A lo largo del año hay días en los que se celebran
muchas cosas, prácticamente de todo. A veces son días con fines
consumistas, días patrióticos, o días donde la universalidad de lo que
se celebra integra a todo el mundo. Otros días, sin embargo, pasan más
de puntillas en el calendario del ciudadano común pero son días que no
pueden ni deben olvidarse pues son un recordatorio de todo lo que como
sociedad aún nos queda por andar. Son días dedicados al esfuerzo y a la
lucha de los colectivos más estigmatizados que suponen un amplificador
de la voz y los reclamos de los que no se oyen todos los días. Hoy es
uno de esos. Hoy, 3 de marzo, se celebra el Día por los Derechos de las
Trabajadoras Sexuales.
Este día es un homenaje a
todas las personas que ejercen el trabajo sexual, que transgreden la
norma social y luchan por lograr que el resto de la sociedad reconozca
la dignidad de su trabajo y su derecho a decidir sobre su propia vida.
Se celebra en esta fecha en particular rememorando en 2001 un festival
en Calcuta al que acudieron más de 25.000 trabajadoras sexuales indias, a
pesar de los esfuerzos de los grupos prohibicionistas por impedirlo.
Las personas que formamos este mundo debemos desarrollar
una conciencia de la realidad del trabajo sexual y de los debates que
se construyen en su entorno, porque nuestra sociedad se construye con la
participación de todos los que formamos parte de ella de forma
responsable, para la persecución de los ideales de igualdad, dignidad y
respeto entre quienes formamos parte de ella. En este sentido, las
personas que ejercen el trabajo sexual llevan años realizando
movimientos reivindicativos de forma lenta pero ininterrumpida y que
suponen un rechazo de la victimización social que sufren y una
reivindicación de su protagonismo, dignidad, autonomía y capacidad de
decisión. Es una vergüenza social que llevemos tantos años obviando los
derechos de estas personas y decidiendo qué es lo mejor para ellas sin
ni siquiera pararnos a escucharlas. Como cualquier otro individuo, no
quieren ser víctimas ni delincuentes, solo reclaman el lugar que, como
personas, merecen dentro de la sociedad.
Desde la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía
defendemos que las personas trabajadoras del sexo deben disfrutar de los
mismos derechos que cualquier otra persona trabajadora, incluyendo
derechos laborales, salud laboral y seguridad en el trabajo, teniendo
además en cuenta las características propias del trabajo sexual y el
estigma de las personas que lo ejercen. Esto debe suponer en todo
momento un abordaje de la regulación del sector del sexo primando
siempre y, en todo caso, la garantía de los derechos de las personas
trabajadoras y su capacidad de decisión y negociación frente a terceros,
así como su libertad y autonomía en el trabajo. Esta regulación, sin
embargo, debe pasar necesariamente por una negociación con quienes
desarrollan esta actividad, pues no podemos desarrollar medidas
reguladoras con el propósito de beneficiar al colectivo sin primero
conocer su realidad y sus necesidades. Las voces de las trabajadoras
sexuales muestran la riqueza de las experiencias, todas ellas igualmente
válidas. Por ello, todas merecen ser escuchadas, respetadas y
consideradas como interlocutoras válidas y como personas perfectamente
capaces de expresar su situación y sus necesidades.
Por último, consideramos vital el papel de la sociedad en este proceso
como pilar fundamental en la solución a la situación actual del trabajo
sexual. Es un problema de todos porque se trata de una cuestión de
derechos humanos. Hablar de trabajo sexual es hablar de Derechos Humanos
y los Derechos Humanos nos conciernen a todos. Las personas que ejercen
el trabajo sexual encuentran trabas, atropellos y vulneraciones de sus
derechos en todos los ámbitos de su vida, no solo en el que deriva
estrictamente de su actividad laboral, porque el estigma que sufren
salpica todo lo que les rodea. Por ello hoy, 3 de marzo, celebramos este
día, para recordar a los grandes olvidados por la sociedad, y para que,
en definitiva, estos días sean el clamor de una voz que resuene en
nuestras conciencias.
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