Algunas de las prostitutas de la calle de'n Robador explican su visión del barrio
La mayoría son madres de familia que comparten pisos para poder trabajar
Hay un millón de maneras de contar una misma historia. La que sigue es la historia de una calle, la de'n Robador, a través de las vivencias de las prostitutas que trabajan en ella. Una mirada femenina sobre 100 metros del barrio del Raval de
los que se ha escrito mucho, aunque pocas veces desde su perspectiva.
Una calle que se ha convertido en símbolo, en reducto del viejo Barrio Chino;
en una suerte de poblado galo. Carmen -nombre ficticio- es una de las
veteranas del lugar. Madre de dos hijos -chico y chica- y abuela de tres
nietos, madrileña de nacimiento y de actitud, lleva trabajando en el
Raval desde 1990. "He sido testigo de toda la transformación del Chino.
De aquello ya queda muy poco, pero algo queda», cuenta la mujer. Quedan
ellas, varias decenas de prostitutas, cada una con su historia, que se han organizado para defenderse entre ellas y defender sus derechos.
"Somos ciudadanas, no delincuentes", rezaban algunos de los carteles
con los que el miércoles pasado, día internacional contra la violencia
contra las trabajadoras sexuales, empapelaron la calle. También colgaron
globos rojos y pusieron música, para evocar aquella alegría que, pese a
todo, tenía el Chino que estas mujeres no quieren dejar morir.
Hijos criados en el Raval
"Nadie
se hace prostituta por capricho". Lo asegura Carmen, quien constata que
"las cosas no son fáciles y a los hijos hay que darles de comer". La
mujer, dulce, explica que los suyos los ha criado allí, en el Raval. "En
el barrio todos me conocen; nos hemos ayudado mucho. Esa solidaridad
entre los vecinos es lo que siempre me gustó del Chino", prosigue la
mujer. Pero todo ha cambiado mucho, claro. En los últimos años se siente
cada vez más perseguida por la Administración. "Cada vez parece que les
molestamos más. Que encajamos menos en su idea de Barcelona. Ya me han
cerrado dos pisos. Y ahora nos quieren echar también de estos. No
pedimos nada, solo que nos dejen un espacio en el que trabajar
tranquilas", concluye la mujer.
María tampoco se llama María,
pero sí tiene 33 años y es compañera de Carmen. El miércoles llegaba
sobre las 12 del mediodía a la calle de'n Robador. Su calle. "Cuando me
dicen que seguro que tengo un chulo me río y les digo que anda que si
tuviera un chulo podría llegar a trabajar a las 12", cuenta la mujer,
madre de un niño de seis años, con una sonrisa triste. El pequeño vive
en Rumanía, con su abuela materna. "Mandé al niño con mi madre cuando me
separé porque la cosa está fatal aquí", relata Carmen, quien llegó a
Barcelona en el 2004 y se dedica a la prostitución desde el 2010.
Pese
a que explica que el trabajo ha bajado -"en parte por la crisis y en
parte por la persecución policial"-, con el dinero que gana puede vivir y
mandar dinero a su país, para su madre y su hijo, igual que hacen
muchas de sus compañeras. "Con los 30 euros que cobramos no podemos ir a
una pensión y el cliente que viene aquí no puede pagar más», expone la
mujer, también preocupada con el progresivo precinto de los
pisos-prostíbulo en el barrio por parte del distrito. Hablan de que al
Raval van los clientes «de toda la vida" y aún algunos hombres que
llegan al puerto. "No es un cliente que esté dispuesto a pagar más, pero
nosotras tampoco estamos dispuestas a cobrar menos", plantean estas
mujeres, que se organizan por turnos.
"En el ayuntamiento dicen
que estar captando a los clientes en la calle queda mal en esta ciudad y
está prohibido por la normativa, pero fueron ellos los que cerraron los
bares. Antes no había quejas. Si habilitaran un bloque horizontal para
nosotras, con un bar abajo, por ejemplo, se arreglaría el problema",
señala Carmen, preocupada.
El espiritu del 15-M
También
madre y luchadora, como la mayoría aquí, Janet es otra de las veteranas
de'n Robador. Es el punto de apoyo y referente de muchas de sus
compañeras y portavoz del colectivo Prostitutas Indignadas, creado por
estas mujeres después del 15-M para defender sus derechos y reclamar que
se respeten sus derechos como ciudadanas, "fuera de toda respuesta de
carácter represivo o policial". "Queremos que nos traten como a
vecinas", resume Janet, quien reivindica el arraigo del colectivo en el
Raval. "Las prostituas llevamos más de 100 años aquí", concluye.
Paula
explica que se dedica a la prostitución desde los 13 años y que es
feminista desde los 17. Es argentina y ha trabajado en distintos lugares
de la ciudad y el mundo. Insiste en la importancia de salir de la
invisibilidad. "Si quisieran perseguir a las mafias, como dicen, lo
harían. ¿Cuántas veces se han hecho macrojuicios a chulos que han
acabado en nada? En cambio a nosotras nos persiguen cotidianamente",
denuncia. "Aquí estamos organizadas. Tenemos pisos compartidos y
funcionamos como una especie de cooperativa. No dependemos de nadie y
estamos aquí por decisión propia. Nos quieren hacer creer que no tenemos
criterio y no es así", apunta la mujer, quien insiste en que no se
puede entender la persecución contra la prostitución en la calle sin
abrir el foco y mirar también "la especulación inmobiliaria y la
gentrificación que ha marcado la transformación del barrio". Esos pisos
de las que todas hablan están en el centro de la reactivación de la
movilización, que se decidió en la asamblea general en el Casal Folch i
Torras, celebrada el lunes 10 de noviembre. Como ya hicieron el año
pasado, la fecha elegida fue los miércoles a última hora de la tarde. No
piensan ni callar, ni marcharse.
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