Ya hable de esta iniciativa, en anteriores entradas.También he denunciado constantemente que no hay alternativas reales para las mujeres que quieren dejar la prostitución. Suelen ser cursos de Formación ocupacional y para trabajos que no permiten una entrada ingresos para cubrir con holgura las necesidades básicas, aparte de que no se tienen oportunidades de progresar. Esta iniciativa me gusta, permite desarrollar la creatividad, no tienen porqué dejar la prostitución si no quieren, -otros proyectos les exigen que han de dejarla- y se quiere convertir en una empresa social. Los beneficios han de financiar, en un futuro cursos de formación con lo cuál los valores se van alimentando y regenarando.
ROSA MARI SANZ / Barcelona Hace un año dos mujeres nigerianas comenzaron a confeccionar productos para el hogar con telas africanas en el marco de unos cursos de costura organizados por El Lloc de la Dona, espacio de atención para mujeres que viven en situaciones de exclusión por su vinculación con la prostitución que busca alternativas que favorezcan su inserción laboral y social. El proyecto nació con timidez, pero con la ambición de convertirse en una empresa social y vender los objetos más allá del local de la oenegé. Lo ha conseguido. De momento emplea a tres mujeres y en función de la acogida aumentará la plantilla.
Las trabajadoras prefieren guardar el anonimato, no son demasiado partidarias de explicar sus historias porque han dado un paso adelante y se trata de cerrar aquella etapa. No obstante, El Lloc de la Dona, un centro gestionado por las Hermanas Oblatas, no condiciona el que las mujeres abandonen la prostitución para darles una oportunidad. Si trabajan bien y el negocio funciona, la tendrán, explica Danielle Pellikaan, directora de la recién creada marca social Dona Kolors, con la que se comercializan los productos (abanicos, bolsos, fundas para cojines, monederos, manteles...). Antes, no obstante, pasan por un curso formativo denominado Enfilant l'agulla , con el que colabora el consistorio económicamente a través de la Agencia para el Abordaje Integral del Trabajo Sexual (Abits), y que enseña a unas 30 mujeres cada año.
«La calle desgasta mucho y te acabas volviendo tan desconfiada que hasta te cuesta dejarte ayudar. Al final no te fías ni de tu sombra» , explicaba el jueves una de estas empleadas, transexual ecuatoriana que trabajaba en la zona de prostitución de Les Corts. Acabó acudiendo a la entidad «harta de tantas vejaciones» y hastiada de tener que enmascarar en vano su condición, o sea, de no poder manifestarse como la mujer que se siente, para encontrar un empleo. «Yo siempre voy maquillada, quién me va a dar un trabajo con mi imagen» , se preguntaba.
Junto a ella, otra trabajadora, rumana, resumía con orgullo su presente. Está embarazada y casada. Atrás dejó el tiempo en que llegó a Barcelona sabiendo a lo que venía pero creyendo que era temporal. «He tenido suerte. Salí de aquella mafia y ahora estoy haciendo algo que me gusta y para lo que ya había estudiado en mi país» , aseguraba.
Las trabajadoras prefieren guardar el anonimato, no son demasiado partidarias de explicar sus historias porque han dado un paso adelante y se trata de cerrar aquella etapa. No obstante, El Lloc de la Dona, un centro gestionado por las Hermanas Oblatas, no condiciona el que las mujeres abandonen la prostitución para darles una oportunidad. Si trabajan bien y el negocio funciona, la tendrán, explica Danielle Pellikaan, directora de la recién creada marca social Dona Kolors, con la que se comercializan los productos (abanicos, bolsos, fundas para cojines, monederos, manteles...). Antes, no obstante, pasan por un curso formativo denominado Enfilant l'agulla , con el que colabora el consistorio económicamente a través de la Agencia para el Abordaje Integral del Trabajo Sexual (Abits), y que enseña a unas 30 mujeres cada año.
Prácticas laborales
La principal opción de estos talleres es que ellas trabajen por su cuenta haciendo arreglos de ropa en casa (la entidad les facilita una máquina de coser) o que logren quedarse en alguno de los negocios de costura en los que hacen prácticas. Otra alternativa, de momento con capacidad mínima de contratación, es la flamante empresa.«La calle desgasta mucho y te acabas volviendo tan desconfiada que hasta te cuesta dejarte ayudar. Al final no te fías ni de tu sombra» , explicaba el jueves una de estas empleadas, transexual ecuatoriana que trabajaba en la zona de prostitución de Les Corts. Acabó acudiendo a la entidad «harta de tantas vejaciones» y hastiada de tener que enmascarar en vano su condición, o sea, de no poder manifestarse como la mujer que se siente, para encontrar un empleo. «Yo siempre voy maquillada, quién me va a dar un trabajo con mi imagen» , se preguntaba.
Junto a ella, otra trabajadora, rumana, resumía con orgullo su presente. Está embarazada y casada. Atrás dejó el tiempo en que llegó a Barcelona sabiendo a lo que venía pero creyendo que era temporal. «He tenido suerte. Salí de aquella mafia y ahora estoy haciendo algo que me gusta y para lo que ya había estudiado en mi país» , aseguraba.
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