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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Testimonio de un cliente casado con una mujer que ejercía la prostitución

sta película no me la creo
escrito por Mandeville, octubre 19, 2010

Conozco el mundo de la prostitución. He sido usuario y mi mujer, con la que tengo dos hijos, es ex-prostituta. Conocí a mi mujer, baiana, (así se conoce en Brasil a las naturales de Salvador de Bahía) como prostituta en un club de Navarra. Fuí cliente suyo, entablé una amistad y finalmente me enamoré de ella. Le pedí que dejara su trabajo y viniera a vivir conmigo y con mi madre. Soy agricultor con una explotación de regadío y viveros en un pueblo de Navarra y tenía entonces 42 años. Mi mujer tenía entonces 28. De esto hace ya 8 años.
Ella dudó al principio. Tenía una hija en Brasil (no reconocida por su padre y a la que yo he adoptado)y quería ganar dinero para hacerse una casa en Brasil. Finalmente aceptó y al cabo de 4 meses de convivencia decidimos casarnos. Luego trajimos a nuestra hija, a los dos años nació nuestro hijo y decidí darle mis apellidos a la niña.
A lo que iba. Mi mujer y todas las chicas que ha conocido durante su época de prostituta emigraron a España para trabajar en la prostitución. La mayoría vinieron por su cuenta, si bien otras ya tenían contactos en España. Casi todas, para pagarse el pasaje (ida y vuelta que se pierde) y el dinero para sus gastos durante su estancia en España (si no hay pasaje de vuelta y dinero no les dejan entrar en España, han tenido que pedir prestado (a un prestamista particular, a sus padres o a otros familiares) y claro, deben devolver ese dinero, pero nadie les obliga a hacerlo. Es igual que aquí cuando te prestan, que tienes que devolver y también igual que todos los inmigrantes, vengan a la prostitución o a otra actividad, que tiene que pedir para el viaje y luego devolverlo. El mayor problema de estas chicas es en muchos caso la propia policía que las acosa y en algunos casos incluso las extorsiona. A mi mujer no le ha pasado, pero hay chicas que se han echado de novios o amigos a policías y guardiaciviles pensando que así estarían más seguras en España y resulta que estos las "chulean" y les quitan el dinero, y de ayudarles con papeles nada. La mayoría de las chicas, como en el caso de mi mujer, son humildes y con algún hijo o familiar que mantener y saben que en otros trabajos, si es que los encuentran ganarían mucho menos. Que los clientes las obligan a hacer cosas raras no es cierto. Las chicas ofrecen sus servicios, de un tipo u otro. Mi mujer, por ejemplo, no besaba ni hacia el griego (penetración anal) y eso ya lo sabiamos sus clientes. No nos besamos hasta que tuvimos cierta amistad y la penetración anal no hemos hecho nunca, ni ahora de casados, sé que no le gusta y a mi tampoco, soy bastante tradicional y pienso que el culo es para cagar. En fin, ahora mi mujer trabaja conmigo ayudándome en mi explotación y está muy integrada en el pueblo. Mi madre y mis hermanas la quieren mucho. Nadie sabe su vida anterior o al menos nadie nos lo dice a la cara, pero aunque así fuera a mí no me importa. Era humilde y decidió salir de la pobreza por ese medio y no creo que nadie pueda reprochárselo ni reprochar a ninguna mujer por intentar dejar de ser pobre. Nos hemos casado y nos ha salido bien, formamos una familia y espero que así sigamos, pero si no hubiera sido así, estoy seguro que mi mujer hubiera conseguido, de prostituta, su casa y su negocio en Brasil y habría salido de la miseria a la que en otro caso estaba condenada. Es lista, cariñosa, buena y honrada. Mucho más honrada que todas esas ONGS, que solo quieren sacar subvenciones a costa de las chicas y que no hacen otra cosa que un proxenetismo indirecto (se forran a subvenciones a costa de las chicas). La crisis que tenemos es muy mala, pero algo bueno puede salir de ella y es que se acaben las subvenciones para las ONGS de todo tipo. El que quiera ayudar a las prostitutas o a cualesquiera otras personas puede y debe hacerlo, pero con su dinero, no con el de todos. 
 

lunes, 5 de diciembre de 2011

Chester Brown y las prostitutas

Una de las viñetas de "Pagando por ello"
Puede abordarse seriamente un tema tan espinoso como el de la prostitución desde el punto de vista de un desacomplejado? Y, más todavía, ¿puede hacerse desde una novela gráfica sin resultar frívolo ni superficial? Pues bien, eso es lo que ha intentado el canadiense Chester Brown (Montreal, 1960), que publica el autobiográfico Pagando por ello (La Cúpula), con el elocuente subtítulo Memorias en cómic de un putero, prólogo de Robert Crumb, opiniones elogiosas de historietistas como Neil Gaiman o Alan Moore y el apoyo de algunas activistas por los derechos de las trabajadoras sexuales en Estados Unidos.
Brown - que responde nuestras preguntas por teléfono desde Toronto-explica que "la idea creció poco a poco, ya tenía otros trabajos autobiográficos - El playboy y Nunca me has gustado-y me di cuenta de que este aspecto de mi vida era interesante".
Brown no se trata a sí mismo con indulgencia. Aparece en su cómic como alguien sin habilidades sociales y con inseguridades, aunque también con unos principios éticos que le hacen oponerse al tráfico de mujeres y a la explotación. El mazazo que supone que su novia se enamore de otro hombre le conduce, tras una serie de reflexiones, a contratar servicios sexuales. El cómic muestra su proceso hasta convertirse en un cliente habitual, sus dudas y contradicciones, los debates con sus amigos y ex novias - Brown les cede incluso una parte del libro para que se expresen directamente, sabedor de que opina a contracorriente-y finaliza con unas notas y apéndices - más de 50 páginas adicionales-que, en realidad, son un miniensayo donde expone sus argumentos "de un modo que no rompía el ritmo de la narración".
Tal como ha dicho Neil Gaiman, la obra "ni siquiera es ligeramente erótica". Brown se ríe al otro lado de la línea: "No era mi intención, muestro las escenas de sexo a distancia, no quise excitar a nadie ni hacer pornografía, sino abordar un tema de interés, que afecta a un buen número de gente y sobre el cual todos tienen una opinión". El cómic, para que quede claro, "es 100% real, sólo he cambiado detalles personales para camuflar la identidad de las chicas". Pero entonces... ¿usted acabó teniendo una relación monógama con una prostituta, como su personaje? "Sí, aún la tengo. Con Denise estamos en ese punto: ella dejó de ejercer el oficio, pero mantiene sus encuentros conmigo. Y yo le sigo pagando. Somos monógamos, pero hay dinero de por medio. Es inusual, pero ambos nos sentimos cómodos así. Tengo amigos que dicen que somos como un matrimonio... A mí me parece distinto".
El libro contiene un buen número de reflexiones sobre la idea del amor romántico, que Brown combate "como un ideal que existe solamente en un porcentaje minoritario, insuficiente para basar en él toda una estructura social".
La posición del autor parece situarse en ese espacio libertario que tiene zonas limítrofes con el liberalismo. Por un lado, Brown está en contra de la ilegalización de la prostitución, pero por otro también se opone a que a las trabajadoras sexuales se les den licencias o se las grave con impuestos. "La actividad sexual forma parte de la privacidad de la gente: el gobierno no tiene que saber lo que nadie hace en su cama ni obtener dinero de ello", afirma.
Dice Gaiman que Pagando por ello "obliga al lector a pensar de modo diferente al que está acostumbrado". Brown asiente: "Me gustaría que la gente rebatiera mis argumentos, sé que la opinión mayoritaria es la que es, pero las actitudes cambian. Cuando yo nací, ser gay era un delito penado con la cárcel. En el futuro la monogamia posesiva, en la que basamos nuestras familias, se podría considerar algo pasado de moda y dar dinero a cambio de sexo podría también aceptarse socialmente. Para mí, moralmente es lo mismo una mujer que se prostituye, pudiendo escoger a su cliente, que una esposa que practica sexo con su marido sin sentir ya deseo por él".