Preguntad a cualquiera que vaya a la iglesia de forma regular qué sabe de trabajadoras sexuales citadas enla Biblia e irá directamente a María Magdalena, aunque no existe evidencia bíblica de que María Magdalena fuera una trabajadora sexual. La primera persona en mencionarlo como una posibilidad fue el Papa Gregorio Magno en el año 591, más de 500 años después de que viviera María.
Sin embargo, aparecen trabajadoras sexuales en la Biblia. Está Tamar, que, disfrazada, vende sus servicios sexuales a su suegro, Judá, a fin de tener hijos y así elevar su situación social. Rahab , la madama que vivía en la muralla y protegió a los espías hebreos en Jericó. Está también Esther, cuyo tío Mardoqueo la instaló en el harén de un rey egipcio, donde llegó a ser reina. Hoy veríamos a Mardoqueo como un proxeneta, más que como una figura paterna.
Estas trabajadoras sexuales no sólo son poderosas por derecho propio , sino que también fueron importantes para la continuación del pueblo hebreo, y Tamar y Rahab aparecen, incluso, en la genealogía de Jesús.
Imaginad esto… mujeres fuertes, mujeres que llevaron a cabo su propio proyecto y mujeres que vendieron sexo, ¡todo a la vez! Desde luego, no es ninguna sorpresa para cualquiera que conozca a las trabajadoras sexuales en la vida real. Pero no muchos miembros de la iglesia conocen a trabajadoras sexuales. O quizá podría decir, “No muchos miembros de la iglesia admitirán que conocen a trabajadoras sexuales”.
Hay tres respuestas habituales de las personas que asisten a las iglesias cuando se habla de trabajo sexual. La primera es: “¡Yo nunca haría eso!” Esta respuesta deriva de una visión bastante simplista del trabajo sexual: es pecado. No hay matices en esa opinión. Pecado y basta. Y ¿qué hay que hacer con los pecadores? Su modelo es Judá en Génesis 38: “Ha hecho de puta, así que ¡vamos a quemarla!”
La segunda respuesta es un poco más matizada: “¡Es un pecado que intenta robármelo todo!” Estas personas tienden a ver a las trabajadoras sexuales como una amenaza a su matrimonio y su felicidad. Que las trabajadoras sexuales no estén intentando quitarles su marido no influye en su razonamiento.
La tercera respuesta ve a las trabajadoras sexuales como víctimas. “¡Oh, sus padres deben haberlas abandonado o abusado de ellas!” o “¡Deben haberlas obligado a prostituirse!” Este es el mensaje dominante del movimiento anti-trata, y debido a que el movimiento anti-trata ha dominado el debate acerca del trabajo sexual, la mayor parte de las personas de las iglesias tienden a creer que las trabajadoras sexuales son víctimas. Equiparan también trabajo sexual y trata, aunque la realidad puede ser muy distinta.
Ver a todas las trabajadoras sexuales como víctimas puede ser una respuesta que emana de la compasión, pero puede ser la respuesta más peligrosa. Cuando la gente ve a las trabajadoras sexuales como víctimas, comienzan a sugerir maneras de “rescatarlas”. Sugieren cosas como detener a las trabajadoras sexuales, detener a las personas que compran sexo y usar presiones legislativas y económicas para cerrar los negocios. Esencialmente, creen que quitando la autonomía se quita la oportunidad de comerciar con sexo.
Sin embargo, en la vida real ocurre todo lo contrario:
Para que la gente que va a las iglesias piense de otra manera, hace falta educación. Pero existen barreras para esta educación, la menor de las cuales no es el propio sentimiento del pastor acerca del trabajo sexual, y especialmente acerca del sexo. Yo trabajé una vez con una joven que quería ayuda para salir de la industria del sexo, y cuando la presenté a un pastor amigo mío, éste se pasó todo el tiempo mirándole el pecho. Ella le perdonó enseguida, ¡pero a míme mortificó!
En lugar de luchar contra la industria del sexo, yo sugiero a los miembros de la iglesia que luchen contra estas tres cosas: el estigma, el aislamiento y la privación de derechos económicos. La lucha contra el estigma implica las propias palabras de Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mateo 7:1). Luchad contra el aislamiento haciéndoos amigos de las trabajadoras sexuales. Si visitan vuestra iglesia, sed amables. Si tenéis miembros de vuestra familia que son trabajadoras sexuales, no les cerréis la puerta. Si tenéis oportunidad de reuniros con trabajadoras sexuales fuera de la iglesia, sed acogedores. Aprended a usar los medios sociales como un modo de llegar a conocer a la gente. Escuchad, en lugar de dogmatizar.
Finalmente, luchad contra la privación de derechos económicos a la que tantas están haciendo frente… convenced a vuestra congregación para que dé un trato diferenciado a la situación económica de las mujeres. Abrid una guardería y ofrecédsela gratis a las personas que estén buscando trabajo. Proporcionad clases de formación para enseñar y reciclar a las trabajadoras. Animad a los miembros de vuestra congregación a contratar a las personas que están buscando una oportunidad. Dad clases de finanzas en vuestra congregación. Proporcionad matriculaciones en colegios locales. Cualquier cosa que aporte autonomía, construya opciones y cree oportunidades constituye una diferencia efectiva y es el fundamento de un cambio real.
La Rvda. Lia Scholl es pastora y aliada de las trabajadoras sexuales. Habiendo trabajado con trabajadoras sexuales durante más de 10 años, está actualmente en el equipo directivo del Red Umbrella Project, en Nueva York. Con anterioridad trabajó en HIPS en Washington, D.C. y en Star Light Ministries, en Birmingham, Alabama. Es pastora en la Hermandad Menonita Richmond, en Richmond, Virginia. Su nuevo libro, I Heart Sex Workers , está previsto que salga a la venta, editado por Chalice Press, en junio de 2012.
Sin embargo, aparecen trabajadoras sexuales en la Biblia. Está Tamar, que, disfrazada, vende sus servicios sexuales a su suegro, Judá, a fin de tener hijos y así elevar su situación social. Rahab , la madama que vivía en la muralla y protegió a los espías hebreos en Jericó. Está también Esther, cuyo tío Mardoqueo la instaló en el harén de un rey egipcio, donde llegó a ser reina. Hoy veríamos a Mardoqueo como un proxeneta, más que como una figura paterna.
Estas trabajadoras sexuales no sólo son poderosas por derecho propio , sino que también fueron importantes para la continuación del pueblo hebreo, y Tamar y Rahab aparecen, incluso, en la genealogía de Jesús.
Imaginad esto… mujeres fuertes, mujeres que llevaron a cabo su propio proyecto y mujeres que vendieron sexo, ¡todo a la vez! Desde luego, no es ninguna sorpresa para cualquiera que conozca a las trabajadoras sexuales en la vida real. Pero no muchos miembros de la iglesia conocen a trabajadoras sexuales. O quizá podría decir, “No muchos miembros de la iglesia admitirán que conocen a trabajadoras sexuales”.
Hay tres respuestas habituales de las personas que asisten a las iglesias cuando se habla de trabajo sexual. La primera es: “¡Yo nunca haría eso!” Esta respuesta deriva de una visión bastante simplista del trabajo sexual: es pecado. No hay matices en esa opinión. Pecado y basta. Y ¿qué hay que hacer con los pecadores? Su modelo es Judá en Génesis 38: “Ha hecho de puta, así que ¡vamos a quemarla!”
La segunda respuesta es un poco más matizada: “¡Es un pecado que intenta robármelo todo!” Estas personas tienden a ver a las trabajadoras sexuales como una amenaza a su matrimonio y su felicidad. Que las trabajadoras sexuales no estén intentando quitarles su marido no influye en su razonamiento.
La tercera respuesta ve a las trabajadoras sexuales como víctimas. “¡Oh, sus padres deben haberlas abandonado o abusado de ellas!” o “¡Deben haberlas obligado a prostituirse!” Este es el mensaje dominante del movimiento anti-trata, y debido a que el movimiento anti-trata ha dominado el debate acerca del trabajo sexual, la mayor parte de las personas de las iglesias tienden a creer que las trabajadoras sexuales son víctimas. Equiparan también trabajo sexual y trata, aunque la realidad puede ser muy distinta.
Ver a todas las trabajadoras sexuales como víctimas puede ser una respuesta que emana de la compasión, pero puede ser la respuesta más peligrosa. Cuando la gente ve a las trabajadoras sexuales como víctimas, comienzan a sugerir maneras de “rescatarlas”. Sugieren cosas como detener a las trabajadoras sexuales, detener a las personas que compran sexo y usar presiones legislativas y económicas para cerrar los negocios. Esencialmente, creen que quitando la autonomía se quita la oportunidad de comerciar con sexo.
Sin embargo, en la vida real ocurre todo lo contrario:
- La detención lleva a un registro, y un registro lleva a limitación de las opciones laborales.
- El cierre de un club de strip lleva al paro y el paro lleva a las personas a comerciar con sexo a través de internet.
- La detención de las personas que pagan por sexo cambia la demografía de los clientes: sólo las personas que no temen a la ley comprarán sexo.
- El aumento de las dificultades financieras lleva a negociaciones menos exigentes acerca del uso del preservativo, lo que lleva a más enfermedades de transmisiòn sexual y mayores tasas de VIH/SIDA.
- El aumento de las dificultades financieras lleva a procesos menos exigentes de contacto y selección de clientes, lo que puede llevar a más violencia en las transacciones.
Para que la gente que va a las iglesias piense de otra manera, hace falta educación. Pero existen barreras para esta educación, la menor de las cuales no es el propio sentimiento del pastor acerca del trabajo sexual, y especialmente acerca del sexo. Yo trabajé una vez con una joven que quería ayuda para salir de la industria del sexo, y cuando la presenté a un pastor amigo mío, éste se pasó todo el tiempo mirándole el pecho. Ella le perdonó enseguida, ¡pero a míme mortificó!
En lugar de luchar contra la industria del sexo, yo sugiero a los miembros de la iglesia que luchen contra estas tres cosas: el estigma, el aislamiento y la privación de derechos económicos. La lucha contra el estigma implica las propias palabras de Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mateo 7:1). Luchad contra el aislamiento haciéndoos amigos de las trabajadoras sexuales. Si visitan vuestra iglesia, sed amables. Si tenéis miembros de vuestra familia que son trabajadoras sexuales, no les cerréis la puerta. Si tenéis oportunidad de reuniros con trabajadoras sexuales fuera de la iglesia, sed acogedores. Aprended a usar los medios sociales como un modo de llegar a conocer a la gente. Escuchad, en lugar de dogmatizar.
Finalmente, luchad contra la privación de derechos económicos a la que tantas están haciendo frente… convenced a vuestra congregación para que dé un trato diferenciado a la situación económica de las mujeres. Abrid una guardería y ofrecédsela gratis a las personas que estén buscando trabajo. Proporcionad clases de formación para enseñar y reciclar a las trabajadoras. Animad a los miembros de vuestra congregación a contratar a las personas que están buscando una oportunidad. Dad clases de finanzas en vuestra congregación. Proporcionad matriculaciones en colegios locales. Cualquier cosa que aporte autonomía, construya opciones y cree oportunidades constituye una diferencia efectiva y es el fundamento de un cambio real.
La Rvda. Lia Scholl es pastora y aliada de las trabajadoras sexuales. Habiendo trabajado con trabajadoras sexuales durante más de 10 años, está actualmente en el equipo directivo del Red Umbrella Project, en Nueva York. Con anterioridad trabajó en HIPS en Washington, D.C. y en Star Light Ministries, en Birmingham, Alabama. Es pastora en la Hermandad Menonita Richmond, en Richmond, Virginia. Su nuevo libro, I Heart Sex Workers , está previsto que salga a la venta, editado por Chalice Press, en junio de 2012.
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