http://www.diariodehuelva.es/index.php/cultura/gente/item/20804-montse-neira-una-buena-mujer#.VmLWm-Jka2U
El
Raval, Barcelona. Primeros años de los sesenta del siglo pasado. Atrás
quedan las casonas palaciegas de las Ramblas a la altura del Liceu y las
callejuelas que desembocan a ellas traen un olor a miseria y polvo,
Calles estrechas saturadas de orines, excrementos y ropas tendidas en
los balcones conforme uno va avanzado hacia el Barri del El Raval. Caras
demacradas y niños mocosos descalzos salen de las casas de alquiler de
habitaciones y servicios compartidos con gran patio común. Ojos agrios y
barbas cerradas. Miradas hoscas, sin esperanzas, más que el subsistir
diario. Cerca corre la avenida del Paral-lel y el Poble Sec. Triangulo
urbano de trashumantes nacionales e internacionales, fugitivos de la
miseria de la tierra, últimos vástagos de una guerra fraticída y de una
política cainísta.
Un
hombre sube pesadamente los tortuosos y angostos escalones descansando
en cada tramo para echar un salivazo sobre losetas sin color. Murmura
maldiciones y escupe alcohol barato en un aliento insoportable. Empuja
la puerta de madera hinchada y corroída. Tres niñas han corrido
despavoridas hasta sus camastros para taparse hasta las cabezas con la
carcomida manta común. Intentan no respirar y fingen dormir. El hombre
tropieza con una silla que cae al suelo y golpea la mesa enfurecido. La
mujer se refriega las manos en el viejo delantal y le pone un vaso y una
botella de vino a granel sobre la mesa. A duras penas el hombre se
sienta e intenta llenar con manos temblorosas el vaso. Bebe, eructa y
maldice a la mujer porque el vino está agrio. Las niñas saben que pronto
oirán golpes y llantos y gritos maternos. Intentan no hacer ruido
alguno porque en ello le va no ser molidas en su cuerpos huesudos e
infantiles. Hoy parece que el hombre se da por satisfecho en su ira tras
la paliza cotidiana a la madre. Siguen aguantando las respiraciones
hasta que escuchan que en el catre cercano el hombre cae tendido y
pronto empieza a roncar bruscamente. Hoy se han librado del roce salvaje
de sus manos gallegas. No han comido, pero prefieren quedarse a sí, sin
comer, antes de que cualquier ruido la delataran y despertara al beodo
durmiente.
Parecía que la suerte de las niñas iba a cambiar cuando los padre consiguen una portería en� La Segrera, entre� Sant� Andreu y Sant Martí, relativamente cerca de� La Sagrada Familia.
En aquél cuarto oscuro de la porteria de una casa de cierto nivel,
Montse empezó a darse cuenta de las diferencias de clases. Enel Ravel todo
era igual, la misma pobreza, idénticas penas. sin embargo aquí, los
vecinos bajaban y subian con sus buenos trajes y llegaban en grandes
coches. Apenas, si reparaban en la existencia de aquellos cinco
inquilinos que apilaban sus vidas en unos pocos metros cuadrados. El
alcohol subia y bajaba con la misma intensidad pero con otro sonido. Las
niñas iban creciendo cada una por su lado no uniendole más más lazo que
el pensamiento habitual y permanente de encontrar la forma de huir de
aquél infierno. La única via de escape de� Montse se la atendía� Doña Josefa, su
maestra en el colegio, que le dejaba a escondidas del padre libros
infantiles para leer y le inculcó el amor por la lectura que nunca en su
vida abandonó. Dejó el colegio. Había que ayudar a la economía familiar
y a los trece años se colocó en una tienda de alimentación en un
Mercado municipal
A
los 17 años le ronda cada vez con más fuerza la idea de marcharse de
casa como fuera. La mayoría de edad entonces se alcanzaba a los veintiún
años y la única forma de conseguirla, la libertad, era casándose. El
hijo de un Guardia Civil fallecido, conocido de la familia, con madre
imperativa y general de su plaza y ejercito fueron sus siguientes
destinos para estar casada, huir de su casa y seguir sin conocer la
libertad. El matrimonio era tan ficticio como vago el marido e inhumana
la suegra. Hasta el poco amor que hacían lo tenían que realizar en
silencio por no molestar y herir a la madre. Aún así, pronto tuvieron un
niño y ella un ultimatum. O buscaban una casa, una habitación en otro
lugar o ella se marchaba de la casa. El marido decidió y ella marchó a
la aventura de la soledad, con un hijo bajo un brazo, una maleta en el
otro y un trabajo de 12 y 14 horas, sin más ayuda que una ciudad
perdida.Montse Neira tenía un trabajo duro pero digno en� Mercabarna, en la localidad de� Hospitalet, donde se traslada e intenta compaginar su vida familiar y laboral. Y la crisis que rodea a Mercabarna hace
nacer en ella la posibidad de perder el empleo y, por tanto, el único
sustento económico que poseía para mantenerse a ella y su hijo. Era
joven, dulce y separada. su cuerpo bondadoso objeto de mirada de unos de
los socios de la empresa en la que ella llevaba una administración
básica de entradas y salidas. Primera proposición indecente, primer
acoso sexual que ella llevó sumisamente tragándose el asco que sentía
por aquél hombre de figura, aspecto y modales indecentes. Ella acudía en
silencio a apaciguar la fiebre sexual del tipo y mantenía su puesto de
trabajo entre arcadas y vómito. Pero todo tiene su fin y a los 29 años,
el sexo no fue suficiente para mantener su colocación y la despidieron.
Se
encontró de nuevo con la temida soledad de frente y con el peligro se
supervivencia como compañera. Buscó trabajo por distintos sitios, pero
el nuevo mercado laboral que se abría en la nueva España de los ochenta y
noventa era muy diferentes a los de su juventud. En unos le pedían el
idioma catalán certificado, en otros estudios y hasta de limpiadora la
rechazaban por sus trabajos anteriores como administrativas. El tiempo
la sumió en la depresión y en la imposibildad de llevar un sustento para
su casa, una comida para su hijo. Una mañana, como otras muchas
anteriores, leyendo los anuncios de� La Vanguardia vio
un anuncio de una casa de relax que ofertaban hasta un millón de
pesetas mensuales en la demanda de empleo de esta actividad. Se decía
que ese dinero era demasiado, que qué tendría que hacer. Por un lado sus
escrúpulos morales, por otro la realidad misera que la acompañaba. Se
decía ingenuamente que, a lo mejor, si en lugar de ganar tanto, ganaba
mucho menos se expondría también menos. Pura ingenuidad. Y aquí comienza
la historia de Montse Neira. Y así la transcribo tal y como me la contó,Me despido de mi amiga Vali Márquez a las puertas del� hotel Tartessos cuando siento sin verla la figura de� Monset� Neira que
viene hacia mi con una sincera sonrisa en la boca y los brazos
abiertos. La noto más joven y guapa de lo que aparece en las
fotografías. Y sobre todo había algo en ella que aún no alcanzaba a
descifrar. Nos sentamos en una cafetería cercana y me contó todo lo que
había hecho desde que llegó a Huelva. Visita a la zona minera, charla
coloquio en la facultad de Trabajo Sociales con
los alumnos del centro, entrevista a una revista digital y ahora aquí
conmigo. No obstante se la ve fresca y fuerte. Sus ojos miran con
confianza, no parecen ojos madurados en una vida dura e incomprendida
para la generalidad. El oficio de la prostitución será el más antiguo
del mundo pero a la vez el más incomprendido por esta y todas las
sociedades que en la historia son. Le digo que no le voy a preguntar
nada y me mira con expresión atónita. ¿Una entrevista sin pregunta? Si,
solo quiero que me hables de tí, que te desnudes ante mi para conocer
tu alma. Sonrió y comenzó a hablar de ella mecánicamente. Me fijaba más
en su semblante que en lo que me decía. Al fin y al cabo hasta ese
momento todo era predecible. Lo que no me resultaba normal era sus
facciones suaves, el tono de su voz, la luz de sus ojos. En ocasiones,
intentaba hallar un tono o ademán irónico o dolido en sus palabras, pero
lo único que encontraba era perdones, justificaciones ante el mal ajeno
y propio, invocaciones a la ética, miedo al ayer no olvidado y de
difícil sepultura, perdón por ser como era. Hablamos de todo.
Evidentemente fue una época muy dura –� me dice–
Entré en aquél piso y el salón estaba lleno de clientes y chicas que
entraban con su hombre en la habitaciones y el continuo trajin de
entradas y salidas. La encargada le dijo que no se preocupara, que
probara con algo fácil, como una felación, con
el cliente que ella eligiera. Y probó. Y pronto entró en el circuito
del sexo haciendo del mismo una profesión en la que intentaba sanear
moral y estructuralmente sus atávicas raíces. Del precio del trabajo la
casa se quedaba con el� cincuenta por ciento,No
era muy abusivo, se daban casos de que en algunas casas tenían que
pagar la limpieza del cuarto y hasta los mismos profilácticos. El precio
iba en relación al trabajo demandado del cliente. Conforme pasaba el
tiempo, como buena� prostituta, aprendió
pronto de la psicología humana y clasificó a los clientes con una
simple mirada. La mayoria de ellos iban buscando compañia, a algunos se
les iba el tiempo sin haber fornicado o solicitado un servicio sexual.
Pero, lógicamente, la mayoría satisfacía el impulso íntimo y comprobó la
escasa preparación y cultural sexual de estos que se limitaban a las
técnicas tipos y no más. También curiosidades hubieron, pero lo que más
le alegra y lo dice con orgullo es que nunca tuvo una agresión sexual
en su profesión.
Estuve en más de 60 pisos- � continúa diciendo- entre pisos , locales de alternes, club nocturnos. Y en estos me surgió la figura del� proxeneta. Este
es un mundo real oscuro y peligroso. Se mueven grandes sumas de dineros
y existen riegos multiples, Entonces no piensa en la figura del
proxeneta como el clásico chulo. El proxeneta es un empresario del sexo
que te representa y protege de tus derechos, que te asesora y se lleva
su comisión. Te puedo decir que cuando dije que me iba a montar mi piso
propio tuve muchas presiones al respecto para que no lo hiciera.
¿ Te fue fácil conseguir la financiación para ese piso o tenías dinero suficiente para comprarlo? Fue muy curioso,� Miguel Ángel. Yo
era una mujer de doble vida. Nadie, nadie conocía a qué me dedicaba. Ni
vecinos, ni los pocos amigos o amigas que pudiera tener, ni mi propio
hijo. Yo ganaba dinero y sistemáticamente me pagaba todos los meses una
nómina sin faltar uno. El resto lo guardaba por si no quería trabajar
durante una temporada o para cualquier extra especial. Como llevaba esa
doble vida que te digo, pues no quería ir a mi banco y en todos los
demás me pedían los mismos requisitos siempre: nóminas, avales. Total,
que tuve que ir al mío, decirle la verdad y en dos día tenía el crédito
para comprar mi casa. Por ahí y por otras cosa que ya te contaré fui
tirando lastre de mi vida oculta, de Montse de tarde, o de día. De la
Montse profesional. Tenía mi piso, mi lugar de trabajo. Sóla,
independiente, sin que nadie fuera mi dueña. Por primera vez en mi vida
una sensación de felicidad cruzó por mi corazón.
La
sureña humedad nocturna empezaba a calarnos en silencio y decidimos
resguardecernos en el interior de otra cafetería cercana. La tíbia luz
del local, la ausencia de clientes y el gran escaparate donde podíamos
abarcar toda la Gran Vía onubense nos hizo perder todo rastro de
distancia. En el caso de que alguna vez la hubiéramos sentidoEstaba
en la edad justa de comenzar una vida o desarrollar en provecho
intelectivo todo lo que esa vida le había enseñado. Siguió con una
clientela fija, buena y formal, que no le producía ningún quebradero de
cabeza e incluso comenzó a publicitarse a través de su propia web. Atrás
quedaron los anuncios clasificados de los periódicos provinciales. No
le costó trabajo decidirse a estudiar, pero si estudiar. Tenía ya una
vida activa en cuanto defensora de los derechos de la mujer pero los
hábitos de estudios perdidos . Es más, no desarrollados. Afortunadamente
para ella era una ávida lectora de toda cuanta lectura caía entre sus
manos. Al contrario que otras compañeras que solicitaban joyas u otras
cosas materiales, los muchos regalos que recibían de aquellos clientes
con los que había establecido relación de amistad eran libros, mucha
lectura que devorar. Superó las pruebas de Acceso a la Universidad y se
le abrieron las puertas a un mundo totalmente desconocida para ella. Al
principio se mostró nerviosa y desubicada. Los compañeros eran chicos y
chicas jóvenes que la miraban extrañados de ver a una persona mayor
allí. Tenía solamente treinta y seis años. Y pasó lo que solo ocurre en
un guión cinematográfico, que en el doble papel de su vida sobraba uno y
ser por fin� MONTSE NEIRA.
Las circunstancias, además, la apoyaron. Muchos de los profesores que
se cruzaban con ella por el edificio universitario eran o habían sido
clientes suyos y, sobre todo, no quería seguir mintiéndoles a sus nuevos
compañeros que le habían acogido fenomenalmente y le trataban como una
más. Ella estaba muy orgullosa de su vida, de su lucha diaria por
subsistir, de haber logrado sacar adelante la educación de su hijo y
conseguir una adecuada situación económica. Encima se estaba
convirtiendo, a pesar de que tardara unos años, en licenciada en
Ciencias Políticas.
Parece
relajada. Parece como si nos hubiéramos conocidos toda la vida. Se nota
en su cara, en su sonrisa. incluso en el tono dulce de su voz. Hace
algún que otro gesto juvenil. abandonándose a ella misma, y descubro a
la mujer de verdad. A la compañera que a cualquier hombre le gustaría
tener. Con ella no existen los tabúes y la sordidez de una vida sórdida
que nunca eligió. No. Con ella, sin caretas, cuando ella surge, solo hay
una mujer que enamora puerilmente.
Y eligió un trabajo de grupo para contarles a todos la verdad. Para decirle simple y llanamente que era� prostituta. Fue
liberarse del ayer, del hoy y del mañana a la vez. Sentirse libre y no
tener miedo a enfrentarse a nada ni a nadie. Sin embargo, todo lo que en
la facultad fue recibido entre aplausos y apoyos unánimes, quedaba
decirle la verdad a su hijo. Tenía miedo a ello. Pero lo hizo. El chico
la miró horrorizado y le dijo:� “Mamá, eres una mala mujer“.
Se tragó las salíbas y las lágrimas y el amor propio, y todo aquello
que pudiera tragarse´Le explicó a su hijo en qué consistía su trabajo,
que ella no era una manipuladora de hombres, sino una trabajadora
decente y profesional de su cuerpo. Que con ello no le hacía daño a
nadie y que incluso ayudaba a sus compañeras en llevar una situación
laboral más humana desde todo los puntos de vistas. Sobre todo desde el
sanitario, tanto para conseguir un trato especializado y personalizado
con la administración sanitaria cuanto en lo personal en temas de
higiene y uso profilácticos. Al final el chico comprendió y aceptó todo
lo que le había contado, pero ella en silencio sentía el latir en su
mente de aquellas palabras. Una mala mujer. Y nació su novela.Sin
embargo, la vida está llena de paradojas. Montse Neira consigue un
equilibrio antes impensable. Tiene trabajo, ha conseguido la
licenciatura enCiencias Políticas y de la Administración, no
necesita ocultarse ante nadie y su actividad en pro de los derechos
reseñados se hace más fuerte y competente en la medida de que su figura
se ha fortalecido notablemente. Pero aún conserva el estigma de las
prostitutas y el complejo de la soledad asociada al amor. Y fue el
hallazgo de cierto sentimiento que ella asoció al amor lo que le trajo
la mayor decepción de su vida. Después de haberse acostado y realizado
el acto sexual en cualquiera de sus variantes, con más de� cuarenta milclientes,
nunca había sufrido de la más mínima agresión o mal trato sexual o
físico. Ella era la que mandaba, la que dominaba la situación. Era� La Neira dura
y rocosa, sin perder su sensibilidad femenina. Sin embargo, esa
paradoja de la vida se la trajo un amor virtual que al convertirse en
real desembocó en una violación dentro de la habitación de un hotel
cualquiera en la primera cita. Se dejó hacer, se dejó violar como una
muñeca sin sentido, atónita e ida. No podía entender lo que estaba
pasando, aquél no era el hombre con el que había pasado horas y horas
trás la pantalla de un ordenador. El hombre culto, liberal, agradable y
atractivo que había visionado. Aquél hombre le había devuelto a la
realidad. El morbo de la prostitución, el estigma de la prostitución, la
falta de amor en la prostitución eran cuestiones inequívocas. Y volvió a
hacerse la noche.
Ninguna de las� Montse Neira, ni
la autónoma ni la mujer, podía hundirse por ello. Era un acicate más en
lucha. Y asi intensificó la misma. Reuniones de barrios, charlas a
nivel de calle con micrófono en mano. Conoció a la diputada de Izquierda
Republicana Carme Puertas y
esta la apoyó en su causa y la puso en contacto con un grupo
abolicionistas de Juristas de Barcelona. Aquí tuvo su primer
enfrentamiento entre posturas dispares. Las juristas no eran más que
burguesas jugando a posicionarse en plataformas radicales analizando la
verdad del feminismo sobre teorías legalistas, pero muy lejanas a la
realidad de las calles y del trasfondo en sí. Todo ello hizo que Montse
terminara alejandose de ellas y seguir su lucha particular reforzada con
sus escritos a través del blog que al efecto abrió en 2.007. Tal fue su
éxito que la llamaron para la realización de un documental para la TV2.
A este le siguieron charlas en universidades de distintos puntos del
País, programas radiofónicos, entrevistas múltiples.La
noche hacía tiempo que había caído sobre la ciudad. En la cafeterìa
empezaban a recoger las sillas de la terraza. Estábamos a gusto y no
teníamos intención alguna de levantarnos. Nos miramos y sonreimos
cómplices, La calle frente al Hotel estaba desierta y, antes de
despedirme le recordé que era una gran mujer. Hasta le recordé a la
Falcón, cuando en feminismo radical, decía que toda mujer era una
prostituta por el mero hecho de casarse y someterse a la voluntad del
hombre. Reímos y nos abrazamos. Mientras subía los peldaños del la
entrada del edificio pensé que esa señora en dos años se jubilaba y le
deseé sin decírselo lo mejor del mundo. Que encontrase la paz en La
Guardia y con ella la felicidad. La soledad y el amor son asuntos
optativos que los seres de nuestra generación han elegidos libremente y
no por obligación. Disfrutemos de lo que tenemos sin estigmas y sin
miedos. Por ello al cruzar la puerta de cristal del hotel la llamé y con
la cara llena de amor casi le grité, Montse eres una buena mujer.
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