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miércoles, 5 de marzo de 2014

Burdeles de placa y pistola

 Supongoque pronto conoceremos la trama de los burdeles Riviera y Saratoga. No es un hecho aislado. Todo lo contrario, es lo habitual y esto es así porque se permite la profileración de burdeles sin que se reconozca el trabajo sexual.

http://politica.elpais.com/politica/2014/01/24/actualidad/1390592919_980462.html


Sentado en el banquillo de los acusados, con traje oscuro, Javier Martín Pujal espera su turno. Él es una de las piezas clave de la trama. De hecho, sin él posiblemente no existiría la Operación Ilusionista o, como se ha conocido popularmente, el caso de los burdeles Riviera y Saratoga. Empezó el 10 de julio de 2007, a las 17.45, en la cafetería del hotel Fira Plaza de Barcelona. Martín Pujal, alias Jordi, era el jefe del grupo 1 de la Brigada de Extranjería. En el hall le esperaba desde hacía un rato Carmelo Sanz, el responsable del Saratoga, entonces uno de los dos clubes más grandes de Cataluña, junto al Riviera. Tras las puertas de ese hotel del sexo de paredes amarillas con luces de neón, ubicado en el margen de una carretera paralela a la playa de Castelldefels, podía haber una noche centenares de clientes y más de 150 mujeres prostituyéndose. Aquel era el tercer encuentro entre ambos.

Los protagonistas

  • El inspector Javier Martín Pujal, alias Jordi. Estuvo en grupos especiales de la Policía e infiltrado en Terra Lliure. En Extranjería dirigió redadas al Saratoga hasta que, según su versión, vio que algunos mandos cobraban. Cuando intentó extorsionar también él al gerente del Saratoga, Carmelo Sanz, este le denunció. Martín Pujal acabó declarando ante la Fiscalía. Su testimonio supuso el inicio del caso.
  • El confidente Manuel Gutiérrez Carbajo. Testigo de cargo. Hizo de intermediario en los pagos de los dueños del Riviera y el Saratoga y los policías. Le acusan de actuar por venganza porque despidieron a su exmujer del Saratoga. Amigo del exinspector Andrés Otero, al que conoció cuando le ayudó a detener a dos albanokosovares.
  • El comisario Luis Gómez, exjefe de la Unidad contra las Redes de Inmigración Ilegal. Es el policía de más alto rango de los implicados. Mantuvo una estrecha relación con el dueño del Riviera, Antonio Herrero, al que conoció en una redada en la que lo detuvo, en 2003. Cobraba, presuntamente, 6.000 euros al mes que se repartía con el exinspector Andrés Otero a cambio de garantizar la protección policial.
  • El inspector Andrés Otero, destinado un tiempo en Extranjería. Otro de los mandos que cobraba del Saratoga para avisar de redadas. Ya fuera del Cuerpo, continuó usando sus contactos para mantener el club al día. Él inició presuntamente las mordidas. Para convencer a los propietarios del Saratoga de que pagasen, orquestó en 2002 una dura redada en el club.
  • El responsable del club Saratoga, Carmelo Sanz. Se encargaba del trato diario con los policías, especialmente con Andrés Otero. Él denunció a Javier Martín a la Guardia Civil cuando intentó extorsionarle. No quería pagar a un policía más, según la Fiscalía.
  • El dueño del club Riviera, Antonio Herrero. Mantuvo una estrecha relación con el comisario Luis Gómez, dio empleo a dos de sus hijos y le pagó, presuntamente, viajes y relojes al policía a cambio de su protección.
 —La mitad de lo que ha dado a..., exigió Martín Pujal.
Esa mitad eran 3.000 euros, resultado de dividir los 6.000 que los dueños daban a otros policías. Suavemente, tal y como le indicó Pujal, Sanz dejó el sobre encima de la mesa. Pujal lo cogió, se lo metió en el bolsillo de la americana, cruzó unas cuantas palabras triviales con Sanz, y salieron del hotel. La materialización del soborno no había durado ni cinco minutos. Pero cuando Pujal se disponía a coger su Renault Megane, que había dejado aparcado en la acera, un capitán de la Guardia Civil le cortó el paso. El encuentro había sido vigilado, después de que Carmelo denunciase la intención de Martín de extorsionarles.
Lejos de pararse, Pujal reaccionó saltando a su coche y huyendo por el centro de Barcelona, seguido por la Guardia Civil, que con sirenas y señales luminosas le exigía que se detuviese. Condujo contradirección y sin respetar semáforos hasta que el tráfico le obligó a frenar, a escasos dos kilómetros, en el cruce de las calles de Entença y Gran Vía. Cuando la Guardia Civil le detuvo, comprobó que efectivamente era un inspector del Cuerpo Nacional de Policía, pero faltaba la prueba básica: el sobre, que se había esfumado, como una ilusión que sirvió para bautizar la operación.
“Me infiltré para saber qué jefes cobraban de los prostíbulos”, alega Martín Pujal siete años después de aquel episodio, en la primera jornada del juicio del Riviera y Saratoga, el 16 de septiembre pasado. Se juega 44 años de prisión, pero pese a eso está tranquilo. Tras él, en un banquillo de los acusados atestado de hombres, le escuchan algunos de sus antiguos compañeros y jefes, sabedores ya de que están ahí por él. El caso del Riviera y Saratoga suma una veintena de acusados: seis policías (entre ellos tres mandos), siete jefes y trabajadores de los dos burdeles, tres abogados y dos técnicos municipales.
Pujal afirma que decidió desenmascarar a los policías que cobraban de los clubes y que optó por infiltrarse, como ya hizo en otras épocas con el grupo independentista Terra Lliure. También sostuvo que nunca cogió aquel dinero, que lo dejó en la mesa, algo que tanto la Fiscalía como Carmelo niegan. ¿Por qué huyó, pues? Por desconfianza: “Un Mercedes azul deportivo no es un coche habitual de las fuerzas de seguridad”, esgrimió.
Esa ha sido la carta que ha jugado el policía, que no le ha valido para librarse de la acusación de la Fiscalía. Lo cierto es que su declaración, una vez detenido, fue el primer paso para desmontar un presunto chiringuito en torno a los burdeles. Contó que, desde 2002, el Riviera y el Saratoga gozaban de protección oficial, de placa y pistolas propias, para que las noches de champán, alcohol, sexo y drogas de sus clientes no se viesen interrumpidas por una redada policial. O, en el caso de que tocase, que los responsables de la sala lo supiesen con antelación para que las mujeres en situación irregular pudiesen esconderse. A cambio, los policías recibían viajes, dinero, regalos e incluso operaciones de estética.
La información facilitada por Pujal fue el punto de partida para los fiscales anticorrupción David Martínez Madero y Fernando Bermejo, de la mano de la titular del juzgado de instrucción número 33 de Barcelona, Elisabet Castelló, junto a los Mossos d’Esquadra. Iniciaron una investigación que duró dos años, con decenas de teléfonos móviles y fijos pinchados durante meses, seguimientos y pesquisas que revelan unas estrechas relaciones entre jefes policiales y responsables de los locales. La operación ha salpicado a una veintena de personas entre policías, empresarios y abogados que han desfilado por la Audiencia de Barcelona, con dos grupos de acusados claros: el del Riviera, con su dueño Antonio Herrero, y el comisario Luis Gómez; y el de Saratoga, con el director Carmelo Sanz y el exinspector Andrés Otero. Se enfrentan, con diferentes grados de implicación, a los delitos de cohecho, favorecimiento de la prostitución y coacciones, entre otros. En total, más de 290 años de prisión.
Nos íbamos de putas y pagaba yo”, contó en el juicio un confidente que intermedió en los pagos a un comisario
¿Pero quién, cómo y cuándo abrió la veda de la extorsión? “Para convencer a Carmelo y Raúl Pascual [encargado y dueño del Saratoga, respectivamente], Otero organizó una redada y se llevó a varias chicas”, contó el testigo Manuel Gutiérrez Carbajo a la Fiscalía. Él es otra de las piezas clave del caso, con tantos claroscuros como Pujal. Trajeado también, mucho más delgado que hace unos años, y con los brazos cruzados, espera las preguntas del Ministerio Fiscal y de las partes. Gutiérrez Carbajo es un veterano confidente policial, que dejó de serlo después de que su nombre se hiciese más que público al verse implicado en un caso en el que está imputado por narcotráfico junto a varios mossos que llevaron precisamente la investigación del Riviera y Saratoga, acusados de encubrirlo. Junto a Pujal, Gutiérrez Carbajo ofreció a la Fiscalía la información que necesitaban. Con un fuerte acento sevillano, a pesar de que lleva desde los 11 años en Barcelona, Carbajo repitió con voz alta y sin titubeos que durante cuatro años (de 2002 a 2006) hizo de intermediario en la entrega mensual de 6.000 euros al comisario Luis Gómez y al entonces inspector Andrés Otero por parte de los dueños del Saratoga. Un dinero que luego ellos se repartían. Posteriormente, los policías se enemistaron, y Gómez se quedó el Rivera; y Otero, el Saratoga, explicó.
Ese intercambio de dinero se hacía en su concesionario, en Martorell, por amistad con los policías, dijo. “Nos íbamos de putas y pagaba yo”, contó en sede judicial, con los dos hombres referidos sentados a sus espaldas. “Yo no sacaba nada de los sobres ni de las putas; solo les vendía los coches”. Su relación nació de un encuentro años antes con Otero, cuando le ayudó a atrapar a unos albanokosovares que robaron unos diamantes e intentaron vendérselos a él. Otero después pasó a la Brigada de Extranjería y allí, según Carbajo, intentó sacar provecho de los clubes de Castelldefels.
Puerta precintada del prostíbulo Riviera. / Marcel.lí Sàenz
Cuando el Saratoga se negó a pagarle una mordida, decidió dejarles claro lo que suponía no tenerle contento. El 5 de julio de 2002, Otero dirigió una operación que acabó con el responsable del local y 22 mujeres en situación irregular detenidas y con la suculenta información remitida a los medios de que el local disponía de ocho cámaras que grababan y almacenaban imágenes de las zonas comunes de los clientes. La estrategia surtió efecto, según la acusación, y se inició una fructífera relación en la que Gutiérrez Carbajo tuvo un papel importante, aunque no está acusado de ningún delito en la causa.
Nada queda hoy de aquella amistad. En el juicio, Gutiérrez Cabajo acusó a Otero de traficar con joyas robadas, y al encargado del Saratoga, Carmelo Sanz, de vender cocaína en el local a los clientes VIP. Y repartió también para otros policías, a los que no identificó, pero aseguró que cuando había redadas, los agentes y taxistas “se llevaban a las chicas a otro club y a pisos que tenían alquilados en Castelldefels”. Y además, denunció que ha sido amenazado por el comisario Luis Gómez, que supo de antemano de su colaboración con la Fiscalía y le amenazó con “desenterrar las armas”, en una cena que fue vigilada por los mossos ante el temor a represalias de Gutiérrez Carbajo.
Un inspector que pidió 3.000 euros al amo del Saratoga alega que se infiltró para destapar la trama de sobornos
La íntima relación de esos policías con los responsables de los locales queda patente en la multitud de conversaciones intervenidas, que constan en el sumario. Como una cena, en Cerdanyola del Vallès, entre Luis Gómez y Herrero, el dueño del Riviera. “Antonio, mira, que ahora he conseguido localizar a mi mujer [...] me dice que le encantaría saludarte, pero que si cenamos que sea a una buena hora”, le comenta Gómez. A esa cena, en mayo de 2008, acudieron los dos matrimonios, y después se sumó el hijo de Gómez, al que Herrero empleó en una de sus empresas, igual que a otra hija del comisario, que tenía como administrativa.
El comisario, exjefe de la Unidad contra Redes de Inmigración Ilegal (UCRIF), no negó la buena relación que mantenía con el dueño del local, que definió en el juicio como “relación muy humana”, y tildó de “favores” lo que el fiscal entiende que eran sobornos para evitar y avisar de las redadas, por lo que pide para él 17 años de prisión. Precisamente Gómez y Herrero se conocieron en una redada en 2003 en el Riviera, cuando Herrero, detenido, le contó al comisario que padecía ansiedad y claustrofobia, por lo que le trató con mayor delicadeza. Poco a poco, según ambos, nació una amistad. Gómez incluso le contó que su hijo padecía una enfermedad, y Herrero le consiguió una cita con un psiquiatra en Córdoba, le acompañó y, según el fiscal, le pagó los 120 euros que costó la consulta. Gómez admitió en el juicio que todavía hoy no sabe quién se hizo cargo del precio de aquella consulta.
Los locales recibían el aviso de los jefes de Extranjería y sacaban del local a las mujeres en situación irregular
En la causa, sin embargo, abundan muchas más conversaciones entre Sanz, otro de sus empleados y Otero. Los investigados se refieren a él —según los mossos— a través de múltiples motes: El Inmobiliario, El Pequeño, Mi Tío el Pequeño o El Amigo de Él. Y en esas llamadas telefónicas, los acusados hablan en diversas ocasiones de “catálogos”, “relojes” o directamente “regalos”, que es lo que la policía identifica como sobornos. Algo que lograron constatar en dos seguimientos de una cita en el bar Navia, en julio y en octubre de 2008. En las imágenes del local y de la cámara oculta tomadas por los mossos se aprecia cómo Sanz deja un sobre “de tipo bancario”, que Otero coge y se mete en la chaqueta. Para el instructor de la causa, el inspector Antoni Salleras, la “lógica aplastante” le dice que dentro del sobre había dinero, aunque no pudieron comprobarlo. En aquella época, la paz en los burdeles estaba tocando su fin. Y así quedó reflejado en una llamada del empleado Sanz al dueño del Saratoga al verse sorprendido por una redada de los mossos: “Ahora van a abrir los armarios de las mujeres, eh. Una por una, todos los armarios. Son los Mossos d’Esquadra. Tema de prostitución de menores y derechos relativos a los trabajadores”, le cuenta.
Es ya noviembre de 2008. La policía catalana ha actuado tras una denuncia de una trabajadora en situación irregular. Están a pocos meses de reventar la operación, y su inspección les sirvió para agitar el árbol y animar los teléfonos. “Estoy harto de hacer el tonto”, dirá Pascual, dueño del Saratoga, poco después, en referencia a los ya infructuosos pagos a Otero, según la policía.
Cuatro meses después, el 7 de marzo de 2009, cuando faltaban 10 minutos para las dos de la madrugada, decenas de mossos irrumpieron de forma simultánea en el Riviera y el Saratoga. En ese momento, en el Saratoga había 50 clientes, 52 prostitutas y ocho trabajadores; en el Riviera encontraron 164 mujeres, 60 clientes y 10 trabajadores. Durante varios días, dejaron que los teléfonos sonasen y, poco a poco, fueron deteniendo al resto de implicados.
En 2002, el Saratoga se negó a abonar una “mordida” y fue castigado con una redada contundente
Entre ellos, el inspector Abundio Navas, destinado en Extranjería, para el que el fiscal pide 22 años. Martín Pujal cargó las tintas contra él en su declaración. Este, a su vez, lamentó que sus jefes nunca le permitieran ponerle freno a Pujal (con un presunto currículo de extorsiones previas a este caso). En concreto, Abundio declaró que el ex jefe superior de Policía de Cataluña José Irineo tenía interés en que Pujal estuviese callado porque podía vincularle con la mafia rusa que cayó en la Operación Avispa, en 2005. Dio a entender ante el tribunal que Irineo conocía el funcionamiento de la trama, que falsificaba pasaportes, y lo permitió.
¿Se quedó la Operación Ilusionista solo en la punta del iceberg? Fuentes policiales lo afirman con rotundidad. ¿Qué llevó a Martín Pujal a delatar a los policías? Según algunas fuentes, su intención inicial era infiltrarse; otras afirman, en cambio, que fue la excusa que halló cuando le pillaron. ¿Y qué movió a Gutiérrez Carbajo? Los acusados por el confidente alegan que era enemigo de Otero y que quiso vengarse porque su exmujer fue despedida del Saratoga. En las conversaciones de café, hay quien saca a relucir infidelidades, desencuentros, egos, poder... Incluso una lucha sin cuartel entre cuerpos policiales. Cuestiones, todas ellas, ya solo pendientes de una sentencia.

Sentado en el banquillo de los acusados, con traje oscuro, Javier Martín Pujal espera su turno. Él es una de las piezas clave de la trama. De hecho, sin él posiblemente no existiría la Operación Ilusionista o, como se ha conocido popularmente, el caso de los burdeles Riviera y Saratoga. Empezó el 10 de julio de 2007, a las 17.45, en la cafetería del hotel Fira Plaza de Barcelona. Martín Pujal, alias Jordi, era el jefe del grupo 1 de la Brigada de Extranjería. En el hall le esperaba desde hacía un rato Carmelo Sanz, el responsable del Saratoga, entonces uno de los dos clubes más grandes de Cataluña, junto al Riviera. Tras las puertas de ese hotel del sexo de paredes amarillas con luces de neón, ubicado en el margen de una carretera paralela a la playa de Castelldefels, podía haber una noche centenares de clientes y más de 150 mujeres prostituyéndose. Aquel era el tercer encuentro entre ambos.

Los protagonistas

  • El inspector Javier Martín Pujal, alias Jordi. Estuvo en grupos especiales de la Policía e infiltrado en Terra Lliure. En Extranjería dirigió redadas al Saratoga hasta que, según su versión, vio que algunos mandos cobraban. Cuando intentó extorsionar también él al gerente del Saratoga, Carmelo Sanz, este le denunció. Martín Pujal acabó declarando ante la Fiscalía. Su testimonio supuso el inicio del caso.
  • El confidente Manuel Gutiérrez Carbajo. Testigo de cargo. Hizo de intermediario en los pagos de los dueños del Riviera y el Saratoga y los policías. Le acusan de actuar por venganza porque despidieron a su exmujer del Saratoga. Amigo del exinspector Andrés Otero, al que conoció cuando le ayudó a detener a dos albanokosovares.
  • El comisario Luis Gómez, exjefe de la Unidad contra las Redes de Inmigración Ilegal. Es el policía de más alto rango de los implicados. Mantuvo una estrecha relación con el dueño del Riviera, Antonio Herrero, al que conoció en una redada en la que lo detuvo, en 2003. Cobraba, presuntamente, 6.000 euros al mes que se repartía con el exinspector Andrés Otero a cambio de garantizar la protección policial.
  • El inspector Andrés Otero, destinado un tiempo en Extranjería. Otro de los mandos que cobraba del Saratoga para avisar de redadas. Ya fuera del Cuerpo, continuó usando sus contactos para mantener el club al día. Él inició presuntamente las mordidas. Para convencer a los propietarios del Saratoga de que pagasen, orquestó en 2002 una dura redada en el club.
  • El responsable del club Saratoga, Carmelo Sanz. Se encargaba del trato diario con los policías, especialmente con Andrés Otero. Él denunció a Javier Martín a la Guardia Civil cuando intentó extorsionarle. No quería pagar a un policía más, según la Fiscalía.
  • El dueño del club Riviera, Antonio Herrero. Mantuvo una estrecha relación con el comisario Luis Gómez, dio empleo a dos de sus hijos y le pagó, presuntamente, viajes y relojes al policía a cambio de su protección.
 —La mitad de lo que ha dado a..., exigió Martín Pujal.
Esa mitad eran 3.000 euros, resultado de dividir los 6.000 que los dueños daban a otros policías. Suavemente, tal y como le indicó Pujal, Sanz dejó el sobre encima de la mesa. Pujal lo cogió, se lo metió en el bolsillo de la americana, cruzó unas cuantas palabras triviales con Sanz, y salieron del hotel. La materialización del soborno no había durado ni cinco minutos. Pero cuando Pujal se disponía a coger su Renault Megane, que había dejado aparcado en la acera, un capitán de la Guardia Civil le cortó el paso. El encuentro había sido vigilado, después de que Carmelo denunciase la intención de Martín de extorsionarles.
Lejos de pararse, Pujal reaccionó saltando a su coche y huyendo por el centro de Barcelona, seguido por la Guardia Civil, que con sirenas y señales luminosas le exigía que se detuviese. Condujo contradirección y sin respetar semáforos hasta que el tráfico le obligó a frenar, a escasos dos kilómetros, en el cruce de las calles de Entença y Gran Vía. Cuando la Guardia Civil le detuvo, comprobó que efectivamente era un inspector del Cuerpo Nacional de Policía, pero faltaba la prueba básica: el sobre, que se había esfumado, como una ilusión que sirvió para bautizar la operación.
“Me infiltré para saber qué jefes cobraban de los prostíbulos”, alega Martín Pujal siete años después de aquel episodio, en la primera jornada del juicio del Riviera y Saratoga, el 16 de septiembre pasado. Se juega 44 años de prisión, pero pese a eso está tranquilo. Tras él, en un banquillo de los acusados atestado de hombres, le escuchan algunos de sus antiguos compañeros y jefes, sabedores ya de que están ahí por él. El caso del Riviera y Saratoga suma una veintena de acusados: seis policías (entre ellos tres mandos), siete jefes y trabajadores de los dos burdeles, tres abogados y dos técnicos municipales.
Pujal afirma que decidió desenmascarar a los policías que cobraban de los clubes y que optó por infiltrarse, como ya hizo en otras épocas con el grupo independentista Terra Lliure. También sostuvo que nunca cogió aquel dinero, que lo dejó en la mesa, algo que tanto la Fiscalía como Carmelo niegan. ¿Por qué huyó, pues? Por desconfianza: “Un Mercedes azul deportivo no es un coche habitual de las fuerzas de seguridad”, esgrimió.
Esa ha sido la carta que ha jugado el policía, que no le ha valido para librarse de la acusación de la Fiscalía. Lo cierto es que su declaración, una vez detenido, fue el primer paso para desmontar un presunto chiringuito en torno a los burdeles. Contó que, desde 2002, el Riviera y el Saratoga gozaban de protección oficial, de placa y pistolas propias, para que las noches de champán, alcohol, sexo y drogas de sus clientes no se viesen interrumpidas por una redada policial. O, en el caso de que tocase, que los responsables de la sala lo supiesen con antelación para que las mujeres en situación irregular pudiesen esconderse. A cambio, los policías recibían viajes, dinero, regalos e incluso operaciones de estética.
La información facilitada por Pujal fue el punto de partida para los fiscales anticorrupción David Martínez Madero y Fernando Bermejo, de la mano de la titular del juzgado de instrucción número 33 de Barcelona, Elisabet Castelló, junto a los Mossos d’Esquadra. Iniciaron una investigación que duró dos años, con decenas de teléfonos móviles y fijos pinchados durante meses, seguimientos y pesquisas que revelan unas estrechas relaciones entre jefes policiales y responsables de los locales. La operación ha salpicado a una veintena de personas entre policías, empresarios y abogados que han desfilado por la Audiencia de Barcelona, con dos grupos de acusados claros: el del Riviera, con su dueño Antonio Herrero, y el comisario Luis Gómez; y el de Saratoga, con el director Carmelo Sanz y el exinspector Andrés Otero. Se enfrentan, con diferentes grados de implicación, a los delitos de cohecho, favorecimiento de la prostitución y coacciones, entre otros. En total, más de 290 años de prisión.
Nos íbamos de putas y pagaba yo”, contó en el juicio un confidente que intermedió en los pagos a un comisario
¿Pero quién, cómo y cuándo abrió la veda de la extorsión? “Para convencer a Carmelo y Raúl Pascual [encargado y dueño del Saratoga, respectivamente], Otero organizó una redada y se llevó a varias chicas”, contó el testigo Manuel Gutiérrez Carbajo a la Fiscalía. Él es otra de las piezas clave del caso, con tantos claroscuros como Pujal. Trajeado también, mucho más delgado que hace unos años, y con los brazos cruzados, espera las preguntas del Ministerio Fiscal y de las partes. Gutiérrez Carbajo es un veterano confidente policial, que dejó de serlo después de que su nombre se hiciese más que público al verse implicado en un caso en el que está imputado por narcotráfico junto a varios mossos que llevaron precisamente la investigación del Riviera y Saratoga, acusados de encubrirlo. Junto a Pujal, Gutiérrez Carbajo ofreció a la Fiscalía la información que necesitaban. Con un fuerte acento sevillano, a pesar de que lleva desde los 11 años en Barcelona, Carbajo repitió con voz alta y sin titubeos que durante cuatro años (de 2002 a 2006) hizo de intermediario en la entrega mensual de 6.000 euros al comisario Luis Gómez y al entonces inspector Andrés Otero por parte de los dueños del Saratoga. Un dinero que luego ellos se repartían. Posteriormente, los policías se enemistaron, y Gómez se quedó el Rivera; y Otero, el Saratoga, explicó.
Ese intercambio de dinero se hacía en su concesionario, en Martorell, por amistad con los policías, dijo. “Nos íbamos de putas y pagaba yo”, contó en sede judicial, con los dos hombres referidos sentados a sus espaldas. “Yo no sacaba nada de los sobres ni de las putas; solo les vendía los coches”. Su relación nació de un encuentro años antes con Otero, cuando le ayudó a atrapar a unos albanokosovares que robaron unos diamantes e intentaron vendérselos a él. Otero después pasó a la Brigada de Extranjería y allí, según Carbajo, intentó sacar provecho de los clubes de Castelldefels.
Puerta precintada del prostíbulo Riviera. / Marcel.lí Sàenz
Cuando el Saratoga se negó a pagarle una mordida, decidió dejarles claro lo que suponía no tenerle contento. El 5 de julio de 2002, Otero dirigió una operación que acabó con el responsable del local y 22 mujeres en situación irregular detenidas y con la suculenta información remitida a los medios de que el local disponía de ocho cámaras que grababan y almacenaban imágenes de las zonas comunes de los clientes. La estrategia surtió efecto, según la acusación, y se inició una fructífera relación en la que Gutiérrez Carbajo tuvo un papel importante, aunque no está acusado de ningún delito en la causa.
Nada queda hoy de aquella amistad. En el juicio, Gutiérrez Cabajo acusó a Otero de traficar con joyas robadas, y al encargado del Saratoga, Carmelo Sanz, de vender cocaína en el local a los clientes VIP. Y repartió también para otros policías, a los que no identificó, pero aseguró que cuando había redadas, los agentes y taxistas “se llevaban a las chicas a otro club y a pisos que tenían alquilados en Castelldefels”. Y además, denunció que ha sido amenazado por el comisario Luis Gómez, que supo de antemano de su colaboración con la Fiscalía y le amenazó con “desenterrar las armas”, en una cena que fue vigilada por los mossos ante el temor a represalias de Gutiérrez Carbajo.
Un inspector que pidió 3.000 euros al amo del Saratoga alega que se infiltró para destapar la trama de sobornos
La íntima relación de esos policías con los responsables de los locales queda patente en la multitud de conversaciones intervenidas, que constan en el sumario. Como una cena, en Cerdanyola del Vallès, entre Luis Gómez y Herrero, el dueño del Riviera. “Antonio, mira, que ahora he conseguido localizar a mi mujer [...] me dice que le encantaría saludarte, pero que si cenamos que sea a una buena hora”, le comenta Gómez. A esa cena, en mayo de 2008, acudieron los dos matrimonios, y después se sumó el hijo de Gómez, al que Herrero empleó en una de sus empresas, igual que a otra hija del comisario, que tenía como administrativa.
El comisario, exjefe de la Unidad contra Redes de Inmigración Ilegal (UCRIF), no negó la buena relación que mantenía con el dueño del local, que definió en el juicio como “relación muy humana”, y tildó de “favores” lo que el fiscal entiende que eran sobornos para evitar y avisar de las redadas, por lo que pide para él 17 años de prisión. Precisamente Gómez y Herrero se conocieron en una redada en 2003 en el Riviera, cuando Herrero, detenido, le contó al comisario que padecía ansiedad y claustrofobia, por lo que le trató con mayor delicadeza. Poco a poco, según ambos, nació una amistad. Gómez incluso le contó que su hijo padecía una enfermedad, y Herrero le consiguió una cita con un psiquiatra en Córdoba, le acompañó y, según el fiscal, le pagó los 120 euros que costó la consulta. Gómez admitió en el juicio que todavía hoy no sabe quién se hizo cargo del precio de aquella consulta.
Los locales recibían el aviso de los jefes de Extranjería y sacaban del local a las mujeres en situación irregular
En la causa, sin embargo, abundan muchas más conversaciones entre Sanz, otro de sus empleados y Otero. Los investigados se refieren a él —según los mossos— a través de múltiples motes: El Inmobiliario, El Pequeño, Mi Tío el Pequeño o El Amigo de Él. Y en esas llamadas telefónicas, los acusados hablan en diversas ocasiones de “catálogos”, “relojes” o directamente “regalos”, que es lo que la policía identifica como sobornos. Algo que lograron constatar en dos seguimientos de una cita en el bar Navia, en julio y en octubre de 2008. En las imágenes del local y de la cámara oculta tomadas por los mossos se aprecia cómo Sanz deja un sobre “de tipo bancario”, que Otero coge y se mete en la chaqueta. Para el instructor de la causa, el inspector Antoni Salleras, la “lógica aplastante” le dice que dentro del sobre había dinero, aunque no pudieron comprobarlo. En aquella época, la paz en los burdeles estaba tocando su fin. Y así quedó reflejado en una llamada del empleado Sanz al dueño del Saratoga al verse sorprendido por una redada de los mossos: “Ahora van a abrir los armarios de las mujeres, eh. Una por una, todos los armarios. Son los Mossos d’Esquadra. Tema de prostitución de menores y derechos relativos a los trabajadores”, le cuenta.
Es ya noviembre de 2008. La policía catalana ha actuado tras una denuncia de una trabajadora en situación irregular. Están a pocos meses de reventar la operación, y su inspección les sirvió para agitar el árbol y animar los teléfonos. “Estoy harto de hacer el tonto”, dirá Pascual, dueño del Saratoga, poco después, en referencia a los ya infructuosos pagos a Otero, según la policía.
Cuatro meses después, el 7 de marzo de 2009, cuando faltaban 10 minutos para las dos de la madrugada, decenas de mossos irrumpieron de forma simultánea en el Riviera y el Saratoga. En ese momento, en el Saratoga había 50 clientes, 52 prostitutas y ocho trabajadores; en el Riviera encontraron 164 mujeres, 60 clientes y 10 trabajadores. Durante varios días, dejaron que los teléfonos sonasen y, poco a poco, fueron deteniendo al resto de implicados.
En 2002, el Saratoga se negó a abonar una “mordida” y fue castigado con una redada contundente
Entre ellos, el inspector Abundio Navas, destinado en Extranjería, para el que el fiscal pide 22 años. Martín Pujal cargó las tintas contra él en su declaración. Este, a su vez, lamentó que sus jefes nunca le permitieran ponerle freno a Pujal (con un presunto currículo de extorsiones previas a este caso). En concreto, Abundio declaró que el ex jefe superior de Policía de Cataluña José Irineo tenía interés en que Pujal estuviese callado porque podía vincularle con la mafia rusa que cayó en la Operación Avispa, en 2005. Dio a entender ante el tribunal que Irineo conocía el funcionamiento de la trama, que falsificaba pasaportes, y lo permitió.
¿Se quedó la Operación Ilusionista solo en la punta del iceberg? Fuentes policiales lo afirman con rotundidad. ¿Qué llevó a Martín Pujal a delatar a los policías? Según algunas fuentes, su intención inicial era infiltrarse; otras afirman, en cambio, que fue la excusa que halló cuando le pillaron. ¿Y qué movió a Gutiérrez Carbajo? Los acusados por el confidente alegan que era enemigo de Otero y que quiso vengarse porque su exmujer fue despedida del Saratoga. En las conversaciones de café, hay quien saca a relucir infidelidades, desencuentros, egos, poder... Incluso una lucha sin cuartel entre cuerpos policiales. Cuestiones, todas ellas, ya solo pendientes de una sentencia.

viernes, 13 de julio de 2012

Jornades de la Oficina Antifraude de Cataluña

Los días 11 y 12 acudí a las Jornadas organizadas por la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona y la Oficina Antifraude de Catalunya : Compromiso ético y lucha contra la corrupción: la Catalunya del siglo XXI. Desde que decidí embarcarme en la lucha contra el estigma de la prostitución, pedir los derechos civiles, de ciudadanía de las personas que ejercemos la prostitución no sólo me documento y sigo investigando sino que me formo acudiendo a todas las jornadas que están vinculadas con la realidad social de la prostitución en España.
Primero explico la anécdota. En la Aula Magna de la Facultad de Derecho caben 300 personas, y apenas se llegó al centenar, mayoría aplastante de hombres con traje y corbata, los ponentes 25 hombres y 5 mujeres, seguro que algunas de mis amigas de ciertas corrientes feministas dirían aquello de sexistas, pero personalmente me alegro de que sean hombres ya que mayoritariamente los corruptos son del sexo masculino -aunque también hay mujeres y seguro que las compañeras sentimentales son cómplices y se benefician de los delitos de sus compañeros. En esto yo no quiero la igualdad. 
Ahora lo relevante y lo que a mi me interesaba principalmente que son los niveles de corrupción y blanqueamiento de dinero en la prostitución.
No es ningún secreto que prácticamente todos los clubes, pisos y personas que ejercen en las calles tengan que pagar la tasa de protección, a agentes corruptos de la policía. Pregunté como se podía denunciar esto son poner en peligro la integridad f´sica. Y el comandante y Jefe de la unidad orgánica de la Policía Judicial  me dejó muy claro que se puede denunciar protegiendo la entidad porque hay protocolos de actuación que permiten iniciar la investigación y su mensaje fue contundente: dejar de tener miedo y romper la "LEY DEL SILENCIO" . Se puede acudir a Fiscalía, al Juzgado de Guardia, a alguna comisaría y pedir una entrevista privada exponiendo los hechos, incluso al defensor del Pueblo. Así que cualquier persona que sepa seguro que se está cometiendo este delito que deje de tener miedo y de a conocer estos hechos.
Finalmente, me quedó un sabor agridulce porque sobre la mesa parece todo fantástico, los oí hablar  y pensé que bien tenemos una oficina antifraude que luchará para evitar todos estos delitos, pero aún falta mucho porque de nada sirve que se acuse a Rodrigo Rato, se le lleve a juicio, se le condene si luego porque es amigo de quién es un simple consejo de ministros con un decreto de Ley le indulta pasándose por el forro las decisiones de un tribunal. Si Montesquiu levantara la cabeza de daría de todo.¿dónde está la separación de poderes de una democracia sana? 
El Flamante director de la Oficina Antifraude es este señor:



Daniel de Alfonso, director de la Oficina Antifraude de Cataluña, tiene tan claro que Eurovegas es "la mejor inversión que pueda haber ahora mismo en el país" que sólo ve beneficios en el proyecto. "La gente que vendrá a dejar su dinero en el casino tiene una capacidad económica muy alta y no querrá prostitución en las calles, o drogas o delincuencia. Habrá mucha seguridad en los dos o tres kilómetros que tenga la avenida del recinto", explicó de Alfonso, que considera Eurovegas como "una inversión eterna" ya que "todo el mundo quiere ir algún día a Nevada".
Entre los beneficios del proyecto, el director de Antifraude comentó, a título personal, que será una "gran inversión" por los "impuestos derivados del juego", además de que creará puestos de trabajo "estables y fijos" tanto directos como indirectos. Preguntado sobre una de las principales críticas de los contrarios a Eurovegas, la relación entre el juego y el blanqueo de capitales, de Alfonso recordó que el dinero "no tiene color" y que la persona que cometiese este delito "tendría el problema en su país no en el nuestro ya que no preguntamos de donde sale el dinero". Pese a esto matizó que se ayudaría al país de origen a perseguir un delito y admitió que los casinos son "un foco de atracción" del blanqueo de capitales aunque "no todo el mundo que juega lo hace".
El director de la Oficina Antifraude, que ha insistido que hacía estas reflexiones a título personal, se ha mostrado convencido de que Eurovegas no será un polo de atracción para prostitutas y delincuentes, como también sostienen los críticos con el proyecto. También considera que el complejo no potenciará la creación de un foco de corrupción local, ya que pese a que ahora se puede generar una venta de terrenos y originarse una cierta "especulación", será "sólo al principio", ya que cuando Eurovegas esté construido ya no habrá problemas. Por eso considera que será un proceso "transparente" y recordó que Antifraude no ha elaborado ningún estudio sobre esta instalación ya que no afecta a instituciones públicas.

jueves, 28 de junio de 2012

Jornades 'Compromís ètic i lluita contra la corrupció'

  1. Quins nivells de corrupció tenim a casa nostra que permeten i són cómplices de la Trata d'Éssers Humans? La corrupció i la manca d'ética són ingredients bàsics per mantenir el 2on negoci més lucratiu del món!
    Jornades 'Compromís ètic i lluita contra la corrupció'

    Quant n'és d'allargada l'ombra de la corrupció?

    La resposta la teixiran a diferents taules rodones, investigadors, jutges, fiscals, polítics i membres de la policia com ara el comissari Josep Lluís Trapero, cap de la Comissaria General d'Investigació Criminal.

    Aquestes jornades han estat organitzades per l'Oficina Antifrau i es desenvoluparan a l'Aula Magna de la Facultat de Dret de la Universtitat de Barcelona, els d...ies 11 i 12 de juliol.

    Es prega confirmar assistència a:
    escolapostgrau.dret@ub.edu
    o al telèfon 934 037 658


    Es lliurarà un certificat d'assistència als inscrits abans del 6 de juliol.

    Més informació al següent enllaç: http://ves.cat/bfJq 
    Ver más

jueves, 29 de marzo de 2012

Casos Riviera y Saratoga. La corrupción de funcionarios públicos en la prostitución en España

Es tardando mucho este juicio. Aunque España, de momento no es de los países más corruptos, la cuestión es que hay. La prostitución mueve mucho dinero, efectivamente pero va a parar a manos de estos individuos. Los prostíbulos han de "pagar" para evitar redadas. En la noticia dice que se pagaba para  favorecer "la prostitución ilegal y con menores en los prostíbulos"... A ver ¿de verdad es creible esto? So yo fuese propietaria de un burdel -y más siendo de la envergadura del Riviera y Saratoga-  lo que menos me pasaría por la cabeza es tener menores y inmigración ilegal -que no prostitución ilegal- . Los balances del 2009 y 2010 del Plan Nacional de lucha contra la trata y las memorias de las ongs que dan asistencia a las personas que ejercen, demuestran que mujeres ejerciendo la prostitución en situación ilegal y menores de edad es un porcentaje muy pequeño.
Personalmente espero que la JUSTICIA haga bien su trabajo y estos presuntos delincuentes cumplan con las penas,  que la corrupción  tenga consecuencias. Y espero, también que se detengan a más, porque está pasando en toda España y no sólo en los burdeles sino también en las calles y en pisos, donde hay que pagar para poder ejercer tranquilamente.



EL PERIÓDICO / Barcelona
La Fiscalía Anticorrupción solicita penas de 16 a 44 años de prisión para altos cargos del Cuerpo Nacional de Policía de Barcelona, acusados de integrar un grupo mafioso y corrupto que entre el 2002 y el 2008 se aprovechó de su mando, su poder e información privilegiada para, a cambio de dinero y especias, favorecer la prostitución ilegal y con menores en los prostíbulos Saratoga y Riviera de Castelldefels. La acusación pública reclama penas de cárcel para un total de 20 imputados, entre propietarios de los clubs de alterne, abogados y un funcionario del Ayuntamiento de Barcelona

Club Saratoga ARCHIVO
Los clubs Riviera y Saratoga, en Castelldelfels, involucrados en la trama de corrupción. ARCHIVO
Dos mossos trasladan a uno de los detenidos, en el 2009. ARCHIVO / RICARD CUGAT

El extenso escrito de la fiscalía, de 62 páginas, resume una de las investigaciones contra la mafia policial más complicadas de los últimos años en Catalunya y que puso en evidencia hasta qué punto la corrupción se había enquistado en algunos despachos de responsables policiales en Barcelona. Durante años, la titular del Juzgado de Instrucción número 33 de Barcelona, Elisabeth Castelló, dirigió una compleja operación en la que se vieron salpicados comisarios, inspectores jefes, agentes, dueños de prostíbulos, abogados, y hasta un funcionario municipal. Tras meses de seguimientos, escuchas telefónicas y la colaboración y declaración en la fiscalía anticorrupción del confidente policial Manuel Gutiérrez Carbajo, los Mossos d'Esquadra pudieron determinar que entre el 2002 y el 2008, el Riviera y el Saratoga, cerrados por orden judicial, funcionaban gracias a los chivatazos policiales, que evitaban que durante las redadas fueran descubiertas menores y mujeres sin papeles que ejercían la prostitución en los locales.
NEGOCIO LUCRATIVO / El escrito, del fiscal Fernando Bermejo, revela cómo el negocio era tan «lucrativo» para algunos policías corruptos, que algunos se fueron sumando a un pastel que terminó cuando los Mossos d'Esquadra se hicieron cargo de la seguridad ciudad de Barcelona, y empezaron a ocuparse también de algunas redadas en los prostíbulos.
Para el comisario Luis Gómez González, la fiscalía solicita hasta 21 años de cárcel por los delitos de favorecimiento de la prostitución, asociación ilícita para delinquir o delito de dirección de organización criminal, cohecho pasivo y revelación de secretos. Sin embargo, para el policía que más pena reclama es para José Javier Martín Pujal, inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía de la Brigada de Extranjería, para quien reclama 44 años de cárcel por siete extorsiones y un cohecho pasivo. Para los responsables de los prostíbulos, las peticiones alcanzan hasta los 23 años.
El escrito también hace mención a un grupo de abogados de Barcelona, a los que pide penas de cinco a 20 años, porque a juicio del fiscal y los investigadores estaban compinchados con un inspector de policía para que contrataran sus servicios cada vez que se producía una redada o inspección en un prostíbulo. Unos servicios que a criterio del fiscal se cobraban con la excusa de minutas altísimas que se repartían entre los abogados y el funcionario corrupto.
El escrito detalla citas en las que los policías reciben importantes cifras de dinero. Cuenta cómo los dos hijos adolescentes del comisario Luis Gómez recibieron durante años una asignación mensual por parte de los dueños de los prostíbulos y cómo se financiaron operaciones de estética de familiares de algunos policías imputados.