sábado, 5 de diciembre de 2015

Entrevista para El Diario de Huelva

http://www.diariodehuelva.es/index.php/cultura/gente/item/20804-montse-neira-una-buena-mujer#.VmLWm-Jka2U


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El Raval, Barcelona. Primeros años de los sesenta del siglo pasado. Atrás quedan las casonas palaciegas de las Ramblas a la altura del Liceu y las callejuelas que desembocan a ellas traen un olor a miseria y polvo, Calles estrechas saturadas de orines, excrementos y ropas tendidas en los balcones conforme uno va avanzado hacia el Barri del El Raval. Caras demacradas y niños mocosos descalzos salen de las casas de alquiler de habitaciones y servicios compartidos con gran patio común. Ojos agrios y barbas cerradas. Miradas hoscas, sin esperanzas, más que el subsistir diario. Cerca corre la avenida del Paral-lel y el Poble Sec. Triangulo urbano de trashumantes nacionales e internacionales, fugitivos de la miseria de la tierra, últimos vástagos de una guerra fraticída y de una política cainísta.
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Un hombre sube pesadamente los tortuosos y angostos escalones descansando en cada tramo para echar un salivazo sobre losetas sin color. Murmura maldiciones y escupe alcohol barato en un aliento insoportable. Empuja la puerta de madera hinchada y corroída. Tres niñas han corrido despavoridas hasta sus camastros para taparse hasta las cabezas con la carcomida manta común. Intentan no respirar y fingen dormir. El hombre tropieza con una silla que cae al suelo y golpea la mesa enfurecido. La mujer se refriega las manos en el viejo delantal y le pone un vaso y una botella de vino a granel sobre la mesa. A duras penas el hombre se sienta e intenta llenar con manos temblorosas el vaso. Bebe, eructa y maldice a la mujer porque el vino está agrio. Las niñas saben que pronto oirán golpes y llantos y gritos maternos. Intentan no hacer ruido alguno porque en ello le va no ser molidas en su cuerpos huesudos e infantiles. Hoy parece que el hombre se da por satisfecho en su ira tras la paliza cotidiana a la madre. Siguen aguantando las respiraciones hasta que escuchan que en el catre cercano el hombre cae tendido y pronto empieza a roncar bruscamente. Hoy se han librado del roce salvaje de sus manos gallegas. No han comido, pero prefieren quedarse a sí, sin comer, antes de que cualquier ruido la delataran y despertara al beodo durmiente.
momo1Parecía que la suerte de las niñas iba a cambiar cuando los padre consiguen una portería en� La Segrera, entre� SantAndreu y Sant Martí, relativamente cerca de� La Sagrada Familia. En aquél cuarto oscuro de la porteria de una casa de cierto nivel, Montse empezó a darse cuenta de las diferencias de clases. Enel Ravel todo era igual, la misma pobreza, idénticas penas. sin embargo aquí, los vecinos bajaban y subian con sus buenos trajes y llegaban en grandes coches. Apenas, si reparaban en la existencia de aquellos cinco inquilinos que  apilaban sus vidas en unos pocos metros cuadrados. El alcohol subia y bajaba con la misma intensidad pero con otro sonido. Las niñas iban creciendo cada una por su lado no uniendole más más lazo que el pensamiento habitual y permanente de encontrar la forma de huir de aquél infierno. La única via de escape de� Montse se la atendía� Doña Josefa, su maestra en el colegio, que le dejaba a escondidas del padre libros infantiles para leer y le inculcó el amor por la lectura que nunca en su vida abandonó. Dejó el colegio. Había que ayudar a la economía familiar y a los trece años se colocó en una tienda de alimentación en un Mercado municipal
A los 17 años le ronda cada vez con más fuerza la idea de marcharse de casa como fuera. La mayoría de edad entonces se alcanzaba a los veintiún años y la única forma de conseguirla, la libertad, era casándose. El hijo de un Guardia Civil fallecido, conocido de la familia, con madre imperativa y general de su plaza y ejercito fueron sus siguientes destinos para estar casada, huir de su casa y seguir sin conocer la libertad. El matrimonio era tan ficticio como vago el marido e inhumana la suegra. Hasta el poco amor que hacían lo tenían que realizar  en silencio por no molestar y herir a la madre. Aún así, pronto tuvieron un niño y ella un ultimatum. O buscaban una casa, una habitación en otro lugar o ella se marchaba de la casa. El marido decidió y ella marchó a la aventura de la soledad, con un hijo bajo un brazo, una maleta en el otro y un trabajo de 12 y 14 horas, sin más ayuda que una ciudad perdida.moneiMontse Neira tenía un trabajo duro pero digno en� Mercabarna, en la localidad de� Hospitalet, donde se traslada e intenta compaginar su vida familiar y laboral. Y la crisis que rodea a Mercabarna hace nacer en ella la posibidad de perder el empleo y, por tanto, el único sustento económico que poseía para mantenerse a ella y su hijo. Era joven, dulce y separada. su cuerpo bondadoso objeto de mirada de unos de los socios de la empresa en la que ella llevaba una administración básica de entradas y salidas. Primera proposición indecente, primer acoso sexual que ella llevó sumisamente tragándose el asco que sentía por aquél hombre de figura, aspecto y modales indecentes. Ella acudía en silencio a apaciguar la fiebre sexual del tipo y mantenía su puesto de trabajo entre arcadas y vómito. Pero todo tiene su fin y a los 29 años, el sexo no fue suficiente para mantener su colocación y la despidieron.
Se encontró de nuevo con la temida soledad de frente y con el peligro se supervivencia como compañera. Buscó trabajo por distintos sitios, pero el nuevo mercado laboral que se abría en la nueva España de los ochenta y noventa era muy diferentes a los de su juventud.  En unos le pedían el idioma catalán certificado, en otros estudios y hasta de limpiadora la rechazaban por sus trabajos anteriores como administrativas. El tiempo la sumió en la depresión y en la imposibildad de llevar un sustento para su casa, una comida para su hijo. Una mañana, como otras muchas anteriores, leyendo los anuncios de� La Vanguardia vio un anuncio de una casa de relax que ofertaban hasta un millón de pesetas mensuales en la demanda de empleo de esta actividad. Se decía que ese dinero era demasiado, que qué tendría que hacer. Por un lado sus escrúpulos morales, por otro la realidad misera que la acompañaba. Se decía ingenuamente que, a lo mejor, si en lugar de ganar tanto, ganaba mucho menos se expondría también menos. Pura ingenuidad. Y aquí comienza la historia de Montse Neira. Y así la transcribo tal y como me la contó,montse y yoMe despido de mi amiga Vali Márquez a las puertas del� hotel Tartessos cuando siento sin verla la figura de� MonsetNeira que viene hacia mi con una sincera sonrisa en la boca y los brazos abiertos. La noto más joven y guapa de lo que aparece en las fotografías. Y sobre todo había algo en ella que aún no alcanzaba a descifrar. Nos sentamos en una cafetería cercana y me contó todo lo que había hecho desde que llegó a Huelva. Visita a la zona minera, charla coloquio en la facultad de Trabajo Sociales con los alumnos del centro, entrevista a una revista digital y ahora aquí conmigo. No obstante se la ve fresca y fuerte. Sus ojos miran con confianza, no parecen ojos madurados en una vida dura e incomprendida para la generalidad. El oficio de la prostitución será el más antiguo del mundo pero a la vez el más incomprendido por esta y todas las sociedades que en la historia son. Le digo que no le voy a preguntar nada y me mira con expresión atónita. ¿Una entrevista sin pregunta? Si, solo quiero que me hables de tí, que te desnudes  ante mi para conocer tu alma. Sonrió y comenzó a hablar de ella mecánicamente. Me fijaba más en su semblante que en lo que me decía. Al fin y al cabo hasta ese momento todo era predecible. Lo que no me resultaba normal era sus facciones suaves, el tono de su voz, la luz de sus ojos. En ocasiones, intentaba hallar un tono o ademán irónico o dolido en sus palabras, pero lo único que encontraba era perdones, justificaciones ante el mal ajeno y propio, invocaciones a la ética, miedo al ayer no olvidado y de difícil sepultura, perdón por ser como era. Hablamos de todo.
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 Evidentemente fue una época muy dura –� me dice– Entré en aquél piso  y el salón estaba lleno de clientes y chicas que entraban con su hombre en la habitaciones y el continuo trajin de entradas y salidas. La encargada  le dijo que no se preocupara, que probara con algo fácil, como una felación, con el cliente que ella eligiera. Y probó. Y pronto entró en el circuito del sexo haciendo del mismo una profesión en la que intentaba sanear moral y estructuralmente sus atávicas raíces. Del precio del trabajo la casa se quedaba con el� cincuenta por ciento,No era muy abusivo, se daban casos de que en algunas casas tenían que pagar la limpieza del cuarto y hasta los mismos profilácticos. El precio iba en relación al trabajo demandado del cliente. Conforme pasaba el tiempo, como buena� prostituta, aprendió pronto de la psicología humana y clasificó a los clientes con una simple mirada. La mayoria de ellos iban buscando compañia, a algunos se les iba el tiempo sin haber fornicado o solicitado un servicio sexual. Pero, lógicamente, la mayoría satisfacía el impulso íntimo y comprobó la escasa preparación y cultural sexual de estos que se limitaban a las técnicas tipos  y no más. También curiosidades hubieron, pero lo que más le alegra y lo dice con orgullo es que nunca tuvo una agresión sexual en su profesión.
Estuve en más de 60 pisos- � continúa diciendo- entre pisos , locales de alternes, club nocturnos. Y en estos me surgió la figura del� proxeneta. Este es un mundo real oscuro y peligroso. Se mueven grandes sumas de dineros y existen riegos multiples, Entonces no piensa en la figura del proxeneta como el clásico chulo. El proxeneta es un empresario del sexo que te representa y protege de tus derechos, que te asesora y se lleva su comisión. Te puedo decir que cuando dije que me iba a montar mi piso propio tuve muchas presiones al respecto para que no lo hiciera.
¿ Te fue fácil conseguir la financiación para ese piso o tenías dinero suficiente para comprarlo? Fue muy curioso,� Miguel Ángel. Yo era una mujer de doble vida. Nadie, nadie conocía a qué me dedicaba. Ni vecinos, ni los pocos amigos o amigas que pudiera tener, ni mi propio hijo. Yo ganaba dinero y sistemáticamente me pagaba todos los meses una nómina sin faltar uno. El resto lo guardaba por si no quería trabajar durante una temporada o para cualquier extra especial. Como llevaba esa doble vida que te digo, pues no quería ir a mi banco y en todos los demás me pedían los mismos requisitos siempre: nóminas, avales. Total, que tuve que ir al mío, decirle la verdad y en dos día tenía el crédito para comprar mi casa. Por ahí y por otras cosa que ya te contaré fui tirando lastre de mi vida oculta, de Montse de tarde, o de día. De la Montse profesional. Tenía mi piso, mi lugar de trabajo. Sóla, independiente, sin que nadie fuera mi dueña. Por primera vez en mi vida una sensación de felicidad cruzó por mi corazón.
La sureña humedad nocturna empezaba a calarnos en silencio y decidimos resguardecernos en el interior de otra cafetería cercana. La tíbia luz del local, la ausencia de clientes y el gran escaparate donde podíamos abarcar toda la Gran Vía onubense nos hizo perder todo rastro de distancia. En el caso de que alguna vez la hubiéramos sentidomonmo1Estaba en la edad justa de comenzar una vida o desarrollar en provecho intelectivo todo lo que esa vida le había enseñado. Siguió con una clientela fija, buena y formal, que no le producía ningún quebradero de cabeza e incluso comenzó a publicitarse a través de su propia web. Atrás quedaron los anuncios clasificados de los periódicos provinciales. No le costó trabajo decidirse a estudiar, pero si estudiar. Tenía ya una vida activa en cuanto defensora de los derechos de la mujer pero los hábitos de estudios perdidos . Es más, no desarrollados. Afortunadamente para ella era una ávida lectora de toda cuanta lectura caía entre sus manos. Al contrario que otras compañeras que solicitaban joyas u otras cosas materiales, los muchos regalos que recibían de aquellos clientes con los que había establecido relación de amistad eran libros, mucha lectura que devorar. Superó las pruebas de Acceso a la Universidad y se le abrieron las puertas a un mundo totalmente desconocida para ella. Al principio se mostró nerviosa y desubicada. Los compañeros eran chicos y chicas jóvenes que la miraban extrañados de ver a una persona mayor allí. Tenía solamente treinta y seis años.  Y pasó lo que solo ocurre en un guión cinematográfico, que en el doble papel de su vida sobraba uno y ser por fin� MONTSE NEIRA. Las circunstancias, además, la apoyaron. Muchos de los profesores que se cruzaban con ella por el edificio universitario eran o habían sido clientes suyos y, sobre todo, no quería seguir mintiéndoles a sus nuevos compañeros que le habían acogido fenomenalmente y le trataban como una más. Ella estaba muy orgullosa de su vida, de su lucha diaria por subsistir, de haber logrado sacar adelante la educación de su hijo y conseguir una adecuada situación económica. Encima se estaba convirtiendo, a pesar de que tardara unos años, en licenciada en Ciencias Políticas.
Parece relajada. Parece como si nos hubiéramos conocidos toda la vida. Se nota en su cara, en su sonrisa. incluso en el tono dulce de su voz. Hace algún que otro gesto juvenil. abandonándose a ella misma, y descubro a la mujer de verdad. A la compañera que a cualquier hombre le gustaría tener. Con ella no existen los tabúes y la sordidez de una vida sórdida que nunca eligió. No. Con ella, sin caretas, cuando ella surge, solo hay una mujer que enamora puerilmente.
Y eligió un trabajo de grupo para contarles a todos la verdad. Para decirle simple y llanamente que era� prostituta. Fue liberarse del ayer, del hoy y del mañana a la vez. Sentirse libre y no tener miedo a enfrentarse a nada ni a nadie. Sin embargo, todo lo que en la facultad fue recibido entre aplausos y apoyos unánimes, quedaba decirle la verdad a su hijo. Tenía miedo a ello. Pero lo hizo. El chico la miró horrorizado y le dijo:� “Mamá, eres una mala mujer“. Se tragó las salíbas y las lágrimas y el amor propio, y todo aquello que pudiera tragarse´Le explicó a su hijo en qué consistía su trabajo, que ella no era una manipuladora de hombres, sino una trabajadora decente y profesional de su cuerpo. Que con ello no le hacía daño a nadie y que incluso ayudaba a sus compañeras en llevar una situación laboral más humana desde todo los puntos de vistas. Sobre todo desde el sanitario, tanto para conseguir un trato especializado y personalizado con la administración sanitaria cuanto en lo personal en temas de higiene y uso profilácticos. Al final el chico comprendió y aceptó todo lo que le había contado, pero ella en silencio sentía el latir en su mente de aquellas palabras. Una mala mujer. Y nació su novela.montaSin embargo, la vida está llena de paradojas. Montse Neira consigue un equilibrio antes impensable. Tiene trabajo, ha conseguido la licenciatura enCiencias Políticas y de la Administración, no necesita ocultarse ante nadie y su actividad en pro de los derechos reseñados se hace más fuerte y competente en la medida de que su figura se ha fortalecido notablemente. Pero aún conserva el estigma de las prostitutas y el complejo de la soledad asociada al amor. Y fue el hallazgo de cierto sentimiento que ella asoció al amor lo que le trajo la mayor decepción de su vida. Después de haberse acostado y realizado el acto sexual en cualquiera de sus variantes, con más de� cuarenta milclientes, nunca había sufrido de la más mínima agresión o mal trato sexual o físico. Ella era la que mandaba, la que dominaba la situación. Era� La Neira dura y rocosa, sin perder su sensibilidad femenina. Sin embargo, esa paradoja de la vida se la trajo un amor virtual que al convertirse en real desembocó en una violación dentro de la habitación de un hotel cualquiera en la primera cita. Se dejó hacer, se dejó violar como una muñeca sin sentido, atónita e ida. No podía entender lo que estaba pasando, aquél no era el hombre con el que había pasado horas y horas trás la pantalla de un ordenador. El hombre culto, liberal, agradable y atractivo que había visionado. Aquél hombre le había devuelto a la realidad. El morbo de la prostitución, el estigma de la prostitución, la falta de amor en la prostitución eran cuestiones inequívocas. Y volvió a hacerse la noche.
Monte beiaNinguna de las� Montse Neira, ni la autónoma ni la mujer, podía hundirse por ello. Era un acicate más en lucha. Y asi intensificó la misma. Reuniones de barrios, charlas a nivel de calle con micrófono en mano. Conoció a la diputada de Izquierda Republicana Carme Puertas y esta la apoyó en su causa y la puso en contacto con un grupo abolicionistas de Juristas de Barcelona. Aquí tuvo su primer enfrentamiento entre posturas dispares. Las juristas no eran más que burguesas jugando a posicionarse en plataformas radicales analizando la verdad del feminismo sobre teorías legalistas, pero muy lejanas a la realidad de las calles y del trasfondo en sí. Todo ello hizo que Montse terminara alejandose de ellas y seguir su lucha particular reforzada con sus escritos a través del blog que al efecto abrió en 2.007. Tal fue su éxito que la llamaron para la realización de un documental para la TV2. A este le siguieron charlas en universidades de distintos puntos del País, programas radiofónicos, entrevistas múltiples.montdeLa noche hacía tiempo que había caído sobre la ciudad. En la cafeterìa empezaban a recoger las sillas de la terraza. Estábamos a gusto y no teníamos intención alguna de levantarnos. Nos miramos y sonreimos cómplices, La calle frente al Hotel estaba desierta y, antes de despedirme le recordé que era una gran mujer. Hasta le recordé a la Falcón, cuando en feminismo radical, decía que toda mujer era una prostituta por el mero hecho de casarse y someterse a la voluntad del hombre. Reímos y nos abrazamos. Mientras subía los peldaños del la entrada del edificio pensé que esa señora en dos años se jubilaba y le deseé sin decírselo lo mejor del mundo. Que encontrase la paz en La Guardia y con ella la felicidad. La soledad y el amor son asuntos optativos que los seres de nuestra generación han elegidos libremente y no por obligación. Disfrutemos de lo que tenemos sin estigmas y sin miedos. Por ello al cruzar la puerta de cristal del hotel la llamé y con la cara llena de amor casi le grité, Montse eres una buena mujer.

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