Puede abordarse seriamente un tema tan espinoso como el de la prostitución desde el punto de vista de un desacomplejado? Y, más todavía, ¿puede hacerse desde una novela gráfica sin resultar frívolo ni superficial? Pues bien, eso es lo que ha intentado el canadiense Chester Brown (Montreal, 1960), que publica el autobiográfico Pagando por ello (La Cúpula), con el elocuente subtítulo Memorias en cómic de un putero, prólogo de Robert Crumb, opiniones elogiosas de historietistas como Neil Gaiman o Alan Moore y el apoyo de algunas activistas por los derechos de las trabajadoras sexuales en Estados Unidos.
Brown - que responde nuestras preguntas por teléfono desde Toronto-explica que "la idea creció poco a poco, ya tenía otros trabajos autobiográficos - El playboy y Nunca me has gustado-y me di cuenta de que este aspecto de mi vida era interesante".
Brown no se trata a sí mismo con indulgencia. Aparece en su cómic como alguien sin habilidades sociales y con inseguridades, aunque también con unos principios éticos que le hacen oponerse al tráfico de mujeres y a la explotación. El mazazo que supone que su novia se enamore de otro hombre le conduce, tras una serie de reflexiones, a contratar servicios sexuales. El cómic muestra su proceso hasta convertirse en un cliente habitual, sus dudas y contradicciones, los debates con sus amigos y ex novias - Brown les cede incluso una parte del libro para que se expresen directamente, sabedor de que opina a contracorriente-y finaliza con unas notas y apéndices - más de 50 páginas adicionales-que, en realidad, son un miniensayo donde expone sus argumentos "de un modo que no rompía el ritmo de la narración".
Tal como ha dicho Neil Gaiman, la obra "ni siquiera es ligeramente erótica". Brown se ríe al otro lado de la línea: "No era mi intención, muestro las escenas de sexo a distancia, no quise excitar a nadie ni hacer pornografía, sino abordar un tema de interés, que afecta a un buen número de gente y sobre el cual todos tienen una opinión". El cómic, para que quede claro, "es 100% real, sólo he cambiado detalles personales para camuflar la identidad de las chicas". Pero entonces... ¿usted acabó teniendo una relación monógama con una prostituta, como su personaje? "Sí, aún la tengo. Con Denise estamos en ese punto: ella dejó de ejercer el oficio, pero mantiene sus encuentros conmigo. Y yo le sigo pagando. Somos monógamos, pero hay dinero de por medio. Es inusual, pero ambos nos sentimos cómodos así. Tengo amigos que dicen que somos como un matrimonio... A mí me parece distinto".
El libro contiene un buen número de reflexiones sobre la idea del amor romántico, que Brown combate "como un ideal que existe solamente en un porcentaje minoritario, insuficiente para basar en él toda una estructura social".
La posición del autor parece situarse en ese espacio libertario que tiene zonas limítrofes con el liberalismo. Por un lado, Brown está en contra de la ilegalización de la prostitución, pero por otro también se opone a que a las trabajadoras sexuales se les den licencias o se las grave con impuestos. "La actividad sexual forma parte de la privacidad de la gente: el gobierno no tiene que saber lo que nadie hace en su cama ni obtener dinero de ello", afirma.
Dice Gaiman que Pagando por ello "obliga al lector a pensar de modo diferente al que está acostumbrado". Brown asiente: "Me gustaría que la gente rebatiera mis argumentos, sé que la opinión mayoritaria es la que es, pero las actitudes cambian. Cuando yo nací, ser gay era un delito penado con la cárcel. En el futuro la monogamia posesiva, en la que basamos nuestras familias, se podría considerar algo pasado de moda y dar dinero a cambio de sexo podría también aceptarse socialmente. Para mí, moralmente es lo mismo una mujer que se prostituye, pudiendo escoger a su cliente, que una esposa que practica sexo con su marido sin sentir ya deseo por él".
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