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La francesa Morgane Merteuil desafía a las feministas de su país que desean abolir la prostitución.
En Francia hay feministas que luchan por la abolición de la prostitución y feministas que luchan para que la prostitución no desaparezca. Morgane Merteuil, secretaria general del Sindicato del Trabajo Sexual (Strass), forma parte del segundo grupo.La joven, de 26 años, graduada en Letras modernas, conoce muy bien el tema porque es escort (acompañante). O, dicho sin rodeos, puta, palabra que ella prefiere porque tiene una connotación más “militante”.
En julio pasado, durante un debate en la televisión con una feminista abolicionista que quiere multar a los clientes para construir “una sociedad sin violencias contra las mujeres”, Morgane Merteuil la increpó: “Tú lo que quieres es una sociedad sin putas”.
Es cierto que la palabreja, pronunciada por una mujer joven e inteligente, que se atreve a reivindicar un trabajo tan estigmatizado, tiene mayor impacto. Es curioso, sin embargo, observar a dos feministas que deberían compartir una misma causa disputarse en público y de manera tan vehemente.
¿Cómo vive usted ese conflicto entre feminismos?
Es algo muy violento. Esas feministas nos rechazan totalmente, en lugar de luchar a nuestro lado para mejorar nuestras condiciones. Nos tratan de proxenetas y de ‘bomberas del patriarcado’. El movimiento feminista antiprostitución nos niega nuestro estatuto de mujeres trabajadoras. Nos rechazan porque pedimos el derecho a seguir siendo putas, pero en condiciones de seguridad.
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En la televisión, Morgane Merteuil se parece a una universitaria o, a lo sumo, a una activista antitransgénicos. En persona, cuando está a punto de salir al trabajo, parece una niña jugando a ser grande, con su gran bolso, su minifalda, sus tacones negros y su chaqueta de cuero violeta. Cuando dice que es prostituta, las militantes de otras asociaciones tienen por lo general la misma reacción: “Comienzan a analizarme y a preguntarme cómo llegué a este trabajo. Me dicen: ‘No te das cuenta lo que estás haciendo con tu vida; no sabes lo que te conviene’. Me salen con unos discursos muy paternalistas”.
Hace dos meses, la ministra de los Derechos de la mujer, Najat Vallaud-Belkacem, dijo en una entrevista: “Mi objetivo, como el del Partido Socialista, es que la prostitución desaparezca”. ¿Por qué su asociación pidió la renuncia de la ministra?
Si las proposiciones y los discursos del actual gobierno se ponen en práctica, esto tendrá como consecuencia más precariedad, más marginalización y más peligros para las putas. Ese no es el discurso de alguien que pretende defender a las mujeres.
Sin embargo, la ministra Vallaud-Belkacem forma parte de un gobierno socialista. ¿Acaso no hay una diferencia entre las políticas de la derecha y las de la izquierda sobre la prostitución?
Para mí, hoy en Francia no tenemos un gobierno de izquierda. Este es un gobierno liberal en economía y racista en la manera de tratar a las minorías. El Partido Socialista francés desde hace mucho tiempo es de centro-derecha, aunque pongan en marcha algunas medidas sociales para hacernos creer que siguen siendo de izquierda.
En Suecia, según afirman algunos partidarios de la abolición, las nuevas leyes que castigan a los clientes han hecho reducir la prostitución. ¿No le parece legítimo que los socialistas franceses intenten seguir ‘el modelo sueco’?
(Aquí, por primera vez, parece enojada). La experiencia en Suecia es un fracaso total. La prostitución no se ha reducido en absoluto. Las leyes abolicionistas dieron más poder a los agresores, que ahora, con el pretexto de ocultarse de la policía, obligan a las mujeres a irse a lugares apartados donde pueden aprovecharse de ellas. También hay una mayor estigmatización porque el discurso es muy victimizador, casi patológico. Le doy un ejemplo: las prostitutas suecas están perdiendo el derecho de criar a sus hijos porque se considera que si han caído en la prostitución, es porque no están del todo bien de la cabeza. Por eso, algunas han tenido que irse a trabajar a la frontera con Dinamarca.
¿Qué piensa usted cuando el gobierno dice que quiere hacer desaparecer la prostitución o reducirla?
Son declaraciones que no tienen ningún sentido. Hay gente que decide dedicarse al trabajo sexual porque no hay oportunidades en el mercado laboral. Lo que sí es un objetivo es aumentar las oportunidades de trabajo y luchar de manera general contra la explotación. Esos son dos objetivos concretos. Lo demás no tiene ningún sentido.
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Morgane Merteuil ha ganado cierta notoriedad en Francia desde que el diario Le Monde publicó una nota hace un año con el título ‘Prefiero ser escort que trabajar en una fábrica’. La declaración es una bofetada a la sociedad capitalista y liberal francesa.
La definición que da de su oficio también es provocadora: “Es un intercambio de servicios sexuales por dinero. Lo que cambia es la forma como llegan los clientes, ya que puede ser en la calle, por Internet, en las salas de masaje o en los clubes”.
En el medio de la prostitución también hay diferencia de clase. Una mujer del Este de Europa, sin documentos de identidad y víctima de una red de trata de blancas, está en la parte más baja de la pirámide. Según ciertas cifras, el 90 por ciento de las prostitutas son extranjeras.
¿Lucha usted también por las colegas que están padeciendo una situación difícil?
Por supuesto. Sobre todo por ellas estoy comprometida en este combate, porque ellas son las principales víctimas de las violencias y las discriminaciones. En cuanto a las cifras, dudo de que sean exactas porque se basan en los arrestos que hace la policía en la calle. Hace unos meses, el porcentaje de putas extranjeras era del 80, ahora es del 90 por ciento. En todo caso, no importa que seamos extranjeras o francesas, todas somos susceptibles de ser víctimas de explotación. Por eso luchamos por todas las trabajadoras del sexo.
¿Qué tanto ha influenciado la mediatización que usted ha ganado como secretaria general del Strass?
Como utilizo un seudónimo, muy pocos clientes me buscan luego de haberme visto por la televisión. En realidad, una de las consecuencias de mi trabajo de militante es que tengo menos tiempo para ellos (risas).
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Morgane Merteuil obtuvo un máster en literatura comparada con una monografía sobre Dostoïevski y Camus. Su apodo, Merteuil, se inspira en el personaje de la marquesa del mismo nombre en la novela Las relaciones peligrosas de Choderlos de Laclos.
Ella misma, en algún momento, quiso ser profesora. A veces habla de literatura y de actualidad con sus clientes. Recientemente, discutió con un abogado sobre la manera de doblar las páginas de los libros: en la parte superior izquierda, para no perder la página, y en la parte inferior, los pasajes que quiere releer.
Pero su trabajo no es siempre bien visto por los intelectuales. A este respecto, le leo en voz alta una frase del filósofo Dominique Folscheid: “La prostituta es una esclava a medio tiempo. Ella crea un doble de su cuerpo que deja luego a la disposición de otro, como si se tratara de una cosa a la cual se le puede poner precio”.
¿Qué piensa de lo que dice este filósofo?
En todo trabajo hay momentos en que uno hace las cosas de manera muy mecánica porque está fatigado y quiere regresar rápido a casa. Tampoco estoy de acuerdo con esta visión de la prostituta como un objeto a disposición del cliente. Es una idea muy desvalorizadora de lo que somos como trabajadoras. Porque ser puta no quiere decir dejar su cuerpo a la disposición del cliente. Lo que hacemos es utilizar nuestro cuerpo para dar un servicio en el que uno nunca es pasivo sino activo.
Asbel López
Para EL TIEMPO
París.
http://elestantedelaciti.wordpress.com/2012/10/06/318/
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