domingo, 2 de septiembre de 2012

Somos putas y ¿vosotras qué soís?.Morgane Merteuil

Estoy encantadísima de que haya mujeres trabajadoras sexuales, putas, que vayan plantando cara a las abolicionistas. Contundentes, cada vez somos más en todo el mundo. ¿Os enteráis? Dejadnos en paz, sabemos lo que hacemos y lo que queremos, no estáis legitimadas para hablar en nuestro nombre. Nadie mejor que nosotras conocemos las diferentes realidades.o sois quienes para victimizarnos.
 
 
 
 Por Morgane Merteuil[1] – Domingo 26 de agosto de 2012
Los “debates” sobre el trabajo sexual son a menudo pretextos para un desencadenamiento de violencia por parte de aquellas y aquellos que han comprendido que para hacer desaparecer a una categoría de población hay que comenzar por hallar los medios de hacerla callar, de desacreditar su palabra. En efecto, desde que nosotras, putas, reivindicamos el derecho de serlo, el derecho a ejercer nuestra profesión con toda legalidad, con toda seguridad, nos vemos tachadas de “minoría”, como si sólo por serlo debieran desacreditarse nuestras reivindicaciones.
Sí, las personas que luchan por sus derechos han sido siempre grupos minoritarios. Más exactamente, es a causa de nuestra pertenencia a una minoría, a un estatus que “no desearíamos para nuestros hijos”, que debemos batirnos contra discriminaciones perpetuas, no solamente “oficiosas” sino también “oficiales”: no contentxs con estigmatizarnos por el uso que hacemos de nuestra sexualidad, el arsenal legislativo que promovéis nos priva por esta razón de nuestros derechos más fundamentales (derecho de asociación, derecho a la vivienda, derecho a una vida privada…).
Somos putas, pues, y en tanto que tales, minoritarias. De acuerdo. Esta pertenencia a una minoría no es suficiente, sin embargo, para convertir nuestras voces en ilegítimas. Si tal fuera el caso, habría que considerar entonces bastantes combates como ilegítimos: 343 mujeres que reclamaban el derecho al aborto, ¿no eran una minoría? ¿Los LGBT representan más del 50% de la población? ¿Si las minorías raciales no representaran más que una ínfima minoría de la población, sería ello una razón para no reconocer el racismo? Somos putas que reclamamos nuestros derechos; minoritarias, igual que todos los sindicatos son minoritarios en su sector de actividad; e, igual que toda organización autogestionaria, criticamos la noción de “representatividad” y no pretendemos nunca hablar en nombre más que de nosotras mismas.
Somos putas, lo que para vosotras significa necesariamente víctimas, de un sistema económico que nos mercantiliza a todxs, de un proxeneta mal intencionado o incluso de nuestra propia alienación. Sin embargo, somos mujeres conscientes de las derivas que existen en el seno de la industria en la que trabajamos. Para luchar contra estas derivas, para luchar por nuestro reconocimiento, contra los atentados contra nuestros derechos, nos organizamos. Sin vosotras, cierto, queridxs salvadorxs de las mujeres: estamos por la autogestión. A esta organización de putas en defensa de sus derechos y sus intereses de trabajadorxs, la acusáis directamente de no pensar más que en sí misma, de ser cómplices del patriarcado, del neoliberalismo y de la explotación intrínseca a estos sistemas. Entre “víctima suprema de la explotación” y “cómplice del sistema que ha preferido el dinero fácil”, rehusáis la diversidad de nuestras situaciones y no nos dejáis elección más que entre estas dos etiquetas, hábil manera de volver nuestra situación irresoluble, y de hacer de nuestra lucha una imposibilidad teórica.
Nosotras somos putas, y vosotras ¿qué sois?
Vosotras os reivindicáis de izquierdas y, por esta (honorable) razón, participáis en la lucha contra la explotación de lxs más oprimidxs, de lxs más explotadxs, frente a un sistema neoliberal fundado sobre la ley del libre mercado, del desprecio de la vida de aquellas y aquellos que lo hacen funcionar en provecho de aquellas y aquellos que obtienen todos los beneficios. Desde esta óptica, sois solidarias con las luchas sindicales: tenéis conciencia de que sólo organizándose podrán lxs explotadxs, si no llevar a cabo de forma efectiva la deseada desaparición de este sistema económico, al menos poner límites a nuestra propia explotación.
Vosotras os reivindicáis de izquierdas y con este título os mostráis solidarias EN las luchas de lxs trabajadorxs, sin hacer distinción entre lxs explotadxs que trabajan en una rama “respetable” (educación, sanidad) o “dañina” (industrias contaminantes, nucleares). No les juzgáis en función de la industria a la que ellas y ellos pertenecen, no les exigís que cambien de oficio y se pasen a una industria que estiméis más honorable, no pedís su “reinserción” sino, eventualmente, su “reciclaje”. En otros términos, no pretendéis saber mejor que ellas y ellos lo que es mejor para ellas y ellos: les apoyáis EN sus reivindicaciones. Habláis, en la medida de lo posible, CON ellas y ellos, y no POR ellas y ellos.
Vosotras os decís, con justicia, “de izquierdas”, pues: sin embargo, de cara a lxs trabajadorxs del sexo, todos vuestros buenos reflejos militantes se desvanecen: la solidaridad de la que sabéis hacer prueba con otrxs trabajadorxs se convierte con nosotras condescendencia y piedad. Porque somos consideradas pobres chicas que no saben lo que hacen y a las que vuestro orgullo lleno de humanismo querría salvar, despreciáis nuestra autoorganización, como si se mezclasen la lucha por nuestros derechos EN EL INTERIOR de una industria en la que las derivas son en efecto numerosas y la lucha por que esta industria perdure en tanto que tal. Aún reconociendo de buen grado vuestra propia explotación, estimáis que la vuestra sigue siendo sin embargo siempre preferible a la nuestra. Y cuando tenemos el atrevimiento de deciros que nosotras somos, cuando somos independientes, bastante menos explotadas que en muchas actividades asalariadas, reivindicáis entonces orgullosamente vuestro historial de combatientes en el mundo laboral, para hacernos comprender que se habría podido, se habría DEBIDO hacer las cosas de otra manera, y nos reprocháis entonces estar menos explotadas que vosotras, haber preferido el “dinero fácil”, en resumen, no ser más que pequeñas patronas que hemos escogido el campo malo en la lucha de clases, incluso a pesar de que hemos preferido explotarnos a nosotras mismas que explotar a otro.
Y ahí está lo que os plantea un problema y explica las incoherencias de vuestro “izquierdismo”, a mi parecer: hemos elegido explotarnos a nosotras mismas y no usar más que SOLO nuestro cuerpo para trabajar. Porque es sólo nuestro cuerpo lo que se explota, su explotación no es forzosamente peor, sino más visible que en otras industrias en las que todo un decorado llega a hacer olvidar que, a fin de cuentas, es siempre nuestro cuerpo el que es explotado. Desde luego, vosotras veis en nuestra propia explotación de nuestro propio cuerpo un resumen de la explotación del cuerpo de las mujeres: a partir de ahora, no será sólo en nombre de la explotación económica que habrá que combatir la prostitución, sino también en nombre del feminismo.
Y ¿vosotras sois feministas?
Vosotras sois feministas y, en verdad, lucháis por que nosotras, mujeres, no seamos reducidas a lo que el patriarcado querría que fuéramos: reducidas a satisfacer los deseos de los hombres, deseos sexuales, deseos de una casa bien llevada y buenas comidas para que recupere fuerzas el valiente trabajador, deseos de niños bien educados a fin de enriquecer el patrimonio familiar. Lucháis, en tanto que mujeres, por que nos sea posible realizar nuestras elecciones de vida, por que nos sea posible ser independientes, por que sea reconocido nuestro valor en tanto que seres humanos, independientemente de las que nos puedan conceder los hombres en función de los servicios (sexuales, domésticos, reproductivos) que les prestemos.
Vosotras sois feministas y como tales lucháis porque cese la estigmatización de las mujeres, sobre todo de aquellas que se atreven a salir de su “rol social”, porque hayan escogido no tener hijos, no casarse, amar a otra mujer, ponerse pantalones y jersey anchos, acostarse con quien quieran, quejarse de que su “no” no haya sido tenido en cuenta… Lucháis porque las mujeres puedan disponer de su vida, de sus sentimientos, de su cuerpo.
Tomáis la palabra en tanto que feministas, en tanto que mujeres, que no tienen necesidad de que nadie hable “por” ellas, que son responsables, que no tienen necesidad de tutor, ya que saben mejor que nadie lo que es mejor para ellas. Frente a aquellas y aquellos que pretenden que si somos lesbianas es que no sabemos lo que es bueno, que si hemos abortado debemos forzosamente aborrecernos, vosotras afirmáis alto y claro que esas declaraciones que no tienen por fin más que estigmatizarnos son una prueba del machismo de quienes las enuncian; que no tenemos por qué rendir cuentas a los guardianes del patriarcado: “Estamos bien, gracias”, “No nos liberéis, ya nos encargamos nosotras”.
Tomáis la palabra en tanto que feministas, pues; sin embargo, frente a lxs trabajadorxs del sexo que os aseguran que nadie les fuerza a ejercer su oficio, que lo han elegido con todo conocimiento de causa, plenamente conscientes de que su elección está evidentemente guiada por imperativos económicos, por la situación actual del mundo del trabajo que les abre demasiadas pocas puertas, rehusáis admitir que nosotras sabemos mejor que nadie lo que es bueno para nosotras. A pesar de que os repetimos que “estamos bien, gracias” (o que si estamos mal, es menos debido a nuestro oficio que a vuestros discursos), continuáis queriendo hacer de nuestras decisiones el síntoma de un malestar, queréis “comprender” por qué actuamos así, nos disecáis, exponéis nuestras vidas, nuestros pasados, los instrumentalizáis para hacerlos coincidir con vuestra ideología. Así, a menudo hacéis de nuestra elección la consecuencia de una infancia maltratada, como si los traumas que hayamos podido vivir (o no) justificaran que se nos considere hoy como irresponsables a las que hay que salvar de sí mismas.
En tanto que feministas, lucháis por que las mujeres dejen de ser estigmatizadas por el uso que hacen de su sexualidad: sin embargo, queréis prohibir la sexualidad tarifada bajo el pretexto de que “la sexualidad debe basarse en el deseo y el placer compartidos”. Amalgamáis relación tarifada y violación, no dándoos cuenta con ello de la violencia que inflingís a aquellas a las que, a pesar de su “no”, se les ha impuesto una relación, cuando las comparáis a las que tienen la posibilidad de decir “si mis condiciones no te convienen, largo”. Vosotras redefinís lo que debe ser la sexualidad “aceptable”, negando la palabra de numerosas mujeres, para imponer vuestra propia concepción de las cosas: “la sexualidad debe basarse en el deseo y el placer compartidos”. Para vosotras, las cosas son aparentemente sencillas; para muchos otros, la sexualidad es algo complejo, cuya exploración es parte de la construcción de nuestra identidad. Vuestros “deseos y placeres compartidos” no son algo en lo que nos reconozcamos necesariamente; más exactamente, muchas de nuestras experiencias no pueden resumirse sólo con esos dos términos; ¿quiere eso decir que nuestras sexualidades son patológicas? ¿Queréis proponer que se adjunte (si no lo está ya) la patología “prostitución” al DSM? Según vuestros razonamientos, eso sería sin embargo un buen avance feminista, ¿no? En nombre del feminismo, adoptáis pues una posición que estigmatiza a ciertas mujeres, una posición paternalista y autoritaria.
Vuestro feminismo es, pues, tan incoherente como vuestro izquierdismo: pretendéis salvarnos y para ello vuestras medidas estrella son de orden represivo; usando el método empleado siempre por las clases privilegiadas para proteger su orden cada vez que se siente amenazado, nos enviáis las fuerzas del Estado; no las del Estado-Providencia, no, sino las del Estado-Proxeneta, que hace dinero con nuestros pases, del Estado-Racista, que se sirve de vuestros discurso sobre la trata para reforzar sus políticas migratorias, del Estado-Violador que, porque considera como vosotras que “nuestro curro consiste en hacernos violar”, rehusa nuestras denuncias y se otorga pases gratuitos en las comisarías. A este Estado que ha rehusado siempre considerarnos como ciudadanas iguales, vosotras no hacéis más que reforzar su legitimidad para excluirnos.
Vosotras no estáis ni verdaderamente por el respeto a TODAS las mujeres, ni verdaderamente en el ejercicio de la lucha de clases. Vuestro feminismo es burgués: consiste en permitir a las mujeres acceder a los privilegios de clase. Nuestro feminismo es revolucionario: consiste en abolir las clases. Os dirigís a nosotras desde un islote privilegiado (o que, al menos, estimáis como tal) diciéndoos que nosotras nos alegraríamos de unirnos a vosotras: pero la verdad, sin embargo, es que hemos preferido hacernos putas que hacernos como vosotras.

[1] Morgane Merteuil, de 25 años, es trabajadora del sexo desde hace 3 años y milita en el STRASS (Syndicat du Travail Sexuel). Considerando que la lucha de las putas es un combate profundamente feminista, ha denunciado remarcablemente el feminismo institucional anti-prostitución en un ensayo-manifiesto, Libérez le féminisme ! (publicación en septiembre de 2012).

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