Mostrando entradas con la etiqueta Montse Neira. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Montse Neira. Mostrar todas las entradas

miércoles, 4 de junio de 2014

Prostituciones, testimonio en primera persona. Montse Neira.

Ayer tuve una pequeña intervención en el canal de TV de Extremadura. Una vez más tuve que enfrentarme a conceptos como mujer "prostituida" a que la prostitución es la esclavitud del siglo XXI, a que no se diferencie entre el delito de Trata de Seres Humanos y la decisión que tomamos las mujeres que estamos en situación de pobreza que sabemos que aunque sea duro nos permite ganar un dinero que jamás se ganaría en otras profesiones. 
Una vez más, se ponía, como víctimas a las mujeres y "niñas" que, por lo visto no tenemos capacidad de decisión ni de asumir riesgos. Una vez más se dijo que hay salidas mejores que la prostitución, cuando las únicas alternativas que están ofreciendo a las mujeres que quieren dejar la prostitución porque realmente lo pasan mal son trabajos tipicamente femeninos, como camareras de hotel, limpieza industrial, costureras etc. y la única formación que se ofrece es la no reglada, la que es ocupacional. Con lo cuál esas mujeres están condenadas a seguir el resto de su vida pobres, sin posibilidad alguna de ascenso social, y reproduciendo así mismo el estigma: hacer que se sientan culpables e indignas por haber ejercido la prostitución.

Que alguien me diga un solo oficio, una sola profesión que no haya sido creada por el patriarcado y que su desarrollo esté exenta de desigualdad, sumisión, dominación, que además puedan desarrollar todas las personas independientemente de si son hombres o mujeres y del contexto social y económico, dónde se nace, que además, permita a las personas que nacen en la base de la pirámide (sí, esa pirámide cuya foto he colgado un poco más abajo de esta entrada) ascender cómo mínimo a la mitad y de ahí para arriba, que además permitar ganar el dinero suficiente para mantener a una familia, pongamos cómo mínimo de tres miembros, en condiciones saludables de alimentación, vivienda, sanidad y estudios, qué ademas te permita tener tiempo para el ocio y poder disfrutar de él, que además no tengas enfermedades o accidentes, muchos mortales, como consecuencia del desarrollo profesional, que además te permita cultivarte y desarrollar todo el potencial que tenemos como personas... sólo uno... por favor...(mientras no haya uno solo, que nadie más diga que la prostitución no es trabajo y es la peor salida para una mujer y bla bla bla).

Montse Neira

lunes, 26 de mayo de 2014

Otras realidades de la prostitución. Montse Neira

Otras realidades de la prostitución

0montseMONTSE NEIRA. Las políticas públicas que pretenden 'rescatarnos' y nos multan, nos ofrecen como alternativa al trabajo sexual empleos precarios, mal pagados y típicamente femeninos (cuidado y atención a mayores, menores, limpieza, costura, etc.)
Hablar de prostitución es ciertamente incómodo. Esta realidad social cuesta analizarla de una manera totalmente racional. No voy a volver a reproducir los argumentos que se esgrimen en el debate pro-prostitución/anti-prostitución, hay mucha bibliografía e información que defienden ambos modelos. Aclaro que no voy a escribir sobre 'prostitución de menores', porque cuando el intercambio de sexo por dinero afecta a menores no se le puede llamar prostitución, esto es directamente un delito contra menores y tampoco escribo de esclavitud o trata -que es cuando bajo amenazas y extorsiones que ponen en peligro la vida, la integridad física y psíquica, se obliga a una persona a hacer algo que ésta no quiere, sea sexo, sea cualquier otra actividad- que también está tipificado como delito y ya existen diversas leyes para luchar contra esta lacra.
Mientras el debate ideológico continúa y da de comer a personas que se han hecho 'expertas' en prostitución (curiosamente sin conocer de cerca a quienes ejercen), mujeres, mujeres transexuales y hombres la ejercen cada día como estrategia de obtención de ingresos, como 'trabajo', afirman la mayoría, más o menos indeseable o deseable, pero como trabajo y se les están vulnerando sus derechos fundamentales. Estos derechos fundamentales, recogidos por la Constitución Española, son los siguientes: el derecho a la igualdad sin discriminación de circunstancia personal o social (art. 14), a la dignidad (art. 10), a la libertad y a la seguridad (art. 17), al trabajo (art. 35), a la salud (art. 43), al progreso social y a la formación y readaptación profesional (art. 40 1 y 2) y a la salvaguardia de los derechos económicos y profesionales (art. 42).
Soy prostituta desde el año 89. Tenía 29 años, había trabajado desde los 13 años en diferentes oficios, a cada cual más duro y con sueldos que a duras penas cubrían los gastos corrientes que genera el mantenimiento de una familia monoparental. En un contexto de paro de larga duración decidí, como hacen la mayoría de mujeres, prostituirme, porque sabía -como saben todas las mujeres de manera universal- que ofreciendo sexo a cambio de dinero se ganaba más dinero y más rápido que en cualquier otra actividad económica. No estaba exenta de prejuicios y de miedos. Mis prejuicios eran que los clientes eran viejos, asquerosos, babosos, y que las putas eran drogadictas o viciosas o ambas cosas a la vez y que como pecaría iría al infierno. Mis miedos eran que ya nadie me amaría, ni me aceptaría si se enteraban de lo que hacía... y que me volvería una drogadicta, una 'perdida'. No me daban miedo posibles agresiones porque a lo largo de mi vida ya había hecho frente a varias (una violación de adolescente y varios atracos a mano armada) y sabía cómo protegerme, y tampoco a las enfermedades, porque sabía que tenía que utilizar el preservativo para evitarlas y no quedarme embarazada.
El balance y contra todo pronóstico, después de 25 años ejerciendo la prostitución, habiendo ejercido en todo tipo de locales, pisos, clubs, y en un amplio abanico de tarifas desde las 'económicas' hasta otras más altas (pero que no son las de la prostitución de lujo), es positivo, muy positivo. Además de haber logrado mi ascenso social y haber sacado a mi familia de la miseria, he podido desarrollar todo mi potencial como persona, he podido formarme estudiando una carrera, me he cultivado y vivo la plenitud de la madurez.
He tenido que hacer frente y superar el estigma que en realidad afecta a todas las mujeres: el estigma de la puta
Para llegar aquí he tenido que hacer frente y superar el estigma, sí, ese estigma que en realidad afecta a todas las mujeres: el estigma de la puta que nos controla, nos somete y nos presiona para que no nos podamos mostrar sexualmente activas, ni promiscuas y para que, ni mucho menos, ofrezcamos sexo por dinero, porque eso es lo peor de lo peor para una mujer. Es precisamente ese estigma el que hace que las mujeres que ejercemos la prostitución tengamos miedo, vergüenza y culpa, y esto es lo que nos hace vulnerables para poder afrontar las situaciones más indeseables que se dan en prostitución, sobre todo cuando se depende de terceros. No, los clientes no nos someten ni ejercen su poder con nosotras, en cuanto nos dan el dinero -que siempre es por adelantado- ya están sometidos a nuestra voluntad, no; es el haber interiorizado que somos malas personas, el creernos que nuestra dignidad está en la vagina, es el plantearte: "¿Cómo le voy a decir a mis hijos que me he prostituido?" "¿qué va a pensar mi familia de mi?" o "he tenido que poner mi coño para comprarme la casa", "ningún hombre va a querer casarse conmigo", sí, estas son las frases reproducidas literalmente de mis compañeras.
Asimismo, este miedo es el que hace que muchas mujeres en las entrevistas que se hacen no se atrevan a decir que prostituirse no es tan malo, ni peor que otro trabajo. Así es, el estigma hace que la mayoría de mujeres que nos prostituimos adoptemos el ser 'cínicas' para protegernos (nos 'confundimos' con el paisaje moral de la sociedad para no ser etiquetadas negativamente), con las consecuencias perversas de que no se conozca realmente todo lo que pasa en las relaciones con los clientes y que no se conozca a aquellas mujeres, mujeres transexuales y hombres que, igual que yo, han salido adelante y, además, su vida es mejor después de haber ejercido la prostitución que antes de hacerlo.
Afortunadamente, poco a poco cada vez más, mujeres y mujeres trans (el colectivo que en términos relativos más se prostituye) dejan de ocultarse y están luchando por esos derechos, están denunciando la violencia de la policía, de los clientes agresivos, de las políticas públicas que pretenden 'rescatarnos' y nos multan, ofreciéndonos como alternativa al trabajo sexual empleos precarios, mal pagados y típicamente femeninos (cuidado y atención de mayores y menores, limpieza, costura, etc.), empleos que solamente aceptan aquellas mujeres que realmente lo pasan muy mal ejerciendo la prostitución.
De todas las violencias que se ejercen contra las personas que ejercen la prostitución (mujeres y mujeres trans especialmente) su invisivilización, no tenerlas en cuenta a la hora de cualquier debate, en congresos, conferencias, seminarios y la vulneración de los derechos fundamentales por parte de instituciones públicas y algunas entidades que dicen querer ayudarlas, es la peor de todas. Porque la realidad es que aunque la mayoría de mujeres que trabajan en prostitución son inmigrantes y pobres, tienen capacidades, toman decisiones y son responsables de ellas y saben empoderarse ante situaciones duras.
Las prostitutas no somos 'pobrecitas que hay que rescatar'.


REFERENCIA CURRICULAR
Montserrat Neira, prostituta, bloguera, escritora (Una mala mujer), investigadora social, licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Autónoma de Barcelona.

http://revista.conlaa.com/index.php?option=com_content&view=article&id=554&Itemid=581#.U4ME7ObqnHU.facebook

martes, 21 de mayo de 2013

La feminización de la fortaleza. Entrevista Montse Neira

LA FEMINIZACIÓN DE LA FORTALEZA

Montse Neira: “No somos víctimas, somos supervivientes”

Montse Neira, autora de “Una mala mujer”, repasa su historia de superación personal en el mundo de la prostitucion
19/04/12 – La estantería repleta de libros del salón de Montse Neira desacredita la imagen preconcebida que se pueda tener del entorno de una trabajadora sexual. Así es ella, transgresora de mitos sociales y quebrantadora de tabús a su paso. Ha conseguido deshacerse del estigma que cargan las de su profesión. La persistencia ha sido su única aliada. Liberada de toda vergüenza, ha escrito un libro en el que su único es argumento es la experiencia. Desde ella, actualmente intenta que las suyas se deshagan del miedo que nace de los prejuicios que las rodean. Porque la suya es una historia que va más allá del ‘sexo por dinero’. Es una historia de supervivencia.

Montse Neira, autora de ‘Una mala mujer’, nos atendió en su piso de Barcelona / JOSEP NAVARRO
En tu libro hay un momento en el que calificas a la sociedad como ‘sociedad de los transtornos’. Hoy, ¿qué adjetivo le darías?
La sigo calificando como ‘sociedad de los trastornos’. El discurso oficial, basado en cómo pretendemos actuar, es totalmente contradictorio a lo que en realidad se hace. La realidad va por libre.
Y a día de hoy, ¿seguimos siendo víctimas del miedo con el que se crio tu generación?
Hoy es otro miedo, pero sigue existiendo. Estamos en una crisis económica. En mi época le temíamos a la dictadura, a poder expresarnos ideológicamente. La religión nos tenía muy controlados a los que pertenecíamos a las clases más ignorantes. El miedo es un gran controlador social.
O sea que sigue existiendo un miedo pero ha cambiado
Sí, es diferente. Hoy en día tenemos una incertidumbre económica y le tememos al hecho de no tener trabajo. La gente se ve obligada a aguantar situaciones y se están perdiendo los derechos que habíamos ganado.
¿Hoy en día a qué somos vulnerables?
A la manipulación de los medios de comunicación social. Sobre todo en el ámbito económico, también a las decisiones que se toman a nivel político. Si no estamos bien informados podemos equivocarnos. Cuando oímos o leemos algo en la prensa, debemos cuestionárnoslo todo antes de creérnoslo a pies juntillas.
¿Falta empatía y sobran prejuicios?
En nuestro día a día actuamos con bastantes prejuicios. No es malo tenerlos, pero hay que cuestionarse las cosas e intentar buscar más información para adquirir el conocimiento necesario para contrastarlos.
¿Se podría decir que estamos en una sociedad poco humana?
Si hablamos de valores como la solidaridad, la generosidad o la empatía… Falta mucho, está claro. Es un problema de educación. Desde pequeños nos deben inculcar unos valores que no hay.
¿Algunas de estas opiniones son fruto de la falta de conocimiento en primera persona?
Es imposible que conozcamos todos los acontecimientos en primera persona. Nuestro problema es que nos creemos todo lo que se dice del primero que habla.
En este sentido, ¿qué echas de menos de los medios de comunicación y de la política?
Se han dejado de lado los códigos deontológicos, que existen pero no se aplican. La ética sí que está prostituida. En el ámbito de la prostitución, por ejemplo, vemos que en prensa y televisión siempre se ve enfoca desde un punto de vista, el de la trata, la explotación sexual, con mujeres engañadas y coaccionada. No salen las supervivientes, que hay muchísimas y permanecen ocultas. La gente cree que toda la prostitución es igual, cuando la realidad es muy compleja, pues se dan múltiples situaciones.
“La ética sí que está prostituida.”
En tu libro comentas que un gran paso en tu vida fue el de dejar de esconderte. ¿Crees que en todos los ámbitos las personas no nos podemos mostrar del todo transparentes?
Sí. Pasa en muchos ámbitos, no sólo en la prostitución. En el trabajo o en familia no nos atrevemos a mostrarnos como somos porque actuamos según lo que creemos que esperan de nosotros. Tenemos miedo a desnudar nuestra alma por si somos juzgados.  Es algo genuinamente humano. El miedo a que no nos acepten, a la soledad, hace que muchas veces no digamos lo que sentimos y pensamos. En prostitución también, porque el sexo es un tema tabú, y decir que vendes sexo a cambio de dinero conlleva que te tachen, porque esta considerado algo malo. Funcionamos basándonos en el bien y el mal, en el ‘sí’ y el ‘no’. No hay término medio.
¿Qué crees que tendría que cambiar entonces en el mundo de la prostitución?
Principalmente no se debe estigmatizar a la persona que ejerce la prostitución, sea hombre, mujer o transexual. Hay que evitar que estas personas tengan miedo.  Deben poder explicar su experiencia sin temor a ser juzgadas para que así se conozca realmente lo que hay. Muchas veces nos encontramos con historias muy duras, pero también son de crecimiento personal, de lucha contra la adversidad. La prostitución es una experiencia que te enriquece mucho, porque tratas con todo tipo de personas, tienes que desarrollar una gran empatía y te conviertes en una pequeña psicóloga, porque te ves obligada a desarrollar fortalezas. Tenemos habilidades que hemos interiorizado sin darnos cuenta. A causa del estigma, quien ejerce esta profesión se oculta, miente, lleva una vida doble… En casos de trata, incluso, se prioriza su miedo a que sean víctimas. Son personas que no tienen mucha fuerza de voluntad. Se corre el riesgo de que sean mujeres irrecuperables para la sociedad. Hay que dejar de discriminar a las personas que ejercen la prostitución. También a los discapacitados, o a los de otra raza y ese tipo de etiquetas que no paramos de poner. Todos somos personas. No es algo exclusivo de la prostitución. Se hace extenso a otros tipos de discriminación.
“No se debe estigmatizar a la persona que ejerce la prostitución.”
¿Cuál es tu lucha?
Las políticas sociales que incumben a mujeres que quieren dejar la prostitución también dejan mucho que desear. Cuando hago talleres con ellas, como yo ya he superado el estigma  de forma natural y sin necesidad de psicólogos, me consideran ejemplo y me preguntan qué he hecho para enfrentarme al problema y decirlo sin tener miedo. Ellas piensan que si van a hacer una entrevista de trabajo y las han visto en la calle, no las van a querer o van a abusar de ellas. Tienen ese miedo. Por eso es importante que se acabe con el estigma. Ésa es mi lucha.
¿Y crees que una vía podría ser la legalización?
El término ‘legalizar’, que es muy habitual, está mal usado. La prostitución no es ilegal, no es un delito en España, no está tipificada como tal. En primer lugar, hay que hablar de los prostíbulos. Existen  pero no está regulada la relación entre el dueño y las mujeres que trabajan para él. Es un pacto en el que las condiciones se fijan verbalmente. De facto sí que está regulado, pero no oficialmente. Por lo que respeta a la prostitución en la calle, el espacio y el horario están regulados pero las condiciones no, porque dependen directamente de la relación entre la prostituta y el cliente. A nivel de prostitución por cuenta propia, en el nuevo estatuto del 2007 figura que las prostitutas que somos autónomas nos podemos dar de alta como ‘trabajadoras sexuales’. En ese sentido no hay problema. El problema está en el trabajo a cuenta de terceros porque se da en los prostíbulos. Desde mi punto de vista es complejo porque, así como en las empresas las condiciones las puede poner el empresario, en términos de sexo no pueden obligarte a según qué. La regulación debería enfocarse a que la persona que ejerce la prostitución pueda elegir las condiciones de lo que quiere hacer o no. Sería importante que se reconociera como trabajo, porque así nadie tendría por qué avergonzarse.  La idea de que se reconozca como trabajo ayudaría. Yo estoy en contra de la prostitución por cuenta ajena. Deberían existir cooperativas. Si no, la única alternativa es ser autónoma.
“Sería importante que la prostitución se reconociera como trabajo y que existieran cooperativas.”
¿Y por qué crees que se tiene esta visión de que la prostitución subordina al género femenino?
Proviene de la idea del patriarcado basado en el poder para el hombre y en la mujer sometida. En prostitución, se cree que el cliente somete a la profesional en el momento en que paga, pero no es cierto. Él paga porque tiene una necesidad. Necesita sexo. La mujer tiene el poder porque puede decirle que sí o que no. Está en sus manos. De hecho tenemos mucho poder sobre el hombre. Es diferente si te obligan. Pero cuando te están pagando te están valorando y reconociendo. Es un intercambio. Son dos necesidades: la mujer necesita dinero pero el hombre necesita sexo o afecto. A veces es más lo segundo, y no sé qué es peor. Me parece triste que haya personas que tengan que pagar para que las acaricien y las besen.  Te das cuenta del punto al que hemos llegado en carencias afectivas. Repito, no es más una cosa que la otra. Las necesidades son asimétricas, pero el intercambio es simétrico.
De tu experiencia, ¿qué es lo principal que has aprendido de las personas y de la vida en general?
Hay muchas carencias afectivas. Muchísimas. Es lo que más me sorprendió. Yo vengo de clase baja, de la exclusión social prácticamente. Cuando nadie te quiere y eres una “mierda” para todo el mundo porque no te valoran, quieres ser alguien dentro de la sociedad, y esa voluntad la proyectas en la gente que tiene un trabajo bien reconocido y muy valorado, con  cosas materiales. Me chocó mucho ver a señores con muchísimo dinero, que no eran de la gran élite pero que eran de clase media alta, cuya posición social envidiaba, que se sentían solos. Existe una soledad tremenda. Buscan que los abraces, sentirse queridos y deseados aunque sólo sea de mentira.
“Se ha pasado de la feminización de la pobreza a la feminización de la fortaleza.”
Y aunque se tenga la imagen contraria, las prostitutas al fin y al cabo valoran mucho más de lo que se cree la vida, porque su lucha es la vida.
Efectivamente. Su lucha es sobrevivir. Una compañera mía opina que se ha pasado de la “feminización de la pobreza” a la “feminización de la fortaleza”.  ¿Cuántos directivos hacen talleres de coaching pagando muchísimo dinero para tener herramientas que les permitan enfrentarse a “sus grandes dificultades del día a día” en la organización de su empresa? De estar en la calle, la prostituta se fortalece muchísimo. No somos víctimas. Somos supervivientes.
Y, ¿crees que será posible que al final las prostitutas puedan tener el mismo potencial o las mismas aspiraciones sociales que cualquier otra persona?
Debería. Yo sé que mi generación no lo va a ver, pero para eso estamos sembrando y esperando a que con el tiempo sí. Aquí en España, además, todavía no hay un movimiento general de prostitutas. A nivel europeo sí que existe, en Latinoamérica también es tremendo y en Estados Unidos también hay. Existen asociaciones de trabajadoras sexuales, de ‘sex workers’, que se están moviendo. Esto va dejando huella. Con el tiempo se podrá conseguir.
Tú consideras que sí que lo has conseguido…
Yo en mi entorno ya he conseguido cambiar cosas. Gente que antes hablaba mal de las prostitutas y que me juzgaba ahora me respeta muchísimo y más vale que no hablen mal de ellas delante de mí porque “las pongo en su sitio”.
En cuanto al potencial social, uno de los temas de tu libro es los estudios para las personas  adultas y mayores. ¿Crees que falta integración?
Sí, claro. No tiene que haber edad para formarse. Jamás. A mí me impresionó mucho un hombre con más de 70 años, charcutero de toda la vida que se había jubilado, se puso a estudiar historia y estaba encantado.
Nombras a Enric como la figura que te suscitó el interés por estudiar. ¿Cuál sería el incentivo para la parte de la juventud que no ha tenido ese despertar?
Depende de las circunstancias personales. El entorno es un gran condicionante y existen barrios que ya te condenan a la exclusión. Aunque actúen educadores sociales como lo están haciendo, con incentivos como el deporte, luchar contra todo un barrio es muy difícil. Hay un caso que lo ejemplifica: la persona drogadicta que se ha desintoxicado, si vuelve al mismo barrio, es más difícil que empiece una nueva vida. Se tiene que ir de ese entorno.
Hablas de rebaño en referencia a la gente que no se cuestiona nada. ¿Sigue habiéndolo?
Me remito a los programas de televisión, es su público. Puede ser por motivos de comodidad, porque ir contracorriente o cuestionarse las cosas requiere un esfuerzo. ¿Qué es lo cómodo? Estar en el sofá viendo la tele atontado o drogado, como digo yo.
“La universidad actual es muy individualizada.”
En cuanto a tu decepción con la Universidad. ¿Cómo ves la Universidad actual?
Fue un problema de expectativas. Tenía la imagen bucólica de ser un lugar de grandes debates y a fin de cuentas es una institución como otra cualquiera de la sociedad de hoy en día. Es muy individualizada, la mayoría de alumnos van a sacarse el título y los profesores a cumplir con sus horas.
¿Qué aprendiste sobre la manipulación del capitalismo? Por ejemplo, con Arcadi Oliveres, profesor al que nombras.
La desinformación de las noticias. Realmente, no se conoce “lo que hay detrás”. Por ejemplo, no sabía que gran parte de la recaudación ciudadana se destina a inversiones en armamento, ni que interesa que la droga sea ilegal porque está llegando mucho dinero negro a personas del poder… Aprendí a cuestionarme y a no creerme todo.
¿Consideras que la crisis es algo más que económico?
La humanidad siempre ha tenido crisis y no aprendemos. Cada generación pasa por sus propios errores y retos pero no dejamos huella para ir a mejor. Se dice que la humanidad ha mejorado pero yo no lo veo. Mientras tengamos estas grandes diferencias entre países, la gente tenga que emigrar y que pasar hambre, es que algo está fallando en la sociedad.
“La crisis ha provocado una gran disminución de clientes y de precios.”
¿Cómo ha afectado la crisis económica a la prostitución?
Han caído mucho las tarifas porque ha caído mucho la demanda. Donde menos ha afectado es a nivel de lujo, porque es un cliente que siempre tiene dinero. Pero las tarifas más económicas e intermedias se han desplomado más del 50%. Ha provocado también un aumento del número de españolas que se prostituyen.
En general, ¿la crisis ha acentuado las diferencias entre clases y dificulta más progresar de la situación en la que has nacido?
Sí. Además, cuando yo nací, en los años 60, no se  exigía tanto currículum. Ahora aunque cuentes con una formación muy superior no tienes garantizado el empleo. Los trabajo antes eran más estables y aunque partieras de un nivel muy bajo, las posibilidades de progresar eran reales.
Sobre la estafa en los trabajos, por ejemplo, cuando mencionas tu experiencia trabajando en el mercado. ¿Cómo crees que está presente a día de hoy?
Es una de las cosas que pienso que si se está haciendo en la vida cotidiana, ¿qué es lo que no se hace a mayor escala? Si a mí en un bar me dicen que cobre una coca-cola de más, ¿qué es lo que no está pasando a otros niveles?  Parece que nuestra vida sea acumular dinero y bienes materiales, sea como sea. Si tienes que robar y mentir, lo haces. No solamente se atraca a mano armada, sino que en el día a día hay gente que es especialista en sacar dinero y no estamos legalmente protegidos. Lo viví personalmente, por ejemplo, con la estafa de Opening.
¿Consideras que el concepto de trabajo tal y como está planteado nos roba mucho tiempo para crecer personalmente?
Sí. Actualmente, estoy en una época relajada de mi vida y tengo más tiempo para pensar y para cuestionarme lo bueno y lo malo. Esto me ha llevado a darme cuenta de cómo estamos controlados por los alimentos y la sexualidad. Si tú tienes una población controlada sexualmente y que tiene que trabajar para conseguir los alimentos, tienes todo el poder de hacer lo que quieras con la gente. Trabajamos todo el santo día para a veces ni siquiera tener lo básico que se presupone que tenemos que tener, tu vivienda, tu comida, tus vacaciones… El sexo es placer y no interesa decir que es bueno. Interesa tener una sociedad que trabaje un montón de horas para alimentar el sistema e implantar la idea de que si no trabajas no vas a tener nada, cuando podríamos conformarnos con poquitas horas y tener lo básico para vivir.  ¿Para qué necesitamos tener un cochazo para vivir?
“La falsa creencia de que estamos destinados a vivir un gran y único amor nos condiciona.”
¿Nos estancamos en la idea de un solo amor, del amor de nuestra vida? ¿Nos impide progresar y estar más abiertos a nuevas experiencias?
Claro. El amor es otra de los temas que yo me cuestioné, porque yo interioricé el concepto del amor romántico como si fuera algo natural y estudiando sociología concluí que es cultural. La falsa creencia de que estamos destinados a vivir un gran y único amor nos condiciona. De hecho, muchos suicidios vienen después de una ruptura sentimental o, por lo menos, provoca una enfermedad mental o una gran depresión. La realidad es que todas las personas nos podemos enriquecer y cada una te puede hacer sentir y aprender cosas diferentes. Por eso es muy importante fomentar las amistades. Si quieres empezar un proyecto de vida con una pareja, fantástico. Pero no creyéndote que es único y exclusivo, que es el eje de tu vida y que no vas a tener ninguna sensación semejante o mejor. Las personas y la vida te pueden sorprender. Por ejemplo, gente que está aburrida de su matrimonio, conoce a otra persona y le parece una maravilla. Esa sensación nueva te puede llenar muchísimo pero tampoco hay que olvidar que es una ilusión y que luego, con la convivencia y los problemas, hace que se amortigüe.
Por lo tanto, ¿cómo definirías el amor?
El amor tiene muchas acepciones y cada persona lo vive de una forma distinta. Evoluciona el amor y también las personas. A veces, hay gente que me dice que ama mucho a alguien y yo puedo pensar “¿cómo? ¡Si es un cabrón!” Pero, ¿quién soy yo para decir un solo modelo de amor? Lo importante es que las dos personas que están interactuando no tengan que mentir y sean felices. Si no lo eres, plantéate por qué y piensa si vale la pena.
¿Y a la felicidad?
Poder hacer lo que tú quieres sin que nadie te coaccione. Sentir y ser coherente con tus principios.  No es cuestión de tener cosas, como creía antes en mi ignorancia. Te crea inquietud no tener dinero para pagar el alquiler o no saber qué vas a comer mañana, pero una vez esto está cubierto, es cuestión de pensar en lo que uno quiere hacer y luchar por ello.
¿Crees que muchas veces no nos escuchamos a nosotros mismos?
Constantemente. Las personas actúan por la inercia en la que están metidas, sin pararte a pensar si realmente están haciendo lo que quieren hacer.
“Nos dejamos llevar por la inercia hasta que un día un varapalo nos hace pensar.”
Hablas de tomar las riendas de tu vida, tú lo has conseguido. ¿Es la vida un caballo desbocado y cuesta mucho hacerlo? ¿Cómo se consigue?
Sí. Si observáramos los demás podríamos evitar situaciones muy dolorosas. Nos dejamos llevar por la inercia, cada persona en su entorno y en sus circunstancias. Hasta que un día, una enfermedad, la muerte de un ser querido u otro accidente es lo que te hace pensar. Suele pasar a partir de los 40, es un punto de inflexión importante en la vida de muchas personas.
Es triste que tenga que ser a causa de un golpe.
¡Sí! De errores o de accidentes. La sociedad no aprende de la historia e individualmente las personas no aprendemos de los que tenemos a nuestro alrededor. Si somos observadores lo veremos en vecinos, amigos, familiares, pero pensamos que a nosotros no nos va a pasar nada. Aprendemos a base de hostias y de desgracias.
La transparencia de sus palabras y la naturalidad de los gestos con los que las acompaña son el reflejo de quién ya no tiene nada que esconder. Conversar con ella es una lección de libertad. Su trayectoria es un paseo de lucha, esfuerzo y entereza que ha ido superando todas las metas fijadas. El camino es estrecho para quien se atreva a avanzar rompiendo con lo establecido. La presión de las miradas ajenas puede desestabilizar, pero es entonces cuando hay que encontrar el equilibrio escuchando en el interior de cada uno. En la pasarela de la vida, Montserrat Neira nos ha enseñado que hay que desfilar con la cabeza bien alta.