Por Silvia Uslé.

A Inga la conocí a través de un anuncio en Internet: “Estudiante busca compañera de piso“.  Decidí llamar y pronto fijamos una cita en su casa situada en la lujosa zona de Paddington (el barrio más caro de Londres). Allí me encontré con ella, una rubia holandesa estilizadísima que acababa de cortar con su novio y no podía asumir sola el alquiler. Desde el primer momento aquella buhardilla me enamoró,  recién renovada y con muchísima luz, tenía unas vistas a Hyde Park magníficas.  Además nos caímos bien desde el principio, ya que Inga, aunque diez años más joven que yo, era muy madura para su edad, amena y dicharachera. Tras una larga conversación decidimos que yo sería su nueva compañera de piso y a las dos semanas mi camión de mudanzas ya estaba en su casa.
Inga estaba estudiando un máster de sociología en el prestigioso Kings College londinense, mientras se ganaba la vida trabajando como masajista.  Su negocio implicaba muchas visitas a hoteles y un horario totalmente diferente al mio, una rutinaria jornada de nueve a seis, interrumpida solamente por mis clases de yoga.
A pesar de la incompatibilidad de nuestras agendas, la convivencia era bastante agradable. Inga, poseía una energía desbordante,  se levantaba a las doce y ya no volvía hasta las tres de la mañana. A mí esto de dar masajes de madrugada me pareció un poco sospechoso,  sobre todo teniendo en cuenta que siempre iba vestida de Prada, calzada con unos altísimos zapatos de Jimmy Choo y nunca la veía acompañada de una mesa portátil para masajes.
Obviamente tenía claro que mi “flatmate” daba “algo más” que masajes pero decidí no entrometerme en su vida, porque recién llegada a Londres (tras huir de la recesión española) bastante tenía yo con la mía.  Además el apartamento era un chollo y me convenía, por mi propio bien, mantener la boca cerrada. Me preguntaba cómo se podía combinar el estructuralismo de Strauss y el sexo de pago. Pero como decía Shakespeare “En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber ” y yo decidí seguir la misiva del sabio inglés.


Una mañana enganchada al Facebook me falló la conexión a Internet. No supe si era problema de nuestro servidor  o de mi viejo Apple Macintosh, por lo que abrí el portátil de Inga que se había dejado en la mesa de la cocina, para comprobar si a ella le funcionaba la señal, cuando de repente me encontré con una página web que decía: “Britta,  escort holandesa en Londres“. Ilustrada a todo color, mostraba varias fotos de mi compañera posando en la cubierta de un yate con unas gafas negras como única vestimenta.
Justo en ese momento la puerta se abrió y entró ella “Perdona, te juro que no te estaba espiando” la dije muerta de la vergüenza. “Es que se fue la conexión y no sabía si era un problema de mi Mac” continué con voz temblorosa mientras cerraba su portátil de golpe. Inga se sentó delante de mí con cara compungida.
- “Perdona,  pero es que no te lo quería decir porque no tenía suficiente confianza en ti” me dijo  muy seria. “Trabajo para una agencia de escorts desde hace un año,  ya que es la única manera que encontré para  pagarme el máster”
- “Ya me lo imaginaba Inga. Es tu vida y no soy quién para juzgarte”  la dije. Entonces iniciamos una larga conversación de dos horas en las que me explicó cómo, cuándo y por qué se había hecho prostituta. Una decisión que había tomado voluntariamente  después de pensárselo muchísimo. La escuché atentamente  y sentí que no era nadie para decirla cómo tenia que vivir su vida. Eso sí, me hizo prometerle que no se lo diría a nadie.



Tras  la confesión, nuestra convivencia siguió transcurriendo de manera habitual. A veces me contaba anécdotas de sus clientes, la mayoría de ellos turistas japoneses y hombres de negocios americanos que venían a Londres por cuestiones de trabajo. Al cabo de un mes le llegó un mail de un periodista británico y me lo enseñó. Este decía:

Querida Britta,
 Mi nombre es Jack Smith y estoy escribiendo un artículo acerca de la prostitución. Me gustaría contactar con escorts que estén dispuestas a ser entrevistadas (manteniendo el anonimato, claro está).Tu página web me ha parecido interesante.
Si dicha propuesta te interesa por favor llámame al teléfono bla bla bla.
Atentamente,
Jack Smith
BBC 3
Londres

Entonces Inga inició el siguiente intercambio de correos electrónicos con el periodista de la BBC:

Estimado Jack,
 Me halaga que te haya gustado mi página web. Ahora déjame que te dé mi opinión respecto a mi trabajo.
Las mujeres han practicado sexo a cambio de dinero (o posición económica privilegiada) durante siglos en forma de matrimonio. La prostitución femenina es uno de los pilares de la sociedad heteropatriarcal. Sin ella esta  no funcionaria. Te recuerdo que somos educadas a vendernos al mejor postor (mi padre con su “Hija mia, a ver cuándo encuentras un marido rico!”, la publicidad o los videos de reggaeton me lo recuerdan todos los días). El problema es que la sociedad nos sume en una contradicción a la hora de vender sexo: alquilar nuestra vagina es inmoral pero venderla es lo “moral”. Es por ello que harta de tanta hipocresía decidí que mi vagina la compartiré con quien me dé la gana y al precio que me de la gana.
Soy prostituta por voluntad y nunca he sufrido coacción alguna para hacerme puta. Es más: todos mis amigos se opusieron a ello, siendo ésta la causa de perder a varios de ellos (incluido mi último novio). Ninguno me ofreció alternativas para pagarme el máster. Gano 150 euros la hora y tal y como está el mercado laboral, no me considero explotada en absoluto. Te recuerdo que todos los días cientos de  millones de personas se ganan la vida con trabajos denigrantes y explotadores a cambio de un sueldo treinta veces menor al mio, pero no se escriben artículos acerca de ellos porque su  actividad laboral no está relacionada con el sexo. Ergo: No vende. Sin embargo la mía sí, pues eres el cuarto periodista que contacta conmigo. El sexo vende muchisimo, en los anuncios de desodorantes, en los de coches y en los artículos de prensa.
Si lo que de verdad quieres es analizar seriamente la prostitución deberías preguntarte por qué el acto de pagar por sexo es algo tan común entre la población masculina. En vez de buscar prostitutas para tu artículo, te aconsejaría buscar  un pequeño porcentaje de los millones de hombres que la financian. Junta en un plató políticos, artistas famosos, respetables empresarios, individuos de clase media con vidas confortables o taxistas del extrarradio. Pregúntales cosas como: ¿cuál es su burdel favorito y por qué?, ¿prefieren high class o el club de carretera?, ¿qué tipo de mujeres eligen?, ¿les daña el ego eso de tener que pagar a alguien?, ¿por qué en las despedidas de solteros es tan común irse de putas?, ¿cómo se sienten estando con una mujer que es víctima de las mafias?, ¿por qué pagan por sexo en vez de echarse una amante?, ¿cuánto dinero se gastan en prostitutas al año?, ¿no les remuerde la conciencia saber que con el presupuesto anual que se gastan en putas  podrían llevarse a su familia de vacaciones? Pregúntales por qué muchos de ellos negocian servicios a domicilio cuando la mujer se ha ido de compras ¿les excita la posibilidad de ser atrapados o inconscientemente desean que les pillen y así poner fin a un matrimonio que lleva muerto y enterrado muchos años?
Después que entren también sus parejas en el plató  y pregúntales a ambos qué piensan de la monogamia ¿opinan lo mismo?, ¿pactaron algún tipo de acuerdo? Pregúntales  a ellas si saben que su pareja paga por sexo ¿son conscientes de ello? o si lo intuyen ¿por qué prefieren callarse? Pregúntales los motivos de permanecer juntas a las parejas que ya no se desean.
Descubrirás que la sociedad, junto con el matrimonio y la familia tradicional  están llenos de hipocresías, escribe acerca de ellas. Este es el tipo de cosas que haría un artículo sobre prostitución interesante, mucho mas que “madre necesita zapatos para su hijo- madre se va a un club”  (algo que esta ya muy trillado).
Atentamente,
Britta

Querida Britta,
Muchas gracias por tu respuesta, pero tus opiniones no van en la dirección que yo tenía pensada para mi artículo. Me parece una visión interesante la que me ofreces. Si  cambias de opinión y decides ser entrevistada en persona por favor avísame.
Jack Smith.
BBC 3
Londres

Querido Jack,
Te he contado lo que pienso de mi trabajo y lo único que se te ocurre es: “Muy interesante, pero eso no es lo que yo quiero escribir”. Pretendes entrevistarme pero sólo si te aderezo mis historias con detalles morbosos. Te recomiendo meterte en Internet y hacer un “copia y pega” de los miles de artículos  sensacionalistas que perpetúan el estereotipo de puta=chica mala=mujer perdida=mala de la pelicula. Ese cliché tan necesario que sirve para  exculpar a los autenticos  responsables en el confort de su hogar.
Jack  ¿por qué no escribes un artículo con profundidad? La demanda crea una oferta, escribe acerca de la primera, no de la segunda. Eso sí, prepárate a recibir duras críticas pues estarías atacando los pilares de una sociedad  machista que sigue ostentando  el poder. Cuestionarla no es  lo que ésta quiere oír. Aunque sería un paso importante para combatir tanta hipocresía.
Atentamente,
Britta

Querida Britta,
Por favor no te lo tomes a mal. Te aseguro que me encanta oír tus razonamientos. De hecho estoy bastante impresionado con ellos.
Me encantaría escribir un artículo  rompedor acerca de la prostitución, el problema es que  estoy sujeto a presiones editoriales que no me permiten escribir lo que a mi me gustaría. A diferencia de ti tengo un jefe.
Aún a pesar de ello, me gustaría entrevistarte. Tu visión podría ayudarme a enfocar el artículo de manera distinta, pero desgraciadamente no estoy en la posición de poder cambiar la idea original que me dio mi editor. El mundo de la prensa es así.
Atentamente,
Jack Smith,
BBC 3
Londres


Querido Jack,
Resulta interesante cómo todas las propuestas para entrevistarme suelen ser de periodistas que necesitan escribir un artículo con cierta agenda política porque su jefe así se lo ha ordenado. Como ves en el fondo nuestra profesión no es tan distinta: los dos le besamos el culo a alguien y sacrificamos nuestros principios con el fin de poder pagar el alquiler.
Me encantaría que escribieses un artículo con profundidad que analice el problema y se aleje del sensacionalismo de media neurona que vende tanto pero sospecho que no está en tu poder hacerlo.  Obedeces órdenes de arriba y ambos sabemos que al poder le interesa distraer al pueblo, pero no hacerle pensar.
El problema es que la prostitución nunca será aceptada porque  su aceptación desmonta la sociedad heteropatriarcal de un plumazo, construida en torno al poder masculino, el control económico y sexual de la mujer, mentiras e hipocresías. Dicha sociedad junto con la ayuda de su pilar favorito: la religión, necesita de dicha hipocresía para su debido funcionamiento.  Es por ello que siempre se encargarán de que las prostitutas continúen estando estigmatizadas y la profesión más antigua del mundo resulte “inaceptable” (mira como lo he puesto entre comillas a modo de ironia: porque despues se van todos de putas).
Sé que el orden establecido está cambiando, las putas se manifiestan y crean asociaciones (dentro de poco y si nos descuidamos montarán sindicatos), pero veinte siglos de prostitución femenina institucionalizada no se borran de un plumazo.
Buena suerte con tu artículo. Espero que tengas suficiente material con lo que te he escrito.
Un saludo.  Se despide
Britta.