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lunes, 2 de febrero de 2015

"Prostitución" por Ramón Llanes

 Una necesario reflexión: ¿por qué los humanos tenemos esa manía de opinar desde el desconocimiento, desde los prejuicios? Yo no opino de lo que no conozco, quiero ser una persona humilde, "mira yo de "el tema que sea" no opino porque no lo conozco. Para hablar de prostitución hay que conocer, la complejidad de este mundo, hay que conocer todos los contextos, conocer a las personas implicadas y contrastar minimamente, sino, mejor callar. Puedes decir, me gust o no el fútbol o yo no contrataría nunca servicios sexuales d epago, o yo prefiero robar que prostituirme, de acuerdo, pero de ahí a opinar...hay una gran diferencia
» La prostitución es un mundo -dicen los practicantes- que requiere un estudio sociológico en profundidad donde se intenten tomar las fotos desde todas las ópticas y donde los protagonistas se impliquen.
30 enero 2015
Ramón Llanes. No seré tan iluso de caer en el tópico cursi de escribir de prostitución sin entenderla, sin conocer el germen que la origina o la circunstancia que la alienta; desconozco los pasos a dar para formar parte de su complejo engranaje, no tengo la información mínimamente necesaria y casi diría que mis datos son falsos, siempre tuve -o me crearon- una mala conciencia sobre tal actitud y los teóricos la refieren como acción de perversidad y vicio y me temo que me equivoco y que ellos tampoco aciertan.
Otros advierten de la función social que cumple la existencia de la prostitución al ser cauce para ofrecer afecto a quienes lo demandan; los menos arbitrarios le concederían mejores fórmulas de bienestar, los cínicos la impulsarían, los ateos entrarían en todos los trapos, los más religiosos seguirían rechazando su práctica en los foros públicos y reconocerían su imprescindible misión regeneradora en las pláticas privadas. Nadie o pocos han preguntado a ellas o a ellos sobre su idoneidad. Y me temo que están en un error.
No tengo una opinión perfecta formada para escribir en un diario sobre algo que me resulta tan desconocido como incómodo y no me atrevo a descorrer cortinas con osadía de listillo para extender a los lectores un conocimiento del que carezco. La prostitución es un mundo -dicen los practicantes- que requiere un estudio sociológico en profundidad donde se intenten tomar las fotos desde todas las ópticas y donde los protagonistas se impliquen. Si acaso cerrar un prostíbulo soluciona o crea problemas, si acaso es lupanar la propia vida fuera de su definido ámbito, si acaso hetairas no son solo las que perciben su diezmo, si acaso es un mal necesario o si acaso de no existir la prostitución habría que inventarla, son cuestiones espirituales a las que nunca he tenido acceso directo y temática de importancia poco tratada en los versos, ello me obliga a zanjar mi reflexión y dejar para los expertos tan delicado asunto, yo no me atrevo a escribir de algo que no entiendo.

martes, 15 de julio de 2014

PUTA, artículo de opinión


Suena mal la apócope de la palabra prostituta, tan mal como que es uno de los insultos más usados: puta o también hija o hijo de puta son algunos de nuestros improperios preferidos... La palabra suena tan mal como la situación real de estas mujeres. Su situación legal, su falta de seguridad, de derechos, de libertad... Pese a que, desde mi punto de vista, deberían ser trabajadoras como las demás. Sin embargo el hecho de que sus servicios sean sexuales les coloca en una situación de desprotección, que no es comparable -al menos en apariencia- con otros tipos de trabajos.
Pero, ¿es más degradante mantener relaciones sexuales por una cantidad de dinero justa que trabajar hasta la extenuación en un bar seis días por semana por un sueldo de miseria? ¿Es menos vejatorio vender seguros, libros o menajes de cocina en lo que se llama venta a puerta fría? Un tipo de trabajo en el que si no vendes nada no ganas nada, tras jornadas de doce o catorce horas. ¿Por qué ofrecer un servicio sexual es peor que el trabajo que realizan un portero de finca abusado por los propietarios; una limpiadora humillada o un trabajador del campo explotado durante interminables jornadas para finalmente recibir un jornal de miseria? ¿Por qué hay que proteger a las prostitutas africanas explotadas y no a las africanas explotadas en la recogida de la aceituna o la uva? En mi opinión ni unas ni otras pueden elegir. Toda explotación parece tener origen en el sexo y el sexo es, aparentemente, la madre de todas los abusos, pero no siempre es así de sencillo.
Todo lo relacionado con el sexo -juguetes sexuales, pornografía, fetichismo, prostitución- aparece siempre ante nuestros ojos con una carga negativa para la sociedad puritana que somos, aunque no seamos conscientes de ello. Una sociedad que por una parte reniega del sexo, pero por otra no puede prescindir de él. ¿Por qué no puede la prostitución -masculina o femenina- ser considerada un trabajo como otro cualquiera? Autónomo o por cuenta ajena un trabajador o trabajadora sexual -sexo servidor se dice también- tendría que poder ejercer su trabajo con los mismo derechos y el mismo nivel de protección -evitando por ejemplo que caiga en manos de las mafias o que ejerza siendo menor de edad- que un empleado de banca, un comerciante o un bombero. Todo lo demás son prejuicios antediluvianos.
Si en una profesión se producen abusos, ¿nos tendríamos que cuestionar la existencia de esa profesión o por el contrario nos tendríamos que plantear realmente cómo proteger mejor a los trabajadores? Si se producen constantes denuncias de abusos dentro del sector de la hostelería, ¿tendría que desaparecer la profesión de camarero por ejemplo y que sean los clientes los que se sirvan? Suena absurdo, ¿verdad? Pues a mí me suena igual de surrealista que se quiera prohibir la prostitución por los abusos que se cometen contra las prostitutas, en lugar de regular la profesión de meretriz y proteger a las trabajadoras que deciden libremente ejercer esta profesión.
Sin embargo la evidente realidad a día de hoy es que muchas mujeres ejercen la prostitución en situaciones de explotación y semiesclavitud, forzadas por mafias que las mantienen secuestradas en los mismos burdeles o en las calles, que les coaccionan con hacer daño a sus familias o a ellas mismas, que les drogan para que puedan soportar jornadas extenuantes sin que los poderes del Estado: políticos, policía o jueces hagan prácticamente nada para ayudarlas y protegerlas. En todo caso la única solución que les ofrecen es enviarlas al paro y que dejen de ejercer, sin darles una alternativa real, un trabajo del que poder vivir con dignidad. Porque lo indigno demasiado a menudo es el sueldo de miseria que recibe un trabajador, no el trabajo en sí. Porque en ese caso los trabajos peor valorados socialmente serían labores, digamos algo sucias como las que realizan los poceros o algunas especialidades médicas y no veo que eso ocurra.
Entre tanto las prostitutas (hablo de ellas sobre todo porque son las más desprotegidas y abusadas) se encuentran en un limbo legal que permite al Estado ejercer sobre ellas un poder despótico y ciego, encarcelarlas o reprimirlas, prohibiéndoles ejercer un trabajo que les permite, en muchas ocasiones, vivir de una forma digna. No sé si la prostitución es necesaria o no -sospecho que sí- el caso es que existe y no sirve de nada mirar hacia otro lado o tratar de convencer a quienes la practican de que no deben hacerlo con mensajes de una moralidad absurda.
Lo que hay que hacer es legalizar y regular la prostitución y poner los medios para que quienes la ejercen puedan hacerlo con todas las garantías legales y sanitarias. ¿Por qué no podemos considerar la prostitución un trabajo como otro cualquiera? Si existen mafias que controlan a las prostitutas es porque el Estado lo consiente. ¿Consentiría el Estado mafias que controlasen el tráfico de órganos o el comercio ilegal de azúcar, apartamentos u ordenadores? Estoy seguro de que no. El Estado lucha contra el tráfico de drogas o de tabaco, controla la calidad de los alimentos que comemos o la resistencia de los edificios en los que habitamos ¿Por qué no puede hacer lo mismo con la prostitución? Simplemente por un prejuicio religioso (pese a que somos supuestamente un Estado laico) que le lleva a pensar-legislar que es algo malo o amoral y que tiene que prohibirla y castigarla. Sin embargo no acaba de hacerlo, porque quienes redactan las leyes también son usuarios y estoy seguro de que no quieren castigarse a sí mismos. Además la prostitución seguirá ahí, pase lo que pase, y pese a que se prohíba continuará existiendo y ejerciéndose, aunque sea en las peores condiciones imaginables.
Me parece interesante, y a la vez un ejercicio de cinismo, la entrada de la prostitución en el cómputo del Producto Interior Bruto de los países de la UE. Sobre todo porque seguramente esta entrada no va a suponer la obligación de realizar cambios legislativos tendentes a normalizar una profesión cuyos ingresos sin embargo sí se evaluarán en el PIB a partir de septiembre. Aunque también tengo que decir que no veo al ex falsoprogre (ahora ya ni eso) Alberto Ruiz-Gallardón legislando sobre la materia sin antes pasar media docena de veces por el confesionario. Y todo para al final, casi con toda seguridad, dejar las cosas como están -o peor incluso como va a pasar con su Ley antiaborto- y que se salve el que pueda.
Por lo que se ve la religión manda demasiado para que la clase política se decida a solucionar un problema que tiene miles de años de antigüedad y que afecta casi exclusivamente a las insignificantes mujeres, como el aborto por ejemplo. Los políticos -ellos pero a menudo también ellas- miembros de partidos supuestamente progresistas como el PSOE, entre otros, dicen no ser machistas, sin embargo con su carga de secular paternalismo (con la excusa de defender los derechos de las mujeres y víctimas de un falso feminismo) intentan hacer desaparecer una profesión milenaria que pese a sus prejuicios seguirá existiendo.

 http://www.huffingtonpost.es/pablo-peinado/puta_b_5569784.html?utm_hp_ref=tw

lunes, 10 de diciembre de 2012

Todas somos putas. Artículo de opinión Marco Manzón



Marco Manzón

La prostitución es la esencia de la vida misma. Todos ser humano es una puta a su manera. Todo trabajo es una forma de prostituir nuestro tiempo y nuestro esfuerzo, pero encima ellas le dan alivio a quienes no lo pueden encontrar en otro lado. Cada vez que decimos “hijo de puta “, aunque pretendamos insultar, en el fondo es un halago, el trabajo de puta es de los pocos dignos y beneficiosos para la humanidad. La puta deja que se la follen por 40 euros la hora, tú dejas que el jefe te de por el culo a 4 euros la hora. ¿Cuál es la diferencia ? 

Seguramente ella está orgullosa de lo que hace, pues nada tiene de malo, pero tú maldices a tu jefe y a tu maldito trabajo en el que te explotan, lo que es comprensible. En este sentido la humanidad ha ido hacia atrás, en la antigua Roma la prostitución estaba plenamente aceptada y regulada, ahora, sin embargo, las escondemos y nos da vergüenza verlas por la calle ganándose el pan honradamente. Al menos ella no le hace daño a nadie, es más, todo lo contrario, si la retrógrada Iglesia Católica fuera de verdad defensora de los derechos humanos, crearía una Virgen de las Putas, para defender y reconocer a este colectivo de mujeres que tanto han sufrido a lo largo de la historia. Seguiremos estando atrasados mientras un niño no pueda decir tranquilamente en el colegio cuál es el verdadero trabajo de su madre. Si no importa decir que tu padre es juez, político, alto mando policial o antidisturbios ¿ por qué sí es malo que tu mamá sea puta? Ella solo prostituye su cuerpo, no sus ideales, definitivamente tenemos la cabeza llena de prejuicios y porquería que nos han metido desde pequeños.. Las feministas que están en contra de la prostitución son unas cínicas y unas farsantes, dicen defender los derechos de la mujer intentando quitarles su derecho a hacer con su cuerpo lo que les de la gana. Los políticos, en general, son una panda de putas de baja estofa que venden sus ideales y sus principios por un sillón. ¿No es esta la peor de las prostituciones?

Los mismos puritanos que intentan multar a las chicas que se ofrecen en la calle, suelen ser más puteros que el Papa Borgia o cualquier otro Santo Padre. Habría que quitar celebraciones horrorosas y sanguinarias como la celebración del Día del Orgullo Nacional ( es asqueroso celebrar el exterminio y sometimiento de los indios de América ) e instaurar el día de Las Putas, las cuales gran servicio le han hecho a la humanidad y nadie se ha dignado ni siquiera a dedicarles una plaza. Le dedicamos plazas y monumentos a putillas del fascismo como Franco o Fraga y no a las servidoras del placer, desde luego que somos una sociedad de enfermos. Tu trabajo es una forma de prostituir tu tiempo, cuando prefieres callarte por miedo o no defender una causa justa por el qué dirán…eso también es prostitución, y la peor que existe, la prostitución del alma. Regularicemos de una vez la prostitución, dejémonos a un lado ese absurdo tópico de que todas son esclavas y esas idioteces, eso es mentira. 

Que a unas chicas las hayan esclavizado no significa que la prostitución sea esclavitud, igual que porque quienes fabrican nuestras ropas en China u otros países vivan en condiciones infrahumanas no significa que fabricar ropa sea una esclavitud, hay que saber diferenciar. La mayoría de ellas trabajan por su cuenta, y son mucho más esclavos quienes trabajan en el McDonalds o en una gran empresa que la mayoría de ellas. No nos podemos ni imaginar la de enfermedades mentales y violaciones que la prostitución evita, negadlo y crucificarme por decir esto, panda de rabinos y curas, pero es la verdad. Cuando vemos a una chica semi-desnuda por la calle vendiendo sexo nos tapamos los ojos, pero después en casa…mejor ni hablar ¿eh?. En definitiva, debemos dejar atrás absurdos esquemas sobre la moral y la dignidad que no tienen ni pies ni cabeza. La dignidad es ser bueno con los demás y actuar con justicia, nada más. El mundo entero es un burdel de mierda, aceptas que te maltraten para cobrar la nómina, callas lo que desearías decir para que nadie te mire mal…y después miramos con desprecio a unas honradas mujeres que lo único que hacen es vender sexo. Lo que es despreciable es que esos mismos que critican la prostitución, luego salgan de fiesta y se gasten más dinero en cubatas invitando a mujeres que intentan llevarse a la cama que lo que les cobraría una puta, y encima sin tener que babear para ello. En fin, amigos y enemigos, todos somos putas, a nuestra manera, pero putas.

jueves, 1 de noviembre de 2012

La prostitución. Artículo opinión Mikel Arizaleta


El abuso es abuso, ¡pero déjenles hablar a ellas, saben defenderse, no las sustituyan!

Días atrás publicaba Belén Martínez, técnica de igualdad, un largo artículo sobre “Prostitución y la Diputación”, en la que en base a dos informes, uno del gobierno holandés, el informe Daalder, y otro de la Policía Nacional, abogaba por el modelo abolicionista de la prostitución, que considera la prostitución “como un pilar de la organización patriarcal y mercantilista del mundo, como una manifestación de la violencia ejercida contra las mujeres. Y de acuerdo con la Convención de Palermo el modelo abolicionista, decía,  se sustenta en la defensa de los derechos humanos de las mujeres y en su liberación de toda explotación sexual.
El artículo era una queja amarga en contra de la dirección de Igualdad de la Diputación Foral de Gipuzkoa y la asociación Aukera, que en colaboración con la UPV y el Master de Igualdad de Mujeres y Hombres habían organizado unas conferencias bajo el lema Nosotras: Encuentro estatal para la Creación de Alianzas entre Entidades que apoyan a las personas trabajadoras sexuales, organización que, según Belén Martínez, suponía “la canonización del discurso prelegalización” y criticaba a la Diputación por acoger en Donosti un evento con densidad estatal española.
Lo que Belén Martínez propone es la abolición de la prostitución para evitar la violencia contra las mujeres, la amenaza, la coacción y el abuso de poder. Es un sector en el que se da una criminalidad internacional organizada (tráfico de mujeres, niñas, droga…)
Belén Martínez  aporta reflexión, alude a informes concretos, a voces feministas, forra y encuaderna con nitidez su teoría pero se echa en falta, muy en falta, la voz de las prostitutas. ¿Y ellas qué piensan? Yo he conocido enla Universidad a estudiantes de diversos países y status que se financiaban en base a polvos. ¿Son las mismas de las que habla Belén Martínez? Sin duda, que estas y otras parecidas conforman un tanto por ciento muy exiguo del conjunto. Pero no  por eso deja de ser una respuesta.
Al tratar de la prostitución a mi modo de ver hay que distinguir dos problemas: lo que tenga de maltrato, sumisión, violencia, engaño, falsificación… Y la profesión o el modo de vida como tal. Y digo dos cuestiones porque, a mi modo de ver, hay violación de la dignidad de la persona humana (muy frecuente y muy extendida a diversa escala en nuestra sociedad, en el trabajo y en el quehacer de nuestra vida) y un prejuicio social y/o cultural contra este oficio. Yo he acompañado a las Cortes de Bilbao a padres a rescatar del burdel a su hija drogadicta que se estaba prostituyendo para obtener heroína y he acompañado a padres a buscar a sus hijos que estaban detenidos en un cuartel de la guardiacivil. Con parecido dolor y angustia por parte mía y de los familiares. El maltrato, la sumisión, el chanchuleo, el ningunear, la sumisión… es una cosa. Y, sin duda, en la prostitución se da también y de manera grave, pero no exclusivamente. Si se quiere evitar todo este aspecto de amenaza, coacción, abuso… se puede, yo creo, perfectamente. Vigilancia y control y no amparo policial y chanchuleo con traficantes. Pero ese es otro tema. En este negocio las instituciones y autoridades tienen poder y control. Si se quiere se puede evitar, al menos en nuestras ciudades y pueblos.
Pero el otro, el segundo, ese prejuicio social/cultural que se extiende sobre este negocio, en general sobre  las relaciones sexuales me parece vetusto, bastante cristiano hipócrita y poco ; claro luego los Kinsey-Reports daban como resultado que el 50% de los maridos americanos habían sido infieles a sus esposas por lo menos una vez. Ya G. P. Murdock en su libro Social Structure de 1949 hablaba de que tras examinar 248 culturas diferentes o pueblos que la “prohibición de toda relación sexual fuera del matrimonio es sumamente rara fuera de la esfera de influencia cristiana”, y calcula que una prohibición general de relaciones sexuales fuera del matrimonio existe a lo sumo en un 5% de todas las culturas de la tierra.
El abuso es abuso, y más abuso cuando se practica sobre una persona débil, necesitada, enferma, indefensa, frágil, pero en cualquier campo donde eso se dé, que hoy por desgracia es amplio. Es claro, aprovecharse del necesitado es indigno y debe ser sancionado gravemente. También en este caso. Pero abolir la profesión por abuso me parece grave, me parece errar el tiro, cerrar los ojos a la violencia, colaboración institucional, policial y judicial con la violencia y con quienes la practican. ¡Pero déjenles hablar, apoyémoslas, saben defenderse!¡No las sustituyan!
Y la censura a la Diputación por organizar en Donosti un evento estatal español me parece pasarse tres pueblos. Porque ¿qué pasa con el festival de cine? ¿Y con la Universidad y sus cursos?

miércoles, 6 de junio de 2012

"Prostitución callejera, Barcelona". Artículo de opinión

Zona canalla, la parte oscura de Barcelona
Por Sergio Farras, escritor tremendista
Rambla abajo, con las manecillas del reloj marcando pasada la medianoche, el paseante nocturno se sumerge en esa parte de la Barcelona canalla y viscosa. Ésa, que no siempre está a la vista y que no sale en las guías; pero que existe y que se revela con la oscuridad de los dominios de la medianoche, no pudiendo evitar vislumbrar la sombra de un Pepe Carvallo, que parece que todavía trotara por estas calles que tanto le inspiraron.
El verano llega con la canícula y los deseos más libidinosos y carnales le acompañan.  Son ya las cuatro de la madrugada, las luces de los locales de ocio y de las terrazas de la Rambla barcelonesa comienzan a recogerse. Observo desde la luz de una farola poco iluminada, y veo una figura a media lumbre que parece una joven prostituta que anda medio desarropada. Es un callejón del mercado de la Boquería, estrecho y maloliente.  La prostituta está entre unas cajas de madera, apoyada en una pared sucia como la mugre. Es una prostituta que está haciendo señas para que se arrime a su vera  un posible cliente. Un hombre qué la ve, se le acerca, se oyen unos susurros, negocian el precio a la baja, probablemente regateando y ajustando el ratio del descuento de sobre unos veinte miserables euros.
La prostituta por su aura descarada y lasciva atrae al posible cliente a la luz de sus dominios, desarmándolo con esa mirada pícara, ese gesto descarado, ese olor a piel trotada por  la áspera noche, que no es piel canela, sino escamada y castigada por el calor asfixiante y curtidor. Sus jóvenes muslos vistosos y fornidos sobresalen recortados por una minifalda de las baratas,  un top que sus pechos aprieta con más deterioro que gracia y unas medias desgarradas y sobadas, son todo el atuendo para su falsa opereta. Retando a la ley que prohíbe la prostitución en la vía pública, que lleva pena y sanción para cliente y prostituta. Como si fuese la norma que todo lo ha de curar. Pero al cliente habitual u ocasional, tan liviana disposición  no lo detendrá de su artimaña. Porqué es esa hora, ese momento; a eso que va de las cuatro a las cinco de la mañana, donde los demonios que se llevan dentro se manifiestan y se expulsan por el prepucio. De aquellos que no han “ligado”, ni han sabido ser buenos cortesanos, o que la vanidosa fortuna les ha dado la espalda y, de qué esta noche: “ná de ná”. Por eso, deambulan algunos probables clientes desorientados Rambla abajo, unos más ebrios que otros, probablemente alguno que vaya lúcido y todo, buscando poner fin a su lamento e instinto animal, con el sufragio de apoquinar por la  flaqueza que le corroe sus entrañas.
Prostituta y cliente han llegado a un acuerdo, ya están medio vestidos, medio desnudos, fornicando como conejos. Ella, apoyada en la sucia pared de pringosa roña, él dando embestidas en el aire, aprisionándola con su sudoroso cuerpo que se tambalea mientras intenta cumplir con las labores del amante errante. Rebotan por las paredes los gemidos fingidos, y no hay guardia ni autoridad que detenga el momento. Igual, es que es una ley todavía muy tierna, una ley que se puede incumplir y todo. Una norma que no puede frenar ni sujetar con las correas del legislador  el placer  de los vicios más oscuros.
Y todo esto me lleva una reflexión: qué el instinto de la necesidad  primaria e irreflexiva  supera a la de las leyes de los hombres justos, que desde los ayuntamientos y administraciones intentan retar a la naturaleza primitiva; del morbo y del oscuro deseo del copular por previo pago en la fornicaria vía pública.
A las seis de la mañana, cuando el sol comienza a despuntar en la Barcelona cosmopolita e internacional, es hora de pasar cuentas. El macarra  inquisidor exige su tasa para amortizar su canallada, y la ramera paga su tributo con trémula mirada. Es un Pedro Navaja de pacotilla y venido a menos, que vigila a la prostituta callejera sin que el cliente se dé cuenta. Y qué igual, a este, tampoco le interesa ni le importa. Porque el cliente ha cumplido como un macho, como un semental callejero y brabucón, sabiendo que probablemente nunca tenga que dar explicaciones a nadie. Y la suerte de la prostituta y del arrogante macarrón, no le invadirán su conciencia ni le espantará su mañana. Él, sólo es un cliente, y aunque pueda ser multado y sancionado, correrá el  riesgo que igual acompaña a tal acción, como un binomio de peligro y de placer a la vez.
El sol comienza a rozar el horizonte barcelonés, mientras los servicios de limpieza municipales empiezan a regar las calles del asfalto madrugador, como queriendo quitar esa capa maloliente bajo un barniz que casi nadie quiere ver ni tampoco respirar. Pensando así, que podemos borrar el rastro de la penuria y la ruindad.  ¿Somos hipócritas en una sociedad que intenta esconder sus miserias? ¿Es el señor Conceller de Interior caballero de luchas impías?
Saliendo hace pocos días,  calientes de los despachos institucionales, dos iniciativas polémicas sobre el control de la prostitución en la vía pública. Una de ellas en forma de ley y la segunda, como ordenanza municipal. Todo esto parece que acabará en una norma veraniega de más apaño que solución cabal. Como una huida hacia adelante de los políticos, que no saben por donde coger tal situación endémica y espinosa que se les clava en sus despachos como un cactus punzante,  y que hace años que les irrita.  Y de una  ordenanza municipal dudosa e igual inocua, como una especie de placebo legal, que acabará retroalimentándose con el eterno debate que siempre acaba persiguiendo sombras.
Porque la prostitución callejera sigue y continúa ejerciéndose en Barcelona a pesar de sus normas y sus  leyes que la desean derogar para siempre. Porque ésta, se resiste por ser conducta ligada a la condición humana. Quizás de momento estos días más discreta, quizás más disfrazada, quizás más prudente de lo habitual. Pero las prostitutas siguen con su praxis y su oficio que dibuja un cuerpo insinuante y cachondo ofreciéndose en cada esquina, en cada rincón de unas calles determinadas y conocidas de la ciudad. Algunas prostitutas también se indignan –como los del 15M-, y muchas desean seguir ejerciendo su oficio como un servicio a la comunidad -incluso algunas con el apoyo de sus vecinos-, para apagar las necesidades de la criatura entre los desprecios de otras gentes de la ciudad, cómplices con sus miradas que las rechazan con sus juicios de argumentos dudosos.
Unas por necesidad, otras por obligación, pocas por convicción y vocación. Unas en hostales de tullidos y roídos catres, otras en un rincón sucio callejero de olores combinados. Las prostitutas saben que algunos hombres  las necesitan, que son  el último recurso de una noche que se ha torcido, una noche que se ha resbalado por el deseo más maquiavélico y engañoso. Y también, sin duda, no olvidar ni amparar a su clientela de día, para aquellos que la noche les es negada y no les deja deambular como al solitario lobo urbano y nocturno.
Mientras, la ciudad vuelve a despertarse para volver a su ser natural, y las prostitutas callejeras se retiran a su camastro para probablemente llorar en su soledad, o pensando qué; casi todo les da igual. Porque dentro de unas horas, al encenderse como es costumbre otra vez los neones de la parte baja de la Rambla barcelonesa,  tendrán que volver a salir  a buscar a esas almas instintivas,  y qué cómo si se tratara de una montería, deambulan cada noche por el centro de la ciudad. Mientras, el gato callejero y discreto, si le peguntan dirá qué él, no ha visto nada.
El paseante nocturno quiere pensar que todo esto no sea opereta ni comedia para desviar el curso del río de aguas lascivas, para barrer y allanar camino  de higienizar y desinfectar Barcelona para el beneficio de una futura Eurovegas, que como una gran superficie del vicio más lustroso, desean hacer negocio con lo mismo pero vistiendo de gala el escenario, que de pisar calle pasarían a pisar tablas. Y probablemente, los actores interpretarían la misma función, donde se cambiaría la coreografía pero no el fondo de la cuestión.

miércoles, 4 de abril de 2012

"Una Mala mujer" Artículo opinión en Levante Hoy sobre mi testimonio

Dejo el artículo en el que se comenta mi testimonio recogido en mi libro "Una mala mujer". Muchas gracias.

Fuente:

http://www.levante-emv.com/valencia/2012/04/04/mala-mujer/894784.html

Anaïs Menguzzato ha soltado dogmática sentencia que demuestra bastante desconocimiento sobre la prostitución actual: «Ninguna mujer lo hace porque quiere; van obligadas por las circunstancias». Podríamos deducir que las mujeres limpiadoras friegan suelos porque les gusta el olor a lejía; que los obreros de la construcción suben a andamios soñando ser fonambulistas frustrados o que los empleados de una central nuclear disfrutan al suponer que un día las picará una araña radioactiva y se transformarán en «spiderman» o «spiderwoman».
La gran mayoría de los empleados no trabajan por gusto, sino «obligados por las circunstancias» que en general son las facturas de la vida moderna. El trabajo parece un lujo en estos tiempos de paro, pero en el fondo es una «obligación» que nace de nuestra situación económica. Un multimillonario puede pasar el resto de su vida en una hamaca, pero el resto de ciudadanos tenemos que trabajar «obligados por las circunstancias» que marca el coste de la vida.
Para mitigar esta maldición bíblica procuramos buscar ocupaciones que nos resulten agradables. La obligación es la misma, pero nos resulta más digerible. También influye la remuneración recibida, estando en una sociedad capitalista. La concejala Menguzzato debería leerse el libro «Una mala mujer» que acaba de publicar la prostituta Montse Neyra, que por cierto también mantiene un blog muy interesante en Internet. Es el testimonio de una trabajadora sexual que ha podido estudiar y mantener una familia gracias a su trabajo erótico.
Nacida en una familia modesta, pasó por muchos trabajos-basura hasta que decidió: «salir ya de una vez de la miseria y de la incertidumbre que supone no tener una economía mínima segura. Me venía a la mente la vida de mis padres; mi madre todo el día limpiando, fregando de rodillas. Habían trabajado toda su vida y eran honrados, pero estaban hundidos en la miseria. ¡Yo no quise conformarme!»
Montse, con natural temor, llamó a un anuncio de relax y empezó su carrera. Pronto advirtió que: «La prostitución es la mejor alternativa que tenemos las mujeres para ganar lo mismo que un ministro, y sabiendo ahorrar e invertir nos puede dejar la vida solucionada». En su documentado libro, fiel reflejo de su vida, Montse nos aporta un dato muy importante: «En ningún burdel de los que estuve, y fueron muchos, había ninguna mujer en situación de trata de seres humanos. No conocí ninguna mientras hice este recorrido». Además comenta que aunque la mayoría de sus compañeras lo hacían por precariedad laboral, le sorprendió conocer a otras «que no tenían ninguna necesidad vital. Normalmente de muy buena posición económica, casadas; pero el marido, decían, no les hacía mucho caso y les gustaba consumir productos de gama alta y joyas». Conclusión, los hombres casados buscaban lo que decían no tener en casa, sexo, y las mujeres casadas vendían sexo «para comprarse tonterías». ¡La sociedad de los trastornos! El testimonio de Montse es el de esas valientes mujeres que, como la brasileña comentada hace algunas semanas, pretenden aniquilar el viejo «estigma de la puta», favoreciendo política y socialmente los derechos del trabajo sexual. Una concejala que se mete en una comisión específica debe informarse primero del tema, y no manejarse con clichés anticuados que humillan la capacidad de decisión de la mujer. Estas damas no necesitan «salvadores»; se han salvado a si mismas durante años. Lo que necesitan es justicia y respeto, valores que nuestras autoridades sistemáticamente les niegan.