lunes, 11 de enero de 2016

Testimonio de Natalia Ferrari: Las mujeresque si quieren ser putas



Natalia es una Frida que ejerce la prostitución. Ella no se esconde, está orgullosa de su trabajo, y además, ha querido compartir con nosotras su forma de pensar.

Ilustración: Silvia Untz

Cuando reúno en mi cabeza a todas las putas que conozco encuentro en común dos cosas: fuerza e inconformismo. Frente a las adversidades ninguna se quedó paralizada. De nuestros propios errores, hemos sido capaces de construir la realidad que consideramos justa. Para nosotras y por nosotras. No quisimos lo que otros nos daban porque no era suficiente. Tampoco nos creímos lo que se supone que nos merecemos. Aprendimos a seleccionar clientes, y a educarlos para tener con ellos las relaciones que queremos. A decir que no y a tomar decisiones más inteligentes. A empoderarnos con nuestros cuerpos y seguir nuestros instintos.
Luego aparecen seres humanos que proclaman sin ningún miramiento que vivimos llorando en posición fetal, o que nuestros clientes son violadores, y yo, no entiendo nada. Esa gente dice que no soy puta, que lo mío es otra cosa. La prostitución es mi medio de vida y aún así, existe un sector que se niega a reconocer que existo junto a colectivos que llevan décadas luchando por los derechos de las trabajadoras sexuales (en España Hetaira, Aprosex o Genera Derechos). Dicen que somos víctimas, pero no se han enterado de que para llegar a donde estamos, nos hemos liberado de mucho.
Hay un problema social muy grande cuando la gente sólo es capaz de concebir en su imaginario relaciones entre putas y clientes llenas de traumas. Me pregunto por qué y siempre acabo con la idea de que muchas personas siguen convencidas de que la mujer es débil, el hombre es malo, el dinero es un sistema que nos empuja a sacrificar nuestra alma y las vaginas son sagradas. Resulta que no necesariamente el mundo tiene que funcionar así, y es justamente una nueva generación de putas quienes están rompiendo con ello.
La primera vez que me prostituí tenía miedo ¿Qué pasa si abro la puerta y encuentro a un hombre horrible que quiere abusar de mí? Mido algo menos de 1,60cm, soy una “niña” ¿Cómo podré defenderme? Muy lejos de suceder algo desagradable, fue una revelación que puso en evidencia mis inseguridades. Había leído tantos textos que hablan de la prostitución como relación desigualitaria, había visto tantos anuncios de putas como mujeres pasivas y complacientes donde los hombres aplauden esa conducta, que estaba segura de que los roles favorecían al hombre, y si quería trabajar, iba a tener que adaptarme. La realidad es que no tiene por qué ser así. Si seguimos gritando al mundo que el único modelo posible es uno que retrata a la mujer como un sujeto débil, seguiremos implantando miedo y reforzando comportamientos destructivos.
Sabía que podía montármelo a mi manera, pero toda esta visión dominante me hizo dudar. No tardé en probar que la puta es quien tiene el control, quien elige los clientes de acuerdo a sus intereses y que nadie tiene derecho a exigir o forzarme a hacer algo que no quiero. En mi vida me había sentido más empoderada. Lo que me lleva a la conclusión de que el tipo de prostitución que ejerzas es un reflejo de tus capacidades para tomar decisiones según quién eres, dónde estás y qué necesitas.
Con respecto a las necesidades me estoy refiriendo sobre todo a niveles económicos. Esto nos lleva hacia el tan famoso: “Las putas aguantan solo por la pasta. Si pudieran trabajar de otra cosa, lo dejarían.” Como si verdaderamente se creyeran una realidad paralela en donde todxs tienen un trabajo maravilloso que no cambiarían por nada del mundo. Según esta idea, no existen aquellxs a lxs que les encantaría cobrar más, trabajar menos, o hacer algo distinto pero qu finalmente acaban donde están porque simplemente tienen que pagar el alquiler. Las únicas condicionadas por las circunstancias a hacer algo que quizás no harían gratis, son las putas. Pobrecitas. Nosotras que podemos trabajar cuando queremos, con quienes queremos, hacer lo que nos parece conveniente y cobrar por 1h más de lo que gana la mayoría de gente en un día completo.
El dinero no nos ha robado el alma, ha hecho que nos espabiláramos. Dentro de cada historia individual, desde luego, a veces nos podemos encontrar aceptando condiciones que no son idílicas (¿Acaso no sucede esto en otras profesiones? No me he encontrado aún legiones justicieras velando por los obreros que cargan más peso en la espalda del que deberían o trabajan con una seguridad pésima.), pero esto no significa una ausencia de consenso. Aquello a lo que accedemos o no depende únicamente de nosotras. No necesitamos salvadores que den por echo que estamos condenadas por falta de oportunidades. De las opciones que se nos han presentado (y que hemos sabido crear) para salir adelante en nuestro día a día, hemos elegido ésta, y no es asunto tuyo asignarnos un sufrimiento basado en tus ideas sobre el sexo y los genitales de las mujeres.
Es sorprendente la incredibilidad humana para aceptar que hay mujeres a las que no les supone un problema follar con desconocidos o que incluso disfrutamos con ello. Nadie parece darse cuenta deque todos trabajamos con nuestros cuerpos. El “cuerpo” no es el coño. Santificando lo que tenemos entre las piernas de esa manera estamos fomentando la visión de la puta como un mero agujero. En el momento en que centras todo el protagonismo de la prostitución en la acción de follar, estás ignorando el componente humano imprescindible para mantener este trabajo, y estás educando en que ese es el papel que debe jugar la mujer y lo que el hombre como cliente puede esperar (y demandar). Ella solo es un coño, él solo busca un coño.
Es el estigma el que nos cosifica, no la prostitución en sí misma. Las relaciones con nuestros clientes son complejas a nivel emocional. Requieren de habilidades sociales y empatía. Y sí, también nos hace falta saber cuando mandar a la mierda a alguien que quiere pasarse de listo, pero tranquilxs que lo tenemos cubierto.
Ser puta no es un trabajo para cualquiera. Tampoco lo es ser camarero o físico cuántico, pero son trabajos y nadie lo discute. Las putas estamos cansadas de encontrarnos con discursos que nos infravaloran, como si fuéramos sujetos que han perdido todo el control sobre su propia vida, y son arrastrados por la maldad infinita de hombres que quieren follar con ellas pagando. No pongáis en duda los testimonios de las putas que demuestran una sexualidad sana, son justamente esos los que hay escuchar. Son los que demuestran que las cosas pueden cambiar a mejor.
Natalia Ferrari (24)
 http://www.proyecto-kahlo.com/2016/01/las-mujeres-que-si-quieren-ser-putas/