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jueves, 5 de junio de 2014

Los clientes son los mejores aliados para descubrir situaciones de trata en prostitución

Los consumidores de prostitución son el mejor aliado de la Policía en la lucha contra la trata de seres humanos. Así lo entiende el inspector jefe de la Unidad Central de Redes de Inmigración y Falsedad Documental (Ucrif), José Nieto, quien anima a los clientes de los prostíbulos a denunciar cualquier comportamiento que pueda hacer sospechar de que en ese local se está explotando a personas. 
En concreto, el responsable del plan contra la trata iniciado hace más de un año recomienda a estos clientes estar atentos, sobre todo, a si las mujeres están ahí porque quieren, algo que se puede observar en numerosos detalles. "Hay indicios que lo indican –señala Nieto–, como que no porten su propio teléfono móvil, que tengan que estar un tiempo limitado con hablando con un hombre, etc.". "Queremos que la gente que va a estos sitios, que no están prohibidos, observe la actitud de los responsables y de las mujeres, porque no todas están por su propia voluntad", subraya.
De hecho, añade, la Policía está detectando que ahora las organizaciones tienden a llevarse a las chicas a "pisos de citas". Las sacan de los clubes de alterne con rótulos luminosos que hay en las carreteras para "trasladarlas" a viviendas, donde "están muchísimo más ocultas". En estos nuevos destinos, explica el inspector jefe, están menos expuestas tanto a los ojos de la Policía como al resto de personas que también pudieran detectar algo extraño.
De ahí que Nieto invite en este caso a que los clientes sospechen de aquellos "pisos donde hay que tocar en clave para que te abran, donde no se aporte documentación o en los que sus inquilinos muestren una actitud extremadamente temerosa o desconfiada hacia el consumidor". "Se supone que si las mujeres están de forma voluntaria, se mostrarán alegres, contentas; y en una conversación de cinco minutos puedes detectar si están haciendo una obra de teatro o si están allí porque disfrutan con su trabajo", señala el inspector jefe.

Sin preguntas

"Si eres consumidor o sencillamente espectador, con un par de miradas que hagas a estas mujeres puedes deducir si están ahí porque quieren o no", resume Nieto, quien recuerda que la Policía tiene a disposición del público un teléfono gratuito las 24 horas. "No vamos a preguntar a nadie su nombre, ni su teléfono, ni por qué ha ido a ese local, ni qué ha hecho o dejado de hacer allí; sencillamente, díganos el sitio que ya nos ocupamos", asegura.
En cualquier caso, la colaboración ciudadana no se limita únicamente a los clientes. Cualquier vecino que ve algo llamativo puede llamar por teléfono (900 10 50 90) o escribir un correo electrónico (trata@policia.es) para dar alguna pista, aunque ésta finalmente no sirva para nada.
En el algo más de un año que lleva vigente el plan contra la trata de seres humanos, 1.419 personas han llamado o escrito para aportar información sobre el tráfico de personas. Gracias a esta colaboración ciudadana, la Policía ha abierto 165 investigaciones, 16 de las cuales han concluido con la detención de 37 personas. Además, como consecuencia de esta contribución de la sociedad, la Ucrif ha conseguido liberar a 32 víctimas mayores de edad que estaban siendo explotadas en España (el 95% mujeres) y 28 menores (todas ellas niñas de entre 14 y 17 años).
El inspector jefe de la Ucrif asegura que actualmente la Policía ha identificado más de 10.800 víctimas potenciales en nuestro país, entre las cuales estima que hay "un gran número" de españolas. La mayoría de ellas, personas que han obtenido la nacionalidad aquí, aunque no sean originarias de España.

Víctimas invisibles

"Con este plan –reflexiona Nieto en una entrevista concedida a Seguridad y Tribunales Radio–, se ha intentado, y yo creo además que con bastante éxito, aflorar, sacar a la luz una actividad delictiva que cuenta con unas víctimas invisibles", sobre las que nadie reparaba.
La Ucrif también ha detectado que las mujeres explotadas ya no son únicamente extranjeras que vienen a nuestro país a ser esclavizadas, sino que las mafias también están empezando a fijarse en España como lugar donde 'recolectar' chicas jóvenes para llevarlas engañadas a Europa o EEUU. La técnica es la misma, se les promete un trabajo mejor en el extranjero y luego se encuentran con la "desagradable sorpresa", como afirma Nieto, de que su horroroso destino es ser explotadas como esclavas sexuales.
"Las mafias saben qué tienen que decir a las mujeres" para llevárselas, porque la crisis económica ha situado a muchas de ellas en una situación de pobreza extrema que les lleva a confiar en cualquiera que les puede sacar del agujero.

viernes, 6 de diciembre de 2013

No, nosotras no somos cortafuegos antivioladores

Por Léa Rousseau, Call Girl independiente
26/11/2013
http://learousseau.hautetfort.com/archive/2013/11/25/non-nous-ne-sommes-pas-des-par-feu-anti-viols-5230807.html
Me gustaría esta vez abordar una idea preconcebida que parece estar bastante extendida: la que pretende que la abolición de la prostitución ocasionaría un aumento significativo del número de violaciones. Aunque yo estoy, evidentemente, totalmente en contra de la abolición de la prostitución, no puedo por menos que denunciar este error, que no es un prueba de mala fe o de mala intención, sino sencillamente un desconocimiento del tema, a menudo mantenido involuntariamente por las feministas que tienen tendencia a tratar de puercos perversos/maltratadores/esclavistas (táchese lo que no proceda) a los clientes, induciendo a que la gente crea que son predadores sexuales. De entrada, está bien hacer ver o recordar que en comparación con la totalidad de los hombres de Francia, los que “van de putas” o contactan con callgirls son una minoría, y los que lo hacen de manera regular todavía más. Es una pequeña precisión útil: no, no todos los hombres recurren a profesionales o a eventuales.
A continuación, hay diferentes aspectos a desarrollar para que se comprenda el sinsentido de este argumento.
1)      ¿Por qué vienen a vernos los hombres?
Las motivaciones que impulsan a estos hombres a contactar con nosotras son generalmente más un deseo de desahogarse con una mujer complaciente, sin comeduras de coco, que otra cosa. Sea el caso del esposo infiel que no quiere una amante peligrosa, el del novio que se ha separado de su novia y no tiene ganas de pasarse cuatro horas en un bar para llevarse a casa a una chica o el del hombre demasiado tímido para atreverse a acercarse a las mujeres lambda, cada uno de ellos busca un momento de intercambio, y no se satisface con una relación mecánica. Quieren “hacer el amor” o “follar” pero no tener la sensación de hacerlo con una mujer que lo hace a la fuerza, que no obtiene ningún placer y que mira el reloj. Estos hombres no son predadores sexuales en su gran mayoría.
2)      Los hombres a los que les gusta violar lo que les gusta es… violar.
A un predador sexual lo que le gusta es la relación forzada. Le gusta someter a una mujer a su poder, dominarla: eso es lo que le excita.  Abriros de piernas musitando “Sí, tómame”, y el tinglado se desinflará como un suflé, Son pulsiones sádicas y narcisistas, puramente egoistas, lo que hace que se trate de casos psiquiátricos. Esos tipos no quieren, por lo general, ver a prostitutas, ya que por definición, la profesional no haría más que simular una falta de consentimiento. Los tipos a los que les gusta violar no tienen necesidad de putas para saciar sus pulsiones.
3)      Las prostitutas también pueden ser víctimas de violaciones.
Sí, una profesional tiene el derecho, igual que todas las mujeres, a negarse a tener una relación sexual y, desgraciadamente, también como todas las mujeres, puede ser víctima de una violación. No seamos ingenuos, el tipo que viola a una prostituta lo hace porque considera que tiene este derecho sobre esa mujer a la que considera un ser inferior, sea porque es una mujer, sea porque es una prostituta. El hombre que viola a una puta probablemente ha violado ya a otras mujeres y violará a más, porque su educación y su manera de razonar le permiten pensar que eso forma parte de sus derechos como macho.
4) No existe más que una clase de violador.
Pasa muy a menudo que hombres acusados de violación ni siquiera tengan conciencia de haber violado. La liberación de las costumbres y el consumo gratuito de los cuerpos ha inducido en la mente de muchos jóvenes que la relación sexual se ha convertido en algo banal, en el límite de una regla social, un poco como si hubieran mutado en bonobos al mismo tiempo que han evolucionado las costumbres.
En sentido inverso, las jóvenes están formateadas desde siempre para no “hacerse notar”, y la proyección constante de sexo en los medios y la publicidad, y los intentos de ligue repetidos han hecho que ocurra muy a menudo que una mujer no sepa realmente si un hombre se conduce de forma inapropiada o no. A menudo va a titubear antes de responder, sea por miedo a desencadenar la agresividad del interlocutor, sea porque, en el fondo, no está muy segura de la situación: “¿Está intentando ligar conmigo o son imaginaciones mías?”
De esta manera, muchas mujeres envían señales de rechazo esperando que sean interpretadas correctamente en lugar de imponer un “no” firme. Las señales enviadas han sido claras, pero el hombre que está delante, “llevado por un impulso” (término extremadamente recurrente en boca de los acusados en casos de violación) no estaba en condiciones de recibirlas correctamente, o ha decidido ignorarlas, considerando, como corresponde a una idea preconcebida, que una mujer que no consiente chilla, lucha, araña y llora, y que en ausencia de este comportamiento, no hacía falta escuchar las señales. Este tipo de agresor no tiene absolutamente nada que ver con que haya o deje de haber prostitutas en la sociedad, y que la prostitución sea abolida o no no cambiará absolutamente nada al respecto.
5) El violador que acecha escondido entre los arbustos es minoritario.
En efecto, al contrario de, otra vez, la idea preconcebida, la inmensa mayoría de las violaciones son cometidas por una persona conocida de la víctima (padre, hermano, primo, amigo, abuelo, tío, médico de familia, amigo de los padres, vecino, enseñante, etc.)  y no por un loco sexual vagando por las calles en busca de una víctima. Hablo aquí de un poco más del 80% de los casos de violación declarados (que han sido objeto de una denuncia). Otra vez, no hay ninguna relación con la prostitución; se persiga a las putas o se deje de perseguirlas, estos violadores estarán siempre ahí.
6) Afirmar esto equivale a decir de manera involuntaria que los hombres son todos violadores al acecho.
Incluso si, en efecto, la mayoría de las violaciones son cometidas por hombres, decir que aumentaría el número de violadores si dejara de haber prostitutas para saciar sus necesidades sexuales,  equivaldría a decir que los hombres son animales, incapaces de gestionar sus deseos carnales de forma racional. Vemos aquí a estas hordas de machos, con los ojos desorbitados, las venas hinchadas, la baba en los labios, errar por las calles oscuras de nuestras ciudades en busca de una presa. No, seamos serios, incluso aunque todas y todos nosotros sabemos que a los hombres les cuesta encajar la frustración sexual (:D), esto no significa sin embargo que sean violadores. Sobre todo porque la violación es ante todo una cuestión social y un problema de educación. Yo diría incluso que la violación es tan vieja como la prostitución, y que esta no ha tenido nunca un auténtica influencia sobre aquella.
Para resumir, se trata de un falso argumento. Bien entendido que el número de violaciones podría aumentar, pero no tan significativamente como piensa la gente, y no sería posible relacionar este ligero aumento con el cese oficial de nuestras actividades. No somos en ningún caso válvulas de protección de las mujeres contra la violación, ni siquiera aunque sea una idea agradable de imaginar y, de forma tristemente irónica, muchas de nosotras mismas hemos sido víctimas en el pasado. Para reducir el número de violaciones estas son las únicas soluciones: educación, educación, información y sanciones.

domingo, 18 de agosto de 2013

Los clientes de los clubes de stripper desde la antropología.

 Os dejo la infromación de un trabajo de etnografía extrema, desde mi punto de vista el mejor metódo de investigación y el que mejor puede describir las diferentes realidades del comportamiento y actitudes del ser humano, ser observador y participante al mismo tempo, porque la condición humana no se puede objetivizar como en las ciencias exactas, son subjetividades, y la investigación es más cualitativa.
No he leido ni el libro ni la tesis, aunque solamente el hecho de que ella lo haya vivido en primera persona e smuy importante. De todas maneras en cinco años que estuvo en los clubs , 30 entrevistas me parecen muy pocas, para describir las diferentes realidades y extrapolarlas.
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 http://www.emol.com/tendenciasymujer/Noticias/2013/08/17/24550/Tras-trabajar-como-stripper-antropologa-descubre-que-los-clubes-nocturnos-si-son-utiles.aspx?error=access_denied&error_code=200&error_description=Permissions+error&error_reason=user_denied#_=_

Antropóloga cultural, con doctorado en la Universidad de Duke, investigadora de temas de sexualidad y escritora. Así se define Katherine Frank, autora de "G-Strings and Sympathy: Strip Club Regulars and Male Desire" ("Afinidad al colaless: Clientes habituales a los clubes de stripper y el deseo masculino"), libro en el que se adentra en el mundo de los locales nocturnos para hombres con el fin de explicar la relación que se establece entre bailarinas y clientes.

Pero las conclusiones a las que llega en el texto no sólo están basadas en la observación, ya que para escribir con mayor "conocimiento de causa", Katherine trabajó durante seis años como stripper en cinco clubes nocturnos, algunos de mucho prestigio y otros no tanto.

Según explica en su página web, durante su "investigación en terreno", la antropóloga pudo entrevistarse con más de 30 clientes habituales a estos locales, la mayoría de ellos de clase media y que estaban al final de sus 20 o en la mitad de sus 50.

Sin duda, la conclusión más importante a la que llegó con su estudio es que, contrario a lo que comúnmente se cree, los clubes nocturnos no afectan la capacidad que tienen los hombres para tener intimidad con sus esposas, sino que en realidad ayudan a mantener unidos muchos matrimonios.

"Para los hombres que decían estar enamorados de sus esposas y que deseaban permanecer casados, lo que ocurría en los clubs era transgresor y suficientemente real para ser excitante, pero seguía siendo una fantasía", relató a la revista "Salon", donde fue entrevistada hace algún tiempo.

En aquella oportunidad, Katherine también sostuvo que su experiencia como bailarina exótica, de alguna manera la ayudó a cambiar su opinión respecto a los hombres que visitan ese tipo de locales.

"Creo que me volví más empática. Antes de graduarme era una feminista anti-pornografía (…) Pero al hablar con los clientes en los clubes nocturnos, me di cuenta de que ellos también han sufrido daño por la cultura sexista. Sentían que sus esposas y novias nunca podrían aceptar sus deseos, y que nunca podrían pedir consejos sobre sexo, porque de alguna manera se suponía que ellos lo sabían todo", explicó.

La antropóloga, quien adaptó el libro de su tesis doctoral, reconoció que su investigación fue un proyecto bastante riesgoso y que incluso sus colegas le cuestionaban si alguna vez podría conseguir un empleo si trabajaba como bailarina. "Pero creo que el momento era el adecuado", señaló.

Un entretenimiento costoso

Katherine afirmó que tuvo varias experiencias positivas durante su desempeño como stripper, como descubrir que los gustos masculinos son diversos. "Aprendí que los hombres tienen una percepción mucho más variada respecto a qué tipo de cuerpos son hermosos o sexy, que la que tienen las mujeres", relató.

También reveló que las luces que se utilizan dentro de los locales, hacen que las bailarinas se vean bronceadas, con su piel perfecta, sin celulitis ni irritaciones debido a la depilación de su zona pública.

"En los vestidores ves realmente cómo son. Pero hay ciertos parámetros: la juventud es algo importante y las chicas que tienen el pelo corto rápidamente se dan cuenta de que tienen que ponerse pelucas largas para obtener propinas", confesó.

Respecto a cómo se comportan los hombres en sus visitas a los clubes nocturnos, la antropóloga indicó que los que van en grupo son diferentes a los que asisten solos. "Los hombres en grupo hablan más, comparan más descaradamente los cuerpos femeninos, son más críticos del físico de sus esposas o novias", dijo.

Pero, a pesar de que lo que vivió en los locales en que trabajó en general fue bueno, Katherine admitió que no le gustaría que su esposo fuera un cliente frecuente de ellos, principalmente por un asunto de dinero.

"El hombre puede pensar que le está dando dinero a la mujer que le 'robó el corazón', de manera que ella tiene el poder. Pero es dinero para entretenimiento. A veces, un hombre puede gastar 500 dólares en una bailarina", afirmó, y agregó: "Hice más de 1.000 dólares en una noche y sé de bailarinas que hacían más de 3.000".

 Based on her experiences as a stripper in a city she calls Laurelton—a southeastern city renowned for its strip clubs—anthropologist Katherine Frank provides a fascinating insider’s account of the personal and cultural fantasies motivating male heterosexual strip club "regulars." Given that all of the clubs where she worked prohibited physical contact between the exotic dancers and their customers, in G-Strings and Sympathy Frank asks what—if not sex or even touching—the repeat customers were purchasing from the clubs and from the dancers. She finds that the clubs provide an intermediate space—not work, not home—where men can enjoyably experience their bodies and selves through conversation, fantasy, and ritualized voyeurism. At the same time, she shows how the dynamics of male pleasure and privilege in strip clubs are intertwined with ideas about what it means to be a man in contemporary America.
Frank’s ethnography draws on her work as an exotic dancer in five clubs, as well as on her interviews with over thirty regular customers—middle-class men in their late-twenties to mid-fifties. Reflecting on the customers’ dual desires for intimacy and visibility, she explores their paradoxical longings for "authentic" interactions with the dancers, the ways these aspirations are expressed within the highly controlled and regulated strip clubs, and how they relate to beliefs and fantasies about social class and gender. She considers how regular visits to strip clubs are not necessarily antithetical to marriage or long-term heterosexual relationships, but are based on particular beliefs about marriage and monogamy that make these clubs desirable venues. Looking at the relative "classiness" of the clubs where she worked—ranging from the city’s most prestigious clubs to some of its dive bars—she reveals how the clubs are differentiated by reputations, dress codes, cover charges, locations, and clientele, and describes how these distinctions become meaningful and erotic for the customers. Interspersed throughout the book are three fictional interludes that provide an intimate look at Frank’s experiences as a stripper—from the outfits to the gestures, conversations, management, coworkers, and, of course, the customers.
Focusing on the experiences of the male clients, rather than those of the female sex workers, G-Strings and Sympathy provides a nuanced, lively, and tantalizing account of the stigmatized world of strip clubs.

sábado, 17 de diciembre de 2011

"Pagando por ello" ...Llenando el vacio de Chester Brown

http://www.eldiadecordoba.es/article/ocio/1140209/llenando/vacio.html

Dice Verónica Monet en la solapa de Pagando por ello que esta reciente novela gráfica de Chester Brown (Montreal, 1960) es "una representación sincera y fiel de la prostitución de clase media desde el punto de vista del cliente medio". La activista sexual, antigua chica de compañía y cortesana continúa: "El lector hará bien en leer el epílogo y los apéndices donde Chester Brown arremete contra los argumentos en contra de la prostitución con claridad, lógica y una impecable atención al detalle". Pues bien, estos dos son los ejes del fenomenal libro de Brown sobre su experiencia como putero: la representación y la argumentación.
En cuanto a lo primero, Brown demuestra aquí una absoluta madurez narrativa, un dominio total sobre la planificación y el ritmo y un estilo exquisito basado en la síntesis gráfica y temática, en la repetición y en la elipsis, recursos que acercan el producto al minimalismo. Todo lo dicho es apreciable en anteriores trabajos de Brown como Louis Riel, Nunca me has gustado o El Playboy, pero remarco aquí los términos madurez y exquisitez, pues el canadiense se supera con cada nuevo trabajo y Pagando por ello alcanza, en mi opinión, cotas de excelencia formal por su eficacia y su ya citada claridad.
Argumentalmente, la novela gráfica se suma a los trabajos autobiográficos de Brown, herederos en parte de los de su amigo el histriónico Joe Matt, a quien va dedicado el volumen y a quien, como sigue, se le reconoce la deuda en la dedicatoria: "sus cómics (…) han sido y son para mí una fuente de inspiración". En este sentido, la también afirmación de Monet "el libro de Chester Brown no trata otros tipos de prostitución como la de las chicas de compañía de lujo y el enrarecido mundo de las cortesanas" sencillamente denota que Pagando por ello es, antes que nada, la puesta en escena de una experiencia personal, el retrato de las obsesiones íntimas de su autor, no un tratado sobre prostitución.

Sin embargo, tal como se describe a sí mismo, Brown parece un tipo reflexivo, capaz de comprometerse con una idea hasta sus últimas consecuencias, pero dialogante, dispuesto a confrontar sus puntos de vista con los de los demás. Esta querencia al diálogo sustenta el segundo eje del libro, la argumentación. Haciendo uso de una fenomenal documentación, Brown se permite estructurar con firmeza un discurso a favor de la descriminalización de la prostitución y en contra del ideal de amor romántico. Este discurso subyace, y a veces se explicita, a lo largo de todo el tebeo y alcanza el rango de ensayo fragmentario en los jugosos apéndices y notas que, continuando la estrategia textual que caracterizaba Louis Riel, complementa y enriquece la lectura de las viñetas. El discurso es firme porque Brown, tolerante y respetuoso donde los haya, se alinea constantemente a favor de lo que Seth, en sus propias notas en los apéndices, denomina "la inviolabilidad del derecho a la propiedad". Para dejarlo más claro, esa feliz coda de la lógica capitalista y la filosofía libertaria se concreta en Pagando por ello en una encendida defensa del derecho a la propiedad privada del propio cuerpo.
Polémico, interesante, formativo, esclarecedor, sincero y hermoso, el libro de Chester Brown ofrece mucho más que la mayoría, por el mismo precio.

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