En el franquismo, las prostitutas eran perseguidas y encerradas en centros especiales. / Irene Cuesta-SINC.
La grave depresión económica vivida en España tras la Guerra Civil
empujó a muchas mujeres a recurrir a la prostitución como único medio de
subsistencia. “Eran mujeres completamente normales. Pobres,
sencillamente”, explica Javier Bandrés, profesor de Psicología de la
Universidad Complutense de Madrid (UCM).
En un estudio publicado en
Universitas Psychologica,
Bandrés y otros dos investigadores de la UCM han analizado de qué forma
utilizó la dictadura trabajos sobre psicología de la prostitución para
frenar el crecimiento descontrolado de esta actividad.
La
República había abolido su práctica reglamentada en 1935, pero las
autoridades franquistas anularon el decreto en 1941, por lo que el
comercio sexual volvió a ser legal. Esta luz verde y la desesperada
situación económica del país provocaron que la prostitución fuera mucho
más allá de los prostíbulos, donde las mujeres eran controladas por la
policía.
Un decreto permitía que cualquier menor sospechosa de ejercer la prostitución pudiera ser internada
Calles, cines o pensiones también se utilizaban para esas prácticas.
Su expansión fue unida a un aumento de las enfermedades de transmisión
sexual lo que provocó que las autoridades detuvieran y recluyeran a
muchas mujeres, de forma arbitraria, con el fin de limitar la
actividad.
Para ello, la dictadura utilizó las cárceles
convencionales (para prostitutas acusadas de algún delito), los
reformatorios del Patronato de Protección a la Mujer (para adolescentes)
y las Cárceles Especiales para Mujeres Caídas (para prostitutas adultas
‘problemáticas’).
Un decreto firmado por Francisco Franco en
1941, referido al Patronato de Protección a la Mujer, permitía que
cualquier menor sospechosa de ejercer la prostitución pudiera ser
internada en los reformatorios a propuesta de jueces, policías o incluso
simples particulares.
En cuanto a las cárceles para ‘mujeres
caídas’, otro decreto permitía a la policía recluir hasta dos años, sin
proceso judicial, a las prostitutas que se consideraran molestas o
problemáticas.
“Ambos textos compartían un hilo argumental
esencial: las autoridades no se enfrentaban a un problema social o
económico, sino de conducta moral desviada. El problema no era la
prostitución sino la prostituta”, afirma Eva Zübieta, coautora del
estudio.
Base científica sin rigor
Tres
especialistas en psicología y psiquiatría justificaron y confirmaron
este punto de vista con informes médicos: Antonio Vallejo Nágera y sus
colaboradores, Eduardo Martínez Martínez y Francisco J. Echalecu y
Canino. “La base científica servía como coartada para detener a estas
mujeres, para justificar la necesidad de recluir y reeducar a algunas de
ellas”, asegura Bandrés.
El rigor científico de todos estos
trabajos era nulo, según el autor. “No hay análisis estadísticos
ortodoxos ni ningún otro rastro de metodología respetable”, denuncia.
“En la posición de absoluto control que tenían, no necesitaban
justificar sólidamente nada”, añade.
“No hay análisis estadísticos ortodoxos ni ningún otro rastro de metodología respetable”, denuncia el profesor
Los tres expertos eran afines al régimen. En plena guerra, Vallejo
Nágera –entonces jefe de los servicios psiquiátricos del ejército
rebelde– publicó el libro
Eugenesia de la Hispanidad y Regeneración de la Raza
(1937), en el que se refería a las prostitutas en estos términos: “Más
del 50% de las rameras son deficientes mentales, unas eréticas
(irritables), otras apáticas, algunas sensitivas, casi todas amorales”.
Terminada
la contienda, en 1942 Vallejo era catedrático de la Universidad de
Madrid y miembro de los consejos nacionales de sanidad y educación. En
el artículo
Higiene mental en las grandes urbes (1942)
afirmaba: “Impulsan a la prostitución causas endógenas (oligofrenia,
psicopatía) o que radican en la constitución biopsíquica del sujeto; y
causas ambientales o exógenas”.
La opinión del catedrático era
fundamental para sentar la doctrina oficial sobre el fenómeno. “Las
prisiones especiales para mujeres caídas eran la respuesta científica
correcta al problema de la prostitución desde los puntos de vista
psicológico y pedagógico”, señala Rafael Llavona, coautor del trabajo de
la UCM.
“Inferiores mentales”
Uno
de los colaboradores de Vallejo era Eduardo Martínez Martínez, director
de la Clínica Psiquiátrica Penitenciaria de Mujeres de Madrid. Ocupando
ese cargo escribió tres artículos sobre la prostitución, repitiendo las
mismas ideas que su mentor. "Está claro que no es el ambiente sino la
constitución biopsíquica de estas mujeres la que las empuja a la
prostitución", afirmaba en uno de ellos.
En
Biopsicología de la Prostitución
(1945) Martínez se había propuesto estudiar la curva de vida de cien
mujeres de la clínica. Una de sus conclusiones fue que “la anomalía
mental, casi siempre de fondo psicopático, es el factor predisponente
más importante de la prostitución”.
Por su parte, Francisco J.
Echalecu y Canino, director de los servicios médicos del Patronato de
Protección a la Mujer y neuropsiquiatra de la Dirección General de
Seguridad, era otro de los especialistas que dio supuestos argumentos
científicos al régimen para recluir a estas mujeres.
En una
investigación realizada con cien prostitutas internadas en los
reformatorios del patronato aseguró: “El nivel mental de estas
muchachas, el 60% es inferior al normal, con 54% de débiles mentales; la
personalidad psíquica es anormal; el 40% son psicopáticas; las
vagabundas dan el 34%; en cambio las psicosis solo encontramos un 2%”.
En
los textos de los tres especialistas se comprueba que a las prostitutas
se las trataba como “inferiores mentales”, pero no como enfermas,
matiza Bandrés. “Se las recluía arbitrariamente para mantener la
prostitución dentro de ciertos límites, no porque se las considerara
afectadas de ninguna enfermedad mental”, subraya.
“Se las recluía arbitrariamente para mantener la prostitución dentro de ciertos límites", afirma el experto
Archivos desaparecidos
Según
los autores, esta situación se prolongó durante todo el franquismo,
hasta que se aprobó la Constitución de 1978. Recabar toda la información
no ha sido una tarea sencilla ante la falta de documentos.
“Las
actividades de estos individuos y otros parecidos en el Patronato de
Protección a la Mujer son difíciles de investigar porque los archivos en
su mayor parte han desaparecido”, se lamenta Bandrés. “Después de
peregrinar por varios depósitos ministeriales nos dijeron que la mayor
parte de la documentación desapareció ‘en una inundación’”, añade.
En
opinión de los autores, el trabajo de Vallejo, Martínez y Echalecu
puede entenderse como un ejemplo de la biopsicología puesta al servicio
de un proyecto de biopolítca, en el marco de un estado totalitario.
Referencia bibliográfica:
Javier Bandrés, Eva Zübieta y Rafael Llavona. “Mujeres extraviadas: psicología y prostitución en la España de postguerra”,
Universitas Psychologica 13 (5).
DOI: 10.11144/Javeriana.upsy13-5.mepp.
Fuente: http://www.agenciasinc.es/Noticias/El-franquismo-uso-la-ciencia-como-coartada-para-controlar-la-prostitucion