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lunes, 24 de marzo de 2014

24 de Marzo: Recuperando las voces de las mujeres trabajadoras sexuales en la Dictadura en Argentina


 
Las mujeres meretrices, auto-reconocidas como trabajadoras sexuales, las mal llamadas putas, locas de mierdas, mujeres de la vida facil, que a lo largo de la historia hemos sido criminalizadas e impulsadas a la clandestinidad, decidimos un día organizarnos para decir basta ! de persecución, discriminación, violencia, cansadas de los calabozos, en donde pasábamos días, semanas, meses presas, durmiendo en la mierda, soportando violaciones, asesinatos,  y el silencio de una sociedad hipócrita, que se esconde en la falsa moral para señalarnos y castigarnos  a nosotras como las indignas.   

La última dictadura militar dejo muchas compañeras torturadas y desaparecidas, hoy desde la organización trabajamos para recuperar las voces y las memorias de nuestras compañeras, poder hacer visible lo callado y  exigir justicia resulta necesario por la memoria del ayer, por la lucha del hoy!   

Te invitamos a compartir estos vídeos que son la primera aproximación de un trabajo que estaremos realizando todo el año. Aprendimos a reconocernos, aprendan a escucharnos!


Los derechos de las trabajadoras sexuales también son derechos humanos!!!!!!!   


Eugenia Aravena
Secretaria General de Ammar Córdoba 
Secretaria de Derechos Humanos de CTA Cba Capital.


Video 1 "En el Buen Pastor"

https://www.youtube.com/watch?v=Ydw2jGApHWQ

Video 2 "Testimonio de Alejandra" 

https://www.youtube.com/watch?v=leYBMjw0Aeg




miércoles, 7 de agosto de 2013

UNA PROCLAMA DE LESBIANAS FEMINISTAS PROSEXO A FAVOR DE LAS TRABAJADORAS SEXUALES

http://profesionalesdelsexo.blogspot.com.ar/2013/08/una-proclama-de-lesbianas-feministas.html
 
Las lesbianas aprendimos en el proceso de politización de nuestra sexualidad y de nuestras vidas que el primer paso para el empoderamiento es el nombre. Muchas hicimos ese aprendizaje a través de las herramientas políticas y teóricas que nos aportaron los feminismos, en especial, aquellos que sostienen la autodeterminación sexual como fundamento de las luchas sexo-políticas. Sin embargo, también aprendimos que persiste al interior del movimiento feminista, no con exclusividad pero sí como un espacio más por el que transitamos, la lesbofobia y el imperio de las jerarquías por clase, identidad sexual, raza, ubicación geopolítica, edad, reconocimiento institucional, etc. Esto provoca que ciertas voces se amplifiquen, ciertos cuerpos se visibilicen, ciertas posiciones se erijan como representativas del movimiento y ciertas figuras monopolicen el discurso público, a costa de sumir en el silencio, la ignorancia y la invisibilidad, a otros cuerpos, otras voces, otros nombres.
En la Argentina del matrimonio igualitario y de la ley de identidad de género, hoy se está librando una batalla silenciosa pública y moral altamente efectiva contra las trabajadoras sexuales, que tiene como palanca bélica a las políticas implementadas en la lucha contra la trata y la explotación sexual. Una palanca que se acciona desde una serie de presupuestos del feminismo abolicionista que termina contraponiendo los derechos de las trabajadoras sexuales a los derechos de las víctimas de trata. La trata requiere que se la persiga, el trabajo sexual requiere que se lo reconozca, dos políticas diferentes aunque articuladas, porque sacar de la clandestinidad el trabajo sexual es una forma de luchar contra la esclavitud sexual y la trata de personas.
Este feminismo que sólo ve violencia en el sexo pago, víctimas o alienadas en quienes afirman ser trabajadoras sexuales, y sólo mujeres en el campo del trabajo sexual, cuando hay también varones, travestis y trans, termina siendo un feminismo antisexo, antiputa, victimista y mujerista. La equiparación e indiferenciación entre las personas que deciden ejercer el trabajo sexual con las que son esclavas sexuales porque son víctimas de las redes de trata, provoca el silenciamiento y el borramiento del espacio público de las trabajadoras sexuales así como la inercia policial y política para una búsqueda real de las víctimas de trata. Redimir y reinsertar a las prostitutas cual ejército de salvación, promoviendo la erradicación total de la prostitución, parece ser el objetivo central del feminismo abolicionista que, muy a su pesar, termina aliado con políticas criminalizadoras y persecutorias de las mujeres. ¿No sería más deseable que pusieran el mismo énfasis y vehemencia en la erradicación del matrimonio como institución hetero y homo-patriarcal que regula la sexualidad?
El cuerpo de las trabajadoras sexuales está atravesado por una paradójica metáfora espacial y, por lo tanto, visual. Por un lado, las medidas implementadas desde el estado nacional, como  el decreto que prohíbe la oferta de avisos sexuales, las borra de los medios de comunicación, de la visión pública, lo que implica una política de invisibilidad. Y por otro lado, las leyes contra la trata aprobadas en algunas provincias, que justifican allanamientos a prostíbulos y departamentos autogestionados por trabajadoras sexuales autónomas, las arrojan a la calle, a una extrema visibilidad que las expone a la policía cotidianamente, a la vigilancia moral de l*s vecin*s y al abuso de los fiolos. En ambas situaciones, la sistemática impugnación de sus voces mediante la resistencia a ser escuchadas o subestimadas y despreciadas en sus opiniones, las silencia como sujetos políticos.
Como lesbianas esta batalla nos involucra y nos convoca, como mínimo, por dos motivos: porque bien sabemos lo que significa la negación de la identidad autopercibida y el acallamiento de nuestras voces, y porque con estas políticas que se llevan adelante contra el trabajo sexual so pretexto de combatir la trata, imponen normas que regulan lo que podemos y no podemos hacer con nuestros cuerpos, lo admisible y lo inaceptable, lo legítimo y lo ilegítimo. Por lo tanto, es una batalla que nos involucra a tod*s, por más que pensemos que no nos afecta. El boicot al sexo reproductivo que implican el aborto y tener sexo por dinero son prácticas que continúan penalizadas para las mujeres, convertidas en delito (aunque la prostitución no lo sea en nuestro país, y sí lo es el proxenetismo) a través del código penal, los códigos contravencionales o la moral hegemónica.
Como lesbianas, sabemos que la identidad política sirve para identificarse en la lucha por el reconocimiento, la celebración de la existencia, la denuncia de agresiones, abusos y discriminaciones y la demanda de derechos.  Por la historia del activismo lésbico y por nuestras historias personales, sabemos muy bien la violencia que conlleva la negación de una identidad política y, por lo tanto, del empoderamiento que ella supone. ¿Qué posibilidad tienen las trabajadoras sexuales para empoderarse si desde el principio son tratadas como víctimas? ¿o como mujeres en situación de explotación?
Como activistas prosexo que cuestionamos el modo en que nuestra sociedad heteropatriarcal y racista asigna privilegios sobre la base de la adhesión a su código moral, regido por la norma monogámica heteronormativa, esta batalla nos implica porque estas medidas punitivas y de persecución representan una política sexual anti-sexo. Prosexo es una identificación política que emerge en las llamadas “guerras del sexo” en Estados Unidos en los años ´80, representando las disputas entre feministas antipornografía, antiprostitución y antisadomasoquismo y las feministas prosexo y anticensura, y aunque en nuestro contexto es un término que casi no circula habitualmente en el discurso feminista, nosotras nos reconocemos como tales porque significa sostener una política libertaria sobre los derechos sexuales, el trabajo sexual, la censura y la libertad de expresión, la industria del sexo, el material sexual para adult*s, la elección y la libertad sexual.  Significa reconocer las actitudes y políticas anti-sexo, la hipocresía y los pánicos sexuales que tiñen el modo en que la sexualidad es analizada en los medios, en las instituciones, en el estado, e incluso dentro de las comunidades lgtttbi y feminista.
Las celebradas narrativas de la democratización a través del reconocimiento de la “diversidad sexual”, señalan las formas públicamente legítimas de vivir la sexualidad,  los límites y jerarquías entre formas y  prácticas sexuales ideales, admisibles, o inaceptables. Así, las nuevas fórmulas  de regulación sexual que levantan la bandera de la “diversidad” están teñidas de una moral anti sexo.
Las trabajadoras sexuales están siendo criminalizadas y estigmatizadas, favoreciendo aun más la clandestinidad de su actividad, lo que acrecienta las condiciones para la trata. Estamos ante un momento histórico en el que es preciso defender los derechos de todas las personas vinculadas al mercado del sexo, que contribuya a ampliar sus márgenes de decisión, libertad y autonomía. Para las que deciden ejercer el trabajo sexual: reconocimiento de su actividad como trabajo, reconocimiento de derechos en tanto que trabajadoras, estímulo de la sindicalización; y para las que lo viven mal: posibilidades de formación para desarrollar otro trabajo. Para las que son víctimas de trata, que son obligadas y coaccionadas: protección y persecución del delito, y desmantelamiento de las redes de complicidad institucional, policial y política.
Como activistas lesbianas feministas prosexo no queremos el tutelaje del estado ni de las instituciones ni del feminismo abolicionista para decidir sobre nuestros cuerpos. L*s trabajador*s sexuales -mujeres, trans, travestis, gays- son nuestr*s aliad*s y no nuestr*s enemig*s en la lucha por la autodeterminación sexual. Por eso apoyamos su demanda de reconocimiento del trabajo sexual como trabajo y exigimos que su voz sea escuchada.
En esta batalla el silencio no es una opción, es una toma de postura a favor de quien detenta la hegemonía, de quien va ganando la lucha, que son las políticas de persecución moral, policial, estatal y feminista hacia las trabajadoras sexuales.
Agosto del 2013.-
Noe Gall  –integrante del Asentamiento Fernseh,  Red por el reconocimiento del trabajo sexual y la Coordinadora por la aparición con vida de Yamila Cuello - Córdoba
valeria flores – escritora, activista y maestra – Neuquén
Gabriela Adelstein – Traductora, Activista queer ­ – Buenos Aires
Macky Corbalán – poeta y lesbiana feminista cuir - Neuquén
Virginia Cano -docente, filósofa, activista- Buenos Aires
Norma Salica – Tucumán
Andrea Lacombe - Antropóloga, integrante de la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual
Gabriela Robledo Achaval – activista lesbiana feminista, abogada, investigadora (UNC)
Mariela Serra - Licenciada en teatro y profesora universitaria 
Sara Monsalve
Jorgelina Bocca

Celeste Biancotti

miércoles, 31 de julio de 2013

Cooperativa argentina de trabajo sexual

Otro ejemplo de como las trabajadoras sexuales, las prostitutas se organizan para poder ejercer su trabajo en las mejores condiciones posibles, sobre todo para no depender de terceras personas. Son miles los ejemplos de que demuestran que ofrecer sexo a cambio de dinero es considerado trabajo para muchas personas, lejos de los argumentos que se empeñan una y mil veces en decir que ninguna mujer quiere ser puta.


 http://www.elciudadanoweb.com/una-cooperativa-que-une-a-43-trabajadoras-sexuales/

Por Laura Hintze.- Alquilan tres casas, se cuidan entre ellas y hasta logran mantener a dos mujeres muy enfermas.
10 jul, 2013 cooperativadentro
Tres mujeres están paradas en la puerta de una casa. Llevan puesto jean, pullover; tienen la cara apenas maquillada con un poco de rubor y sombra en los ojos. Frente a ellas pasa caminando otra mujer con dos niños y se saludan amistosamente. Luego se acerca un chico, claramente borracho, y lo echan a los gritos: “Ya te dijimos que acá no podes estar”. El joven se va, balbuceando algo así como “ya sé chicas, vine a cuidarlas, ya saben que no les voy a hacer nada”, pero ellas, mientras lo ven irse, lo ignoran y siguen en la suya. Las tres mujeres son trabajadoras sexuales. Esa puerta frente a la cual están paradas es la de una casa de fachada verde, que alquilan junto a cuarenta chicas más, con quienes están organizadas en forma cooperativa para que su plata quede para ellas, para cuidarse entre sí, como las trabajadoras independientes que buscan ser.
Es martes, feriado, lluvioso. Norma atiende el teléfono y acepta dar una entrevista en ese momento, pero advierte que está cuidando a su hijita. No importa: aunque de vez en cuando se escucha a la nena hablar un idioma suyo, del que sólo se entiende la palabra “mamá”, su presencia del otro lado del teléfono no es impedimento para charlar. Norma es una de las integrantes de la cooperativa, y en el marco de los últimos debates que se han dado en la ciudad, decidió hablar en nombre de ella y sus compañeras acerca de la alternativa que encontraron para trabajar de manera independiente.
“Esto es para tener dónde trabajar, porque en boliches o departamentos tenemos que dejar un porcentaje, cerca del 50 por ciento de nuestra ganancia. Lo que nosotras queremos es ser independientes”, explicó Norma. Son 43 mujeres, de las cuales la más chica ronda los 31 años. Hace dos años que están organizadas en cooperativa. Este grupo de mujeres tiene tres casas alquiladas que, divididas en distintos turnos –a fin de hasta poder darse días francos–, usan para trabajar. Entre todas pagan los alquileres, los impuestos; compran garrafas, se encargan de la higiene y se turnan para llevar las sábanas a la lavandería.
Este grupo, como todo grupo humano y cooperativo, no sólo se basa en facilitarse el trabajo, sino que crea lazos de compañerismo y solidaridad. Al momento en que se escribe esta nota, dos chicas de la cooperativa están muy enfermas y sus compañeras las mantienen. “Una de ellas es de afuera y tiene cáncer. Nosotras la ayudamos, la mantenemos entre todas. Este domingo hicimos una peña con bingo y comida para pagarle los pasajes a sus hijos y que la visiten y también para pagarle los medicamentos”, contó Norma.
Un tema no menor en lo que a la prostitución se refiere es el de la seguridad. ¿Cómo se cuidan de la calle las mujeres, más aún aquellas que no tienen ningún hombre detrás que las esté “protegiendo”? Norma dijo que ellas se cuidan entre ellas, que nunca tuvieron problemas de seguridad, salvo uno que otro arrebato. “El peligro está siempre, pero lo manejamos. Muchas personas nos han ofrecido cuidarnos, pero no podemos pagar un sueldo más, entonces nos cuidamos mutuamente”.
En busca de drogas y menores de edad, la cooperativa fue allanada cuatro veces. “Nos allanan y no encuentran nada. Entonces nos clausuran como si el nuestro fuera un local,  por falta de matafuegos o de baranda en una escalera. Nosotras volvemos a abrir, porque el nuestro no es un local, es una casa. Y si llegan a clausurarnos nos vamos a trabajar a la puerta de los cabarets que siguen abiertos”. Norma explicó que siempre que fueron citadas por la Justicia, dijeron la verdad: que alquilan las casas, que las pagan entre todas, que las usan para trabajar tranquilas. Y agregó, exclamando: “¡Si vieras la cantidad de chiquitas que hay en la calle! Hay muchas menores trabajando en la calle. Las pibas que trabajan son muchas. A veces se nos acercan, pero nosotras las corremos de la zona”.
Si la cooperativa de trabajadoras sexuales, si los miles de privados o el oficio de la prostitución está en boca de todos, es porque hace semanas en Rosario se discute sobre la prohibición para habilitar más cabarets y whiskerías de los actuales, aprobada el jueves pasado por el Concejo Municipal. Norma, que también es miembro de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar), opinó que tanto prohibiendo los cabarets como penalizando al cliente,  no se van a terminar ni la trata, ni la explotación ni el proxenetismo. “Hay que entender que el trabajo sexual no es sinónimo de trata o de explotación. Con esto se perjudica a las chicas. ¿A dónde van a ir a trabajar?”. Y agregó que ellas pudieron reunirse con la concejala María Eugenia Schmuck, con quienes coincidieron en estar unidas en la lucha contra la trata y el proxenetismo. “Ella nos prometió que no nos iban a sacar nuestro lugar de trabajo. Por ahora nadie nos dijo nada. Nosotras esperamos que cumplan”.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Sigue la lucho por los derechos del trabajo sexual en Argentina


El Ministerio de Desarrollo Social y Derechos Humanos acompañará el proceso legislativo y trabajará con acciones en conjunto con la Asociación de Meretrices de Argentina para ampliar los derechos de las trabajadoras sexuales.


El ministro de Desarrollo Social y Derechos Humanos, Guillermo Elizalde, se reunió con representantes de AMMAR (Asociación de mujeres meretrices de Argentina)y dialogó acerca de la necesidad de las mujeres de regularizar el trabajo sexual. Esto implica la posibilidad de realizar aportes jubilatorios y tener acceso a una obra social.
Además, según manifestó Mariela Dip, asistente técnica de AMMAR, buscan organizarse en cooperativas: “Queremos que desaparezca el proxeneta y organizarse es una herramienta muy importante para evitar la trata de personas”, .
Esta asociación existe desde hace 17 años en el país y hace 12 años en Mendoza. Surge por la necesidad de las trabajadoras de organizarse, principalmente por los peligros a los que están expuestas. Desde entonces llevan adelante acciones en salud y educación en los CEBA y CENS que funcionan en la Casa de la Memoria.
“El planteo central es la lucha contra la trata y el proxenetismo” sostuvo Elizalde, y agregó que “necesitan el apoyo del Estado para que las que quieran dejar este trabajo puedan hacerlo y a las que no, se les garantice protección”. En tanto que Rubén Cuello, director de Protección de Derechos Humanos manifestó que “el Estado debe ser garante y además combatir situaciones en donde se explota la vulnerabilidad social.”
En el proyecto de ley, AMMAR propone realizar un registro confidencial de trabajadoras sexuales. “Esto ayudará a combatir la trata ya que sabremos cuántas chicas trabajan, quiénes son, dónde lo hacen y de dónde vienen”, dijo la diputada Lorena Saponara.
En su propuesta el ministro expresó: “acompañaremos el proceso legislativo y trabajaremos acciones en conjunto. Nuestra lógica es reparar derechos y fortalecer”.

http://www.prensa.mendoza.gov.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=10357%3Ael-estado-apoya-un-anteproyecto-de-ley-para-regularizar-el-trabajo-sexual&catid=37%3Adesarrollo-social&Itemid=82&fb_source=message

lunes, 9 de enero de 2012

"La mirada de otros" trabajo de investigación de la prostitución en Argentina

Os dejo esta entrevista con el sociólogo Santiago Morcillo que está realizando un trabajo de investigación con las mujeres que ejercen la prostitución en las calles de Buenos Aires.
Una vez más, como en todos los trabajos de campo realizados con rigor se puede constatar que varios puntos que más de una vez he dado a conocer y que desmontan los argumentos abolicionistas:
-El estigma, es decir la discriminación es lo que más afecta en el trabajo sexual
-La dureza de ejercer la prostitución es compensada por los altos ingresos y por la flexibilidad en relación a otros trabajos
-Las alternativas que se ofrecen para ejar la prostitución son a todas luces insuficientes ya que no permiten el ascenso social ni progresar como seres humanos. (según la DUDH, todos los seres humanos son iguales, pero está claro que unos más iguales que otros)
-Se constata que entre la polarización de esclavitud o trabajo hay un continuum de realidades diferentes.



http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-6992-2012-01-07.html

Ante el debate sobre cómo nombrar a las mujeres que tienen sexo por dinero –si prostitutas, trabajadoras sexuales, esclavas o mujeres en situación de prostitución–, el sociólogo Santiago Morcillo intenta escuchar a las mujeres que están en las calles de San Juan y de Buenos Aires para rescatar sus propias experiencias con el objetivo de no estigmatizar, combatir la violencia policial y, a la vez, potenciar mayores posibilidades de vida.
Por Luciana Peker
“La palabra prostitución sirve para reforzar la estigmatización y discriminación de las mujeres, varones y travestis. Por eso, ante todo, respeto las definiciones de las mujeres organizadas, aunque utilizo la idea de sexo comercial. Es una forma de pensar a la prostitución como una de las maneras de intercambiar sexo y dinero, lo cual ocurre en distintas condiciones, desde la trata –donde la persona tiene sus márgenes de acción reducidas–, pero en otras relaciones menos asimétricas como el matrimonio también hay un intercambio de sexo por dinero”, dice y provoca –desde el vamos– repensar una temática que de tan debatida parece haberse vuelto radicalmente innombrable. Santiago Morcillo defiende la idea de no estigmatizar a las mujeres que esperan en la calle un cliente como víctimas de un destino irrefrenable, pero tampoco hace apología de cuerpos presumidamente rendidos ante el dinero y el cuerpo sin deseo. “No hay que estigmatizar a las mujeres que trabajan e intentar que nadie se vea empujado a hacer eso”, equilibra en una definición sobre las mujeres que pueblan las esquinas y que parecen –hoy en día– tener sólo dos veredas para debatir. Pero la calle es más ancha.

Por eso, un nuevo nombre –sexo comercial– es una manera de hablar y de volver a escuchar a las mujeres de la calle. De eso se trata la investigación de este sociólogo, un varón que también se ha sentido diferente –como muchas de las mujeres que entrevista para su tesis de doctorado llamada “Identidades y experiencias de mujeres que realizan sexo comercial en San Juan y Buenos Aires”, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA– en su provincia natal, en la que todavía la educación sexual se hace un repollo de silencio, el preservativo no se nombra y los DIUs se esconden bajo las siete llaves del armario de alguna moral. No de todas. Ni siquiera la de los matrimonios ¿bien constituidos?

Una banda de punk rock llamaba a las esposas “prostitutas por deber”. ¿Hay algo de eso en la provocación de marcar al matrimonio como un arreglo, también, de sexo comercial?
–Yo reservo el término sexo comercial para referirme a lo que comúnmente se denomina prostitución. Pero sí me parece que el matrimonio es un intercambio sexual y económico. Es claramente una empresa. Por ejemplo, está la cuestión de los bienes gananciales y el débito conyugal. Está legislada la cuestión económica y sexual en el matrimonio mientras que, históricamente, la prostitución aparece como el reverso del matrimonio. La sociedad occidental tiene la necesidad de regular la relación entre las personas. El matrimonio es una de esas regulaciones y la prostitución es la contracara.


Es interesante ver que hay mujeres que también sostienen un matrimonio por las conveniencias o sostenes económicos, pero también del matrimonio es más fácil correrse –divorciarse– que de la prostitución...
–Hay distintas condiciones en las que uno puede vender sexo. Nadie vende libre y graciosamente su sexo sin pagar ningún costo. Tampoco nadie se separa de un matrimonio sin pagar ningún costo. En la sociedad moderna el divorcio es vivido como una catástrofe y muchas personas no se atreven a divorciarse para no pasar por esa catástrofe. Son coacciones distintas. En la prostitución hay una coacción económica muy fuerte y una imposibilidad de dejar esa actividad porque no hay otra alternativa que pueda dar un ingreso similar al que necesitan las mujeres. Y también muchas mujeres dicen que prefieren hacer eso, aunque no lo hagan graciosamente, porque les da algunos márgenes para manejar sus horarios, tener más contacto con sus hijos y ocuparse más de su rol de madres. Yo hago entrevistas en Buenos Aires y en San Juan y trato de conectarme con chicas que están en la calle, en departamentos, en organizaciones y en distintos niveles de prostitución y, en la mayoría de las mujeres con las que hablé, el rol materno tiene un peso muy fuerte.


En el imaginario discriminatorio “son malas madres” y en el piadoso son “mujeres que se sacrifican por sus hijos”. ¿Cómo lo viven ellas?
–Muchas veces hay una dosis de culpa, la prostitución y la cuestión del hijo aparece junto a la necesidad de preguntarse por qué están haciendo eso. A mí me parece que esto es profundamente preocupante, incluso más que la violencia de los clientes. En mi experiencia con las mujeres la violencia no es terriblemente recurrente. Es mucho más insidiosa la estigmatización y la mirada del otro: de los vecinos, de las otras mujeres.


Hay organizaciones que consideran que ninguna mujer nace para puta, otras que son trabajadoras sexuales y algunas que consideran que son mujeres en situación de prostitución. ¿Vos te sentís identificado con alguna de estas posturas o preferís hacerte a un costado de este debate?
–No me quiero hacer a un costado del debate porque el debate está planteado y hay que encararlo. Pero me parece que los términos son dicotómicos y yo pienso en un continuo. La prostitución no es el único intercambio sexual y económico. Hay distintas modalidades en donde las personas tienen más o menos poder. Se polariza demasiado la idea de trabajo o esclavitud. En un caso es una heroína de la lucha contra el patriarcado y es una figura de la emancipación sexual de la mujer o es una víctima oprimida silenciada y sufriente del patriarcado. Me parece que ninguna de las dos versiones refleja mucho lo que pasa en la realidad. A mí me interesa tratar de ver cómo son las experiencias de las mujeres que realizan esta actividad.


¿La sexualidad puede implicar un trabajo?
–El término trabajo tiene connotaciones en donde resuena la cuestión de que el trabajo “dignifica”. No se puede pensar culturalmente como un trabajo. Sí se puede pensar económicamente como un trabajo en tanto es una actividad que genera una remuneración. Lo problemático de la prostitución es pensar el sexo como fuerza de trabajo, ya que –socialmente– se piensa al sexo como una cuestión de intimidad y de afecto que tiene que ver con las emociones y la identidad. El sexo es el lugar donde se expresa la identidad. Por eso hace un ruido terrible pensarlo relacionado con el dinero. A mí me parece que es difícil analizarlo como un trabajo igual que cualquier otro. A su vez, me parece que es necesario repensar si el sexo tiene que ser siempre y para todas las personas ese lugar de intimidad, afecto y emociones o hay personas que pueden construir las prácticas sexuales de otras formas.

¿Las mujeres de la calle se preocupan por estos términos o están pensando en el día a día?
–Desde la academia, muchas veces, se pone el énfasis en cuestiones teóricas y en definir si es un trabajo o esclavitud y, desde la experiencia de las mujeres que ejercen esta actividad, eso no juega un rol muy importante. Es importante que se escuche a las organizaciones que representan a las mujeres que están realizando esta tarea. Pero, salvo para las que participan en organizaciones, que me parece fundamental que existan, no es una cuestión importante ni urgente en sus vidas este debate.

¿Qué les atraviesa la vida?
–El acoso policial que, muchas veces, está naturalizado. En San Juan, el Código Contravencional sigue penando la prostitución escandalosa o peligrosa y no se define qué sería “escándalo”. Es una figura antigua que termina definiendo la propia policía en una práctica inconstitucional y en contra de las garantías ciudadanas. Las mujeres que trabajan en la calle están muy expuestas a que se les inicien causas y a la violencia policial. También es muy fuerte la mirada reprobatoria que les produce un daño importante. Es como si vos no pudieras decir en ningún lado que sos periodista...

¿Tienen demandas o deseos, como acceder a capacitaciones para ejercer otras tareas, contar con redes de escuelas y jardines maternales para cuidar a sus hijos o subsidios estatales para generar microemprendimientos?
–Su primera necesidad es que las dejen de enjuiciar como si hubieran cometido un pecado terrible. Después, hay una buena parte de las mujeres que llevan la actividad como un sufrimiento importante y para las cuales sería vital tener una respuesta del Estado en alternativas laborales –firmes y verdaderas, no darles tres máquinas de coser y que se arreglen–, que les permitan mantener el ingreso sin trabajar veinte horas por día. A su vez, hay otras mujeres que no quieren ser salvadas y que alguien venga a sacarlas del mundo de la prostitución.

¿Las obsesiona o presiona mucho el estado de su cuerpo y el paso del tiempo?
–Una chica joven hace cinco salidas y una mujer grande una sola. Se da una competencia medio fuerte. Muchas te dicen “a esta altura de la vida quisiera estar haciendo otra cosa”. Pero, en realidad, me parece que las que están más obsesionadas con su cuerpo son las mujeres de clase media que, en general, están más bombardeadas por las publicidades y las imposiciones sobre cómo tiene que ser el cuerpo femenino. Las mujeres que hacen sexo comercial saben que su cuerpo es su herramienta para generar sus ingresos y saben que con el paso del tiempo va a ser menos rentable y planifican su retiro.