Esta es la última entrega de tres artículos sobre los nuevos anexos de las guías deONUSIDA sobre VIH y trabajo sexual, de reciente actualización. En este caso, las recomendaciones se centran en la diferenciación entre trabajo sexual y trata de personas.
Las Guías sobre VIH y Trabajo Sexual del ONUSIDA, publicadas en 2009, han sido actualizadas en abril de 2012. Tanto las guías originales como su actualización fueron el resultado de un proceso participativo que incluyó a las mujeres trabajadoras sexuales.
Diferenciar el trabajo sexual de la trata de personas
De acuerdo con ONUSIDA, trata de personas y trabajo sexual son dos cosas muy diferentes. La trata de personas implica la coerción y el engaño; tiene como resultado diversas formas de explotación, incluyendo trabajos forzados, y es una grave violación de los derechos humanos. El trabajo sexual, por el contrario, no implica coerción ni engaño, es voluntario y autónomo. El trabajo sexual comprende sexo entre personas adultas, acordado y realizado libremente, y como otros trabajos, ofrece a las trabajadoras sexuales un sustento.
“La confusión y equiparación persistentes entre trata de personas y trabajo sexual lleva a adoptar leyes e intervenciones que tienen un impacto negativo en las trabajadoras sexuales, y al mismo tiempo socavan los esfuerzos para poner fin a la trata”. Guía de ONUSIDA sobre VIH y Trabajo Sexual.
¿Qué es el trabajo sexual y qué es la trata de personas? (las “definiciones oficiales”)
Trabajo sexual
A nivel internacional y local, las organizaciones de trabajadoras sexuales entienden al trabajo sexual como un acuerdo contractual en el cual se negocian servicios sexuales entre adultos con consentimiento mutuo, con términos acordados previamente entre el vendedor/a y el comprador/a de los servicios sexuales. Por definición, el trabajo sexual significa que mujeres, varones o trans adultos trabajadores/as sexuales que se involucran en el trabajo sexual lo han hecho con consentimiento (es decir, están eligiendo voluntariamente hacerlo), lo que lo diferencia de la trata de personas. Una mujer que decide vender sus servicios sexuales para mantenerse a sí misma o a su familia no es una víctima de trata.
Trata de personas
De acuerdo a los tratados internacionales, se define a la trata de personas como “el reclutamiento, transporte, traslado, albergue o recepción de personas, por medio de amenazas o uso de la fuerza u otras formas de coerción, abducción, fraude, engaño, abuso de poder o posición de vulnerabilidad o la entrega o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona de tener el control sobre otra persona, con el fin de la explotación” (Naciones Unidas, 2000. Protocolo para prevenir, eliminar y castigar la trata de personas, en especial mujeres y niños, que suplementa la Convención de las Naciones Unidas contra el crimen organizado transnacional – Protocolo de Palermo). En esta definición, explotación incluye la explotación de la prostitución de terceros/as u otras formas de explotación sexual; trabajos o servicios forzados; esclavitud o prácticas similares; servidumbre; o extracción de órganos.
La trata de personas con fines de explotación sexual involucra a adultos o niños que brindan servicios sexuales contra su voluntad, tanto a través de la fuerza como del engaño, violando sus libertades fundamentales. Como tal, viola los derechos y quita la capacidad de autonomía de las personas víctimas de trata.
Entendiendo las diferencias entre trabajo sexual y trata de personas con fines de explotación sexual
“La trata de personas, con cualquier fin, incluyendo la explotación sexual comercial, no debería ser nunca ni implícita ni explícitamente confundida con el trabajo sexual. Claramente no son lo mismo”. ONUSIDA
Una de las causas habituales de la confusión es la moralización y los dogmatismos de algunas personas e instituciones que directa o indirectamente quieren erradicar el trabajo sexual. Estos han encontrado en la legítima lucha anti-trata la oportunidad para cuestionar la existencia del trabajo sexual autónomo, habida cuenta de que no reconocen el derecho de las mujeres a autoidentificarse como trabajadoras. Desde su visión y valoración las consideran víctimas, una categoría que sí se emplea para las verdaderas víctimas de la trata, el tráfico y la explotación. Son a menudo personas y organizaciones voluntariosas que en apariencia no han puesto la misma atención en otras formas de explotación y tráfico de personas que no tienen que ver con el comercio sexual.
Las supuestas “víctimas”, categorizadas por estos intentos sistemáticos de confundir, son mujeres sexuales adultas y autónomas que quizás serían víctimas de la confusión y la negación o la falta de reconocimiento de su identidad. Confusión que se traduce en el cierre sistemático de fuentes de trabajo en nuestros países, so pretexto de la lucha contra la trata.
Nada de esto es inocente o espontáneo, sino que responde a una o varias agendas. El resultado es uno: más vulnerabilidad, violencia, estigma y discriminación.
Y en la lucha contra la (verdadera) trata poco se avanza, ya que se encuentra enraizada en todos los estamentos del poder. Seguramente un grupo u organización de mujeres trabajadoras sexuales pueden identificar dónde sucede la trata de personas, pero varias líderes han muerto o han sido violentadas por denunciar estas situaciones. Debe haber programas que realmente se comprometan a erradicar este flagelo, proteger a las verdaderas víctimas y a las mujeres trabajadoras sexuales.
¿Qué significado tiene esto para el VIH?
“Muchos proyectos que se enfocan en rescatar a las personas víctimas de trata interrumpen y socavan los esfuerzos por brindar a las trabajadoras sexuales acceso a la prevención, tratamiento, cuidados y apoyo del VIH”. ONUSIDA
La portación de condones es la principal evidencia en cualquier allanamiento o detención policial. Por ello la criminalización del trabajo sexual, agravada por el equívoco abordaje de la problemática de la trata, está minando el trabajo de prevención. La pérdida de fuentes de trabajo autónomo empuja a las trabajadoras sexuales a establecimientos con condiciones de trabajo más precarias, menor acceso a los insumos de prevención y a la salud en general. Aumenta el número de clientes por día por trabajadora en peores condiciones de trabajo, higiene y protección.
En países y regiones de mucha movilidad, como por ejemplo Centroamérica, las mujeres trabajadoras sexuales involucradas en trabajos de prevención del VIH entre pares han sido a menudo víctimas de detenciones y deportaciones bajo sospecha de ser tratadas o tratantes.
Algunas buenas prácticas recomendadas son: No causar daño; involucrar a las trabajadoras sexuales en la identificación de la trata dentro de la industria del sexo; revisar las leyes y prácticas de cumplimiento de la ley en relación a la trata y el trabajo sexual; y recolectar, producir y diseminar evidencia.
En conclusión, la guía de ONUSIDA hace un llamado a combatir la confusión, como un paso necesario y urgente para evitar perseguir a las trabajadoras sexuales autónomas con la intención de luchar contra la trata. En la región hay leyes de reciente factura o reinterpretaciones de algunas ya existentes que han logrado recrudecer la violencia y la represión contra las trabajadoras sexuales.
Confundir es violentar
Por ahora el pronóstico es muy poco alentador. Hay un grupo de organizaciones y personas con acceso al poder con una agenda prohibicionista y abolicionista que sueñan con “un mundo sin mujeres en situación de prostitución”, que han encontrado en la nueva corriente anti-trata una gran oportunidad. Violentan con su agenda y su academia el derecho a la identidad, la autonomía y la libre determinación. No consideran al trabajo sexual como trabajo, por ende lo ubican rápidamente en la categoría de explotación. Es aquí y por su accionar donde las mujeres trabajadoras sexuales podrían definirse como víctimas.
Muchos gobiernos quieren hacer como que hacen, y reciben con beneplácito de parte de algunos países desarrollados y donantes la impronta de legislar contra la trata. Pero nada hacen por tocar la imbricada red criminal de trata de personas y explotación sexual que existe y en muchos casos tiene como protagonistas a altos oficiales y funcionarios de nuestros países. Sin liderazgo ni voluntad política nada se podrá hacer por la trata. Los uniformados, mientras tanto, seguirán cobrando sus peajes y sus comisiones a las trabajadoras sexuales, como así también a las diferentes mafias y sus formas de corrupción, que incluyen el tráfico de personas.
Las verdaderas víctimas de la trata y la explotación no reciben el necesario apoyo para su protección física y psicológica, como tampoco oportunidades laborales y sociales como parte de la recuperación y reparación.
En el medio de tanta confusión, desidia y corrupción, están la mujeres trabajadoras sexuales autónomas, desprotegidas y con menos oportunidades de poder ejercer su trabajo por el avance de estas torpes y peligrosas políticas represivas.
Las organizaciones de mujeres trabajadoras sexuales deben luchar para que los demás actores definan claramente su posición y actúen en consecuencia. A la vez, urge que selegisle positivamente para regular el trabajo sexual autónomo. Necesitamos más claridad y menos hipocresía. Esta actualización de las guías de ONUSIDA da un paso firme en ese sentido.
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