José David Pérez
Entre los más de tres millones de personas con discapacidad en España no faltan quienes tienen sus necesidades sexuales insatisfechas. Las causas van desde las limitaciones propias de su discapacidad, hasta su falta de confianza derivada de los prejuicios y la sobreprotección que algunos han sufrido. Esta situación se traduce en personas que dependen de seres cercanos, como familiares, o de profesionales del sexo, en muchos casos sin formación, para cubrir sus necesidades sexuales. Otros son condenados a la inanición sexual por estas circunstancias.
Ante esta realidad, surge el debate sobre la asistencia sexual. Esta práctica consiste en un proceso de acompañamiento en el cual se descubren o redescubren los ámbitos de la sexualidad y el erotismo, explica la orientadora sexual Silvina Peirano. No obstante, el debate sobre este tipo asistencia encuentra en el desconocimiento y en la concepción de que todo lo sexual es coital su gran barrera.
Asistencia en España
En España las palabras sexualidad y discapacidad continúan produciendo la incredulidad de muchos. Así lo corrobora Esther Sánchez, presidenta de la Asociación Nacional de Salud Sexual y Discapacidad (ANSSYD). Consecuentemente, las necesidades sexuales de las personas con diversidad funcional, término propuesto para sustituir a la palabra discapacidad, constituyen un tabú social, que frena el debate real.
Esos prejuicios que imponen el silencio unidos al desconocimiento y a la falta de alternativas hacen que en ocasiones los propios familiares tengan que hacerse cargo de esas necesidades, explica Rafael Reoyo coordinador de Sex Asistent Catalunya. Esther Sánchez vive con frecuencia esa inquietud de quienes no saben cómo ayudar a sus seres queridos. Sin embargo, "no es fácil darles un nombre cualquiera para que les ayude, pues no cualquiera puede hacerlo", asevera Sánchez.
La prostitución ha sido una de las alternativas más frecuentes ante esta situación. Elisa Arenas, trabajadora social de Hetaira, explica que es algo que ha pasado siempre. Sin embargo, reconoce el posible riesgo de esta práctica para el cliente y el profesional del sexo, especialmente en casos de necesidades específicas como uso de fármacos o un alto nivel de dependencia. Los expertos explican que en determinadas ocasiones es preciso inyectar vasodilatadores en zonas tan delicadas como la inginal, manejar maquinaria como grúas por la reducida movilidad del dependiente o conocer las diversas reacciones que puede tener el asistido durante el proceso. Ante esto, Arenas alerta de la necesidad de formación y de regulación para evitar episodios desagradables.
Este temor compartido por la asistente social de Hetaira y otros expertos se materializa en diversas historias, cuyos protagonistas son la discapacidad y la prostitución. Desde jóvenes discapacitados que han sido humillados o maltratados durante servicios sexuales, hasta profesionales del sexo sin la preparación pertinente para hacer frente a estas sesiones, que han sufrido daños físicos o impactos psicológicos. No obstante, no han faltado profesionales del sexo con la capacidad y la delicadeza necesaria para aprender las necesidades específicas y convertir una relación en principio puramente económica en una complicidad y un cariño intenso.
Otra concepción de la asistencia
En esta tesitura queda claro que España dista de cumplir con el concepto ideal de asistencia sexual. Silvina Peirano matiza que la base del ideal es erradicar la parte de dependencia, se debe ver como un proceso conjunto, basado en el respeto y la confianza. Partiendo de esta premisa, se extrae que no constituye una labor basada en la pena o en un interés meramente económico. Para Reoyo, asistir requiere respeto, formación, paciencia, compromiso, empatía y altas dosis de motivación para ayudar a esa persona a luchar por rescatar y fortalecer su sexualidad.
Otro pilar de la asistencia sexual es tener en cuenta que esta labor no se reduce a provocar placer. En primer lugar porque no es tan sencillo hacerlo, en muchos casos se debe "desgenitalizar el acto sexual" y adecuarlo a cada persona. Cada uno de los asistidos tiene una historia, unas barreras y unos deseos por satisfacer o reconocer y desde ese punto se debe trabajar. Otro de los retos en este proceso es enfrentar y minimizar los efectos de la sobreprotección, las necesidades inherentes a su discapacidad y las heridas de la discriminación.
Por todo ello, el ideal de asistencia sexual requiere una formación previa en materias como salud e higiene, sexualidad, psicología o de asistencia social. No obstante, "es algo complejo de concretar", reconoce Reoyo. La dificultad radica en que esta labor precisa un alto nivel de personalización. Por ejemplo, hay tetrapléjicos con pareja que necesitan orientación sexual o asistencia para poder disfrutar plenamente con su pareja. El reverso son personas con discapacidades no tan graves, que sienten un pudor casi insalvable y necesitan descubrir y asumir su sexualidad y el placer que pueden obtener.
De tabú ¿a debate?
Entre las diversas realidades que viven las personas con discapacidad y las propuestas para aplicar la asistencia sexual existe un debate, por ahora en ciernes y silenciado en algunos sectores. José Antonio Bustamante, secretario general de la Asociación Española de Especialistas en Sexología, cree en un proceso donde los profesionales sean el eje y donde se establezcan los límites y las necesidades profesionales de esta práctica. Considera imprescindible el asesoramiento sexual y la concienciación sobre la realidad de la sexualidad en personas con diversidad sexual. Ofrece un dato optimista al hablar de la integración de esta asignatura pendiente en cursos y másteres donde están formándose los sexólogos del futuro.
No obstante, hay ámbitos donde esos datos optimistas aún no están presentes. Destaca la Estrategia Española sobre Discapacidad 2012-2020. En este documento, que rige la política del Ministerio de Sanidad respecto a la diversidad funcional, la palabra sexo aparece mayoritariamente como una variable estadística de género, no como un aspecto en el que trabajar. Otros términos como sexualidad, necesidades sexuales o placer están fuera del escrito. De este modo, se pone de manifiesto que el debate sobre cómo asegurar la satisfacción de las necesidad sexuales -una de las necesidades básicas, según Abraham Maslow- y la normalización de las mismas está lejos de la política ministerial. La falta de relevancia otorgada a la sexualidad en el ámbito político es una crítica común por parte de diversas fuentes
Uno los factores que llama con más fuerza al optimismo ya que ha abierto este debate en la sociedad es el cine. La gran pantalla ha mostrado en ocasiones esta situación. Silvina Peirano explica que actualmente Helen Hunt con Las sesiones está haciendo que al menos el tema sea conocido e interese más. En España fue Pilar González Rams la encargada de acercar la sexualidad de las personas con discapacidad a la sociedad mediante Almas con Sexo.
Mientras este híbrido entre tabú y debate está en proceso, silenciado en ciertos aspectos y sin delimitar, buena parte de los implicados recuerdan que no se debe olvidar que:"la mejor asistencia sexual es la que no es necesaria". Es decir, piden que no se obvie que la independencia y la normalización de la sexualidad de las personas con diversidad funcional debiera ser, siempre, la meta para quienes afirman luchar por la asistencia sexual.
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