y su salud sexual. Cuando los medios se refieren a una mujer como una prostituta, o cuando una historia tal permanece en el ciclo de noticias por tan sólo un día, no es algo aislado, sino que está en el contexto de esta compleja historia.
Este estigma es de largo alcance y podría decirse que hace más daño a las mujeres que hacen trabajo sexual que el trabajo mismo. Este estigma se alimenta de las ideas de mujeres que están apoyando la violencia y que, al referirse a las víctimas de la violencia como “prostitutas”,  siguen considerándolas como “otras” mujeres que, de alguna forma, se lo merecían: conocían el peligro. Más aún, se alimenta de actitudes de apoyo a la violencia contra todas las mujeres.
Aunque el cambio de tan arraigadas ideas acerca del género  y el trabajo sexual es lento, algo se está moviendo en ese campo. Muchos activistas y grupos de presión están trabajando en contra de que las trabajadoras sexuales sean presentadas de forma tan negativa y a favor de que sus derechos sean considerados derechos humanos, así como creando iniciativas saludables que buscan cambiar los estereotipos negativos acerca de mujeres y hombres en general que promueven la violencia.
Las formas en las que las trabajadoras sexuales son retratadas en los medios también están cambiando. Sin embargo, la reducción de la humanidad de Tracy Connelly a la de solamente una “prostituta” nos recuerda que todavía hay mucho camino por andar.

Fuente:  http://elestantedelaciti.wordpress.com/