Uno de los factores más importantes para tener un conocimiento empírico y riguroso de las diferentes realidades de la prostitución es que las personas que la ejercen se atrevan a hablar sin miedos a ser cuestionados o juzgados. Pero no lo hacen porque hay individuos, que se acercan allxs, ya de entrada cuestionando su actividad, diciendo que es inmoral, o simplemente ya las trata como víctimas, solo porque proyectan sus miedos, cuando en realidad son personas que a pesar de lo duras que han sido sus vidas son supervivientes. No se cuál seria la fórmula para hacer desaparecer el estigma de un plumazo, pero si sé que las personas que ejercemos tenemos mucho que decir y nadie puede decidir por nosotrxs.
http://elpajarito.es/sociedad/sociedad/la-calle/547-los-gatos-negros-parte-i.html
Lo primero que llama la atención al entrar por la puerta es una pequeña cocina en el extremo opuesto de la habitación. La oficina del Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo (CATS) tiene aspecto de hogar. Hay dos hombres y una mujer esperando, sentados, a su aire. El hombre de color lee una revista con Brad Pitt en la portada; la mujer, entrada en años y de aspecto cansado, parece que espera a alguien. El otro hombre, de aspecto duro pero amigable a la vez, espera a Nacho, el coordinador del Comité. En una de las paredes se encuentra el muro del voluntario, un tablón de corcho con cosas tan variopintas como un recorte de revista con la cara de Iñaki Urdangarín, otro de Geoge Clooney, varios folletos de información sobre prevención de enfermedades de transmisión sexual y fotos de excursiones en grupo.
Esta semana tienen lío. Están preparando los materiales para su presencia en el I Salón Erótico de Levante que tiene lugar durante el fin de semana en IFEPA, Torre Pacheco. La organización del evento les ha otorgado un espacio gratuito y quieren aprovechar la oportunidad para hacer contactos, abrir fronteras en la industria, sensibilizar a la población que acuda y financiar su actividad con la venta de condones femeninos y marcapáginas. Una de las prioridades es también sumar socios colaboradores a su causa, pues la crisis económica ha limitado al 50% su presupuesto y provocado la reducción de la plantilla.
En la habitación contigua a la entrada hay una mesa llena de carteles en proceso de elaboración y folletos recién impresos. Un ecógrafo donado por otra organización espera a ser ubicado, pero la pequeña consulta que tienen en otra habitación no da más de sí. Fuensanta, la doctora, espera que pronto puedan trasladarla a otro cuarto para ganar unos pocos metros.
Un puente de diálogo
Nacho y Fuensanta fundaron CATS hace diez años. Se conocieron en Kenia, como se pudieron haber conocido en Sudán o Filipinas, porque han pasado gran parte de sus vidas viajando y colaborando con organizaciones de apoyo a gente que está en la calle en todo tipo de situaciones. Gracias a la experiencia adquirida en otros países y a un par de años previos en Murcia conociendo el terreno donde hoy se mueven con total soltura, detectaron la necesidad y se pusieron manos a la obra.
“Cuando vinimos de vuelta a Murcia vimos que había gente que ejercía en las calles y nadie, ni ninguna entidad, se acercaba a hablar con ellas. Empezamos a hacer contacto con el colectivo en la calle y a los dos años pudimos entrar en los clubs y en los pisos, en el mundo de la prostitución. Creamos una organización que permitiera ser el puente entre los trabajadores del sexo y la sociedad y el gobierno. Con el objetivo, y por eso se llama comité, de que todo pasara a las manos del mismo colectivo. Que poco a poco las mujeres y hombres tomaran las riendas de la asociación, que fueran ellas mismas las que ejercieran el control en plan casi sindical. Lo que pasa es que es mucho más difícil de lo que nos imaginábamos. El estigma pesa, y dar la cara como trabajador o trabajadora del sexo, cuesta.”
La misión de CATS es la normalización del colectivo. Saben que es difícil llegar a la situación deseada en que las prostitutas y su actividad estén completamente integradas en la sociedad y en el esquema legal y laboral, pero tienen muy claro que la línea de acción pasa por hacer de una realidad rechazada algo normal. “Aquí la filosofía es que la persona que entra por la puerta nos cuente lo que quiera o que se tome un café. Aquí no juzgamos a nadie ni somos redentores. Respetamos cualquier tipo de decisión autónoma. Diferenciamos claramente la trata de personas, que es un asunto judicial y de policía y por lo tanto estamos muy en contacto con ellos por si surge la situación, de la otra cara de la moneda, la decisión autónoma del ejercicio como una forma de buscarse la vida. En caso de que haya algún problema con la sociedad, con los vecinos, nuestra labor es de mediación, tratamos de resolver el conflicto a través del diálogo”.
Nacho, Fuensanta y el resto del equipo otorgan al colectivo de trabajadores del sexo una atención lo más integral posible y a demanda: servicios sanitarios y sociales, alternativas laborales a quien quiera dejar la prostitución y buscar un trabajo normalizado. Dan asistencia jurídica, asesoran en cuestiones de extranjería, escolarización y al mismo tiempo se entregan en cuerpo y alma a una labor de sensibilización social, donde entra la mediación de conflictos hacia la normalización del ejercicio de la prostitución. En el departamento legal estudian fórmulas para clarificar los pros y los pocos contras que ven que podría conllevar la legalización el ejercicio.
En una situación donde el colectivo de trabajadores del sexo no tiene reconocimiento legal ni laboral, las herramientas de acción de CATS son de todo tipo: “Estamos muy acostumbrados a darle al muro con la cabeza cuando no tenemos otra opción, y a veces el muro se rompe. Si es por otros derroteros más finos, pues mejor. Tenemos que jugar con el marco legal, la sensibilización social y la política. Esos son nuestros pilares.”
La crisis en el sector
La crisis económica ha afectado por igual a las personas trabajadoras del sexo. En los últimos meses muchas personas acuden al CATS para solicitar un empleo normalizado, ya que los precios de los servicios sexuales han bajado considerablemente. “La gente ganaba tres o cuatro mil euros al mes. Se autofinanciaba, mantenía a su familia de aquí y a la gente que dejaba en su país de origen. Ese era realmente el gancho de la actividad. Ahora mismo el tema está muy complicado y se nos desborda el área laboral porque mucha gente ya no quiere seguir prostituyéndose. Aunque también hay gente que se ha quedado sin trabajo y viene al ejercicio de la prostitución a buscarse la vida.”
Nacho, Fuensanta y tantas otras personas que forman el Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo seguirán luchando con o sin crisis. Continuarán construyendo un puente de conciliación entre la sociedad y un colectivo de mujeres y hombres negado a ojos públicos como el gato negro que la superstición condenó a los rincones más oscuros. Su labor terminará cuando alcancen la utopía de una sociedad que acepta una realidad tan palpable como que hay quien debe o quiere pagar por el sexo y quien ofrece, por la razón personal que sea, satisfacer esa voluntad. Se trata de un oficio, el más antiguo, y quizás no sea un oficio más, pero merece el respeto necesario para que quien lo desempeña sea considerado un ciudadano más, con sus derechos y sus obligaciones.
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