Suena mal la apócope de la palabra prostituta, tan mal como que es uno de los insultos más usados: puta o también hija o hijo de puta son algunos de nuestros improperios preferidos... La palabra suena tan mal como la situación real de estas mujeres. Su situación legal, su falta de seguridad, de derechos, de libertad... Pese a que, desde mi punto de vista, deberían ser trabajadoras como las demás. Sin embargo el hecho de que sus servicios sean sexuales les coloca en una situación de desprotección, que no es comparable -al menos en apariencia- con otros tipos de trabajos.
Pero, ¿es más degradante mantener relaciones sexuales por una cantidad de dinero justa que trabajar hasta la extenuación en un bar seis días por semana por un sueldo de miseria? ¿Es menos vejatorio vender seguros, libros o menajes de cocina en lo que se llama venta a puerta fría? Un tipo de trabajo en el que si no vendes nada no ganas nada, tras jornadas de doce o catorce horas. ¿Por qué ofrecer un servicio sexual es peor que el trabajo que realizan un portero de finca abusado por los propietarios; una limpiadora humillada o un trabajador del campo explotado durante interminables jornadas para finalmente recibir un jornal de miseria? ¿Por qué hay que proteger a las prostitutas africanas explotadas y no a las africanas explotadas en la recogida de la aceituna o la uva? En mi opinión ni unas ni otras pueden elegir. Toda explotación parece tener origen en el sexo y el sexo es, aparentemente, la madre de todas los abusos, pero no siempre es así de sencillo.
Todo lo relacionado con el sexo -juguetes sexuales, pornografía, fetichismo, prostitución- aparece siempre ante nuestros ojos con una carga negativa para la sociedad puritana que somos, aunque no seamos conscientes de ello. Una sociedad que por una parte reniega del sexo, pero por otra no puede prescindir de él. ¿Por qué no puede la prostitución -masculina o femenina- ser considerada un trabajo como otro cualquiera? Autónomo o por cuenta ajena un trabajador o trabajadora sexual -sexo servidor se dice también- tendría que poder ejercer su trabajo con los mismo derechos y el mismo nivel de protección -evitando por ejemplo que caiga en manos de las mafias o que ejerza siendo menor de edad- que un empleado de banca, un comerciante o un bombero. Todo lo demás son prejuicios antediluvianos.
Si en una profesión se producen abusos, ¿nos tendríamos que cuestionar la existencia de esa profesión o por el contrario nos tendríamos que plantear realmente cómo proteger mejor a los trabajadores? Si se producen constantes denuncias de abusos dentro del sector de la hostelería, ¿tendría que desaparecer la profesión de camarero por ejemplo y que sean los clientes los que se sirvan? Suena absurdo, ¿verdad? Pues a mí me suena igual de surrealista que se quiera prohibir la prostitución por los abusos que se cometen contra las prostitutas, en lugar de regular la profesión de meretriz y proteger a las trabajadoras que deciden libremente ejercer esta profesión.
Sin embargo la evidente realidad a día de hoy es que muchas mujeres ejercen la prostitución en situaciones de explotación y semiesclavitud, forzadas por mafias que las mantienen secuestradas en los mismos burdeles o en las calles, que les coaccionan con hacer daño a sus familias o a ellas mismas, que les drogan para que puedan soportar jornadas extenuantes sin que los poderes del Estado: políticos, policía o jueces hagan prácticamente nada para ayudarlas y protegerlas. En todo caso la única solución que les ofrecen es enviarlas al paro y que dejen de ejercer, sin darles una alternativa real, un trabajo del que poder vivir con dignidad. Porque lo indigno demasiado a menudo es el sueldo de miseria que recibe un trabajador, no el trabajo en sí. Porque en ese caso los trabajos peor valorados socialmente serían labores, digamos algo sucias como las que realizan los poceros o algunas especialidades médicas y no veo que eso ocurra.
Entre tanto las prostitutas (hablo de ellas sobre todo porque son las más desprotegidas y abusadas) se encuentran en un limbo legal que permite al Estado ejercer sobre ellas un poder despótico y ciego, encarcelarlas o reprimirlas, prohibiéndoles ejercer un trabajo que les permite, en muchas ocasiones, vivir de una forma digna. No sé si la prostitución es necesaria o no -sospecho que sí- el caso es que existe y no sirve de nada mirar hacia otro lado o tratar de convencer a quienes la practican de que no deben hacerlo con mensajes de una moralidad absurda.
Lo que hay que hacer es legalizar y regular la prostitución y poner los medios para que quienes la ejercen puedan hacerlo con todas las garantías legales y sanitarias. ¿Por qué no podemos considerar la prostitución un trabajo como otro cualquiera? Si existen mafias que controlan a las prostitutas es porque el Estado lo consiente. ¿Consentiría el Estado mafias que controlasen el tráfico de órganos o el comercio ilegal de azúcar, apartamentos u ordenadores? Estoy seguro de que no. El Estado lucha contra el tráfico de drogas o de tabaco, controla la calidad de los alimentos que comemos o la resistencia de los edificios en los que habitamos ¿Por qué no puede hacer lo mismo con la prostitución? Simplemente por un prejuicio religioso (pese a que somos supuestamente un Estado laico) que le lleva a pensar-legislar que es algo malo o amoral y que tiene que prohibirla y castigarla. Sin embargo no acaba de hacerlo, porque quienes redactan las leyes también son usuarios y estoy seguro de que no quieren castigarse a sí mismos. Además la prostitución seguirá ahí, pase lo que pase, y pese a que se prohíba continuará existiendo y ejerciéndose, aunque sea en las peores condiciones imaginables.
Me parece interesante, y a la vez un ejercicio de cinismo, la entrada de la prostitución en el cómputo del Producto Interior Bruto de los países de la UE. Sobre todo porque seguramente esta entrada no va a suponer la obligación de realizar cambios legislativos tendentes a normalizar una profesión cuyos ingresos sin embargo sí se evaluarán en el PIB a partir de septiembre. Aunque también tengo que decir que no veo al ex falsoprogre (ahora ya ni eso) Alberto Ruiz-Gallardón legislando sobre la materia sin antes pasar media docena de veces por el confesionario. Y todo para al final, casi con toda seguridad, dejar las cosas como están -o peor incluso como va a pasar con su Ley antiaborto- y que se salve el que pueda.
Por lo que se ve la religión manda demasiado para que la clase política se decida a solucionar un problema que tiene miles de años de antigüedad y que afecta casi exclusivamente a las insignificantes mujeres, como el aborto por ejemplo. Los políticos -ellos pero a menudo también ellas- miembros de partidos supuestamente progresistas como el PSOE, entre otros, dicen no ser machistas, sin embargo con su carga de secular paternalismo (con la excusa de defender los derechos de las mujeres y víctimas de un falso feminismo) intentan hacer desaparecer una profesión milenaria que pese a sus prejuicios seguirá existiendo.
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