viernes, 25 de septiembre de 2015

Falacias "ad hominem" de algunos argumentos abolicionistas.

Argumento que utilizan las abolicionistas para anular, mis conocimientos sobre prostitución y cuestionarme como persona: "Montse es una puta de lujo" :-D

1º Ojalá fuera de lujo porque mi tarifa sería de 600 euros la hora, para arriba, y me estaria codeando con la élite política y social y podría aprovecharme de estos contactos para obtener unos recursos que ahora no están a mi alcance, y en segundo lugar hasta el año 2004 yo estaba en la prostitución, tirada, la de tarifas bajas, 40,50,60... euros, y mis primeros cinco años dependieron de proxenetas, 62 lugares diferentes.(No fue hasta que tuve algo de estudios y cultura que subí las tarifas, es decir solo llevo 11 años, en las tarifas un pelin más altas). Es decir, todos mis conocimientos reales y tangibles anulados porque "soy de lujo". Así de fácil es manipular...


Las falacias lógicas corrientemente utilizadas por los activistas anti-trabajadorxs sexuales

por Furry Girl

28.11. 11


Si hay algo que el movimiento Occupy nos ha enseñado, es que hay un montón de gente con muy poca comprensión de la lógica. Por ejemplo, la respuesta más frecuente a mi desacuerdo con Occupy es algo como “Oh, entonces ¿te gustan los estados policiales fascistas?” o “¿Por qué odias a los pobres?”. Esto se llama falsa dicotomía —crear dos falsas “orillas” y hacer como que el oponente sólo tiene dos opciones. (Otro ejemplo: la gente que proclama que o eres feminista o eres misógina, y que no hay otra opción).
Para ayudar a mis lectores a comprender mejor las falacias lógicas más frecuentes, de forma que sean mejores polemistas y pensadores, he pensado que podría ilustrarlas usando los argumentos con los que solemos tener que lidiar como trabajadoras sexuales. Mi reconocimiento a las siguientes fuentes: The Skeptic’s Guide to the Universe y Michael C. Labossiere at Nizkor.
Argumento de la ignorancia : afirmar que algo tiene que ser cierto porque no se puede probar que sea falso.
“No hay buenos estudios acerca de cuántos niños esclavos sexuales son torturados por chulos y tratantes en nuestra ciudad, así que tenemos que suponer que deben ser decenas de miles.”
Apelación a la popularidad: argumentar que si una creencia es general, tiene que ser cierta.
“Todo el mundo sabe que mirar porno convierte a los hombres en violadores y maltratadores.”
Relacionada: Apelación a la práctica común.
“De acuerdo, quizá nuestras estimaciones de cuántos hombres violan a sus mujeres después de ver pornografía no son perfectas, pero la sociología no es una ciencia exacta.”
Argumento de incredulidad personal: si alguien no puede entender una cuestión, nadie puede entenderla.
“Para mí sería extremadamente degradante y opresivo mostrar mi cuerpo a un extraño por dinero;  por tanto, es imposible que tú no te sientas degradada y oprimida por tu trabajo.”
Pregunta cargada: hacer una pregunta con trampa que sólo admite respuestas que harán que tu oponente parezca malo.
“¿Siempre has creído que violar a la gente por dinero es algo aceptable?”
Argumento de autoridad: una supuesta autoridad cree algo, así que tiene que ser cierto.
“Muchas profesionales feministas con doctorado creen que todo trabajo sexual es esclavitud sexual, así que esa tiene que ser la posición correcta.”
Confundir intencionadamente correlación y causa: que dos factores ocurran simultáneamente no significa que uno sea la causa del otro.
Ted Bundy admitió que le gustaba la pornografía; por tanto, la pornografía fue la causa de que asesinara personas.”
Culpa por asociación: despreciar una opinión porque tiene algo en común con las creencias de gente “mala”.
“Los predadores sexuales y los proxenetas desean que haya menos leyes que regulen la industria del sexo; ¿por qué estás tú de su parte?”
Pista falsa: introducción de un tema irrelevante para distraer del tema del que se está tratando.
“Claro, tú dices que estás a favor de que los adultos tengan el derecho a realizar porno si quieren, pero qué pasa con los niños indefensos que son violados y víctimas de abusos en la producción de pornografía infantil?”
Falso continuum: alegar incapacidad para ver ninguna diferencia entre dos conceptos, tales como consentir y no consentir.
“Cuando hay dinero por medio no existe el auténtico consentimiento, así que nadie consiente de hecho en el trabajo sexual y todo él es violación.”
Sobregeneralización: defender una postura basada en una información muy escasa o muy escogida.
“Las únicas prostitutas que he conocido en mi ciudad son drogadictas que trapichean en los barrios bajos, así que todas las trabajadoras sexuales deben ser drogadictas vagabundas.”
Apelación a las consecuencias de una creencia: algo tiene que ser cierto porque a alguien no le gustan las consecuencias de que no lo sea.
“Despenalizar la prostitución tiene que ser malo para la sociedad, porque yo odiaría vivir en un mundo en el que la sexualidad fuera aceptada como una mercancía.”
Falsa dicotomía: reducir una cuestión compleja a sólo dos opciones de blanco o negro.
“Dices que estás en contra de prohibir los anuncios de contactos. ¿Cómo puedes pensar que sea aceptable que los proxenetas trafiquen con niños esclavos sexuales?”
Falacia del verdadero escocés: desestimar las pruebas que no son de tu agrado diciendo que no son auténticas.
“Las trabajadoras sexuales son oprimidas y golpeadas por sus chulos en la calle, así que tú no debes ser una auténtica trabajadora sexual. Tú no eres representativa.”
Apelación a la emoción: argumentar basándose en los sentimientos.
“¿Te gustaría que tu hija fuera vendida a un proxeneta en internet? ¡A menos que detengamos la trata, tu familia podría ser la próxima!”
Falacia de la conclusión equivocada:.un argumento carente de todo sentido.
“Este club de strip debe ser cerrado porque hay una escuela unas manzanas más allá.”
Nitidez engañosa: recurrir a un ejemplo especialmente dramático.
“Una niña de 13 años fue rescatada por la policía tras haber sido secuestrada y forzada a punta de pistola a prestar servicios sexuales a cientos de hombres para ganar dinero para su secuestrador, que la violaba y la golpeaba con regularidad. Por tanto, cualquier situación que conlleve venta de sexo es inherentemente una situación de explotación”.
Pendiente resbaladiza: pretender que si aceptas la idea A, tienes que aceptar también la idea  B.
“Si despenalizamos el trabajo sexual y aceptamos su práctica como normal, después tendremos que hacer lo mismo con otras formas de desviación sexual, como la pedofilia y el bestialismo.”
Falacia del hombre de paja : rebatir una postura imaginaria que es más fácil de rebatir que el tema real.
“Estos activistas pro-trata piensan que la esclavitud sexual es una opción, pero nosotros creemos en los derechos humanos y la dignidad de las personas.”
Punto medio : la creencia de que la verdad está en el medio.
“Algunas personas dicen que mirar pornografía de adultos hace que los hombres violen a los niños, y otras dicen que eso no es cierto en absoluto, así que la verdad es, obviamente, que mirar pornografía sólo hace que los hombres violen niños la mitad de las veces.”
Tautología: reformular la premisa como su propia evidencia.
“El trabajo sexual es degradante y malo porque cobrar por sexo es inmoral.”
 Ad hominem : ataque a la persona, no al argumento.
“Y tú, ¿qué sabes de nada? No eres más que una estúpida puta.”
Poste de la portería en movimiento:  cambiar continuamente el modo en el que defines la evidencia o la correción según el oponente va desmontando tus argumentos.
“De acuerdo, puede que no haya 300.000 niños esclavos sexuales en Estados Unidos como hemos estado diciendo en todos nuestros medios subvencionados, pero incluso si sólo hubiera tres, sigue siendo un problema masivo que justifica tantas donaciones y subsidios.”
[Actualización: Si eres un friki de las falacias mira  esta preciosa infografía en  “Information is Beautiful”.]

 https://elestantedelaciti.wordpress.com/2012/05/11/las-falacias-logicas-corrientemente-utilizadas-por-los-activistas-anti-trabajadorxs-sexuales/

jueves, 25 de junio de 2015

Artículo de opinión de Marta Braña Villanueva




Marta Braña Villanueva. Feminista, animalista y psicóloga

Se ha abierto el debate sobre la prostitución y todo el mundo toma posición: legalizarla o abolirla.

El feminismo, como en otros temas de interés, también está dividido:
A un lado tenemos a quienes quieren legalizarla reclamando la libertad de cada mujer para hacer con su cuerpo lo que quiera. Y al otro quienes defienden que la prostitución es el hijo del patriarcado y las prostitutas son mujeres sin escapatoria.
En esta última postura he encontrado realmente interesantes los argumentos de Beatriz Gimeno:
La prostitución tiene que ver con la igualdad y no con el sexo. Los hombres no compran un cuerpo, ni sexo, sino una fantasía de dominio y masculinidad tradicional.

La prostitución está rodeada de violencia en todas sus etapas, desde la captación hasta la trata, la explotación laboral y sexual y las prácticas cotidianas. Si hay un grupo de mujeres contra las que la violencia de género se manifiesta en todo su dolor y desigualdad, estas son las prostitutas. Si hay un asesinato de género, un feminicidio paradigmático es este. Porque la prostituta es, en realidad, la mujer sin escapatoria. Es, además, una mega industria global (es la segunda industria mundial e implica a unas 40 millones de mujeres en todo el mundo) y, como sabemos, el que vende y el que compra, en el capitalismo, no están nunca en situación equiparable. Los pobres se ven obligados a (mal)vender a los ricos lo que estos determinan, una clase pequeña intermedia puede sacar ciertos beneficios y una minoría empresarial es la que definitivamente se enriquece. Y si todos los mercados son desiguales, los que atañen al género son doblemente desiguales.

Su crítica a la legalización de la prostitución es, sin duda, un soplo de aire fresco, pero no acaba de llenar mis pulmones. Entiendo perfectamente que tras el negocio del sexo esté el heteropatriarcado capitalista que establece relaciones desiguales. Pero en realidad el patriarcado, el machismo y el capitalismo están detrás de cada una de nosotras, de cada trabajo, de cada relación, de cada negocio. Y no veo que pidan abolir otras profesiones.
Entiendo el horror que supone la trata de personas, la violencia que ejercen las mafias sobre las mujeres que siendo engañadas se prostituyen sin escapatoria. Pero no podemos entender como sinónimos prostitución y trata de mujeres porque estaremos mezclando dos realidades distintas como si fueran una misma, dejando al desamparo las auténticas causas y soluciones a la violencia.

Y también entiendo que se ponga en duda la libertad de elección cuando la situación personal de muchas trabajadoras del sexo roza la desesperación. Pero son muchas las personas abocadas a decisiones desesperadas, a trabajos denigrantes, llenos de violencia y desamparo y la sociedad sólo se pone de acuerdo en rescatar a las prostitutas. ¿Por qué la sociedad tutela con tanta facilidad a las mujeres? ¿Acaso nuestra libre elección está tan alienada por el machismo como mis pensamientos?

Siento que no, siento que el problema de este debate está en querer matar al perro para acabar con la rabia. Y así, sólo acabas con los perros. De modo que abolir la prostitución no va a acabar con el machismo, el capitalismo, la violencia y las mafias. Sólo va a cambiar el escenario.
¿Es de locos pensar que una prostitución feminista pueda existir?

Que hombres y mujeres puedan tener relaciones sexuales libres e igualitarias a cambio de dinero. Que las relaciones de poder sean sólo un juego erótico entre iguales. Que los recursos del Estado se centren en eliminar las mafias que violan los derechos y libertades de las mujeres y no en decidir por nosotras. Que los políticos y las políticas en lugar de querer rescatar a las desesperadas, eviten que se den las situaciones de desesperación. Que las mujeres dejemos de ser un colectivo al que tutelar.

Es difícil, pero no de locos.
Es más fácil prohibir que crear.
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viernes, 12 de junio de 2015

Cuando las putas defendieron sus derechos humanos

“Estamos aquí, y ahora ya no nos moverán”. Todas las mujeres presentes saben que, a partir de este momento, su problema aparecerá por fin en primera plana; que será discutido. Que podrán expresarse. Se ha roto el muro del silencio. Es una primera victoria indiscutible, se leen sonrisas en los rostros. ( Artículo titulado “Chicas alegres en la casa del Señor” que fue publicado en el periódico francés Liberación el día 3 de junio de 1975)”.
El 2 de junio de 1975, periódicos reconocidos y durante varios días después hicieron resonancia a la protesta que llevaron a cabo entre 100 y 150 mujeres prostitutas en una de las principales iglesias del centro de Lyon: la iglesia de Saint-Nizier. En una rueda de prensa, se comunicó el primer informe
En ese momento estas mujeres representaban casi un tercio de las prostitutas que vivan en Lion; la tercera ciudad de Francia. Apelaron al presidente de la republica Valéry Marie René Giscard d'Estaing reclamando el derecho a lucrarse libremente del ejercicio  de su sexualidad sin tener que pagar multas. “Nos dirigimos al presidente de Francia. Por lo  tanto, presidente de las prostitutas y también al secretario de estado en asuntos de la mujer para que intercedan ante la policía”.
Frontalmente señalaron a la policía de “represión improcedente”.
En Francia no era delito la prostitución pero sí ofrecer el servicio en el espacio público. Las prostitutas que hicieran gestos provocadores y pretendieran seducir a clientes al ser pilladas por primera vez serian detenidas y multadas por la suma de 160 francos. En caso de reincidencia la multa ascendería a 2400. 
Instaladas dentro de la iglesia convirtieron en bar la sacristía. El párroco se pronunció: “He recibido una avalancha de llamadas telefónicas con opiniones encontradas. Algunas demostrando solidaridad con las mujeres de vida fácil y otras llamándoles judas e incluso demonios”.
Tras las declaraciones estas mujeres enviaron una carta dirigida al arzobispo de Lion monseñor Alexander Renard esto es parte de lo que expresaron: “La gente quedara sorprendida probablemente, y usted también, pero ¿Pueden pensar los católicos que hay mujeres sucias y que una iglesia no puede servir de refugio para las prostitutas? 
Las autoridades eclesiásticas no hicieron el menor esfuerzo para expulsar a las prostitutas del templo.
Y como era de esperarse, algunas semanas después de iniciada su manifestación las prostitutas francesas fueron sacadas de la casa del dios católico literalmente del cabello y a porrazos, a manos de respetables policías católicos en nombre del deber.
Este 2 de junio de 2015 tuvo lugar una celebración en Lyon para recordar a estas heroínas, 40 años después. Me agrada saber que ya se puede hablar de un movimiento social  por “las putas del mundo”.
Pese a que en Europa insisten en proponer leyes retardatarias que regresan a las mujeres prostitutas a las habitaciones secretas, organizaciones como Hetaira hacen resistencia para que  no se retroceda en lo ganado y se avance en la búsqueda de justicia social  para estas mujeres.
Movimientos internacionales de diferentes rincones del mundo nos sumamos a esta conmemoración. En Colombia el colectivo PARCES ONG rechaza la violencia que ejerce el Estado contra las personas que ejercen el trabajo de la prostitución.
Mi postura siempre ha sido concreta. Abiertamente he dicho que toda mujer es putamente libre. He reafirmado expresando que nuestra dignidad no está ligada a lo que hacemos o dejamos de hacer con nuestra vagina. Es por eso que desde los  lineamientos de Feminismo Artesanal unidas afirmamos: “Putas y Santas rechazamos frontalmente la discriminación, el abuso, y la exploración de las mujeres exigimos que ninguna sea desamparada ni violentada por el Estado. Todas las mujeres, Todos los derechos y todas son todas.” Defendemos el  derecho a vivir sin miedo de cada versión de mujer.
+ Ideóloga Feminismo Artesanal
 http://www.elespectador.com/opinion/cuando-putas-defendieron-sus-derechos-humanos
  • María Candela | Elespectador.com

Prostitución no es sinónimo de trata.

 Foto de AMMAR, asociación de meretrices de Argentina


Aunque no sea creible, somos muchas, muchas más las mujeres que ejercemos la prostitución, como estrategia de supervivencia, auqnue sea en condiciones duras, nos compensa porque podemos ganar mucho más dinero que en otros trabajos mal pagados y precarios, eso no es trata. Trabajar en un prostíbulo en condiciones duras, compensa más que trabajar en otras fábricas, eso no es trata.y además hay situaciones de explotación porque no se reconoce que ejercer la prostitución es, para nosotras trabajo. Todo lo duro que queráis, pero trabajo.

Trabajo sexual es trabajo.

Ser migrante y ejercer la prostitución en un prostíbulo, aunque duro, no quiere decir que se esté en situación de esclavitud.

Ejercer la prostitución, no es lo peor que le puede suceder a una mujer. Hay millones de situaciones en otros contextos que son mucho peores y sí que son esclavitu, como en el contexto de la institución del matrimonio, donde muchas, muchas más mujeres etán sufriendo violencia, por parte de su pareja, dónde muchas mujeres son asesinadas.

Un testimonio entre muchos otros.

"YO ERA TAN BONITA o la vida con el malamor.
Hoy, una vez más, me he emocionado. Hoy, otro día más, me han contado una historia de vida de las que nutren las páginas de muchos libros en las estanterías de las tiendas y las camas de nuestros barrios cercanos.
Ella viene en silla de ruedas.
Ella tiene 70 años, ella es hemipléjica y diabética. Ella tiene otros graves problemas de salud.
El empuja la silla detrás, silencioso y con un cansancio oceánico del color de sus ojos.
Al entrar en el despacho observo que ella me hace gestos con la cara mientras él habla acerca de una nimiedad burocrática. Algo me mueve a reaccionar preguntándole si quiere estar a solas conmigo en el despacho; asiente con la cabeza y le pido a él que salga.
Cuando estamos las dos me dice: "no puedo más, no lo soporto". Y me explica con palabras entrecortadas por su dificultad en hablar lo siguiente:
"Yo tenía catorce años. Era muy bonita y muy inteligente. El era de mi pueblo y a mi no me gustaba nada, pero insistía mucho. Mucho.
Me decía que me quería tanto que si yo no me casaba con él, se mataría. Mi madre y las vecinas me animaban a que formara una familia con él, pero yo quería estudiar.
Así estuvimos siete años. Siete años en los que no me tocó ni un pelo (aquí enfatiza mucho), pero no por nada, sino porque a mi no me gustaba.
Tanto insistió que empecé a verle guapo y no mal hombre, pero nunca estuve enamorada. Empecé magisterio y me dejé convencer para abandonar la carrera y casarme, con la promesa de continuar después de casada. Eso nunca pasó.
Tardamos en tener hijos porque yo no quería tener intimidad con él, así te lo digo, me comenta. No quería que me pusiera la mano encima.
Hemos tenido una vida llena de discusiones y peleas. El me buscaba y yo no quería; él me guarda rencor y me suelta cosas horribles porque dice que yo nunca he mirado por él.
Y ahora, María, tengo 70 años, no me puedo valer, tengo una pensión de 389 euros y no quiero estar con él.
Y yo le digo con énfasis: ¿y usted qué quiere?¿ qué quiere hacer con su vida?
Yo, morirme.
Solamente morirme. He perdido mi vida y aunque tengo dos hijos a los que quiero mucho y temo su reacción, no deseo vivir.

Me acerco a ella y le digo que no puedo ayudarla a morirse mientras le acaricio el brazo y le doy un kleneex. Y me dice entonces, entre hipidos, ¿puedes ayudarme a separarme? No quiero verle más ni que me toque. Sé que él no me va a dejar que me vaya.
Al salir con ella de la sala donde la atiendo, entra su marido con cara de miedo y desconcierto. Tiene los brazos apretados en el pecho y mucha rigidez en el cuerpo.
Le digo que se siente y le pongo al tanto de la situación con mucho tacto.
Me mira con los ojos azules muy abiertos y me dice:
- Ya sé que ella se quiere ir.
- Yo lo único que quiero es que ella me quiera. Y mi pena es que me voy a morir sin que pase.
Trago saliva. Cierro la puerta del despacho. "


"Nadie avisa una puta" por Samanta Villar, relatos de vida de prostitutas.

Me complace comunicaros que la periodista Samanta Villar, acaba de publicar un libro, en el que recoge varios relatos de prostitutas, entre ellos el mío. "Nadie avisa a una puta". Lo ha escrito sin nada de amarillismos, historias reales. Muchas gracias Samanta Villar, te deseo todo lo mejor y que sea el principio de tu incursión literaria.



 http://cadenaser.com/programa/2015/06/11/hoy_por_hoy/1434018205_808324.html

En casa dicen que salen a comprar el pan, así que algunos hombres llegan corriendo al piso de Tania, al mediodía y con la barra debajo del brazo, y piden que el trabajo sea rápido. Su historia contrasta con las de quienes van más tranquilos, por la noche, y conocen a las chicas una a una antes de elegir; desde luego, también con las de las jóvenes que quieren ser las últimas en presentarse a los clientes, ya que estos suelen olvidar los nombres que escuchan en primer lugar. Nadie avisa a una puta es el primer trabajo literario de Samanta Villar y, como los vaivenes de aquel local de citas, recoge siete relatos periodísticos sobre el mundo de la prostitución.
De sus protagonistas, solo una se ve acosada por la trata. Las demás muestran un paradigma al que estamos desacostumbrados: la de las mujeres que venden su cuerpo voluntariamente, aunque también en este otro caso haya vivencias muy dispares. Desde la escort de lujo que gana 3.000 euros en una hora, hasta las chicas que nunca desbancarán a la preferida del piso compartido; ese al que los parados llegan los días 10 y los jubilados, los 25. "Las condiciones obligan a todos a coger trabajos que no queremos. No solo a nosotras", anota Montse Neira, prostituta especializada en las personas con discapacidad.


A los cincuenta, y contra su propio pronóstico, sigue trabajando, ya que su cartera de clientes envejece con ella. Está licenciada en Ciencias Políticas, cuenta con un posgrado y su discurso figura en su libro, Una mala mujer. Se asomó al sexo por dinero cuando se vio con hijos, sin trabajo y rodeada por las deudas, pero no lamenta nada; y tras quince años ocultándose a su familia, decidió dar la cara, contar al mundo lo que era y cultivarse hasta derribar todos los estereotipos. Fue un coloquio sobre la abolición de su trabajo lo que le llevó a sacar la bandera: "Me sentí insultada por mujeres de la élite, de la burguesía catalana, que decían protegerme".

"Si hay talleres clandestinos, no se prohíbe la industria textil. Si hay trata, se critica la prostitución", recuerda Villar. Las desigualdades en el mercado del sexo son abismales, así como apartan a mujeres y hombres de los derechos laborales que el Estado, en principio, concede a otras profesiones. Con todo, "las prostitutas son mujeres adultas y con voluntad", agrega la periodista, que también menciona las ventajas de incorporar este agujero de dinero b a la economía en blanco. Las Cortes no han siquiera amagado con sacar a la prostitución del vacío legal, ni en un sentido ni en otro.
Neira trabaja como autónoma, gracias a la casilla de servicios personales,  y explica que ofrecer una parte de su cuerpo no le desagrada más que otros trabajos. Sí reconoce que el contacto con los clientes conlleva una carga emocional de la que, a veces, le cuesta desprenderse. El título de la obra, Nadie avisa a una puta, alude al día en que supo que uno de sus clientes, al que le unían años de encuentros, había muerto. Ella conocía a sus amigos, pero ninguno se acordó de contárselo. La palabra puta es usada, por muchas de sus compañeras, como bandera por la dignificación de su trabajo.

martes, 19 de mayo de 2015

Curiosa confidencia de una víctima de la 'Trata de blancas', año 1908...

Paul Robin

La mujer pública

Precio 5 cénts.
Barcelona
Biblioteca de «Salud y Fuerza»
Plaza Comercial, 8 (Borne)
1908
 

La mujer pública

Digan lo que quieran las gentes preocupadas, nuestra profesión es análoga a la de todos los trabajadores. Nosotras nos esforzamos y nos consumimos produciendo amor para los que vienen a comprárnoslo, lo mismo que nuestras hermanas las llamadas virtuosas, se consumen cosiendo, tejiendo, frotando madera o metales o sufriendo la fatiga y la humillación del servicio doméstico.
A los que osan decir que nuestro producto no es útil, podemos probar que lo es tanto o más que los vestidos, el calzado, el mobiliario, sólo considerando que fue y es universalmente pedido, mientras que la mayor parte de los humanos han vivido y viven casi desnudos y sin muebles.
Nuestra profesión sufre la concurrencia de las mujeres legítimas. La principal diferencia entre estas profesiones consiste en que nuestras concurrentes trafican al por mayor y nosotras al menudeo. Nosotras vendemos nuestra mercancía a todo el mundo; ellas la suministran a un contratista vitalicio, aunque sea tan repugnante siempre como nos lo parezca breve rato alguno de nuestros clientes.
Dicen que su mercancía es mejor que la nuestra; puede dudarse de ello al ver el número considerable de casados que vienen a pedirnos lo que probablemente su legítima no ha podido suministrarle.
En general, las aspirantes al matrimonio tienen en tan poca estimación su propio valor, que en lugar de [2] hacerse pagar lisa y llanamente como nosotras, se ven obligadas a presentar un dote, es decir, una cantidad para darse de balde y con dinero encima. Su valor es, pues, negativo, menor que nada,
Es verdad que eso, verdadero en el fondo, resulta una apariencia en muchos casos, porque la casadera bien dotada cuenta siempre gastar mucho más para sus necesidades y caprichos que lo que representa el capital que aporta.
Se nos acusa de rapaces; se detallan, para vilipendiarnos, las astucias a que hemos de recurrir para sacar de clientes mezquinos la remuneración de nuestro trabajo; pero las mujeres legítimas no son menos astutas y rapaces; con la circunstancia de que emplean los mismos medios y aun otros más violentos para sacar dinero a su supuesto cliente único: en realidad roban impunemente.
Espantados de los escándalos que producirían esos hechos tan frecuentes, si se diese la publicidad de los tribunales a una parte de ellos, los legisladores, conservadores de la sociedad y de su buena fama (?) no reconocen el robo doméstico.
De vez en cuando se da el espectáculo grotesco de castigar infelices por complicidad en un acto culpable cuyo principal autor no puede ser procesado; pero en cambio es de ver la cómica indignación y la virtuosa ferocidad con que se castiga a aquella de entre nosotras que se alarga a buscar un suplemento de honorarios en el bolsillo de un repugnante borracho a que se ha visto precisada a entregarse.
Nuestro salario en pago del trabajo realizado, o el importe de la mercancía vendida, se paga al contado, y si, con razón o sin ella, el cliente no queda satisfecho, no vuelve más. Nosotras, las despreciadas, somos generalmente equitativas, siquiera sea por interés para conservar el parroquiano; pero las mujeres llamadas honradas, [3] para suministrar lo justo en cantidad y en calidad, se acomodan a su conciencia, y ésta es elástica.
Sabido es cuán poco amables son las relaciones ordinarias entre los casados después de una corta luna de miel; pues las relaciones amorosas han de parecerse necesariamente a las otras, peor aún, porque se ha de hacer acto de amor, de cariño, de complacencia y de condescendencia entre personas indiferentes o que se odian.
Los defensores de los viejos dogmas religiosos y políticos, a la vez que nos suministran abundantísima clientela, declaran nuestra profesión inmoral, y a nosotras por consiguiente; pero el calificativo que se nos aplique corresponde por igual a nuestros cooperadores. Cualquiera que sea el punto de vista moral desde el que se juzguen nuestros actos, la responsabilidad es idéntica para nosotras y para los que usan de nosotras; ellos y nosotras somos igualmente culpables o inocentes. Todo juicio contrario es absurdo e inicuo: si se condena, si se castiga uno de los dos actores necesarios para la realización de un acto, debe condenarse y castigarse igualmente el otro.
Si se quiere culpar, no el acto, sino la tendencia a cometerlo, esta tendencia es seguramente más excusable en la que obra impulsada por la necesidad de vivir, que en el que siente el impulso de la voluptuosidad. Sin embargo, rechazando esta ventaja, nosotras, las malas, las despreciadas, nos atenemos generosa y prudentemente a la igualdad de responsabilidad, considerando que si la necesidad de amor carnal es menos imperiosa que el hambre, le sigue de cerca, y al fin lo mismo se muere del uno que del otro.
Pero ¿se ha de culpar a alguien? ¡No! La necesidad de amar ha de satisfacerse, y la penosa y dolorosa evolución de la humanidad le ha satisfecho mal hasta el presente, como tantas otras necesidades, esperemos a pesar de los lamentables errores de lo pasado y de lo presente, que en [4] lo futuro, en este punto como en otros, se llegará a la solución que dé a todos alegría sin mezcla de dolor alguno. ¡Es cosa tan fácil! La lamentable historia sexual de la humanidad en todos tiempos y lugares, ha agotado todos los absurdos y atrocidades imaginables, impuestos por la autoridad en sus concepciones más ineptas y crueles. La manera con que nos tratan en la actual civilización la autoridad y la opinión convencional, lo mismo que las leyes y costumbres que rigen y rodean la unión legal y su ruptura, el matrimonio y el divorcio, son abominables supervivencias de aquellas torturas universales.
La única solución no ensayada, la única buena, la única que puede dar satisfacción a todos, excepto a la loca minoría ávida de opresión, es la libertad, pura y simple, sin frases.
El número de hombres y mujeres en todas partes es sensiblemente el mismo. Las pequeñas diferencias locales, tan dolorosas bajo el régimen de la pseudo-monogamia y de la prostitución, carecerían de importancia en un régimen de verdadera libertad. Hay, pues, posibilidad de satisfacción sexual para todos, sin falta y sin exceso para nadie.
Para nosotras, como para todas, el amor sería una alegría y no una vergüenza o un tormento. Honroso en todo caso, sería honrado siempre; siempre verdaderamente libre, espontáneo, jamás forzado, nunca esclavo ni mercenario.
Esta idea desagrada a los que practican o, por mejor decir, profesan por interés una moral basada sobre concepciones extraterrestres que no confirma la observación ni la experiencia, ni justifican los resultados. Que los retrasados practiquen el ascetismo que predican, si eso les agrada, pero no lo impongan a los demás. Mejor aún, que la totalidad humana, inspirada en la razón, rechace toda imposición; que cada uno sea dueño de sus destinos en [5] el límite de las posibilidades naturales, no añadiendo ineptas fantasías individuales a las dificultades naturales, fatales, manantiales desgraciadamente fecundos de miserias variadas.
Examinaremos ahora dos de éstas, la menor, aunque reputada la más grave.
La naturaleza madrastra nos ha colmado de enfermedades de toda especie. Entre las más horribles hay una que vicia rápidamente todo el organismo; sus manifestaciones son úlceras duraderas, chancros roedores, múltiples abscesos, la caída de dientes y pelos e intolerables dolores que parecen moler los huesos. A veces se cree el paciente curado; pero frecuentemente es una vana esperanza, porque, transcurridos meses y aun diez y veinte años de curación aparente, se manifiestan accidentes secundarios y terciarlos peores que los primarios. Ese mal espantosamente contagioso se inocula en el menor rasguño y hasta sobre una mucosa sana, y muy especialmente en el acto del amor. A los bárbaros moralistas a priori les parece un castigo y creen hacer obra piadosa agravándole.
Ese mal sirve de principal pretexto a los legisladores masculinos para ponernos absolutamente fuera de la ley y entregarnos a la arbitrariedad con que se trata a las fieras. No recordaremos los horribles suplicios infligidos apenas hace un siglo a las pobres enfermas, basta exponer que actualmente aún esas enfermedades especiales se consideran como crímenes; sus hospitales son cárceles ante todo. Ciertamente suele encontrarse en ellos médicos y practicantes sensatos, pero lo más corriente es que la enferma sea sujeto de experimentos crueles, y en cuanto su estado lo permite, es objeto de una vergonzosa especulación que los príncipes de la ciencia y los honrados administradores de aquellos establecimientos no ignoran. Con ley o sin ley denominada con estudiada obscuridad [6] «de Enfermedades contagiosas», se emplean todos los medios, lícitos o no, para impedirnos comunicar con los hombres, como si no se ignorara que los hombres nos han contagiado, siendo ellos más culpables que nosotras, porque la forma de sus órganos les permite reconocer el mal antes que nosotras, y sin considerar que cuando ellos nos emponzoñan casi siempre lo saben, y aún lo hacen expresamente, mientras que en la inmensa mayoría de casos, nosotras causamos la infección sin saberlo y contra nuestra voluntad, y si hay mujeres que cometan tal vileza, todavía cae la responsabilidad sobre los hombres, pues lo hacen por una tradición según la cual sólo se trata de una broma pesada. Muchos tienen la infame preocupación de creer que transmitiendo su mal a una virgen quedan curados. ¡Véase qué origen tan criminal de violaciones!
¿Hay quién piense en castigar, en fustigar en los hombres tales crímenes voluntarios, premeditados y alevosos? No hay ley que lo castigue. Por el contrario, nosotras que seríamos dichosas si pudiéramos recibir los simpáticos socorros de verdaderos sabios, estamos sometidas, so pretexto de salubridad, a unas visitas tan vejatorias como inútiles. Que se nos guíe; que se nos enseñen todas las precauciones higiénicas; que podamos consultar siempre al práctico benévolo, al consejero amigo, ¡qué cosa mejor! Pero no; visitas forzosas, periódicas, hechas de cualquier modo, con espéculums sucios, propagadores del contagio y que parecen destinados a la diversión de unos polizontes y de una comparsa pseudo médica, y luego, al tun tun, secuestro, prisión, asistencia brutal.
La preñez es el fantasma terrorífico, porque envenena la vida de toda mujer que apenas se basta a sí propia y que tiembla al pensamiento de aumentar su miseria, y, más aún, de asociar a ella un hijo que no podría soportarla. Ese peligro amenaza más a las mujeres semivirtuosas. [7] En general, el exceso de actividad sexual nos hace infecundas; pero esa triste esterilidad no tiene siquiera la ventaja de ser segura; estamos menos expuestas, pero lo estamos aún. El consuelo que pudiera proporcionarnos la ilusión de una criaturilla hermosa, saludable y bien cuidada, se desvanece al contacto de la realidad, que demuestra que un hijo nos imposibilitaría nuestro recurso de existencia, y no ofrecería a nuestros infelices vástagos más que las miserias de la buhardilla y de la calle, y después el inevitable destino de ser de lo más miserable entre los parias; las niñas siguiendo la misma suerte que su madre, los niños pasando a formar en el grupo despreciable de sayones que al servicio de la autoridad nos explotan, nos torturan o nos asesinan.
Los más furiosos apóstoles de la procreomanía recomiendan la fecundidad hasta reventar a las otras mujeres; jamás recurren a buscar partidarios entre nosotras. Todos admiten que hacemos bien en ser estériles; pero ninguno, siquiera sea por humanidad o por falsa moral, piensa en suministrarnos los medios. Hay médicos que sobre este asunto, suelta las bromas más vulgares estúpidas, pero nadie piensa en instruirnos. La policía, tan molesta e impertinente siempre, jamás piensa en obligar a nuestros patronos o explotadores a que nos suministren los medios de higiene sexual, aparatos o productos, más necesarios para nosotras que para las demás; es difícil, si no imposible, instalarlos por nosotras mismas en los tugurios que se nos abandona y de que los propietarios, intermediarios y polizontes sacan grandes beneficios.
Si existiese una administración verdaderamente benévola y tutelar (¡hipótesis absurda!) ese sería su primer cuidado, porque al mismo tiempo que nos salvaría de una maternidad odiosa, nos pondría perfectamente al abrigo del contagio, y con nosotras se librarían también los hombres cuya seguridad sola les interesa. [8] Los preservativos son los mismos para los dos males; pero no solamente no se nos enseñan, sino que los aprendemos únicamente por tradición, mezclados con absurdos inútiles o perjudiciales, y por añadidura se persigue a los propagadores de arte tan estimable. Los filántropos, guiados por sentimientos humanitarios, más aún que los explotadores a quienes inspira el cebo de la ganancia, son objeto de las calumnias y de las tropelías de los locos que gobiernan el mundo.
¡Mujeres que sufrís el triste y peligroso trabajo del amor forzado, sin voluntad; mujeres creadoras involuntarias de innumerables miserias, destinadas a sufrir y morir, atormentadas por el temor de aumentar el número de las víctimas y la intensidad de los sufrimientos, y vosotras, desgraciadísimas, que envejecéis desamparadas, ansiando en vano un poco de esas voluptuosidades cuyo exceso nos abruma, y cuya regular distribución causaría, vuestra felicidad y la nuestra! ¡Unámonos para el buen combate! ¡Conquistemos para todas juntas alegría, seguridad, maternidad dulce y libremente consentida en los límites que indican la procedencia y la ciencia tutelares! ¡Que nuestros sucesores vean en medio de la abundancia maternal del afecto de todos para todos, del culto de todo lo que es verdadero y bello, el principio tan deseado de la era de felicidad universal!
Confidencia recibida por
PAUL ROBIN
 
Folleto de 8 páginas, número 16 de la Biblioteca de «Salud y Fuerza» (revista neo-malthusiana ilustrada).
En otros folletos de la misma colección figura el siguiente anuncio:

«La mujer pública, por Paul Robin. Curiosa confidencia de una víctima de la 'Trata de blancas',
obrera productora del placer a precio convencional. 5 cénts. ejemplar.
Para distribución gratuita: paquete de 100 ejemplares franco de porte y certificado: 3,00 pesetas.»
 http://www.filosofia.org/aut/001/1908paul.htm