Nikoll es activista trans a favor de los derechos de las trabajadoras sexuales desde hace 11 años. / Pamela Aristizábal
Nikoll Ortiz es bailarina profesional de folclor, estilista y
trabajadora sexual desde hace 20 años. Además es activista a favor de la
creación y protección de los derechos de quienes ejercen la
prostitución en Bogotá, específicamente en las localidades de Los
Mártires, La Candelaria y Santa Fe, con su red comunitaria de trans. Hoy
asegura que no se avergüenza de su oficio y que, diferente de lo que
piensa Rosen Hitcher, quien lidera en Francia un movimiento en contra de
este oficio por tratarse de una forma de violencia, para ella esta es
una opción de vida tan digna como la de los demás trabajadores.
Actualmente, Nikoll trabaja de la mano con el Distrito y fundaciones
como Procrear, para apoyar a trabajadoras sexuales que han sido
vulneradas y en temas de prevención.
¿Cómo llegó a la prostitución?
Empecé
a los 18 años, cuando terminaba el bachillerato en Barranquilla, donde
nací. Mi mala situación económica me obligó a ejercer la prostitución
como medio de subsistencia. Hace 11 años llegué a Bogotá por una
compañera, que ya había trabajado en algunos “reservados”. Llegué
directamente al barrio de Teusaquillo y luego me pasé al Santa Fe. Con
la prostitución pude tener otras oportunidades y aprendí otros oficios.
Mi profesión de base es profesora de danza folclórica y coreógrafa.
También soy estilista profesional, especializada en maquillaje. Sin
embargo, aún soy trabajadora sexual, sobre todo cuando se presenta una
mala situación económica. He sido profesora hasta en colegios como
profesora de danza y educación física, pero cuando se me acababan los
contratos, volvía a la prostitución mientras encontraba algo estable.
¿Cree usted que la prostitución es una forma de violencia, como lo asegura Rosen Hitcher?
No.
La prostitución es una opción laboral que algunas personas escogen
cuando no hay otro medio de subsistencia o de trabajo. Es una decisión,
porque no a todo el mundo se le obliga para que ejercerla. Claro que hay
circunstancias desagradables que te obligan a pensar en ver la
prostitución como opción de vida, pero no por eso estás obligada a
tomarla. Lo veo grave en el caso de los menores de edad, porque ya
hablaríamos de un delito y una vulneración clara de los derechos
humanos.
Rosen Hitcher, de alguna manera, ve dicha
libertad como un disfraz. Por ejemplo, las trabajadoras sexuales llegan
al oficio porque no hay otra opción y, según ella, ni siquiera tienen la
libertad de escoger sus clientes...
Yo decido qué
cliente atiendo o no, al igual que el monto por lo que lo hago. Porque
yo ejerza la prostitución no quiere decir que los demás puedan tomar
decisiones sobre mi vida o tener algún tipo de autoridad sobre mi
cuerpo. Estoy en la calle, pero eso no les da ningún derecho sobre mí,
porque soy la que ofrezco el servicio y suplo una necesidad. ¿Quién trae
la necesidad? El cliente. En ese caso, ¿quién se aprovecha de la
necesidad de quién? Así como tengo necesidad de dinero, también tengo
que tener en cuenta que esa persona que me busca tiene una necesidad
sexual o quiere cumplir una fantasía. Muchas veces se confunde este
oficio con la trata de personas y son muy diferentes. Allí está el
error. Lo nuestro es una opción, lo otro es una vulneración de los
derechos humanos. Lo nuestro es avalado por nosotras, lo otro es una
obligación.
Esta activista francesa también cree que el
Estado podría mitigar esta violencia “al prohibir la compra: una mujer
no está en venta, un cuerpo no se puede comprar”. ¿Qué opina ante esta
posición?
Es que no vendo mi cuerpo, yo presto un
servicio, que es muy diferente. No somos un objeto. Por el contrario,
somos personas que merecemos dignidad, que merecemos que nuestros
derechos sean reconocidos. Tenemos necesidades que el Estado no conoce o
que es peor, no ha querido reconocer. El problema, en realidad, no es
la prostitución, sino el abuso laboral que hay en este oficio. Si la
Constitución reconociera esto como un trabajo, nos podrían dar garantías
de salud, pensión, crédito para vivienda o estudio. Nada de eso pasa.
La gente no se da cuenta, pero allí está el verdadero maltrato.
¿Usted cree que este es un trabajo digno?
Por
supuesto que lo es. No soy menos digna por ejercerlo. Soy menos digna
cuando no reconocen mis derechos. Pero este no es el único oficio al que
se le vulneran sus derechos. Yo lucho por la reivindicación de la
prostitución como una opción laboral. No hablo de ella como si fuera un
trabajo, porque mientras el Estado no reconozca nuestras necesidades y
no nos garantice nuestros derechos, como los tienen los demás
trabajadores, seguirá siendo un “rebusque”. Claro, no hay que negar que
hay violencia, que hay clientes que de pronto cuando entran a una
habitación pueden tornarse agresivos y cambian las reglas de juego. Soy
consciente de que no todas las trabajadoras sexuales laboran de manera
digna, pero eso no quiere decir que el oficio como tal no lo sea.
¿Ha sufrido algún maltrato ejerciendo su oficio?
Sí,
claro. Nosotras en el mundo de la prostitución sabemos a lo que nos
vemos expuestas cuando entramos a atender a alguien que no conocemos. De
todas formas, también sé cuáles son mis derechos y los mecanismos para
protegerme. Las personas que ejercen muchas veces no se capacitan en
esto y desconocen las maneras para defenderse de esas vulneraciones,
como la denuncia. Si todas y todos aprendemos de esas herramientas,
podríamos trabajar sin maltrato y los demás dejarían de asociar nuestro
oficio con una forma de violencia. Lo más curioso es que no son sólo los
clientes, porque si me lo pregunta, 1 de cada 10 podría salir violento,
sino la misma sociedad y las autoridades, quienes tienden a agredirnos
constantemente con sus señalamientos y estigmas. Si hay una verdad acá
es que existe una discriminación. Por ejemplo, no por ejercer la
prostitución dejamos de ser aptas para otros trabajos o para el estudio.
Pero pasa que te rechazan. Cuando la gente sabe que has ejercido la
prostitución, hay una discriminación inmediata. Todavía se ve este
oficio como algo malo, tabú, como lo prohibido, sabiendo que es el más
antiguo del mundo.
¿Qué le diría usted a Rosen Hitcher si pudiera tener una discusión con ella sobre la prostitución?
Cada
quien está en su derecho de expresar lo que piensa. Ella lo ve como una
situación de violencia. Supongo que en su vida ha tenido que padecer
muchos maltratos o altercados con los clientes. Pero 20 años en la
calle, lo mismo que yo he vivido, no solamente sirven para darse cuenta
de que hay violencia. Sirven también para comprender que hay
herramientas que pueden mejorar las condiciones para las personas en
ejercicio de prostitución. Le diría que no tiene que satanizar un
ejercicio que durante la historia de la humanidad ha sido practicada.
Ella, que está en un lugar donde se protegen más los derechos, debería
trabajar por la reivindicación de la dignidad en la prostitución y no
estigmatizarla como un tipo de violencia. Sí, hay violencia, pero me la
puede aplicar más mi pareja y no mi cliente. Me la puede aplicar mi
familia, mis compañeros, mis vecinos. Incluso la Policía cuando me ve en
una calle y porque se les da la gana me golpean y luego me llevan a un
CAI. Así que aquí lo importante es que todos juntos aprendamos a aceptar
este oficio y a respetar las escogencias de los demás, pero sobre todo
empecemos a buscar estrategias en beneficio de quienes practican la
prostitución, porque este oficio por más que lo prohíban, no se va a
acabar.
http://www.elespectador.com/noticias/bogota/no-vendo-mi-cuerpo-yo-presto-un-servicio-articulo-536000
*lauradulce2@hotmail.com
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