lunes, 10 de junio de 2013

Testimonio de Carmela Prostituta italiana


Texto elaborado por una prostituta anarquista italiana….
Soy una prostituta. Mi nombre profesional es Carmela y trabajo por la noche en la periferia de una ciudad de Italia. Mi toma de contacto con las ideas anarquistas fue por casualidad y por amor, y así escuché por primera vez una vieja canción anarquista que decía: “Las prostitutas que mueren de tifus en el hospital, esas son nuestras hijas”. Durante el día la sociedad nos condena, pero por la noche nos busca. Y no son sólo los hombres quienes en esta moderna y avanzada época vienen hacia nosotras, ya que los “tríos” hace tiempo que se pusieron de moda. Así que ahora también somos envidiadas por las noches por las mujeres a quienes les gustaría hacer suyo un poco de nuestro arte amatorio, para poder follar mejor a sus jefes y ascender en su carrera profesional.
El Estado proxeneta muestra su cara hipócrita y democrática y sopesa la decisión de conceder a mi “sector laboral” el derecho a la propia explotación: pagar impuestos, “integrarnos“ en la sociedad es la palabra mágica y desgraciadamente, much@s de mis colegas lo están literalmente mendigando.
Pero hace ya tiempo que me tomé mis derechos por mí misma y la vida como yo quiero, sin pedir permiso a nadie. ¿Ser un miembro más? Ya me vale con los miembros que veo a lo largo del día. Para mí la sociedad se basa en una enorme prostitución: hombres y mujeres que, diariamente, a la misma hora, marchan hacia sus puestos de trabajo, con el mismo aburrimiento, con la misma fatalidad, que se prostituyen solos o en grupo (¡espíritu de equipo!) para que toda esta mierda continúe aguantando. Pequeños empleados o yuppies, todos l@s ciudadan@s decentes tienen al final algo en común: desprecian a las inmorales putas como yo, que van a trabajar bien por decisión propia o por la necesidad del dinero. ¿Pero quién no va a trabajar por la necesidad del dinero?
Seguramente, el mundo de la noche, aunque le guste parecer tan atractivo, tiene también sus aspectos negativos. No deja de ser un reflejo de su violencia, que se esconde hipocritamente durante el día tras la fachada de una cultura moralista. Nuestros clientes no son otros más que tu jefe, tu compañero de trabajo, tus conocidos, vecinos y cada vez más, sus mujeres y amigas.
Pero lo que más me molesta, más que esta ignorante, envidiosa e hipócrita sociedad, son esas discusiones psicológicas, que también en parte se realizan en la “escena” de izquierdas o feminista. Allí se nos trata como las “pobres” prostitutas, golpeadas por sus chulos y violadas por sus malos y perversos clientes (sobre las clientas parece que se calla conscientemente, o se desconoce por ignorancia su existencia).
A menudo me pregunto de dónde sacará esa gente sus conocimientos, ya que ninguna de estas compañeras o compañeros ha disfrutado de una velada conmigo o siquiera me han preguntado por qué prefiero trabajar de pie en la calle a sentada en una oficina.
Para mí esto invalida a quien dice luchar por la libertad y la revolución, porque no me reconocen como ser indivudual el derecho y la capacidad de tomar mis propias decisiones, y me imaginan como una persona tonta, débil y digna de compasión. La prostitución infantil es algo penoso, ya que un niño no puede decidir qué quiere hacer y qué no. Pero, ¿por qué nadie habla de los niños a quienes diariamente se idiotiza en los colegios y guarderías para que cuando sean mayores se conviertan en alegres consumidores y en eficientes prostitutas en el sistema productivo para el chulo del Estado? ¿Por qué nadie habla de los niños que ven la luz en el mundo en las (democráticas) cárceles donde están encerradas sus madres? ¿No merece tanto la pena hablar de ello? Ya, quizás muchos de estos super-revolucinari@s de boquilla no tienen ni idea de que muchos niños pasan sus primeros años de vida en la cárcel, y que luego, de un día para otro, son arrancados del cariño de su madre, y todo esto en nombre de unas atenciones que cualquiera de nosotr@s rechazaría.
Además, existe una gran diferencia: nosotras las putas abrimos las piernas y dejamos a un integrante de esta sociedad que haga lo que nosotras queramos, y nada más. Una sociedad que gracias a su trabajo asalariado posibilita un sistema que atormenta y mata personas y animales, que con el dinero de sus impuestos financia guerras, que destruye el medio ambiente y bueno, todo lo demás que vosotros ya deberíais saber mejor que yo, que no soy más que una tonta, inmadura e inútil puta. Y la moral, o moraleja de esta historia no existe, ya que su moral es asquerosa. ¡A la mierda con su moral!
Extraído del fanzine alemán FREIRAUM nº26

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