LA FEMINIZACIÓN DE LA FORTALEZA
Montse Neira: “No somos víctimas, somos supervivientes”
Montse Neira, autora de “Una mala mujer”, repasa su historia de superación personal en el mundo de la prostitucion
19/04/12 – La estantería repleta de libros del salón de Montse Neira desacredita la imagen preconcebida que se pueda tener del entorno de  una trabajadora sexual. Así es ella, transgresora de mitos sociales y  quebrantadora de tabús a su paso. Ha conseguido deshacerse del estigma  que cargan las de su profesión. La persistencia ha sido su única aliada.  Liberada de toda vergüenza, ha escrito un libro en el que su único es  argumento es la experiencia. Desde ella, actualmente intenta que las  suyas se deshagan del miedo que nace de los prejuicios que las rodean.  Porque la suya es una historia que va más allá del ‘sexo por dinero’. Es  una historia de supervivencia.
Montse Neira, autora de ‘Una mala mujer’, nos atendió en su piso de Barcelona / JOSEP NAVARRO
En tu libro hay un momento en el que calificas a la sociedad como ‘sociedad de los transtornos’. Hoy, ¿qué adjetivo le darías?
La sigo calificando como ‘sociedad de los  trastornos’. El discurso oficial, basado en cómo pretendemos actuar, es  totalmente contradictorio a lo que en realidad se hace. La realidad va  por libre.
Y a día de hoy, ¿seguimos siendo víctimas del miedo con el que se crio tu generación?
Hoy es otro miedo, pero sigue existiendo.  Estamos en una crisis económica. En mi época le temíamos a la  dictadura, a poder expresarnos ideológicamente. La religión nos tenía  muy controlados a los que pertenecíamos a las clases más ignorantes. El  miedo es un gran controlador social.
O sea que sigue existiendo un miedo pero ha cambiado
Sí, es diferente. Hoy en día tenemos una  incertidumbre económica y le tememos al hecho de no tener trabajo. La  gente se ve obligada a aguantar situaciones y se están perdiendo los  derechos que habíamos ganado.
¿Hoy en día a qué somos vulnerables?
A la manipulación de los medios de  comunicación social. Sobre todo en el ámbito económico, también a las  decisiones que se toman a nivel político. Si no estamos bien informados  podemos equivocarnos. Cuando oímos o leemos algo en la prensa, debemos  cuestionárnoslo todo antes de creérnoslo a pies juntillas.
¿Falta empatía y sobran prejuicios?
En nuestro día a día actuamos con  bastantes prejuicios. No es malo tenerlos, pero hay que cuestionarse las  cosas e intentar buscar más información para adquirir el conocimiento  necesario para contrastarlos.
¿Se podría decir que estamos en una sociedad poco humana?
Si hablamos de valores como la  solidaridad, la generosidad o la empatía… Falta mucho, está claro. Es un  problema de educación. Desde pequeños nos deben inculcar unos valores  que no hay.
¿Algunas de estas opiniones son fruto de la falta de conocimiento en primera persona?
Es imposible que conozcamos todos los  acontecimientos en primera persona. Nuestro problema es que nos creemos  todo lo que se dice del primero que habla.
En este sentido, ¿qué echas de menos de los medios de comunicación y de la política?
Se han dejado de lado los códigos  deontológicos, que existen pero no se aplican. La ética sí que está  prostituida. En el ámbito de la prostitución, por ejemplo, vemos que en  prensa y televisión siempre se ve enfoca desde un punto de vista, el de  la trata, la explotación sexual, con mujeres engañadas y coaccionada. No  salen las supervivientes, que hay muchísimas y permanecen ocultas. La  gente cree que toda la prostitución es igual, cuando la realidad es muy  compleja, pues se dan múltiples situaciones.
“La ética sí que está prostituida.”
En tu libro comentas que un gran  paso en tu vida fue el de dejar de esconderte. ¿Crees que en todos los  ámbitos las personas no nos podemos mostrar del todo transparentes?
Sí. Pasa en muchos ámbitos, no sólo en la  prostitución. En el trabajo o en familia no nos atrevemos a mostrarnos  como somos porque actuamos según lo que creemos que esperan de nosotros.  Tenemos miedo a desnudar nuestra alma por si somos juzgados.  Es algo  genuinamente humano. El miedo a que no nos acepten, a la soledad, hace  que muchas veces no digamos lo que sentimos y pensamos. En prostitución  también, porque el sexo es un tema tabú, y decir que vendes sexo a  cambio de dinero conlleva que te tachen, porque esta considerado algo  malo. Funcionamos basándonos en el bien y el mal, en el ‘sí’ y el ‘no’.  No hay término medio.
¿Qué crees que tendría que cambiar entonces en el mundo de la prostitución? 
Principalmente no se debe estigmatizar a  la persona que ejerce la prostitución, sea hombre, mujer o transexual.  Hay que evitar que estas personas tengan miedo.  Deben poder explicar su  experiencia sin temor a ser juzgadas para que así se conozca realmente  lo que hay. Muchas veces nos encontramos con historias muy duras, pero  también son de crecimiento personal, de lucha contra la adversidad. La  prostitución es una experiencia que te enriquece mucho, porque tratas  con todo tipo de personas, tienes que desarrollar una gran empatía y te  conviertes en una pequeña psicóloga, porque te ves obligada a  desarrollar fortalezas. Tenemos habilidades que hemos interiorizado sin  darnos cuenta. A causa del estigma, quien ejerce esta profesión se  oculta, miente, lleva una vida doble… En casos de trata, incluso, se  prioriza su miedo a que sean víctimas. Son personas que no tienen mucha  fuerza de voluntad. Se corre el riesgo de que sean mujeres  irrecuperables para la sociedad. Hay que dejar de discriminar a las  personas que ejercen la prostitución. También a los discapacitados, o a  los de otra raza y ese tipo de etiquetas que no paramos de poner. Todos  somos personas. No es algo exclusivo de la prostitución. Se hace extenso  a otros tipos de discriminación.
“No se debe estigmatizar a la persona que ejerce la prostitución.”
¿Cuál es tu lucha?
Las políticas sociales que incumben a  mujeres que quieren dejar la prostitución también dejan mucho que  desear. Cuando hago talleres con ellas, como yo ya he superado el  estigma  de forma natural y sin necesidad de psicólogos, me consideran  ejemplo y me preguntan qué he hecho para enfrentarme al problema y  decirlo sin tener miedo. Ellas piensan que si van a hacer una entrevista  de trabajo y las han visto en la calle, no las van a querer o van a  abusar de ellas. Tienen ese miedo. Por eso es importante que se acabe  con el estigma. Ésa es mi lucha.
¿Y crees que una vía podría ser la legalización?
El término ‘legalizar’, que es muy  habitual, está mal usado. La prostitución no es ilegal, no es un delito  en España, no está tipificada como tal. En primer lugar, hay que hablar  de los prostíbulos. Existen  pero no está regulada la relación entre el  dueño y las mujeres que trabajan para él. Es un pacto en el que las  condiciones se fijan verbalmente. De facto sí que está regulado, pero no  oficialmente. Por lo que respeta a la prostitución en la calle, el  espacio y el horario están regulados pero las condiciones no, porque  dependen directamente de la relación entre la prostituta y el cliente. A  nivel de prostitución por cuenta propia, en el nuevo estatuto del 2007  figura que las prostitutas que somos autónomas nos podemos dar de alta  como ‘trabajadoras sexuales’. En ese sentido no hay problema. El  problema está en el trabajo a cuenta de terceros porque se da en los  prostíbulos. Desde mi punto de vista es complejo porque, así como en las  empresas las condiciones las puede poner el empresario, en términos de  sexo no pueden obligarte a según qué. La regulación debería enfocarse a  que la persona que ejerce la prostitución pueda elegir las condiciones  de lo que quiere hacer o no. Sería importante que se reconociera como  trabajo, porque así nadie tendría por qué avergonzarse.  La idea de que  se reconozca como trabajo ayudaría. Yo estoy en contra de la  prostitución por cuenta ajena. Deberían existir cooperativas. Si no, la  única alternativa es ser autónoma.
“Sería importante que la prostitución se reconociera como trabajo y que existieran cooperativas.”
¿Y por qué crees que se tiene esta visión de que la prostitución subordina al género femenino?
Proviene de la idea del patriarcado  basado en el poder para el hombre y en la mujer sometida. En  prostitución, se cree que el cliente somete a la profesional en el  momento en que paga, pero no es cierto. Él paga porque tiene una  necesidad. Necesita sexo. La mujer tiene el poder porque puede decirle  que sí o que no. Está en sus manos. De hecho tenemos mucho poder sobre  el hombre. Es diferente si te obligan. Pero cuando te están pagando te  están valorando y reconociendo. Es un intercambio. Son dos necesidades:  la mujer necesita dinero pero el hombre necesita sexo o afecto. A veces  es más lo segundo, y no sé qué es peor. Me parece triste que haya  personas que tengan que pagar para que las acaricien y las besen.  Te  das cuenta del punto al que hemos llegado en carencias afectivas.  Repito, no es más una cosa que la otra. Las necesidades son asimétricas,  pero el intercambio es simétrico.
De tu experiencia, ¿qué es lo principal que has aprendido de las personas y de la vida en general?
Hay muchas carencias afectivas.  Muchísimas. Es lo que más me sorprendió. Yo vengo de clase baja, de la  exclusión social prácticamente. Cuando nadie te quiere y eres una  “mierda” para todo el mundo porque no te valoran, quieres ser alguien  dentro de la sociedad, y esa voluntad la proyectas en la gente que tiene  un trabajo bien reconocido y muy valorado, con  cosas materiales. Me  chocó mucho ver a señores con muchísimo dinero, que no eran de la gran  élite pero que eran de clase media alta, cuya posición social envidiaba,  que se sentían solos. Existe una soledad tremenda. Buscan que los  abraces, sentirse queridos y deseados aunque sólo sea de mentira.
“Se ha pasado de la feminización de la pobreza a la feminización de la fortaleza.”
Y aunque se tenga la imagen  contraria, las prostitutas al fin y al cabo valoran mucho más de lo que  se cree la vida, porque su lucha es la vida.
Efectivamente. Su lucha es sobrevivir.  Una compañera mía opina que se ha pasado de la “feminización de la  pobreza” a la “feminización de la fortaleza”.  ¿Cuántos directivos hacen  talleres de coaching pagando muchísimo dinero para tener herramientas  que les permitan enfrentarse a “sus grandes dificultades del día a día”  en la organización de su empresa? De estar en la calle, la prostituta se  fortalece muchísimo. No somos víctimas. Somos supervivientes.
Y, ¿crees que será posible que al  final las prostitutas puedan tener el mismo potencial o las mismas  aspiraciones sociales que cualquier otra persona?
Debería. Yo sé que mi generación no lo va  a ver, pero para eso estamos sembrando y esperando a que con el tiempo  sí. Aquí en España, además, todavía no hay un movimiento general de  prostitutas. A nivel europeo sí que existe, en Latinoamérica también es  tremendo y en Estados Unidos también hay. Existen asociaciones de trabajadoras sexuales, de ‘sex workers’, que se están moviendo. Esto va dejando huella. Con el tiempo se podrá conseguir.
Tú consideras que sí que lo has conseguido…
Yo en mi entorno ya he conseguido cambiar  cosas. Gente que antes hablaba mal de las prostitutas y que me juzgaba  ahora me respeta muchísimo y más vale que no hablen mal de ellas delante  de mí porque “las pongo en su sitio”.
En cuanto al potencial social,  uno de los temas de tu libro es los estudios para las personas  adultas y  mayores. ¿Crees que falta integración?
Sí, claro. No tiene que haber edad para  formarse. Jamás. A mí me impresionó mucho un hombre con más de 70 años,  charcutero de toda la vida que se había jubilado, se puso a estudiar  historia y estaba encantado.
Nombras a Enric como la  figura que te suscitó el interés por estudiar. ¿Cuál sería el incentivo  para la parte de la juventud que no ha tenido ese despertar?
Depende de las circunstancias personales.  El entorno es un gran condicionante y existen barrios que ya te  condenan a la exclusión. Aunque actúen educadores sociales como lo están  haciendo, con incentivos como el deporte, luchar contra todo un barrio  es muy difícil. Hay un caso que lo ejemplifica: la persona drogadicta  que se ha desintoxicado, si vuelve al mismo barrio, es más difícil que  empiece una nueva vida. Se tiene que ir de ese entorno.
Hablas de rebaño en referencia a la gente que no se cuestiona nada. ¿Sigue habiéndolo?
Me remito a los programas de televisión,  es su público. Puede ser por motivos de comodidad, porque ir  contracorriente o cuestionarse las cosas requiere un esfuerzo. ¿Qué es  lo cómodo? Estar en el sofá viendo la tele atontado o drogado, como digo yo.
“La universidad actual es muy individualizada.”
En cuanto a tu decepción con la Universidad. ¿Cómo ves la Universidad actual?
Fue un problema de expectativas. Tenía la  imagen bucólica de ser un lugar de grandes debates y a fin de cuentas  es una institución como otra cualquiera de la sociedad de hoy en día. Es  muy individualizada, la mayoría de alumnos van a sacarse el título y  los profesores a cumplir con sus horas.
¿Qué aprendiste sobre la manipulación del capitalismo? Por ejemplo, con Arcadi Oliveres, profesor al que nombras.
La desinformación de las noticias.  Realmente, no se conoce “lo que hay detrás”. Por ejemplo, no sabía que  gran parte de la recaudación ciudadana se destina a inversiones en  armamento, ni que interesa que la droga sea ilegal porque está llegando  mucho dinero negro a personas del poder… Aprendí a cuestionarme y a no  creerme todo.
¿Consideras que la crisis es algo más que económico?
La humanidad siempre ha tenido crisis y  no aprendemos. Cada generación pasa por sus propios errores y retos pero  no dejamos huella para ir a mejor. Se dice que la humanidad ha mejorado  pero yo no lo veo. Mientras tengamos estas grandes diferencias entre  países, la gente tenga que emigrar y que pasar hambre, es que algo está  fallando en la sociedad.
“La crisis ha provocado una gran disminución de clientes y de precios.”
¿Cómo ha afectado la crisis económica a la prostitución?
Han caído mucho las tarifas porque ha  caído mucho la demanda. Donde menos ha afectado es a nivel de lujo,  porque es un cliente que siempre tiene dinero. Pero las tarifas más  económicas e intermedias se han desplomado más del 50%. Ha provocado  también un aumento del número de españolas que se prostituyen.
En general, ¿la crisis ha acentuado las diferencias entre clases y dificulta más progresar de la situación en la que has nacido?
Sí. Además, cuando yo nací, en los años  60, no se  exigía tanto currículum. Ahora aunque cuentes con una  formación muy superior no tienes garantizado el empleo. Los trabajo  antes eran más estables y aunque partieras de un nivel muy bajo, las  posibilidades de progresar eran reales.
Sobre la estafa en los trabajos,  por ejemplo, cuando mencionas tu experiencia trabajando en el mercado.  ¿Cómo crees que está presente a día de hoy?
Es una de las cosas que pienso que si se  está haciendo en la vida cotidiana, ¿qué es lo que no se hace a mayor  escala? Si a mí en un bar me dicen que cobre una coca-cola de más, ¿qué  es lo que no está pasando a otros niveles?  Parece que nuestra vida sea  acumular dinero y bienes materiales, sea como sea. Si tienes que robar y  mentir, lo haces. No solamente se atraca a mano armada, sino que en el  día a día hay gente que es especialista en sacar dinero y no estamos  legalmente protegidos. Lo viví personalmente, por ejemplo, con la estafa  de Opening.
¿Consideras que el concepto de trabajo tal y como está planteado nos roba mucho tiempo para crecer personalmente?
Sí. Actualmente, estoy en una época  relajada de mi vida y tengo más tiempo para pensar y para cuestionarme  lo bueno y lo malo. Esto me ha llevado a darme cuenta de cómo estamos  controlados por los alimentos y la sexualidad. Si tú tienes una  población controlada sexualmente y que tiene que trabajar para conseguir  los alimentos, tienes todo el poder de hacer lo que quieras con la  gente. Trabajamos todo el santo día para a veces ni siquiera tener lo  básico que se presupone que tenemos que tener, tu vivienda, tu comida,  tus vacaciones… El sexo es placer y no interesa decir que es bueno.  Interesa tener una sociedad que trabaje un montón de horas para  alimentar el sistema e implantar la idea de que si no trabajas no vas a  tener nada, cuando podríamos conformarnos con poquitas horas y tener lo  básico para vivir.  ¿Para qué necesitamos tener un cochazo para vivir?
“La falsa creencia de que estamos destinados a vivir un gran y único amor nos condiciona.”
¿Nos estancamos en la idea de un solo amor, del amor de nuestra vida? ¿Nos impide progresar y estar más abiertos a nuevas experiencias?
Claro. El amor es otra de los temas que  yo me cuestioné, porque yo interioricé el concepto del amor romántico  como si fuera algo natural y estudiando sociología concluí que es  cultural. La falsa creencia de que estamos destinados a vivir un gran y  único amor nos condiciona. De hecho, muchos suicidios vienen después de  una ruptura sentimental o, por lo menos, provoca una enfermedad mental o  una gran depresión. La realidad es que todas las personas nos podemos  enriquecer y cada una te puede hacer sentir y aprender cosas diferentes.  Por eso es muy importante fomentar las amistades. Si quieres empezar un  proyecto de vida con una pareja, fantástico. Pero no creyéndote que es  único y exclusivo, que es el eje de tu vida y que no vas a tener ninguna  sensación semejante o mejor. Las personas y la vida te pueden  sorprender. Por ejemplo, gente que está aburrida de su matrimonio,  conoce a otra persona y le parece una maravilla. Esa sensación nueva te  puede llenar muchísimo pero tampoco hay que olvidar que es una ilusión y  que luego, con la convivencia y los problemas, hace que se amortigüe.
Por lo tanto, ¿cómo definirías el amor?
El amor tiene muchas acepciones y cada  persona lo vive de una forma distinta. Evoluciona el amor y también las  personas. A veces, hay gente que me dice que ama mucho a alguien y yo  puedo pensar “¿cómo? ¡Si es un cabrón!” Pero, ¿quién soy yo  para decir un solo modelo de amor? Lo importante es que las dos personas  que están interactuando no tengan que mentir y sean felices. Si no lo  eres, plantéate por qué y piensa si vale la pena.
¿Y a la felicidad?
Poder hacer lo que tú quieres sin que  nadie te coaccione. Sentir y ser coherente con tus principios.  No es  cuestión de tener cosas, como creía antes en mi ignorancia. Te crea  inquietud no tener dinero para pagar el alquiler o no saber qué vas a  comer mañana, pero una vez esto está cubierto, es cuestión de pensar en  lo que uno quiere hacer y luchar por ello.
¿Crees que muchas veces no nos escuchamos a nosotros mismos?
Constantemente. Las personas actúan por  la inercia en la que están metidas, sin pararte a pensar si realmente  están haciendo lo que quieren hacer.
“Nos dejamos llevar por la inercia hasta que un día un varapalo nos hace pensar.”
Hablas de tomar las riendas de tu  vida, tú lo has conseguido. ¿Es la vida un caballo desbocado y cuesta  mucho hacerlo? ¿Cómo se consigue?
Sí. Si observáramos los demás podríamos  evitar situaciones muy dolorosas. Nos dejamos llevar por la inercia,  cada persona en su entorno y en sus circunstancias. Hasta que un día,  una enfermedad, la muerte de un ser querido u otro accidente es lo que  te hace pensar. Suele pasar a partir de los 40, es un punto de inflexión  importante en la vida de muchas personas.
Es triste que tenga que ser a causa de un golpe.
¡Sí! De errores o de accidentes. La  sociedad no aprende de la historia e individualmente las personas no  aprendemos de los que tenemos a nuestro alrededor. Si somos observadores  lo veremos en vecinos, amigos, familiares, pero pensamos que a nosotros  no nos va a pasar nada. Aprendemos a base de hostias y de desgracias.
La  transparencia de sus palabras y la naturalidad de los gestos con los  que las acompaña son el reflejo de quién ya no tiene nada que esconder.  Conversar con ella es una lección de libertad. Su trayectoria es un  paseo de lucha, esfuerzo y entereza que ha ido superando todas las metas  fijadas. El camino es estrecho para quien se atreva a avanzar rompiendo  con lo establecido. La presión de las miradas ajenas puede  desestabilizar, pero es entonces cuando hay que encontrar el equilibrio  escuchando en el interior de cada uno. En la pasarela de la vida,  Montserrat Neira nos ha enseñado que hay que desfilar con la cabeza bien  alta.
 
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