http://www.confidencial.com.ni/articulo/18903/quot-es-un-derecho-ser-trabajadora-sexual-quot
A sus 40 años, María Dávila había cumplido con todo lo que la sociedad nicaragüense esperaba de ella. De pequeña fue la mano derecha de su madre y el sustento económico de sus seis hermanos menores. En su adolescencia fue guerrillera empedernida y estudiante de secundaria. Luego se casó con un médico y se convirtió en madre de dos hijos. Todo iba bien en la vida de esta esteliana, hasta que su esposo la abandonó. Aquel hombre la dejó con dos muchachos a su cargo, sin una profesión y sin trabajo formal. María decidió, entonces, que lo mejor para ella y su familia era convertirse en trabajadora sexual. “Cuando quedé sola con mis hijos comencé a andar con los que fueron mis novios. No quería tener una pareja. Tenía un novio que me decía: Mirá María Elena, yo te quiero ayudar con tus hijos. Y yo le contestaba: Está bien, podemos ir a un hotel, pero me pagás porque necesito mantener a mis hijos. Quedé vacunada: Yo no quiero volver a tener a nadie en mi casa, no vuelvo a lavar, planchar ni cocinar o darle de comer a nadie. Lo he cumplido. Sí, he tenido alguna relación por allí, pero nada estable, una persona por la que sienta afecto y me sienta bien”, relata María, quien funge como presidente de la Asociación “Girasoles Nicaragua”, una organización sin fines de lucro que promueve los derechos humanos y laborales de las trabajadoras sexuales. El testimonio de María, así como el de otras tres mujeres provenientes de distintos puntos de Nicaragua y quienes ejercen el mismo trabajo, ha sido plasmado en una nueva publicación del Programa Feminista La Corriente, una ONG que vela por la defensa de los derechos de las mujeres. “Ni putas, ni prostitutas. Somos trabajadoras sexuales”, ofrece una mirada íntima en la vida de cuatro ciudadanas que, además de ofrecer este tipo de servicios, se han enfrentado a la doble moral de las sociedades en las que viven. “Estamos acostumbrados a ver a las trabajadoras sexuales desde la óptica de la victimización. Tenemos que hacerlo desde una perspectiva más amplia”, indica María Teresa Blandón, directora de la organización. María Elena Dávila (Estelí), Yomegene Roda Omier (Puerto Cabezas), Vida Francis Jiménez (Managua) e Indiana Martínez (Chinandega) comparten sus historias de vida en este libro. Cuentan cómo optaron por el camino del trabajo sexual y cómo se integraron a organizaciones locales y regionales que velan por sus derechos laborales. “Es un derecho ser trabajadora sexual, pero en Nicaragua si bien es cierto no hay una ley que prohíba este trabajo, sí se nos violan nuestros derechos. Podríamos deir que estamos en riesgo de muchas cosas que no obtenemos porque el trabajo sexual no es reconocido (…) Al analizarlo, nosotras pasamos a ser parte de la clase trabajadora, la desventaja es que no tenemos un seguro social”, asegura Dávila, quien participó en el Foro Mundial de VIH (Argentina) y ayudó a elaborar el manual “¿Cómo dar consejería a las mujeres trabajadoras sexuales, en el caso de VIH?” Entre las demandas de dichas mujeres también figura el acceso a chequeos médicos generales, la creación y promoción de políticas públicas diseñadas específicamente para trabajadoras sexuales y el respeto por parte de la ciudadanía y la Policía Nacional, con la que han firmado acuerdos para garantizar su seguridad personal. Sin embargo, las relaciones con todas las esferas de nuestra sociedad no dejan de ser espinosas. “Lo que podemos suponer es que lo que no soporta la sociedad es la transgresión, que estas mujeres no acaten las normas impuestas, que las mujeres no pongan el sexo por debajo de la reproducción, que pongan en evidencia la doble moral del patriarcado, que no se subordinen y se queden pariendo y criando hijos, que vivan la sexualidad incluso para el lucro. Este tipo de sexualidad no la deciden ellos (los hombres, los maridos). Ellas tienen conocimiento de lo que los hombres no quieren compartir con sus esposas para no ser percibidos como débiles”, afirma María Teresa Blandón. Quienes participaron en la publicación afirman que el estigma creado alrededor de la prostitución también rompe con el sentido de solidaridad que debería existir entre las mujeres, poniendo a cada quien en una posición de decencia o indecencia. “¿Por qué si el patriarcado estimula la prostitución lo critica tanto? ¿Serán las trabajadoras sexuales las únicas que tienen sexo sin amor? ¿Por qué a las trabajadoras sexuales se les critica si tienen sexo casual con regularidad?” Esas son algunas preguntas que “Ni putas, ni prostitutas. Somos trabajadoras sexuales”, pretende responder con los testimonios de estas trabajadoras. - See more at:
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