Marta Braña Villanueva. Feminista, animalista y psicóloga
Se ha abierto el debate sobre la prostitución y todo el
mundo toma posición: legalizarla o abolirla.
El feminismo, como en otros temas de interés, también está
dividido:
A un lado tenemos a quienes quieren legalizarla reclamando
la libertad de cada mujer para hacer con su cuerpo lo que quiera. Y al otro
quienes defienden que la prostitución es el hijo del patriarcado y las
prostitutas son mujeres sin escapatoria.
En esta última postura he encontrado realmente interesantes
los argumentos de Beatriz Gimeno:
La prostitución tiene que ver con la igualdad y no con el
sexo. Los hombres no compran un cuerpo, ni sexo, sino una fantasía de dominio y
masculinidad tradicional.
La prostitución está rodeada de violencia en todas sus
etapas, desde la captación hasta la trata, la explotación laboral y sexual y
las prácticas cotidianas. Si hay un grupo de mujeres contra las que la
violencia de género se manifiesta en todo su dolor y desigualdad, estas son las
prostitutas. Si hay un asesinato de género, un feminicidio paradigmático es
este. Porque la prostituta es, en realidad, la mujer sin escapatoria. Es,
además, una mega industria global (es la segunda industria mundial e implica a
unas 40 millones de mujeres en todo el mundo) y, como sabemos, el que vende y
el que compra, en el capitalismo, no están nunca en situación equiparable. Los
pobres se ven obligados a (mal)vender a los ricos lo que estos determinan, una
clase pequeña intermedia puede sacar ciertos beneficios y una minoría
empresarial es la que definitivamente se enriquece. Y si todos los mercados son
desiguales, los que atañen al género son doblemente desiguales.
Su crítica a la legalización de la prostitución es, sin
duda, un soplo de aire fresco, pero no acaba de llenar mis pulmones. Entiendo
perfectamente que tras el negocio del sexo esté el heteropatriarcado
capitalista que establece relaciones desiguales. Pero en realidad el
patriarcado, el machismo y el capitalismo están detrás de cada una de nosotras,
de cada trabajo, de cada relación, de cada negocio. Y no veo que pidan abolir
otras profesiones.
Entiendo el horror que supone la trata de personas, la
violencia que ejercen las mafias sobre las mujeres que siendo engañadas se
prostituyen sin escapatoria. Pero no podemos entender como sinónimos
prostitución y trata de mujeres porque estaremos mezclando dos realidades
distintas como si fueran una misma, dejando al desamparo las auténticas causas
y soluciones a la violencia.
Y también entiendo que se ponga en duda la libertad de
elección cuando la situación personal de muchas trabajadoras del sexo roza la
desesperación. Pero son muchas las personas abocadas a decisiones desesperadas,
a trabajos denigrantes, llenos de violencia y desamparo y la sociedad sólo se
pone de acuerdo en rescatar a las prostitutas. ¿Por qué la sociedad tutela con
tanta facilidad a las mujeres? ¿Acaso nuestra libre elección está tan alienada
por el machismo como mis pensamientos?
Siento que no, siento que el problema de este debate está en
querer matar al perro para acabar con la rabia. Y así, sólo acabas con los
perros. De modo que abolir la prostitución no va a acabar con el machismo, el
capitalismo, la violencia y las mafias. Sólo va a cambiar el escenario.
¿Es de locos pensar que una prostitución feminista pueda
existir?
Que hombres y mujeres puedan tener relaciones sexuales
libres e igualitarias a cambio de dinero. Que las relaciones de poder sean sólo
un juego erótico entre iguales. Que los recursos del Estado se centren en
eliminar las mafias que violan los derechos y libertades de las mujeres y no en
decidir por nosotras. Que los políticos y las políticas en lugar de querer
rescatar a las desesperadas, eviten que se den las situaciones de
desesperación. Que las mujeres dejemos de ser un colectivo al que tutelar.
Es difícil, pero no de locos.
Es más fácil prohibir que crear.
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